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Cuba: pobreza y educación

Cuba tiene una de las tasas más altas de médicos por habitante del mundo, pero eso no es noticia

Fuentes: Rebelión

Cuba tiene los mejores resultados en educación de América Latina según UNESCO y CEPAL: por su tasa de alfabetización, de matriculación primaria, secundaria y universitaria o por su nivel académico (muy superior a la media de América Latina en las pruebas de lenguaje y matemáticas). En Cuba nadie muere de hambre (su tasa de mortalidad […]

Cuba tiene los mejores resultados en educación de América Latina según UNESCO y CEPAL: por su tasa de alfabetización, de matriculación primaria, secundaria y universitaria o por su nivel académico (muy superior a la media de América Latina en las pruebas de lenguaje y matemáticas).

En Cuba nadie muere de hambre (su tasa de mortalidad infantil por inanición es inferior a la de EEUU). En Cuba ningún niño trabaja (a diferencia de otros países del entorno, como Uruguay o México). Según UNICEF, Cuba es el país de América latina que mayores logros ha registrado en materia de protección de derechos en la infancia (una entrevista de Fernando Ravsberg, de la BBC, al responsable de UNICEF en Cuba no sólo atestigua eso, sino que, además, en Cuba no se falsean datos, más al contrario, se colabora estrechamente con la organización de las Naciones Unidas para la infancia).

Los barrios más pobres de la Habana no registran los niveles de peligrosidad que pueden observarse en las favelas de Brasil, en los chabolares de Mexico DF o, por supuesto, en Colombia (donde, dicho sea de paso, se halló el año pasado la fosa común más grande de la historia de Latinoamérica, producto de ejecuciones sumariales del ejército colombiano a líderes campesinos y sindicales). Los barrios más pobres de la Habana, son, por supuesto, pobres, pero la gente que en esos barrios habita sueña con terminar su carrera y prosperar. Por eso quizás Fernando Ravsberg (enviado especial de la BBC a Cuba) reconozca en su blog que en Cuba cuesta muchísimo ver a «sintecho» sin nada que llevarse a la boca y que conoce a un número nutrido de matemáticos o ingenieros que habitan en barrios muy humildes. Por eso quizás Jordi Évole en su programa «Salvados» paseara por las calles más pobres de la Habana acompañado de Joel (líder de Orishas) sin necesidad de protección especial por parte de la policia y mientras el músico le comentaba que en esos barrios la gente pensaba en sacar su carrera para adelante y poder vivir mejor.

Cuba ha cumplido con los objetivos del milenio y tiene un IDH alto respetando el medio ambiente, algo de lo que no pueden presumir los países occidentales.

Pero todo eso no es noticia: todo lo que contextualiza los problemas que, sin duda, sufren en la isla caribeña, no es noticia.

Como no es noticia que en Cuba la producción musical, literaria e incluso audovisual alcance niveles muy elevados no sólo en el entorno latinoamericano, sino mundialmente. No será, por tanto, noticia que Cuba queda por delante de España en el medallero de los Juegos Olímpicos. No será noticia la calidad del Ballet cubano.

Ni tampoco es noticia que, en el último informe sobre los derechos humanos de la ONU, se reconozca a Cuba el mismo nivel de respeto por los mismos que existe en España o EEUU (sin tener en cuenta los cientos de cárceles que este último país tiene repartidas por todo el mundo, en las cuales se practica la tortura y se viola la convención de Ginebra sistemáticamente).

Ni mucho menos será nunca noticia que, en ese mismo informe, se reconocía a Cuba el más alto nivel educativo del mundo, al mismo nivel que varios estados del norte de Europa. O que, en sanidad (y sobre todo en lo que respecta a la prevención y casos de SIDA) los datos de Cuba sean mejores que los de EEUU.

No destacará ningún periodista la alta competitividad de Cuba en biotecnología y sus repercusiones favorables económicas, indicadas por la CEPAL.

Ni en las radios ni en los informativos se hablará de la persecución que sufren los homosexuales en muchos países de Latinoamérica, con peligrosísimas tasas de asesinato de personas homosexuales (como es el caso de Brasil), con prohibiciones de la homosexualidad (como es el caso de algunos estados de EEUU) o con sistemática discriminación institucional. En Cuba el CENESEX se encarga de realizar campañas por la tolerancia respecto a la condición sexual de cada cual. Se proyectan películas que tratan la cuestión de la homosexualidad como «Milk» o «Fresa y chocolate» (esta última, de producción cubana, fue emitida por la televisión pública) y se impulsan leyes a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. La última conquista así lo demuestra: en Cuba las operaciones de cambio de sexo no sólo son legales, sino que ademas están cubiertas por la seguridad social. Cuba adolece de problemas a nivel social y a nivel institucional respecto a la homosexualidad, pero nunca al nivel del resto de América Latina o de muchos de los países de Europa del este, Asia o de algunos estados de EEUU.

No es noticia el crecimiento del PIB en Cuba en 2010 sea del 1,9% según la CEPAL, ni que, según el mismo organismo, la inflación de decreciera un 0,1% hasta situarse en 1,4% o que el déficit fiscal fuese un 3,4%(frente a un 4,8% en 2009). Un déficit fiscal que fue del 32% en Irlanda (uno de los denominados PIGS, con un crecimiento económico caraterizado por la reducción de las tasas impositivas y del gasto público) y un 6,5% en EEUU.

