[Muchas mujeres han participado y continúan participando en la Primavera Árabe. Sus experiencias como protagonistas de la movilización, cómo víctimas de la represión y como ciudadanas, son en parte iguales a las de sus compañeros, y en parte diferentes. Lo mismo que sus compañeros han utilizado los blogs y las redes sociales y han ocupado […]
[Muchas mujeres han participado y continúan participando en la Primavera Árabe. Sus experiencias como protagonistas de la movilización, cómo víctimas de la represión y como ciudadanas, son en parte iguales a las de sus compañeros, y en parte diferentes. Lo mismo que sus compañeros han utilizado los blogs y las redes sociales y han ocupado las calles y las plazas, han recibido los golpes y las balas y han sido encarceladas, han logrado unos cambios que están muy lejos de sus demandas. Pero también hay aspectos en que su experiencia es diferente de la de sus compañeros de lucha. Por ejemplo, para ellas, el hecho de ocupar el espacio público junto a los hombres y ser tratadas con respeto por los compañeros -mientras que lo habitual era que las mujeres que se atrevían a romper la segregación sexual sufrieran acoso y agresiones- es ya una revolución. También los cambios sociales les afectan de manera diferente: la democratización puede ir acompañada de retrocesos en la igualdad o en los derechos reproductivos. De la misma manera la represión toma a veces formas específicas, es una represión con género. Mucha de la violencia que padecen las mujeres en el mundo es, al menos en parte, un mensaje de unos hombres a otros hombres, que con frecuencia toma la forma de violencia sexual. Una forma clásica de esta violencia es la violación de guerra, que actualmente tiene magnitudes terribles en algunas zonas de África, y hace menos de dos décadas asoló la ex-Yugoslavia.
Las luchas tienen lugar en un espacio físico, las calles y las plazas: una parte las ocupa, otra pretende impedirlo mediante la represión. Pero también hay lucha en el discurso: una parte critica la situación existente y hace propuestas de cambio, la otra desprestigia a quienes protestan. En los dos terrenos hay aspectos comunes a hombres y mujeres y otros que varían con el género. En los países que están viviendo la Primavera Árabe, entre ellos Egipto, se utiliza de manera habitual la acusación de ser agente de Occidente, o aún peor, agente a sueldo. Esta descalificación, utilizada contra mujeres y contra hombres, resulta eficaz porque se trata de países agredidos por el imperialismo, antes en forma de colonialismo, ahora en forma de injusticia económica, de invasión o de islamofobia, por lo que el rechazo al mismo tiene un papel muy importante en la identidad de su población. Además hay una forma de difamación específica para las mujeres: se afirma que su conducta sexual es indigna, son unas putas. Aunque se hable solo de ellas, esta es una forma de desprestigiar a todo su pueblo.
En Egipto, las Fuerzas Armadas han utilizado repetidamente la violencia sexual como una de las formas de la represión. Dos episodios han destacado en 2011: las pruebas de virginidad a las detenidas por la manifestación del 8 de marzo, y la agresión a una manifestante el 17 de diciembre, que desencadenó una importante respuesta. Este artículo de Naira Antoun, que fue publicado poco después de estos últimos hechos, mantiene todo su interés, ya que hace un análisis muy agudo de las actitudes, tanto de la contrarevolución, como del propio campo de la revolución. Gloria Marín]
La violencia con género [1] y la asociación de las mujeres con el honor de la nación y de los hombres no son nada nuevo, pero en este momento tienen especial importancia porque pueden ser un obstáculo para la igualdad de las mujeres en el Egipto revolucionario.
En Egipto se están enfrentando la revolución y la contrarrevolución, y las dos dicen que lo hacen para defender la revolución. Se ataca a las y los revolucionarios con gases lacrimógenos, balas de goma y munición real y se les presenta como agentes extranjeros y matones pagados, mientras se afirma que todo ello se hace para defender la revolución.
Las mujeres constituyen uno de los frentes en los que se está produciendo la batalla entre la revolución y la contrarrevolución. Para conocer qué ocurre en este frente es muy útil el caso, que tuvo mucha repercusión, de la mujer que fue arrastrada, parcialmente desnudada y brutalmente golpeada por la policía militar en la plaza Tahrir el día 17 de diciembre.
Para las y los revolucionarios, el incidente fue una prueba más – aunque ya era algo evidente – de la falsedad y la hipocresía del Consejo Militar cuando afirma que actúa para proteger la revolución y por el bien del pueblo egipcio. El martes siguiente se manifestaron miles de mujeres, protegidas por un cordón de hombres, en la mayor concentración de mujeres de la historia de Egipto. Para el siguiente viernes se convocó una milioneya. Milioneya se traduce generalmente como marcha de un millón de hombres, pero en árabe es la movilización de un millón de personas. Siguiendo la costumbre de poner nombre a los días de grandes manifestaciones, a este día se le llamó «Viernes de la Recuperación del Honor» y en las manifestaciones que se produjeron se vieron muchas fotografías de la mujer agredida, así como dibujos y viñetas que representaban la agresión [2].
