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A propósito del Sáhara, el compromiso y los silencios

Tres escenas ministeriales y un complemento académico

Fuentes: Rebelión

Primera escena: La señora González-Sinde, la ministra de Cultura del gobierno Zapatero, dice valorar (positivamente) la implicación de los actores y actrices en la causa del Sáhara. Pero pide a continuación «no contribuir a la confusión» con opiniones de personas que no son expertas. ¿Implicación sin opiniones, implicación silenciosa, con la boca cerrada para que […]

Primera escena: La señora González-Sinde, la ministra de Cultura del gobierno Zapatero, dice valorar (positivamente) la implicación de los actores y actrices en la causa del Sáhara. Pero pide a continuación «no contribuir a la confusión» con opiniones de personas que no son expertas. ¿Implicación sin opiniones, implicación silenciosa, con la boca cerrada para que no entren moscas revoltosas? ¿Manifestantes que no tengan criterio político que mueva y alimente su rebeldía y la de otros? Ella misma, curiosamente, toda una ministra del gobierno de la nación, parece incluirse en ese colectivo inexperto: «Nuestra responsabilidad en este asunto es lo suficientemente importante y es un tema lo suficientemente delicado como para que los que no somos expertos no hagamos ese papel de opinar y de contribuir a la confusión en lugar de encontrar soluciones», ha declarado el 16 de noviembre a Radio Nacional, ratificándose en su singular idea, la antigua, gastada y odiosa teoría del gobierno e intervención exclusiva de las élites políticas, de que la opinión de personas inexpertas en el tema contribuían a la confusión -¿qué confusión, por cierto?- sin aportar soluciones.

Sobre la presencia de ciudadanos «del mundo de la cultura» junto a algunos dirigentes del PP en la manifestación del pasado sábado en Madrid ha señalado, sin controlar su opinión, debe ser por tanto experta en el tema, que es una coincidencia que les debería hacer pensar. No ha precisado en qué sentido deberían hacerlo ni cuántos dirigentes conservadores participaron en la protesta ni, desde luego, el sentido de esa participación netamente marginal. Eso, en su opinión de Ministra experta, no es crear confusión.

Uno de estos «expertos» a los que alude la señora Ministra de Cultura, experto que no aceptaría de buen grado la interesada denominación, el catedrático de Historia del Islam en la UAM, Bernabé López García, ha declarado sin posibilidad de confusión dada su condición: «La falta de condena [del gobierno] es una vergüenza monstruosa» [1]. Otro de esos «expertos», el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago y buen conocedor del Sáhara, Carlos Ruiz Miguel, ha destacado un ámbito que no deberíamos perder de vista: «Marruecos aspira a crear un escenario israelí en el Sáhara». ¿Qué contorno tiene ese escenario diseñado? El de un país, Marruecos, que utiliza de manera totalmente impune la represión para mantener la anexión de un territorio que le fue entregado de forma abyecta.

Segunda escena con escenario ministerial de fondo. La ministra de Asuntos Exteriores estuvo el lunes, 15 de noviembre, en la toma de posesión del número dos de su ministerio; a su lado, a su derecha más concretamente, en un segundo plano pero nada oculto, Diego López Garrido, un ex de Izquierda Unida. Fue el mismo día en que el PSOE desautorizó la condena de la actuación del ejército y del gobierno de Marruecos por parte de la diputada Fátima Aburto, la coordinadora del Intergrupo parlamentario para el Sáhara [2]. No parece asegurada su futura presencia en foto y en listas (También se ha manifestado críticamente el señor José Bono. Pero la tercera autoridad del Estado es otra cosa, tiene otra entidad. Llamarle al orden, en su caso, son palabras mayores. Además, sabido es, el juego político electoral exige muchas apuestas y diversidad de tonos. Nunca se sabe qué puede pasar en el futuro).

La ministra Trinidad Jiménez, su presencia en la Comisión Trilateral debe haberla marcado sustantivamente, no se anduvo por las ramas en la presentación de su número dos. Negó que el gobierno estuviera actuando con tibieza frente a las autoridades marroquíes [3] y cuestionó el nivel de exigencia política con España y, sin decirlo explícitamente, con el gobierno y el partido que lo sustenta. ¿Por qué esa queja? Por lo que manifestó en una entrevista en la cadena SER: «lo que no se exige al Frente POLISARIO, que es el representante del pueblo saharaui, se pretende exigir al Gobierno de España».

