Recomiendo:
0

Una visión optimista de los resultados electorales del 22-M

Fuentes: Rebelión

Tres han sido los elementos que habría que destacar en el reciente proceso electoral. De ellos depende el futuro de esperanza para la izquierda española que tiene por delante el reto formidable de convertirse en conductora de una segunda transición y construir un nuevo modelo económico-social capaz de proteger a las grandes mayorías sociales que […]

Tres han sido los elementos que habría que destacar en el reciente proceso electoral. De ellos depende el futuro de esperanza para la izquierda española que tiene por delante el reto formidable de convertirse en conductora de una segunda transición y construir un nuevo modelo económico-social capaz de proteger a las grandes mayorías sociales que se van a ir conformando con el golpear duradero y persistente de esta recesión.

El primero y quizás más sorprendente se ha dado en el País Vasco, con el triunfo arrollador de la fuerza política BILDU. Habría que destacar de este fenómeno, primero, que los sectores populares vascos fueron capaces de aglutinar una inesperada alianza de clases con voluntad democrática, tras el despliegue de una gran capacidad intelectual, moral y política. Con este triunfo se consolida definitivamente la vía de la pacificación de Euskadi – la vía democrática y el abandono de la lucha armada. Un salto cualitativo de importancia histórica que permite el avance del movimiento social por la independencia de este pueblo. Estas palabras pueden producir escándalo en sectores de la izquierda que han olvidado que el derecho a la determinación es legítimo y democrático. La vía institucional para una amplia participación popular en el país vasco y el rechazo claro a la lucha armada suponen un cambio radical que rompe, además, la estrategia de la derecha montaraz de querer restaurar su hegemonía en el Estado español, derecha siempre beneficiada por el terrorismo, que instrumentaliza emocionalmente desde su orilla y como pretexto para empantanar el desarrollo de una izquierda combativa y articulada en todo el estado.

Quienes desprecian la capacidad política e intelectual de la derecha española no podrán hacer un análisis certero de las contradicciones de este país, que no tiene otra salida pacífica que una República federal, si se llegara a un acuerdo con la nación vasca. La pacificación de Euskadi suprime el obstáculo para la construcción de una izquierda estatal, articulada combativa, solidaria y socialista.

El segunda novedad inesperada ha sido el estallido de la juventud cabreada, propagado por las ciudades del estado, invadido los medios de comunicación y erigiéndose en centro de atención del debate electoral. Un movimiento de democracia directa que sin cuestionar la democracia parlamentaria ha ejercido la popular. Hay que dejar claro que la democracia restringida que nos «otorgó» la transición política del régimen franquista al monárquico-democrático-parlamentario, fue conducida a medida de la clase dominante, financiera e industrial. Una derrota de la clase trabajadora y una victoria compartida por aquella clase dominante con los poderes fácticos de la Iglesia, el ejército y la magistratura que permanecieron intactos y que ahora gozan de una ascendencia centralista, con su gran base electoral, genuinamente tradicionalista y culturalmente chovinista, pero también con gran capacidad creadora y hábilmente integradora mediante aquellos poderes fácticos. Esa democracia restringida, basada en el miedo político imbuido a la clase media desde la guerra civil, hoy se resiste a una ampliación. Pero una parte de la ciudadanía está empezando a saber que la transición política fue tutelada y supervisada por la Administración norteamericana y el capital financiero nacional rápidamente asimilado por la oligarquía de los Bilderberg.

Hoy, 35 años más tarde, esa democracia va a ser necesariamente ampliada por las reformas que impone la movilización de una juventud con un futuro político no necesariamente partidista, en una dinámica social que ya no puede frenar como lo hacía ayer la supervisión norteamericana. Toca a los partidos de izquierdas «mojarse», a IU especialmente y a lo sindicatos defender las reivindicaciones de ese movimiento M-15. Esto igualará a una comunidad autónoma con otra, quitando a la burocracia política el papel de interventora. Y acercará también Euskadi al resto del territorio estatal para la constitución de un estado federal de naciones y regiones libres y solidarias que no podrá ser sino republicano. El movimiento M-15 ha deslegitimado al modo de hacer política con los vicios del electoralismo, el mercadeo del voto y la corrupción política surgidos en la transición. Lo ha logrado en una semana de movilizaciones ciudadanas mientras los partidos políticos estaban centrados en su negocio electoral. El fenómeno de masas libertario, pero responsable, audaz y desprejuiciado ha centrado el debate de los medios y ocupado la escena hasta incluso la víspera de las votaciones y eso tiene que suscitar celos en la actual clase política e incluso desconcierto en los analistas y expertos de medios

El tercer elemento del cambio podría ser según se mire – por comisión u omisión –, la posible reacción de los votantes y dirigentes de la izquierda transitada: la inesperada subida de IU en un momento de catalepsia socialdemócrata. Es hora de admitir que la izquierda parlamentaria nacida de la transición política ha quedado superada. Los líderes de PCE y del PSOE que aceptaron la monarquía y los pactos de la Moncloa se quedan sin futuro a menos que salgan de interiorizar la derrota. Estas fuerzas políticas están ya pagando muy caro las consecuencias de esa vergonzante sumisión al stablishmen de la dictadura, mientras la rancia derecha orgánica se ha modernizado bajo el patrocinio del neoliberalismo de los Bilderberg — la oligarquía mundial trilateral occidental – pero que para su desgracia ha perdido el control sobre las fuerzas del mercado frente al coloso chino y los emergentes. Por eso más que una izquierda liderando la transición fue la mediocre transición la que ahora les pasa factura.

Emerge pues ya la autocrítica y se oyen voces como «lo hicimos mal» (no en esta legislatura sino hace 35 años) entre los líderes del IU y que tendrá que brotar en el seno del PSOE a medida que la movilización vaya cambiando la correlación de fuerzas. A medida que la recesión se profundice los viejos paradigmas se trastocan y la prueba está en el movimiento M-15 que ya es historia. Paulatinamente se impone la necesidad de pasar a un sistema económico más social y público, doblegando al salvaje neoliberalismo para siempre. Más allá aún, en esa larga marcha por la República democrática y popular las fuerzas emergentes precisarán de medios de comunicación e información propios para alejar los riesgos de confrontación civil armada y neutralizar a una clase dominante conservadora muy astuta en manipular ideológicamente el populismo propio y el revanchismo ajeno, que muchos líderes de nuestra izquierda, esgrimen con poca habilidad y mucho maniqueísmo, cegando a muchos electores la percepción de algunos valores morales del pueblo como ha sido la defensa del bien común y el amor al prójimo que no se pueden identificar con tufillo de sacristía.

Y ¿por qué es necesaria esa izquierda parlamentaria? Pues porque todo movimiento social que exija reformas y cambios radicales a favor de los intereses populares tiene que disponer de portavoces que las defiendan en el legislativo. Precisamente voces que podrán comenzar a oírse con el ejercicio de la democracia directa, popular y participativa. Esto es lo que rechazan y rechazarán los acomodados en el sistema parlamentario que no nos representa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.