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Cuba en lo cotidiano

Fuentes: Rebelión

Estuve en Cuba. Una semana apenas, donde intenté y logré hablar con todos los que me crucé y conviví momentáneamente. Con el pueblo sencillo que se encontraba arriba del ómnibus donde viajamos a Santa Clara, con el de la hostería donde tomamos el consabido cafecito de cada parada técnica, en los hoteles con camareros y […]

Estuve en Cuba. Una semana apenas, donde intenté y logré hablar con todos los que me crucé y conviví momentáneamente. Con el pueblo sencillo que se encontraba arriba del ómnibus donde viajamos a Santa Clara, con el de la hostería donde tomamos el consabido cafecito de cada parada técnica, en los hoteles con camareros y botones, con jardineros y barrenderos . Con chóferes y pintores, con guías y vendedores del Granma en las calles de la Habana. Con alguno de seguridad que cuidaba la plaza de la Revolución, dos días antes del primero de mayo, con vendedores de artesanías, con un marino devenido taxista transitorio explicándonos la soledad de barcos en la bahía, en el puerto, en la actualidad y a partir de la caída de la Unión Soviética.

No fui a buscar paraísos, fui simplemente a ver como un pueblo muy pobre había realizado determinadas cosas, maravillosas muchas de ellas, a pesar de esa pobreza. Incomparable lo realizado por Cuba midiéndola en su entorno, en ese Caribe de aguas azules, arena blanca y pobreza multicolor. Tan incomparable que entonces se nos obliga, Cuba mismo obliga, a comparar esa sociedad con esta en la cual vivimos. Y la comparación averguenza.

Países ricos empobrecidos, Uruguay y Argentina entre ellos, no tienen en muchas facetas parámetros similares para comparar. Crecimiento a tasas chinas, pobreza a tasas latinoamericanas, 700.000 pobres en uno, 12 millones en el otro. Países hechos a carne y trigo tienen, hoy, una parte importante de su población con serios problemas en la alimentación, en la vivienda, en la salud, en la educación. Serios problemas en el futuro creciendo, abonados por los horrores y errores del presente. La inseguridad es el punto en común, creciente y temible, de caro presupuesto, de víctimas y victimarios inmolados en esta América Latina. Pero no en Cuba.

Les guste o no a sus detractores en Cuba no existe la inseguridad, no hay robos ( es verdad, no hay ), no hay secuestros ni violaciones ( esto es lo que todos nos repetían constantemente ). En los bancos no vimos guardias armados, quizás los haya pero no los vimos. Si los hay están ocultos a la mirada de quien espera. Raramente veíamos un patrullero, tan raramente que en un momento saqué una foto de uno estacionado. ( Raro no ? en una «dictadura «)

Los choferes de los taxis estatales, ( ya existen los particulares ) obligatoriamente deben saber otro idioma. Se está estudiando la posibilidad, nos decían, de que ellos arrenden los taxis y se notaba una mezcla de posibilidad y preocupación. Es un pueblo que toma la intervención del Estado en sus vidas como parte de ellas, no conocieron los jóvenes y los de 50 otra cosa. Y sienten esa contención, esa protección. Pueden protestar pero temen perderla. Es poco el pago del Estado pero existe siempre, no deja a nadie desamparado.

Hoy se habla de la necesidad de las reformas y nadie o casi nadie niega esa necesidad pero también preguntan, se preguntan, que se viene. Hay algo de temor hacia lo nuevo, lo desconocido, hay algo de temor a romper el cordón umbilical con el Estado cubano. Están dentro de esa panza materna desde hace cincuenta y dos años y romper el cordón umbilical resulta preocupante. Saben de la necesidad de hacerlo pero entran a lo desconocido y eso, en general, preocupa. Son, se sienten profundamente cubanos, aman a su patria y por donde uno recorra percibe eso. Su bandera flamea en todas partes, decenas de ellas frente al edificio donde está la oficina de intereses comerciales de los EEUU. No es el patrioterismo barato que muchas veces ha inundado a nuestros pueblos, es la firmeza de sentirse cubanos y de querer serlo. No encontrás a nadie que diga » este pueblo de mierda «, como muchas veces se escucha decir por estos lares.

La bandera cubana y la imagen del Che viven en toda Cuba, pero en una semana no vimos más que una imagen de Fidel, una sola imagen, lejos , muy lejos del culto a la personalidad. Eso nos asombró un poco pero conversando con la gente de a pie, notamos que la figura de Fidel no necesita imágenes, Fidel es el padre de la patria, está cubriendo todo, imaginando todo. Amado y nombrado sin temor, con amor. Aunque a muchos les cueste creerlo Fidel es Cuba. Tampoco existe la contaminación visual, porque no existe esa proliferación salvaje de carteles, con los cuales el consumo penetra sin antídotos en nuestra cabeza. Y es placentero. Vivir sin carteles se puede, nos dice Cuba, vivir sin carteles se debe nos dice la sensatez que aun nos queda.

En Santa Clara y en Varadero no hay semáforos, brillan por su ausencia. Solamente los vimos en la Habana y en la zona residencial ( la Quinta Avenida ) donde proliferan embajadas y hoteles con turistas de toda parte del mundo. Eusebio Leal, » el » historiador de Cuba es nombrado con respeto y cariño. Es quien lleva adelante las refacciones en la Habana Vieja, quien está recuperando las fachadas y los edificios que miran desde enfrente del malecón. Y no vimos basura. En ciudades y pueblos humildes, en la Habana con sus dos millones de habitantes, en Santa Clara, en Varadero, ciudad turística por excelencia, no vimos papeles tirados, envases o mugre en la calle. No existe tal cosa. La ciudad más limpia es la que menos se ensucia decimos por estos lares, allá eso se practica y se nota.

Sueldos muy menores en comparación con los nuestros, tan menores que deberían tener la imposibilidad de curarse, educarse, comer. Pero no. Se educan, comen, tienen su vivienda, son atendidos notablemente en la cuestión sanitaria y son capaces de polemizar, debatir, acordar y escuchar. Se escucha mucho, se necesita saber del mundo exterior y preguntan, están atentos, su cultura y educación son notorias para cualquier viajero sin prejuicios. Son capaces de hablar de política, de comunismo, de la revolución, del capitalismo, de temas variados y polémicos sin que les tiemble nada.

En el hotel se veían todos los canales del exterior, CNN en español ( por ejemplo ví todo un reportaje a Posadas Carriles ) españoles, brasileños, alemanes, deportivos y telesur por supuesto. Evidentemente, el bloqueo ha marcado fuertemente a esta sociedad, cuando hablan del llamado «período especial» no lo disfrazan, cuentan los sufrimiento cotidianos ( hacían jabones con parte de la corteza de algunos árboles ) , tienen en mente la necesidad de mejorar, de vivir mejor… pero eso no los lleva a insultar lo que tienen sino a buscar alternativas para superarlo.

No noté temor en nadie, no se «cuidan» para hablar con extraños. Recorrí lo que pude, observé, escuché y lo que pude sacar como conclusión en tan poco lapso es que este pueblo está dispuesto a defender lo que tiene, a avanzar en mejorarlo y a preguntar a todos y de todo sin temor a las respuestas, convencidos posiblemente que desde hace cincuenta y dos años, desde aquel lejano enero del 59, han recorrido un camino que los lleva a hacer posible lo necesario.

Ni más ni menos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.