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Sara Martha Fonseca, tras el tubo de aluminio

Fuentes: Rebelión

Estaba bien claro Aristóteles cuando expresó: «Todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores.» Desde luego, él no podía imaginar que su frase lapidaria serviría para caracterizar a un espécimen de personajillos que han empezado a pulular desde hace algunas décadas en Cuba, aunados servilmente en reducidos e insignificantes […]

Estaba bien claro Aristóteles cuando expresó: «Todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores.» Desde luego, él no podía imaginar que su frase lapidaria serviría para caracterizar a un espécimen de personajillos que han empezado a pulular desde hace algunas décadas en Cuba, aunados servilmente en reducidos e insignificantes grupúsculos, motivados por adquirir prebendas y beneficios materiales en unos casos, buscando la fácil manera de emigrar hacia el vecino norteño a cambio de dudosas disensiones, en casi todos los casos, aunque sumados todos en el sucio oficio de mentir y denigrar a su propia patria. Podrían autoproclamarse «disidentes» o bien podrían recibir del sobredimensionamiento mediático que reciben por parte de aquellos que les compran sus conciencias por un poco de dinero sucio y envilecido por malas intenciones y que venden sus figuras como «luchadores de conciencia». Lo demás lo hace el oro; ellos se prestan simplemente al sucio rejuego de la marioneta.

Cuando Cuba ha liberado de manera soberana a casi todos los contrarrevolucionarios y provocadores, en un acto de condescendencia hacia la Iglesia y al gobierno español, algunos de ellos, ávidos del dinero de la USAID, temiéndose quedar en un limbo vivencial en esta isla que solo puede ofrecerles trabajo digno, luchar por el futuro codo con codo, tal como hace el pueblo en su gran mayoría, luchando contra las carencias y dificultades por erradicar, ellos van a la USINT para buscar indicaciones sobre cómo lograr sus sucios propósitos y ambiciones personales, sabedores de que, con este paso, devendrán en traidorzuelos y serán parte de un malévolo rejuego mediático en el que pierden la dignidad y el sentido patrio.

Así comenzó su vergonzoso avatar Sara Martha Fonseca Quevedo. En una visita a la Sección Consular de la USINT, el cuartel general de la diplomacia yanqui en la Habana en que se fraguan sucias y provocadoras maniobras anticubanas, supo que la mejor manera de emigrar a los Estados Unidos era crearse un sucio historial de provocaciones contrarrevolucionarias para poder aplicar para una visa como perseguida política. Salió de ese tenebroso lugar con un verdadero quebradero de cabeza, pensando en cómo fabricar una historia creíble de acechos para sus nuevos amos, cumplirles las promesas contraídas de convertirse en «una luchadora» y, a la vez, ilusionada por las promesas de dinero y ayuda para realizar su execrable labor contra su propio pueblo, encontrar la vía para encaramarse en el tubo de aluminio, es decir, en un avión. Por supuesto, tuvo bien claro, que debía esforzarse en crear algunas provocaciones en el caldero de su naciente historia como «disidente» y todo lo demás lo aportarían los propios amos de la SINA (USINT) y aquellos nuevos amigos que buscara entre los mafiosos de Miami, ávidos como ella de vanagloriarse ante el mundo por vender una falsa imagen sobre Cuba. De ellos, lógicamente, obtendría algunos dólares para mejorar sus estrecheces a cambio de vender su alma al diablo.

Al principio no debe haber sido fácil para ella, pero venciendo escrúpulos, fue creándose una historia de inexistentes persecuciones, supuestos maltratos y devino en una experta en montar shows mediáticos. Provocó, donde pudo, la ira y el repudio de su propio pueblo, que con dedo firme y seguro comenzó a señalarla como una mercenaria más. Y de esta manera, no escapó tampoco del desprecio de sus vecinos, de los buenos cubanos de a pie, los que con su sabiduría sencilla pensaron, al igual que el dramaturgo Henrik Johan Ibsen, al decir: «Buscar el yo en el poderío del oro es edificar sobre arena.» Poco ha logrado, es cierto, en sus planes como asalariada de la SINA y de grupos terroristas de Miami. Pero ella, bien lo sabe, y así lo hizo al vincular a sus familiares, tiene ya asegurado su pasaje a la infamia y a la escalerilla del avión para vivir en el capitalismo donde siempre imaginó vivir.

