Los estamentos superiores de la sociedad española: monarquía y la nobleza, no pueden caer más bajo, estando como están siempre en entredicho para la inmensa mayoría que carece de privilegios. En el caso de la monarquía, porque un miembro advenedizo de la casa real ha cometido diversos delitos de defraudación, a cuya presunción de inocencia […]
Los estamentos superiores de la sociedad española: monarquía y la nobleza, no pueden caer más bajo, estando como están siempre en entredicho para la inmensa mayoría que carece de privilegios.
En el caso de la monarquía, porque un miembro advenedizo de la casa real ha cometido diversos delitos de defraudación, a cuya presunción de inocencia no tiene derecho por la clamorosa notoriedad de los hechos. En el caso de la aristocracia, por las deshonrosas y vergonzosas declaraciones públicas de un vástago de carniceros ascendientes que a lo largo de los siglos se fueron apropiando de hasta 25.000 hectáreas -que se sepa- de territorio hispano, acerca de la índole de los andaluces y de su escasa productividad fruto de su vagancia.
El miembro de la monarquía a que me refiero -sospecho que ya lo había adivinado el lector- se apellida Urdangarín. El miembro de la aristocracia se apellida Irujo de Alba. Con los apellidos basta.
El único mérito del primero de ellos era su habilidad como balonmanista, y con ese bagaje contrajo matrimonio con la hija del rey. El mérito del otro es saber montar a caballo y ser heredero de antepasados que acreditaron crueldad (cuando en los Países Bajos quieren asustar a un niño le gritan; ¡que viene el duque de Alba!. Con eso está dicho todo) y pericia a través de los siglos en el manejo de la espada, de la pica y del arcabuz.
Si la miserable condición de éste último se muestra en el descarado insulto a los andaluces, aparte de detentar una fortuna familiar de origen más que sospechoso, la condición del plebeyo se revela en otra habilidad: la de haberse apropiado de millones de euros por medio de maquinaciones, fraudes, engaños y abusos sin cuento amparado en ser consorte de la hija del rey.
Hay otra vergüenza en uno de los dos estamentos. Y es la opacidad de las cuentas de la casa real, que tiene su parangón en el oscurantismo habitual de la Iglesia…
La realidad es que, por si fuera poca la desvergüenza de los políticos no ofreciendo al pueblo la posibilidad de elegir la forma de Estado entre monarquía-república, los miembros citados de dichos estamentos han venido practicando el caciquismo y el ventajismo con conductas netamente feudales para las que la reprobación, el proceso judicial (que al final no se producirá) y la cárcel son cosa de poca monta.
El caso del jinete aristócrata yo creo que, cualitativamente, todavía es más grave, pues si detrás de la fortuna no hubiera un crimen o muchos por parte de los antepasados, lo menos que debe hacer el «afortunado» es callar y vivir su riqueza de la manera más discreta posible. Sin embargo, este parásito se atreve no sólo a restregarnos el canallismo propio de quien no tiene conciencia de sus privilegios, sino que encima quiere tener razón.
Urdangarín e Irujo de Alba son dos detritus más de las corrompidas clases sociales españolas dominantes. Y luego dirán que no hay lucha de clases. Si no la hay es porque el pueblo tiene la paciencia de quien ha descartado la guillotina para escarmentar a los rufianes de clase…
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