Sr. Presidente, después de leer el cuento que usted dedica a sus hijas, cualquiera, inevitablemente, pensaría en ellas. En lo que habrán sentido ahora, cuando aún viven su niñez y adolescencia, y en lo que sentirán dentro de unos años, cuando quizás ya sean madres y quieran transmitirle su historia a sus propios hijos. Presidente […]
Sr. Presidente, después de leer el cuento que usted dedica a sus hijas, cualquiera, inevitablemente, pensaría en ellas. En lo que habrán sentido ahora, cuando aún viven su niñez y adolescencia, y en lo que sentirán dentro de unos años, cuando quizás ya sean madres y quieran transmitirle su historia a sus propios hijos.
Presidente Obama, en su cuento, de bellas ilustraciones (1), usted les habla a Malia y a Natasha de los EEUU, de los hombres y mujeres que han impreso sus nombres en la Historia de ese país, tan diverso en culturas y razas, tan firme en sus luchas y, a la vez, tan señalado por el rastro de sangre de los pueblos que han sufrido o se han enfrentado a su poder de potencia económica y militar.
Les habla, Sr presidente, de Einstein, pero, como a él ya nos hemos acercado antes ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=133562 ), seguiremos la huella de algunos de sus compañeros en esta narración; por ejemplo, Toro Sentado.
Del combatiente de los pueblos originarios que se enfrentó y venció al ejército blanco de EEUU, dice usted, Sr presidente, que «pese a haber sido encarcelado, su sabiduría conmovió a muchas generaciones». Afirma esto, Sr presidente, sin mencionar que Toro Sentado mantuvo hasta el final de su vida la lucha contra la opresión blanca estadounidense y que el ejemplo de su resistencia hizo que el director de la reserva india en la que vivía (Standing Rock) autorizara una operación policial en la que Toro Sentado cayó muerto a tiros.
Usted, Sr Presidente, no pudo hacer nada por el rebelde sioux, pero sí podría hacerlo por Leonard Peltier, líder indio estadounidense que lleva 34 años en la cárcel como parte de un proceso de escandalosa irregularidad ( http://www.solidaridadesrebeldes.kolgados.com.ar/spip.php?article42 ), sobre el que Amnistía Internacional se ha pronunciado, calificando a Peltier como preso político y pidiendo su liberación inmediata.
Sr. Presidente, pocas páginas más adelante, les dice usted a sus hijas que el Memorial a los Veteranos del Vietnam, diseñado por la arquitecta de origen chino Maya Lin, es un espacio para que, «recordando el pasado, hallemos la inspiración para mejorar el futuro». Olvida, Sr. Presidente, hablarles de la barbarie que el ejército de EEUU cometió contra el pueblo vietnamita, bajo guía y amparo de los Gobiernos de Lyndon B. Johnson y Richard Nixon. Olvida, Sr presidente, decirles a Malia y a Natasha que cerca de 5 millones de vietnamitas resultaron expuestos al letal agente naranja, regado por la aviación estadounidense sobre territorio de Vietnam, y que, de ellos, más de 3 millones son víctimas hoy de sus efectos.
Usted, presidente Obama, no participó en ese crimen, pero podría, cosa que no ha hecho ningún Gobierno estadounidense, reconocer a las víctimas habidas entre el heroico pueblo de Vietnam.
César Chávez y Los Cinco
Usted, Sr. Presidente, dice después a sus niñas que Martin Luther King «nos enseñó a mostrar compasión universal», pero no les habla de que Luther King fue un líder de los movimientos de masas que se rebeló y, desde el pacifismo, enfrentó a las leyes y prácticas racistas vigentes todavía en EEUU en las décadas de 1950 y 1960.
Usted, Sr presidente, no pudo investigar el asesinato (nunca esclarecido) del luchador negro, en 1968, pero ahora sí podría influir para que Mumia Abu-Jamal, líder negro también estadounidense, en prisión desde hace 29 años, salga del corredor de la muerte y tenga un nuevo juicio; esta vez con las garantías jurídicas a las que tiene derecho y que fueron violadas cuando lo condenaron, sin pruebas, a la pena capital, en 1982 ( www.Amnesty.org/en/library/info/AMR51/001/2000 ).
Presidente Obama, casi al final del relato se refiere usted a un obrero, a un emigrante mejicano, del que exalta la consigna que él popularizara entre los campesinos pobres que cultivaban la tierra del sur de EEUU; una consigna que resume la fuerza del pueblo trabajador frente al poder del capital y sus empresas.
De César Chávez, Sr. presidente, les dice usted a sus hijas que solía alentar a sus compañeros de lucha con una frase tan sencilla como inabarcable en su alcance: Yes, you can! (¡Sí, tú puedes!).
Presidente Obama, las palabras de César Chávez nos llevan, al final de esta carta, a hablarle, como usted mismo hace en la misiva a sus hijas, del papel que algunos gobernantes de su país han jugado en la construcción de la historia de EEUU.
A ellas, a Malia y a Natasha, usted les cuenta del camino marcado por Lincoln, un camino que no fue fácil, pero que es el que transitan los líderes a los que sus pueblos reconocen como grandes.
Ese camino, presidente Obama, es el de la justicia y usted puede trazar una nueva línea en su recorrido.
Dentro de pocos días, presidente, se cumplirán 13 años desde que cinco revolucionarios cubanos, luchadores antiterroristas, fueran ilegalmente detenidos en Miami por informar al Gobierno de Cuba (información a la que también tuvo acceso EEUU) de los atentados que organizaciones mafiosas radicadas en Florida planeaban perpetrar contra el pueblo cubano.
Condenados en un juicio esperpéntico, plagado de irregularidades procesales y violaciones de derecho, a penas que alcanzan las dos cadenas perpetuas, los Cinco han hecho nacer, desde sus celdas, uno de los mayores movimientos de solidaridad internacional que se hayan conocido.
Sr. presidente, una parte de ese movimiento de solidaridad le hará llegar a usted, el próximo 12 de septiembre, una carta que, si bien ahora no sé si ha sido firmada por un millón de personas en Europa, lo que sí sé es que ya es conocida por muchos millones.
La carta, presidente Obama, pide de usted que ejerza la clemencia ejecutiva (cuya potestad le concede la Constitución de EEUU) y libere a Los Cinco.
En ella, Sr. presidente, se pide, en suma, de usted que haga lo que, en su tiempo y en sus circunstancias, decidió hacer Lincoln: justicia.
Esa, presidente Obama, sería la mejor Historia, en su caso escrita con mayúsculas, que sus hijas podrían contar de usted cuando sean madres: que sí, que el primer presidente negro de EEUU pudo hacer justicia, y la hizo.
(*) Tu firma sigue siendo necesaria: www.libertadparaloscinco.org.es
Notas:
(1) Barack Obama, A ti te canto. Una carta a mis hijas. Ilustraciones de Loren Long. Ed. Roca Junior. 2011.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.