SAN JOSÉ DE LAS LAJAS, Cuba, feb (IPS) – Luisa García y Jorge Medina saben cuánta vida puede regalar su tierra. El matrimonio cubano desgrana la variedad de alimentos producidos por ella y que nutren su mesa todo el año, y con base en su experiencia está convencido que la ansiada soberanía alimentaria en su […]
SAN JOSÉ DE LAS LAJAS, Cuba, feb (IPS) – Luisa García y Jorge Medina saben cuánta vida puede regalar su tierra. El matrimonio cubano desgrana la variedad de alimentos producidos por ella y que nutren su mesa todo el año, y con base en su experiencia está convencido que la ansiada soberanía alimentaria en su país y América Latina puede lograrse.
«El campesino tiene que tratar de hacer su finca integral, donde produzca todo y todo salga de allí: es el objetivo esencial», aseguró a IPS Medina, beneficiario desde hace seis años del Programa de Innovación Agropecuaria Local (Pial). Este proyecto, cofinanciado por Suiza, persigue la participación campesina y la diversidad de cultivos.
Desde sus inicios en el año 2000, el Pial propone el desarrollo ecológico y social del campo a través de la innovación científica por la población rural y actualmente contribuye a mejorar la calidad de vida de 50.000 productores en 46 de los 169 municipios de esta isla caribeña, que a su vez se ocupan de extender los nuevos conocimientos dentro de su comunidad.
Complacido ante el verde de su tercera siembra de frijoles desde octubre del pasado año, Medina explicó en su finca cercana a la población occidental de San José de las Lajas, a 38 kilómetros de La Habana, la importancia de realizar «otros cambios para que haya un mayor desarrollo en la producción».
«El campesino debe dejar entrar a la juventud y a la ciencia a su finca, porque siempre traen algo nuevo y te dan ideas», aseguró Medina que pasó a integrar una cooperativa agrícola hace seis años, después de desempeñarse como mecánico en el sector.
Antes de formar parte del Pial solo cultivaban dos variedades de granos, mientras que ahora producen 30 variedades de granos, viandas (frutos y raíces ricos en carbohidratos básicos en dieta cubana), hortalizas y abonos verdes, como la leguminosa canavalia.
Además, fabrican el humus de lombriz, un biofertilizante que mezclan con otros producidos por centros cubanos de investigación agropecuaria.
Para su autoconsumo, cuentan con un huerto y las conservas que produce García y que garantizan todo el año en su mesa el sabor de frutas, vegetales y condimentos típicos de cada temporada. También cultivan soja para extraer el aceite que necesitan para sus comidas, como parte de un proyecto de la cooperativa a la que pertenecen.
La mayoría de su producción es comercializada a través de la cooperativa y otros sistemas institucionales de venta, lo que le reporta unos ingresos satisfactorios para la familia.
Sin embargo, el tema de la soberanía alimentaria que ven tan posible García y Medina no es por ahora un tema de debate público en este país de gobierno socialista. «Se cuestiona poco la soberanía alimentaria en Cuba: se habla de seguridad pero nunca de soberanía, que implica cambiar los contenidos de la alimentación», indicó a IPS la investigadora Ana Esther Ceceña.
Según investigadores locales, Cuba solo cubre 20 por ciento de las necesidades alimentarias de su población, de 11,2 millones de personas, lo que se traduce en una dependencia externa difícil de administrar en una economía con poca disponibilidad de divisas.
Los países en desarrollo deben encontrar sus propias vías para proveer su nutrición y modificar su concepto de «necesidades alimentarias», que casi siempre difiere de las posibilidades de cada agricultura, abundó la Ceceña, de la Universidad Nacional Autónoma de México, que visita constantemente la isla caribeña desde hace cinco años.
Desde 2008, el acceso a una nutrición básica y sana disminuyó en todo el planeta por el impacto de la crisis económica global estallada ese año en Estados Unidos. En esta coyuntura, se hizo urgente la propuesta de lograr la soberanía alimentaria, abanderada desde mediados de los años 90 por el movimiento social e internacional Vía Campesina.
Esta meta busca una mayor participación de la población rural y local en la producción agropecuaria, ampliar el acceso a alimentos sanos y ecológicos, disminuir al máximo las importaciones en este rubro, reconocer los derechos de los consumidores y lograr la sostenibilidad y autonomía nacional en la alimentación.
En 2009 la cifra de personas mal nutridas en América Latina y el Caribe llegó a los 53 millones, según un foro regional sobre el tema realizado en Santiago de Chile en junio de 2010, bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Iniciativa América Latina y el Caribe Sin Hambre.
En el caso de Cuba, el Pial promueve en las localidades que respalda un sentido de autoabastecimiento e incremento de productos agroecológicos a través de la experimentación entre los agricultores.
«Gracias a la investigación, con lo poco que tenemos hemos logrado aumentar la producción», dijo García, al mostrar el aprovechamiento óptimo de cada espacio de las seis hectáreas de tierra de «Las Chiverías», el nombre de la finca donde vive con su marido y dos hijos. Además, proveen el mercado local y hacen donaciones a una escuela y hogar materno.
Pero el caso de «Las Chiverías», que obtuvo en 2011 la categoría de excelencia, no se refleja en todo el país. De hecho, el presidente cubano, Raúl Castro, propicia desde 2008 cambios en el sistema agropecuario, como la entrega de tierras estatales ociosas en usufructo, para lograr la «sustitución de importaciones» de alimentos.
Para Humberto Ríos, fundador del Pial y Premio Ambiental Goldman 2010 -un prestigioso galardón internacional para defensores del desarrollo sustentable-, lograr la soberanía alimentaria en Cuba implica «liberar aún más el sector pequeño y mediano de los campesinos, viejos y nuevos usufructuarios, y darle muchas más facilidades desde el punto de vista del mercado».
En el caso cubano, «la planeación (por parte de instituciones agrícolas) tiene que venir un poco de la demanda de los consumidores», planteó el actual investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana.
En tanto, la seguridad alimentaria de la familia Medina-García le permite ver las medidas de austeridad del gobierno con tranquilidad. «A mí no me afecta que quiten la libreta (cartilla de racionamiento), estoy de acuerdo. Nos abastecemos de los granos, las viandas, frutas y conservas», detalló Medina.
Desde hace alrededor de un año, la familia solo compra azúcar y sal de esta cartilla, que desde los años 60 subsidia una cuota básica alimentaria de la población cubana. Según anuncios oficiales, la libreta desaparecerá poco a poco durante este año.