La contrarrevolución ha respondido insinuando que la mujer había tendido una trampa a los soldados para que la golpearan y la desnudaran, y diciendo que, en cualquier caso, las mujeres no deben participar en las protestas. Con lo que hemos visto hasta ahora podríamos llegar a una conclusión: con este caso se puede ver claramente la gran diferencia que hay entre la revolución y sus enemigos. Pero para entender lo qué está ocurriendo hay que ir más allá.
En primer lugar un poco de contexto: la violencia con género en la política egipcia.
La estrategia de agredir específicamente a las mujeres no es nueva. En el referéndum de 2005, en un caso tristemente célebre, que fue captado por las cámaras, las Fuerzas de Seguridad agredieron, desnudaron y abusaron sexualmente de varias activistas. Durante una de las primeras protestas que reprimió la Junta Militar en marzo de 2011, las manifestantes fueron detenidas, golpeadas, torturadas y sometidas a las llamadas pruebas de virginidad. Estas pruebas eran en realidad agresiones sexuales respaldadas por el Estado. La demanda de que se prohiba esta práctica se ha llevado a los tribunales [3].
Estas agresiones a las mujeres son violencia con género. Pero no solo las mujeres sufren violencia sexual y relacionada con su género. También es habitual que la sufran los detenidos: se les insulta con términos como maricón, y se les acusa de no ser verdaderos hombres. Desde luego, esta violencia hacia los hombres también tiene género.
Y algo más de contexto: el honor, los verdaderos hombres y las verdaderas mujeres. La revolución y la contrarrevolución ya se habían enfrentado en otras ocasiones en el terreno del discurso sobre las mujeres y sus relaciones con los hombres. Como era de esperar, hay una fuerte campaña para desprestigiar a quienes participan en la revolución, se les acusa de ser matones a sueldo o agentes extranjeros. Pero, además, se les acusa de inmoralidad sexual y libertinaje. En la conferencia de prensa que dieron las Fuerzas Armadas a raíz de la violenta represión de la sentada ante el Consejo de Ministros -en la que la mujer fue golpeada y desnudada- se proyectó un video en que se veía un hombre con el brazo en los hombros de una mujer, y justo a continuación, se veía una imagen de violencia. De esta manera se sugería una relación entre una conducta supuestamente inmoral y degenerada, y la violencia. Meses antes, cuando se conocieron las pruebas de virginidad un general que no se quiso identificar dijo que «Las chicas que fueron detenidas no eran como su hija o la mía. Eran las chicas que habían acampado en tiendas de campaña con los hombres que se manifestaron en la plaza de Tahrir». De esta manera, justificó el abuso difamando a todas las mujeres que participaron en las movilizaciones.
Manchar la imagen de las mujeres es una de las armas de la contrarrevolución. Según este discurso, la revolución hace daño a la nación y la lleva a la degeneración, porque en ella las mujeres duermen en tiendas de campaña con los hombres y, ¿qué clase de mujeres hace eso? Si las mujeres de la revolución son así, no es de extrañar que los hombres sean matones y agentes a sueldo que quieren destruir Egipto.
No es infrecuente que los cuerpos de las mujeres se conviertan en espacios de lucha social, tanto a nivel material como de discurso. Hay muchos libros y artículos sobre ese tema. La noción de honor que se ha estado utilizando la semana pasada tiene mucho que ver con las formas en que los cuerpos de las mujeres se convierten en un terreno de lucha.
El honor no es un concepto independiente del género. Podemos comprobarlo, por ejemplo, cuando se considera que el comportamiento sexual de las mujeres afecta, no sólo a su honor, sino sobre todo al honor de los hombres relacionados con ellas. Ésta es una de las razones del control que ejercen los hombres sobre los cuerpos de las mujeres en todas las sociedades patriarcales. El cuerpo de una mujer no es solo asunto suyo, sino que de él depende el honor de los hombres de su grupo.
Esta idea del honor es la que estuvo presente, no sólo en el nombre que se dio a la manifestación del viernes, sino también en las consignas y pancartas de toda la semana. Diferentes imágenes, viñetas y pintadas de la infortunada mujer iban acompañadas de frases como: «¿Qué estás esperando? Que le pase esto a tu hermana? «. Otra variante decía: «a tu madre». Un eslogan que circulaba por las calles de El Cairo esta semana, decía «Egipcios, salid de vuestras casas, Tantawy está desnudando a vuestras mujeres (o hijas)». La conclusión es evidentemente que cualquier egipcio con honor ha movilizarse para evitar que ocurra esto. Es importante observar también que se habla de «vuestras mujeres».
Por otra parte, durante la semana pasada, varios carteles identificaban a la mujer agredida con Egipto. Uno decía simplemente: «Es Egipto el que ha sido desnudado». Otro llevaba un dibujo con la mujer pintada con los colores de la bandera de Egipto, y sobre ella se había escrito «Las mujeres son la mitad de la población». Este cartel es interesante porque contiene a la vez una declaración progresista: que las mujeres tienen los mismos derechos, y una imagen peligrosa: la identificación de la mujer desnudada con la nación.
