El economista español, uno de los que predijo la crisis, visitó Valencia hace unos días para presentar su última obra ‘La trastienda de la crisis’. Y no dejó pasar la oportunidad de contar también de palabra, «lo que el poder económico quiere ocultar».
Libros sobre la crisis hay muchos. Sin embargo, cómo dice Pascual Serrano, para elegir uno hay que tener en cuenta varias consideraciones. Primero, que estén elaborados por autores que advirtieron de la crisis, pues no vamos a ser tan estúpidos como para pensar que algún experto económico que nunca habló de crisis nos quiera contar ahora cuál es la solución. Segundo, y aunque parezca una obviedad, que se comprenda. Tercero, que deje claro que por encima de la economía está el ser humano.
Pues bien, La trastienda de la crisis. Lo que el poder económico quiere ocultar (Península, 2010) de Juan Francisco Martín Seco (Madrid, 1944), que se presentó el martes en Valencia bajo el auspicio de la Fundació Institut d’Estudis Polítics, cumple los tres requisitos. Este economista, que ha desempeñado, entre otros, los cargos de Interventor General de la Administración del Estado y de Secretario General de Hacienda, es, tal y como lo definió el genial Javier Ortiz, una de las pocas personas de izquierda que no ha sido nunca marxista.
Socialista de verdad, su desacuerdo con el PSOE abarcó la práctica totalidad de la política felipista. Cuando el Gobierno de González se implicó en la Guerra del Golfo, Martín Seco, que entonces ocupaba un alto cargo en el Ministerio de Hacienda, firmó un manifiesto contra la guerra, lo que provocó su destitución fulminante. No pudieron echarlo de la Administración porque es funcionario de carrera, pero lo represaliaron hasta donde les fue posible.
La llegada de Aznar a La Moncloa no hizo que su suerte mejorara. Antes al contrario. Algunos partidarios del PP, que habían dado cancha a sus opiniones tan sólo en la medida en que perjudicaban al PSOE, dejaron de interesarse por ellas. O, por mejor decirlo: empezaron a detestarlas tanto o más que los felipistas.
Sin duda, todo un ejemplo de coherencia y dignidad. Hablamos con él sobre la trastienda de la crisis.
P: ¿Qué hay en la trastienda de la crisis?
R: En La trastienda de la crisis hay un intento de explicar, al margen de lo que puedan ser elementos puramente coyunturales, las causas últimas de la crisis, que son el neoliberalismo económico y la liberación del movimiento de capitales, es decir, lo que llaman «globalización». Todo eso de las hipotecas subprime, de la guerra de divisas… son realmente síntomas de un problema mucho más de fondo: los desequilibrios existentes entre los Estados, formados y agravados al calor de la libertad total del capital.
P: En octubre del 2008, cuando los efectos de la crisis financiera y económica empezaban ya a ser demoledores, se habló de nacionalizar la banca, de refundar el capitalismo, etc. ¿Fue eso un espejismo? ¿Qué es lo que ha cambiado desde ese momento hasta hoy?
R: Cuando se lanzaron esas propuestas me mostré totalmente escéptico. Pensaba que cuando pasasen los efectos de la crisis más inmediatos, cómo era el hecho de salvar la banca, todo se iba a quedar en nada, como así ha sido. O mejor dicho, todo lo contrario, pues resulta que ahora las consecuencias de la crisis no las pagan los bancos, no se nacionalizan los bancos, no hay ninguna refundación del capitalismo… Lo que hay es un capitalismo lo más salvaje posible, porque se vuelven a disminuir las pensiones, a liberalizar los mercados laborales, al control brutal del déficit… En fin, el ideario de la Merkel o los 6 puntos del neoliberalismo más radical, que es lo que están aplicando todos los países, con la excepción quizás de Estados Unidos, que tampoco es que esté haciendo gran cosa, pero sí tiene algunos elementos que lo diferencian.
P: ¿Cree usted que habría margen para aplicar otro tipo de políticas?
R: Indudablemente. La globalización es un fenómeno muy moderno. Realmente, hasta el año 89, en Europa no se hablaba de la libre circulación de capitales. Fue a partir del Acta Única. Es decir, que esa idea de que la globalización es una realidad que no se puede evitar, no es cierta. Es una decisión política que se tomó por primera vez en Estados Unidos cuando, después de la guerra de Vietnam, rompió la convertibilidad del dólar en oro. Después lo copiaron otros países y luego, en gran medida, lo que se llamó el Consenso de Washington, formado por el Fondo Monetario Internacional, Wall Street y la administración americana, forzó que en muchos otros países entrase la libre circulación del capital. O sea, no es que la libre circulación de capitales haya caído del cielo, sino que ha sido una decisión querida por los mandatarios internacionales.
Entonces, ¿van a dar marcha atrás? Pues yo creo que sólo lo harán cuando vean que la libre circulación de capitales lleva al desastre económico. No solamente porque cree unas condiciones de desigualdad muy fuertes, un hecho que me da la sensación que a los mandatarios internacionales les preocupa muy poco, sino que crea unos desequilibrios tan grandes a nivel internacional que se produce la crisis. Y no una crisis cualquiera, sino una crisis sistémica.
P: Entonces, aunque no se quiera aplicar otro tipo de políticas, sí hay un margen para hacerlo.
R: Hay margen a nivel global e incluso a nivel más nacional, porque quizás haya cosas que no pueda hacer solo un Estado, pero hay otras muchas que sí.
