Tal vez en los ámbitos de la cultura artística y literaria es donde las reformas que avanzan en Cuba se realizan con menos tensiones. No se trata de que en esas aéreas los avances sean mayores, sino que se realizan con mejores antecedentes, de modo equilibrado y con un estilo que combina la firmeza ideológica […]
Tal vez en los ámbitos de la cultura artística y literaria es donde las reformas que avanzan en Cuba se realizan con menos tensiones. No se trata de que en esas aéreas los avances sean mayores, sino que se realizan con mejores antecedentes, de modo equilibrado y con un estilo que combina la firmeza ideológica y la claridad política con la pluralidad, la tolerancia, la coherencia y el sentido común que requieren tales espacios. No hacen falta nuevas políticas, rectificaciones ni grandes debates conceptuales, sino precisiones y ajustes.
El positivo clima imperante en esas áreas se debe a la comprensión de la naturaleza de la creación artística y literaria que excluye el autoritarismo y el dogmatismo, a un debate temprano y profundo y a una correcta asimilación (o rechazo) de las experiencias socialistas en tales materias. No se trata de que en las esferas culturales no se hayan cometido errores sino de que se subsanaron a tiempo y a que los nuevos desafíos se encaran con una combinación de serena audacia, compromiso y realismo.
A la esclarecida y firme definición proclamada por Fidel Castro:»Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada» que sin exigir la afiliación política de los creadores, no dejó márgenes a la contrarrevolución y cerró el paso a las pretensiones dogmaticas, se sumó el modo flexible como fue aplicada una política cultural que si bien no pudo impedir errores y excesos, permitió la temprana rectificación.
La obra de la intelectualidad que no se limitó a aplicar la política sino que, aportando y soportando la enriquecieron, tiene nombres y apellidos: Nicolás Guillen, Aidé Santamaría, Alejo Carpentier, Alicia Alonso, José Lezama Lima, René Portocarrero, Cintio Vitier y Fina García Marruz, Juan Marinello, Mirta Aguirre, Vicentina Antuña, José Felipe Carneado, Alfredo Guevara, Roberto Fernandez Retamar, Tomás Gutiérrez Alea, Santiago Alvarez, Sergio Corrieri, José Antonio Portuondo, Lisandro Otero, José Soler Puig, Eusebio Leal, Silvio Rodriguez y otros muchos, incluyendo a los que se separaron del proceso y abandonaron el país sin sumarse a campañas propagandísticas extremas ni opciones violentas contra la Patria.
La conducción de tales políticas realizadas con mentes abiertas, equilibrio y firmeza desde el Ministerio de Cultura, la Unión de Escritores y Artistas, la Casa de las Américas, el Instituto de Arte e Industria Cinematográfica, el Ballet Nacional de Cuba, la Editora Nacional, el Movimiento de la Nueva Trova, la Asociación Hermanos Sainz y otras, han tenido en Armando Hart, Abel Prieto, Miguel Barnet y otros a personas que han comprendido las esencias de las políticas culturales y las han aplicado con creatividad y firmeza.
El hecho de que en medio de las adversas circunstancias creadas por la prolongada crisis que sucedió a la desaparición de la Unión Soviética y el recrudecimiento del bloqueo norteamericano, el papel de la cultura en la vida social se acrecentara ha tenido un efecto positivo en los avances y la integración de ese sector de la vida social nacional. Ninguna de las instituciones detuvo su labor ni dejó de celebrar sus eventos emblemáticos.
El llamado de Fidel Castro a: «Salvar primero a la cultura» y la inclusión del arte como protagonistas de la Batalla de Ideas fueron aportes a la cohesión de la intelectualidad, la nación y la revolución. En difíciles circunstancias, sin introducir el caos, se modificaron prácticas que impedían la participación de los creadores cubanos en el mercado nacional e internacional del arte, hecho que puede añadirse a los méritos de las políticas culturales en constante desarrollo.
Hoy cuando en el país se operan profundas transformaciones, surgen polémicas funcionales derivadas de diferentes puntos de vista acerca del devenir nacional y eventualmente afloran tensiones entre las oportunidades que brindan la libertad de creación, el empleo de nuevas tecnologías y el acceso al mercado artístico que abren espacios a la actividad privada en todas las manifestaciones, cosa que aun no ha sido machihembrada con el carácter estatal de los circuitos de difusión del cine, la música y el audiovisual.
Conscientes de que el desarrollo del mercado cultural, conlleva a producciones y comportamientos que en ocasiones no favorecen al desarrollo estético del pueblo y sus necesidades espirituales y recreativas, el Ministerio de Cultura y de la UNEAC insisten en una promoción que observe las «las jerarquías culturales». No se trata esta vez de actitudes elitistas, sino de alertas tempranas.
Todos esos fenómenos y otros de similar entidad forman parte de contradictorios procesos de crecimiento, desarrollo y ajuste, en parte dirigidos y en parte espontáneos que pueden ser orientados aunque no administrados y que pasarán por desencuentros circunstanciales con los cuales se puede lidiar y convivir sin traumas y sin forzar armonías ficticias ni esconder contradicciones que se resuelven mejor cuando más se airean.
No obstante, las instituciones y la sociedad tendrán que adaptarse a nuevas realidades, lo cual pueden hacer mientras cantan, bailan y disfrutan de la obra perfectible de los creadores. Ninguna acción administrativa ni ningún prejuicio podrán evitar que, con costos y beneficios, la cultura cubana se acople a las tendencias globales, resurja la farándula y se desplieguen acciones culturales independientes para lo cual, el «sistema de la cultura» (como llaman a ciertos engendros burocráticos) parece atento y preparado, cosa que no ocurre con la prensa, la radio y la televisión, entes estatales puros que evolucionan más lentamente pero evolucionan.
Aunque existen asuntos por debatir y enrumbar, la cultura cubana se inserta en el proceso de reformas sin turbulencias. No obstante seguramente la Conferencia del Partido no será omisa e impartirá nuevas orientaciones. Allá nos vemos.