El peligro de asociar las mujeres al honor de los hombres y de la nación se puede entender fácilmente con un ejemplo. La violencia nunca se ejerce sin sentido, siempre es una forma de lenguaje. Y es esta identificación de las mujeres con el honor de los hombres y de la nación la que hace que la violencia contra las mujeres – especialmente en la guerra – sea un mensaje. Se puede atacar a los hombres atacando a las mujeres. La violación como arma de guerra se basa en esta asociación. Por tanto, el discurso del honor no es algo inofensivo. Es una herramienta de control y puede ser utilizado de las formas más terribles.
Volvamos a la manifestación de mujeres, acordonada y protegida por hombres, como ocurre con los grupos de mujeres en muchas manifestaciones. Al hacer este cordón humano alrededor de las mujeres, los hombres las están apoyando, están expresando su indignación por la violencia y reclamando el derecho de las mujeres a participar en la revolución. Y al mismo tiempo están desempeñando el papel de hombres de honor, haciendo lo que los hombres de honor tienen que hacer, que es proteger a las mujeres, especialmente evitar que sean deshonradas. Pero ¿de quiénes las protegen?: ¿de la violencia militar?, ¿de los matones pagados por las fuerzas de seguridad?, ¿de otros hombres de la manifestación? Evidentemente de todo esto. Eso significa que el cordón de seguridad también impide que la manifestación sea mixta.
En otras palabras: el cordón tiene un significado ambivalente. Es progresista porque defiende el derecho de las mujeres a participar en la revolución sin ser agredidas, y a la vez está impregnado de un lenguaje y una visión del mundo patriarcales.
Volvamos ahora a la mujer desnudada y golpeada, que ha preferido mantenerse en el anonimato. Como no tiene nombre, se habla de ella como «la mujer del sujetador azul». Se sabe que la mujer está angustiada, y no debemos aumentar su sufrimiento. Pero el asunto no es si le resulta doloroso o no. Es que es degradante. Y dado que en las sociedades patriarcales – tanto árabes como occidentales – la mujer se reduce a menudo a lo que lleva puesto, esta manera de nombrarla es muy problemática.
En el vídeo de la mujer desnudada se ve a otra mujer que pasa y que cuando intenta ayudar es golpeada brutalmente. Hay un vídeo en que se la entrevista y se ve como apenas puede hablar por el dolor. Si se quiere hacer una campaña que tenga impacto y esté centrada en una mujer, podría basarse en ésta, que tiene nombre, cara, y habla. Pero esto no funcionaría igual porque no evoca tanto el honor. En el caso que ha desatado esta tormenta, no es solo que la agredida sea una mujer, es que la agresión tuvo un carácter sexual, fue desnudada y deshonrada. Además hay algo de espectáculo, sobre todo porque la mujer tuvo la desgracia de ponerse un sujetador azul esa mañana.
En la misma rueda de prensa en la que el Consejo de las Fuerzas Armadas trató de justificar este hecho, proyectó un vídeo en que se veía a niños indefensos haciendo «confesiones». Lo más probable es que hubieran sido torturados, uno todavía sangraba, y en algunas secuencias se oía de fondo a otros quejarse y gritar. Si realmente queremos hablar del honor de la nación, de hombres y mujeres de honor, ¿dónde está el honor en una nación que tortura descaradamente a niños indefensos obligándolos a «confesar»? ¿Dónde están los hombres y mujeres de honor manifestándose por las calles de Egipto para protestar contra estos crímenes?
Otro slogan de la semana pasada ha sido «Las mujeres de Egipto son la línea roja», que es una variante de la consigna, «Nosotros, el pueblo, somos la línea roja», que a su vez lo es de la que se oye a todas horas con la intención de sofocar las críticas a los militares «El Ejército es la línea roja». Personalmente me quedo con «Nosotros, el pueblo, somos la línea roja».
Fuente: http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/30450/Opinion/Women,-honour-and-Egypts-revolution.aspx
Notas de la Traductora:
[1] La autora emplea el término gendered, que se refiere a violencia específica hacia las mujeres o hacia los hombres, violencia modelada por el género. Aunque a veces se traduce por generizada, he preferido traducirlo por con género. Se llama violencia de género a la que se produce a causa del género (relaciones hombres-mujeres), en cambio aquí la violencia se ejerce para reprimir la revolución.
[2] Se puede encontrar más información sobre estos hechos, así como imágenes de la agresión en http://blogs.publico.es/olga-rodriguez/2011/12/18/a-lo-que-las-autoridades-egipcias-llaman-contencion/.
[3] Al día siguiente de la publicación de este artículo, el 27 de diciembre, se conoció una resolución judicial prohibiendo estas pruebas: http://www.publico.es/internacional/414213/un-juez-egipcio-prohibe-las-pruebas-de-virginidad