Tampoco es noticia que EEUU apruebe en el Senado la financiación con millones de dolares de organizaciones con vistas a «promover la democracia en Cuba» y realizar acciones contra el régimen político actual. Recordemos, por cierto, que recibir dinero de una potencia extranjera con con el fin de derrocar el orden político vigente es motivo de delito en España, en Francia o en EEUU (donde las penas, son, por cierto, más duras que en Cuba).

No será publicado en los grandes medios (en propiedad de grandes imperios económicos con intereses en la industria del armamento, de la alimentación o del entretenimiento [ según Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique en España, estamos hablando de 12 grandes macrocorporaciones]) las numerosísimas condenas al bloqueo por parte de la ONU (hasta 185 estados lo han rechazado) o los daños que este causa: impidiendo, por ejemplo, el aprovisionamiento de medicamentos o la disposición de una conexión a internet lo suficientemente potente. Ni se mencionará que se calculan en decenas de miles de millones de dolares los efectos de un bloqueo que no responde en modo alguno a la legalidad internacional.

Resulta, por tanto, bochornoso que se criminalice de ese modo al país con la tasa universitaria más alta del mundo, al país que más voluntarios tiene colaborando en el globo terraqueo. Al país que ha supuesto y supone la estructura sanitaria fundamental de Haití, que ha ayudado a Sudán, a la Sudáfrica en que peleó Nelson Mandela, que presta su ayuda a Paquistán o que realiza, junto con el gobierno de Venezuela, miles de operaciones gratuitas de oftalmología en Latinoamérica. Un país miembro de la Comisión de los derechos humanos de la ONU.

Resulta vergonzoso la ligereza con las que se tratan los problemas que adolece esta isla caribeña, lastrada de los errores que ellos mismos cometieron y de los que les infundieron.

Pero es preciso decir que aunque su Asamblea general es de las más jóvenes de América Latina y registra el mayor número de mujeres, es cierto que falta en ella conciencia crítica. Como es cierto que en las elecciones sería preciso un debate más intenso de propuestas concretas para no que no se conviertan en una revisión de la confianza del país en el proceso político y social abierto en 1959.

Nadie que conozca la realidad cubana niega la corrupción de buena parte de las cúpulas del Partido comunista cubano (corrupción denunciada por algunos de sus miembros como uno de los principales problemas internos de la revolución y por el propio Raúl Castro), nadie que conozca Cuba ignorará las muchas deficiencias del diario Granma y otros rotativos (los propios intelectuales cubanos son quienes lo denuncian), nadie que conozca mínimamente a «la perla del Caribe» (así la llamo Ángel González) deja de advertir los problemas burocráticos que adolecen los cubanos, de las restricciones comerciales que sufren (y que no tienen que ver con algo esencial al socialismo, sino más bien con las circunstancias en las que se ha tenido que leer a Marx), de los problemas para salir de la isla (aunque intervengan aquí problemas económicos importantes y no tanto problemas políticos y aunque estudios ratifiquen que el índice de desplazamientos cubanos al extranjero en relación con su poder adquisitivo es uno de los más equilibrados del mundo) o de las dificultades y penurias materiales que los cubanos sufren.

«No
No tengo que cerrar los ojos para ver
No tengo que cerrar los ojos para ver
Lo que es nuestra moda a go-go
Nuestros peinados
Nuestros estilos de bailar siempre a la
Retaguardia de cualquier extranjero

No
No tengo que cerrar los ojos para ver
No tengo que cerrar los ojos para ver
Que nuestros jóvenes
Quieren esas cosas
Que para verlas tengo que cerrar los ojos
Y pensar el futuro
No tengo que cerrar los ojos para ver
No tengo que cerrar los ojos para verlos
Ahora a ustedes apenas dentro del pequeño espacio
De mi guitarra rompiéndose el alma y las manos
Para vivir en un país de buenas servilletas
Pantalones de campanas sonoras
Y colores que hagan palidecer a Europa
A Europa misma, sí
A Europa
¡No tengo que cerrar los ojos para ver!»

Por eso, porque, como dice Silvio Rodríguez, no les hace falta imaginarlo. Saben lo que es la pobreza material, conviven con ella. También les gusta a ellos la ropa, los ordenadores, el juego, el baile. La diferencia es que antes de eso a su puerta ha llamado la dignidad, la solidaridad, la justicia. Tienen problemas, si. Pero nosotros tenemos que cerrar los ojos para ver su densidad comunitaria, sus esfuerzos en educación y cultura, en sanidad y solidaridad, en deporte.

Ellos si saben que vivir es un ejercicio de convivencia con los otros, que las relaciones humanas son las que recubren a la vida del jugo de la felicidad. Comprenden que el meollo en que se juega la vida es la posibilidad de un espacio de entendimiento y también de baile, de canción o de díalogo con el otro. Comprenden que no merecen la pena los grandes rascacielos, la tecnología punta o los coches de última gama, si los hierros que sostienen eso son un aparato de terror a escala internacional, de corrupción, de insolidaridad: paraísos fiscales, selecciones de personal, trabajo precario y temporal, inversores capaces de hundir a un país, empresas que financian y coaccionan legal o ilegalmente a los partidos políticos, trabajo infantil, financiación de dictaduras, consentimiento de prácticas ilegales en países tercermundistas y un largo etcétera apadrinado por la apabullante opulencia de unos y el mercado laboral y flexible que otros sufren. Un sistema que amenaza con someter a la universidad, al sistema de salud pública o al planeta Tierra.

Quizás por eso, podrían decirnos: «ya sabemos que somos pobres, gilipollas». Aunque no lo hacen, porque son educados. Algo de lo que no pueden presumir tantos y tantos periodistas y columnistas de grandes diarios y medios de comunicación en general.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.