No fue el 18 de julio. Fue dos días antes y la obertura fue «gloriosa», estilo marca Corleone Franco y sus secuaces. «Numerosos son los autores que fechan el comienzo de la sublevación el 17 de julio, iniciada con una algarada en torno al edificio de la Comisión Geográfica de Melilla. Sin embargo, corresponde al […]
No fue el 18 de julio. Fue dos días antes y la obertura fue «gloriosa», estilo marca Corleone Franco y sus secuaces. «Numerosos son los autores que fechan el comienzo de la sublevación el 17 de julio, iniciada con una algarada en torno al edificio de la Comisión Geográfica de Melilla. Sin embargo, corresponde al general Francisco Franco el honor, o más bien el deshonor, de haber iniciado la rebelión. Lo hizo la víspera. A la chita callando. Muy en carácter. Se llevó por delante a un compañero, el general Amado Balmes, comandante militar de Gran Canaria. El futuro fundador del «nuevo Estado» combinó su maniobra con un sofisticado operativo para salir de las islas a bordo de un avión inglés. La «historiografía» franquista nos ha dado gato por liebre durante setenta y cinco años en relación con aquellos acontecimientos germinales. Continúa haciéndolo», con estas palabras abre Ángel Viñas el primer capítulo de su último libro [1]. Empezaron como acabaron: asesinando; el círculo se cerró con sangre. Vayamos al apartado institucional.
Según todos los indicios, el Congreso español, 36 años después de la muerte de Franco, 33 años después de aprobarse la Constitución de 1978, condenará el próximo lunes, en una declaración institucional que cuenta, en última instancia, con los ojos y las tijeras de la tercera autoridad del Estado, el golpe del 18 de julio [2]. Todos los grupos, parece que sin excepción, apoyan esta declaración con motivo del 75º aniversario de la sublevación fascista [3]. La redacción inicial del texto es prácticamente idéntica, según se cree, al de la iniciativa que salió adelante en la Comisión Constitucional del Congreso en 2002. Esta contó también con el respaldo de todos los grupos, el PP aznarista no excluido. ¡Ya podemos imaginarnos las toneladas de descafeína que llevaba dentro! Izquierda Unida e ICV presentaron el pasado jueves, 14 de julio, un excelente día revolucionario para ello, el texto de condena ante la Junta extraordinaria de Portavoces que se celebró en la Cámara Baja tras. Como ningún grupo vetó la propuesta, la declaración institucional se leerá durante la sesión del próximo lunes.
No es, en todo caso, «una reprobación explícita del franquismo», sino «una condena unánime del acontecimiento que dio comienzo a la Guerra Civil que derivó en una dictadura que se prolongó durante 40 años». ¿Qué acontecimiento? ¿El intento de golpe? ¿El asesinato del general Balmes? ¿Los bombardeos a la población civil? ¿La política de tierra quemada del fascismo español?
No se conoce en el momento en que escribo el texto definitivo de la declaración. Iñigo Aduriz da cuenta de algunos pasos del escrito. Según parece, se afirma en él que, en el 75º aniversario del inicio de la guerra civil, nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en 1936, «para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes totalitarios contrarios a la libertad y a la dignidad de todos los ciudadanos». Estas prácticas, las que llevaron a los franquistas al poder, merecen «la condena y repulsa de la sociedad democrática».
La cosa no pinta bien, nada bien, de entrada. ¿Regímenes totalitarios para hablar del fascismo español? ¿Quiénes usaron la violencia para imponer sus convicciones políticas? ¿Unos y otros? ¿El fascismo español y las fuerzas republicanas y revolucionarias de izquierda? ¿Contrarios a la libertad y dignidad de todos los ciudadanos? ¿De todos? ¿Pero no hubo muchos (y muchas también, aunque menos) que tomaron de nuevo a España como su cortijo -sin exclusiones regionales y nacionales: el fascismo no fue, por ejemplo, algo externo a Catalunya como a veces se sostiene-y camparon, robaron, maltrataron y asesinaron como les vino en gana?
La declaración considera conveniente para la convivencia democrática que se mantenga «el espíritu de concordia y de reconciliación que presidió la elaboración de la Constitución de 1978 y que facilitó el tránsito pacífico de la dictadura a la democracia». Este cuento ya no es de recibo; nos sabemos todos esos cuentos, otros también, como dijera León Felipe. No nos gustan nada, nada de nada. El mito de la «Inmaculada Transición» [4] es un mito insoportable, intelectual y poliéticamente. La fuerza (militarizada) que dirigió la política española durante esos años no fue la concordia sino el miedo, la pistola y el espadón. Monarquía, bandera, símbolos franquistas, privilegios sociales, capitalismo, bases usamericanas, ocultación de las víctimas, no fueron aceptados de buen grado, se impusieron. La pistola cargada apuntaba a la sien de la movilizada ciudadanía de izquierdas. Muchos temblábamos sin que el coraje nos hubiera abandonado.