Por ejemplo, vamos a suponer que el Gobierno de España tuviese que reducir de verdad el déficit y que no tuviera margen de maniobra porque en Europa se lo imponen. Pero hay distintas maneras de hacerlo. Se puede reducir bajando el sueldo a los funcionarios, congelando las pensiones, quitando el seguro del desempleo o se puede reducir subiendo los impuestos a las clases pudientes, recuperando el Impuesto de Patrimonio, gravando las rentas de capital. Aquí, desde el año 86 ha habido todo un proceso de modificación del sistema fiscal en contra de las rentas del trabajo y a favor del capital o sea que, como digo, sí hay alternativa.
P: En ese sentido, sí que es verdad que habría que jugar tanto en el nivel europeo como en el estatal. ¿Qué opina usted de la posibilidad de que algunas políticas sean recuperadas por los Estados?
R: Bueno, yo he sido y soy un enemigo de la Unión Monetaria. Yo creo que los graves problemas que tiene España en estos momentos y que va a tener durante bastantes años son por estar en la Unión Monetaria, porque pienso que países como Irlanda, Grecia, Portugal, España o incluso, Italia, no pueden tener el mismo tipo de cambio que Alemania, ya que, como tienen distintas tasas de inflación al final se va perdiendo competitividad, y no solamente frente a Alemania, sino frente a Estados Unidos, China y otros. El problema fundamental que tiene España es ese, que tiene un déficit por balanza de pagos muy fuerte y que no puede devaluar porque está en la Unión Monetaria. En ese sentido, España, Grecia, Irlanda, Portugal están en una trampa.
P: Al hilo de lo que está comentando, ¿qué opina de las declaraciones de algunos miembros del Gobierno de España que hablan de «salir de la crisis por la izquierda«?
R: Que no saldrá de la crisis y, además, por la derecha. No saldrá porque, como digo, yo creo que ante al problema, o cambias el modelo productivo y te haces tan competitivo como Alemania, lo cual es un sueño, o tienes que devaluar. Y no puedes devaluar porque estás dentro de la Unión Monetaria. Ese es el verdadero problema de España. No es el problema de las pensiones, que es a 30 años vista y que, además, no es verdad que no sea sostenible por otros mecanismos. No es el problema de la flexibilidad laboral, sino todo lo contrario, porque ha sido la flexibilidad laboral la que ha hecho que se llegara a cuatro millones y pico de parados, siendo el país de Europa que más paro tiene, y tampoco es el control del déficit, porque estamos con un nivel de deuda pública por debajo de la media de los países europeos. El problema es el déficit de la balanza de pagos, que no se puede corregir porque no podemos devaluar. Y ese déficit, año tras año, ha ido llevando a un endeudamiento muy fuerte. Es el endeudamiento de los bancos lo que está gravitando sobre todo, porque lógicamente, los mercados internacionales no están dispuestos a seguir financiando como hasta ahora.
P: Si, como usted dice, esas medidas que se están tomando no apuntan hacia el quid de la cuestión, ¿por qué se están tomando?
R: Bueno, puede ocurrir por tres cosas. Una, que puedo estar equivocado. Dos, que los equivocados son ellos porque saben muy poco de economía. Y tres, porque, simplemente, se ataca por la parte más sencilla sin saber muy bien hacia dónde se va.
P: Lo digo por el hecho de que en todos los medios de comunicación se cierren filas en torno a la necesidad de tomar estas medidas.
R: Eso es normal. Por una parte, está la postura de los economistas, que normalmente legitima al poder y al status quo, y por otra, que todos los medios están en manos del capital. Yo no puedo fundar un periódico y no digamos ya montar una televisión. Es decir, ¿quién tiene las televisiones y los periódicos? Cada medio puede estar con el PSOE o con el PP, pero en materia económica todos coinciden. Todos están con la derecha económica, y claro, el poder económico está encantado con bajar las pensiones, abaratar el despido, reducir el gasto público… Desde el punto de vista de la derecha, hay intereses muy claros. Y no me refiero a la derecha en un sentido ideológico, sino más bien social.
P: Se ha comparado esta crisis con el crack del 29. Viendo las consecuencias políticas nefastas que tuvo la Gran Depresión, ¿cómo ve usted el futuro? ¿Cree que sería descabellado pensar en un posible resurgimiento, aunque quizá con formas nuevas, de los fascismos en Europa?
R: Indudablemente estamos viviendo situaciones que son las mismas y, a la vez, distintas. Yo digo que es como una espiral, donde se parte de un punto pero no se acaba exactamente en el mismo, sino más arriba. Pero yo creo que si esto sigue así, es posible que surjan en Europa movimientos racistas y fascistas. De hecho, están surgiendo ya, pero no digo que vaya a ocurrir lo mismo.
P: Esperemos que no. Y ante ese futuro, ¿cómo podría rearmarse la izquierda?
R: Yo nunca he sido marxista, pero con esto me estoy convenciendo de un aspecto del marxismo: que las cosas vendrán por las contradicciones que se producen. Marx decía que el capitalismo salvaje del siglo XIX va hacia su destrucción, no porque cree unas situaciones de desigualdad tremendas sino porque crea una acumulación capitalista que no puede resistir. Lo que pasó fue que el capitalismo supo reaccionar con Keynes y el estado social. Se creó una especie de pacto que redujo la extrema desigualdad y que arregló las contradicciones internas del sistema capitalista. ¿Qué ha pasado? Que desde los años 80 estamos volviendo a las mismas contradicciones de antes y pasará lo mismo hasta que se dé un cambio como el que se hizo en la década de los 40.