Su historia «política» es corta. Se endilgó a sí misma cargos en irrelevantes organizaciones, muchas veces integradas por dos o tres individuos, pero que bien sirven para lucrar con las limosnas que reparten sus promotores. Así devino en parte del Movimiento Feminista por los Derechos Civiles Rosa Parks, del Partido Pro Derechos Humanos, Dama de Apoyo a las Damas de Blanco y del Frente Nacional de Resistencia Cívica y Desobediencia Civil Orlando Zapata Tamayo. Sara Marta Fonseca es también representante en Ciudad Habana de la Junta Nacional del Parlamento de la disidencia Agenda para la Transición Cubana, grupúsculo que desconoce los órganos del Poder Popular en Cuba. Así también se coaligó con otras ambiciosas y oportunistas como Tania Maldonado Santos, Odalys Caridad Sanabria y Mercedes García, para montar una nueva provocación en la escalinata del Capitolio Nacional, la que recibió la digna respuesta del pueblo, aunque la prensa de Miami se desviva en difundir una versión adulterada de lo ocurrido. Tras algunas horas de detención por escándalo público, luego de hacer un paripé de huelga de hambre, fue puesta en libertad. De inmediato se movilizaron el Nuevo Herald, otros de sus cúmbilas contrarrevolucionarios como Heriberto Liranza, así como varios blogs anticubanos para sobredimensionar lo acontecido y levantar los ya tradicionales aparentes cargos de represión gubernamental. La enfebrecida mente de Sara Marta Fonseca, ya viciada por el dinero y su egolatría, la hicieron creer en la quimera de que cuenta con algún apoyo dentro de Cuba, cuando declaró, al salir de su centro de detención temporal: «Elegimos el Capitolio porque es un lugar muy céntrico, donde hay mucha gente de pueblo, también muchos extranjeros y queríamos llamar la atención al pueblo de Cuba.» Ilusa y corta de mente.

Horas después, luego de recibir regocijos de sus socios de correrías dentro de su casa en Río Verde, Boyeros, Sara Marta y su familia, según escuchó algún vecino cercano se desataron en alocada euforia, casi gritando: ¡Ahora sí nos vamos!, ¡Ahora sí nos vamos!, imaginándose ya acomodados todos dentro del tubo de aluminio. Luego vendrían las llamadas telefónicas desde Miami realizadas por el Nuevo Herald y por varios de sus socios pagadores, así como del Diario de Cuba, un sitio on line radicado en España.

Otra atrevida provocación ejecutada por Sara Marta tuvo lugar el 16 de agosto de 2010 en la escalinata de la Universidad de La Habana, al abrir una rudimentaria pancarta con consignas ofensivas a la Revolución, junto a Michel Rodríguez Ruiz, Luis Enrique Labrador Díaz y Eduardo Pérez Flores. Como era de esperarse, recibieron una contundente respuesta del estudiantado cubano y de la población allí presente. No pasarían horas en que los representantes mafiosos en el Congreso, Lincoln Díaz-Balart (R), Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart, pidieran su liberación. Al menos esta vez sacaron la cara por sus marionetas. Es importante declarar, que todas las actividades realizadas por Sara Marta han sido realizadas en estrecha coordinación con el Partido Cuba Independiente y Democrática (CID), de amplio historial terrorista, y por el Directorio Democrático, dirigido por Orlando Gutiérrez Boronat, quienes se encargan de organizar desde Miami y enviar dinero y recursos desde esa ciudad.

Las provocaciones realizadas por Sara Marta no son nuevas. En abril de este mismo año, su vecindario protestó airadamente en su lugar de residencia, ante carteles ofensivos colocados en la entrada de su casa, con el legítimo derecho que tiene el pueblo mayoritario de la Isla de expresar su respaldo a la Revolución y de repudiar cualquier acción contra la misma. Sin embargo, fue la contrarrevolucionaria la primera en atacar en esta oportunidad y, por ello, recibió algunas sacudidas. De ese evento sacó su tajada Sara Marta para venderse como perseguida política ante la SINA, al declarar que había recibido «una salvaje golpiza«. Unos días después de los sucesos se encargó de vender falsedades a la mal llamada emisora anticubana Radio Martí.

Otra provocación montada por Sara Marta tuvo lugar el domingo 10 de octubre de 2010, en su vivienda ubicada en la calle 275, número 16024, entre 160 y final, Reparto Rio Verde, en Boyeros, por lo que fue detenida durante breves horas.

El 16 de diciembre del 2009, Sara Marta realizó otra provocación que despertó la ira popular y su vecindario, al intentar reunirse varios contrarrevolucionarios en su morada.

Como podrá observar el lector esta es la fugaz historia de Sara Marta Fonseca desde que entró por primera vez en la SINA, quienes la instruyeron concienzudamente para convertirse en una supuesta disidente, a cambio de un boleto de avión. Como bien señaló el trágico griego Eurípides: «El oportunista que no sirve para nada siempre hechiza a la chusma». Sara Marta, es cierto, lo ha logrado al hechizar con sus mentiras a la chusma terrorista de Miami y a todos aquellos que albergan odios irracionales hacia este pueblo digno y trabajador que, a pesar de las dificultades, sigue apostando por el futuro.

Nosotros seguimos aquí con nuestra batalla cotidiana. Sara Marta, por su parte, ya está cerca de su entrañable, anhelado y promisorio tubo de aluminio. ¡Ojalá no le duela!

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.