¿Y qué se exige al gobierno de España? ¿La ruptura de toda relación diplomática con el gobierno de Marruecos? ¿Alguien ha afirmado una cosa así? No es tan sólo eso. La máxima responsable de la diplomacia española, la gran aliada política madrileña del presidente Zapatero, no se ha mordido la lengua. Como experta que es ha recordado que el mismo día en que se inició el desmantelamiento del Campamento Dignidad, el Frente POLISARIO estaba reunido -«cenando» ha sido el término utilizado por la señora Ministra- con el gobierno de Marruecos en Nueva York. ¡Qué desfachatez!, ¡qué caradura trilateral!, ¡qué prepotencia política!, ¡qué abisal y aléfica infamia! Por si fuera poco, ha añadido sin enrojecer la señora Ministra, ni mover apenas un músculo de su cuidado rostro de hormigón: España siempre -siempre es siempre- ha defendido el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Por eso, debe ser por eso, que España no ha reconocido a la República Democrática Saharaui, cosa que sí que han hecho más de 80 países.

Vale la pena recordar, aunque desde luego sea innecesario, las recientes declaraciones del representante saharaui en las Naciones Unidas, Ahmed Boukhari. Preguntado, en conversación con el excelente escritor y periodista Gilberto Lopes sobre cómo evaluaba los resultados de la reunión en Nueva York y las perspectivas de las negociaciones que continuarán en diciembre, señaló Boukhari: «Hemos acudido a la ronda negociadora para responder positivamente a los esfuerzos que llevaba a cabo la ONU para que el proceso de paz pudiese continuar en la dirección correcta. Pero la decisión marroquí de llevar a cabo el asalto contra la población civil saharaui el día preciso en que iba a comenzar la ronda nos llevó a pensar seriamente en que no valía la pena participar. Aun así, decidimos participar, porque somos gente civilizada que quiere la paz, rechaza la violencia, la guerra. La ronda no supuso ningún avance sustancial porque Marruecos no quiere que esto avance en la dirección correcta y sobre ella planeó el terrible espectro de la brutal intervención de las fuerzas marroquíes contra nuestra población civil» [4] [el énfasis es mío]. ¡Brutal intervención contra la población civil! ¿No hay claridad en las palabras del representante saharaui?

Tercer escenario. La primera página de Público de 16 de noviembre [5] se abría con estas palabras: «Visita non grata». Hacía referencia al encuentro del Ministro de Interior de Marruecos, Taïb Cherkaoui, con el vicepresidente primero y Ministro del Interior del Gobierno español, el señor Pérez Rubalcaba, en Madrid. Público sugería varias preguntas que podían formularse, que podía formular nuestro Ministro del Interior, al ministro marroquí. Estas entre ellas: ¿mataron los militares al ciudadano español Baby Hamday Buyema? ¿Son ciertas las denuncias de torturas realizadas por activistas de diversas ONG? ¿Por qué se impone la censura y no se permite a la prensa española e internacional informar desde El Aaiún?

Javier Bardem ha añadido alguna otra: ¿cómo puede decir la Ministra de Exteriores que no condena porque no tiene datos oficiales? ¿Quién se los va a dar entonces? ¿Qué mensaje se está transmitiendo¿ ¿Que si usted es un país preferente tiene derecho a matar y torturar? Otras más por si fuera necesario, hoy, una semana después, cuando seguimos sin conocer los muertos, heridos y detenidos: ¿el ciudadano español Ahmed Salem Lecuara, que se encontraba en El Aaiún de visita familiar, ha sido agredido por las fuerzas militares marroquíes durante el asalto? ¿Ha sido torturado, como él mismo afirma, durante los cinco días que pasó en las dependencias de la Gendarmería marroquí? ¿Por qué no puede abandonar la zona?

Por lo demás, el titular de interior marroquí, uno de los máximos responsables políticos de lo ocurrido en El Aaiún durante esta última semana, alguien que no es en absoluto ajeno al bloqueo informativo impuesto en el Sáhara ni al maltrato sufrido por activistas, como ha recordado Jesús Maraña en Público, no se va a dignar comparecer ante la prensa. Alguna pregunta podría resultarle incómoda. El resto será silencio una vez más

Es muy improbable que nuestro vicepresidente le haya realizado alguna de esas preguntas. Suele apelarse a la razón de Estado o al necesario equilibrio entre intereses y principios. Habrá que preguntarse alguna vez por los interesados intereses de algunos principios.