El miércoles 13 de julio, el presidente de la asociación Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Emilio Silva, se quejaba, con razones atendibles, de la falta de respuesta de la mayoría de los grupos y consideraba «incomprensible» que la Cámara Baja conmemore a las víctimas del terrorismo o a las del Holocausto nazi y no recuerde a los «cientos de miles de desaparecidos durante la dictadura». El día siguiente recibió con escepticismo la noticia de la propuesta de IU e ICV. «Algo es algo», señaló. No se le perdió lo esencial: los familiares de los desaparecidos y los asesinados por el régimen de Franco están «discriminados en la institución en la que reside la soberanía del pueblo». No sólo eso: muertos en la cárcel o asesinados como Miguel Hernández o José Arnal Cerezuelo, por poner dos ejemplos entre centenares de miles, siguen siendo delincuentes, reos de rebelión militar. Bazofia a ojos jurídicos oficiales. Emilio Silva añadió: «Es triste que Bono abra la puerta del Congreso a muchas víctimas y se las cierre a las del franquismo». Es triste, desde luego, pero de la tercera autoridad borbónica cualquier cosa es pensable. Nos tiene acostumbrados a casi todo. Que siga siendo dirigente, con mando en plaza, de una fuerza política que dice ser socialista y obrera es para desesperar y no parar de correr hasta Cuba y Venezuela.
Joan Sardá, uno de los mejores y más sólidos diputados de la cámara, un representante político en el que la cultura antifranquista ha dejado huella sólida que no se desvanece en el aire, comentó otro nudo esencial. El siguiente: «Las víctimas de la Transición hoy serán olvidadas, como otras. Hoy no se reconocen las víctimas del terrorismo de Estado, de los grupos fascistas en la Transición, igual que no han reconocido en la Ley de la Memoria otras víctimas de años anteriores, como Salvador Puig Antich. Y es una vergüenza». La memoria de las víctimas del posfranquismo sigue desamparada tras la Ley de Víctimas que aprobó el 14 de julio Congreso con el único voto en contra de esa formación de extrema derecha españolista llamada UpyD [5].
Sea como sea, más allá de todo ello, la cuestión, ¿importa realmente que el Congreso aprueba una declaración de ese tipo? ¿A quién le importa esa puesta en escena? Mirado con generosidad: importa, no hay que ser sectarios ni torpes. La intención política de IU e ICV, su buena intención política, es obvia; nada que objetar. Pero, aunque seamos tan generosos como queramos ser, aunque aceptemos que a casi todo lo hecho pecho, no es ni va a ser creíble. No puede serlo. Demasiado para la racionalidad y el sentimiento humanos.
¿Cómo vamos a creer la condena del PP del golpe de julio de 1936 si su partido está lleno de franquistas y neofranquistas y tiene como presidente de honor a un ministro de Franco y uno de sus máximos dirigentes, el asesor de Murdoch, por no hablar de Mayor Oreja, es un nostálgico de todo aquello? ¿Cómo vamos a creer el gesto del partido del señor Rubalcaba si es incapaz de reconocer como víctimas a los familiares de Puig Antich, Enrique Ruano, Sánchez Bravo, Txiki y de tantos otros, y uno de sus dirigentes políticos, el señor Bono, abronca a ciudadanos, a viejos ciudadaos, por airear en el Congreso la bandera de la República? ¿Qué condena es creíble por parte de los unionistas cristianos de Duran i Lleida, una parte importante de CiU, a pesar de su dirigente asesinado, cuando tiene lazos íntimos y vasos comunicantes permanentes con una institución, la Iglesia católica y su sector más extremista opusdeista, que sigue conservando en sus templos símbolos fascistas sin propósito de enmienda sin jamás haber pedido disculpas por haber entrado bajo palio al dictador fascista en sus instituciones y haber apoyado con entusiasmo el golpe militar fascista tildándolo de cruzada religiosa?
Es difícil creer en esos gestos. Para muchos de ellos sigue siendo «verdad» un postulado que se ha ido imponiendo: el franquismo no fue tan malo, la represión bajó en picado a partir de 1950 y, además, Franco, con malos procedimientos eso sí, situó a España en un lugar destacado de las naciones desarrolladas. Prueba o indicio de ello: la despedida, con honores de Estado, de alguien que nunca renunció de la conveniencia del golpe, de los 40 años de fascismo ni de la estrategia lampedusiana de la transición: José Antonio Samaranch. ¿Se acuerdan quien gobernaba entonces en Catalunya? ¿El PP? Frío, muy frío. ¿CiU? Frío, bastante frío. ¿El gobierno tripartito de izquierdas? ¡Premio, han acertado! Un gobierno presidido por José Montilla, un ex trabajador emigrante que estudió el Bachillerato nocturno y que militó durante un tiempo en el Partido del Trabajo de España.
PS: Me olvidaba. «España responde a Argentina que sí investiga los crímenes franquistas» fue un titular en la prensa del pasado jueves, 14 de julio. Vale, de acuerdo, tomamos nota, aunque no haya indicios de todo ello. Manuel Fraga, despavorido, con temblor en el rostro, ha cruzado esta mañana la frontera europea.
¡Qué risa tía Felisa! ¡Qué cara dura doña Impostura!
Notas:
[1] Ángel Viñas, La conspiración del general Franco, Crítica, Barcelona, 2011, p. 1.
[2] La fuente de estas y otras informaciones: Público, de 15 de julio de 2011, pp. 14-15, especialmente la información de Iñigo Aduriz.
[3] Vicenç Navarro ha dado recientemente excelentes razones a favor del uso del concepto fascismo en lugar del término «franquismo».
[4] El hallazgo conceptual, excelente en mi opinión, es de Jorge Riechmann
[5] Tardà defendió varias enmiendas, que no apoyó el PSOE, a la Ley de Víctimas. Aspiraban a que se reconociese como tales a otras víctimas, las de los crímenes políticos de la transición- transacción, las que están en el debe del Estado y sus fuerzas represivas (¡disolución de los cuerpos represivos!) y de los grupos de extrema derecha fascista.
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