El jefe del Ejecutivo, por ejemplo, ha hablado de los intereses de España. ¿Qué intereses son esos? ¿Dónde quedó aquel Zapatero, ha preguntado Ignacio Escolar olvidándose por un momento de la contrapartida afgana, cuya primera medida como presidente fue ordenar la retirada de las tropas de Irak? Muy lejos, muy lejos.

El complemento académico. Ramón Cotarelo ha señalado con fecha 16 de noviembre en su blog [6] que «el asunto de los saharauis lleva camino de convertirse en grave problema para el Gobierno y su partido». La vergonzosa dejación de funciones de España en 1975, consagrada en unos Acuerdos de Madrid asimismo ignominiosos, ha añadido, fue el primer paso para crear una situación «palestina» en la antigua «provincia» española.

El argumento de la izquierda, que es el que le interesa a Cotarelo, consiste, en su opinión, «en echar en cara al Gobierno una vez más su pusilanimidad, su incapacidad para hacer frente a las arbitrariedades de Mohammed VI». Se le acusa de anteponer la razón de Estado a la defensa de los derechos humanos. Desde luego, prosigue el catedrático de ciencias políticas, no estará de más que «el Gobierno haga saber al Príncipe de los Creyentes que no aprueba sus procedimientos, que exige el fin de la intervención marroquí en El Aaiún así como el cumplimiento íntegro de las resoluciones de la ONU». Pero eso debe decirlo no como España «sino como Estado miembro de la Unión Europea y debe asimismo anunciar que llevará el asunto al Consejo de Seguridad».

Claro y rotundo, como quiere la izquierda, de la que Cotarelo parece excluirse en algunos momentos, «pero en un marco de acción multilateral. España tiene que evitar llegar a una confrontación bilateral con Marruecos que es lo que éste quiere». Así que como no cree, como parece razonable creer, que nadie en la izquierda esté interesado en repicar tambores de guerra «quizá sea sabio suspender por un tiempo los juicios condenatorios al Gobierno por justificados que puedan parecer especialmente porque recaen sobre quien ya ha demostrado haberse rendido ante la ofensiva neoliberal».¿Sabio suspender por un tiempo los juicios críticos? ¿Dónde está la sabiduría de esa supuesta prudencia?

Con todo, prosigue, cabe confiar en que el Gobierno tome la iniciativa diplomática en un contexto multilateral y forme una especie de frente de defensa de los saharauis. Conste que, añade Cotarelo, «como a la mayoría de mis paisanos, me gustaría que el Presidente diera un puñetazo sobre la mesa. Pero detrás del puñetazo tiene que haber una capacidad militar y una voluntad política para llevarlo a sus últimas consecuencias. ¿Las hay?».

No las hay y como la acción política multilateral no parece probable, ni Francia en Europa ni Estados Unidos en el Consejo de Seguridad están por la labor, aquí paz, la paz de los cementerios de El Aaiún, y en el cielo gloria, gloria sangrienta. ¿Y entre cero y el infinito no hay procedimientos efectivos ni actuaciones posible? ¿Entre la pasividad, la mentira, la manipulación, el servilismo, el decir sin decir y el afirmar negando, y el emprenderla a tortas y a bombazos no hay ningún margen de maniobra? ¿Marruecos tienen, pues, impunidad, puede hacer lo que le venga en gana y nosotros chitón que el domingo hay partido y que la geopolítica es muy compleja? Efectivamente, el marco recuerda un escenario israelí.

Notas:

[1] Público, 14 de noviembre de 2010, p. 8.

[2] En la declaración se expresaba la solidaridad con el pueblo saharaui, el más profundo rechazo de la violencia (sin mayor especificación), la más enérgica condena por la pérdida de vidas humanas y se denunciaba la férrea censura. Al país magrebí ni se le citaba. IB y BNG, con atendibles razones, presentaron enmiendas al texto.

[3] Público, 16 de noviembre de 2010, p. 4.

[4] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=116634

[5] Ibidem, pp.1-6.

[6] http://cotarelo.blogspot.com/2010/11/perdidos-en-el-desierto.html

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