La evaluación historiográfica de los errores y desaciertos del libro Síntesis Histórica Municipal. Centro Habana, (Carlos Bartolomé Bárquez, Editora Historia, La Habana, 2010), confirma cómo en tiempos de aguda lucha ideológica, la veleidades en una ciencia como la Historia, son casi siempre la antesala de extravíos de mayor calado. El objeto que se declara por […]
La evaluación historiográfica de los errores y desaciertos del libro Síntesis Histórica Municipal. Centro Habana, (Carlos Bartolomé Bárquez, Editora Historia, La Habana, 2010), confirma cómo en tiempos de aguda lucha ideológica, la veleidades en una ciencia como la Historia, son casi siempre la antesala de extravíos de mayor calado.
El objeto que se declara por los editores sobre una visión del devenir histórico de los territorios (p. 5), se descalifica apenas comienza a leerse la Síntesis. Realmente lo propiamente histórico-local, solo funciona como pretexto para desplegar un eje de motivación centrado en la esfera política nacional. Se trata de una mal contada historia, muy agresiva y disonante en lo que se refiere al movimiento comunista cubano. Parco en reconocer aportes, profuso en fijar errores y adelantar juicios sumarios, el libro muy pronto abandona lo propiamente histórico, para colocarse en el terreno de los folletines anticomunistas.
Como toda propaganda tendenciosa, la del libro hace énfasis en los temas que considera «más vulnerables». Las dos «joyas» de este tipo de fabricaciones se refieren, la primera a las relaciones del Partido con Antonio Guiteras Holmes en la Revolución de 1930; y la segunda, a la alianza electoral del Partido con Fulgencio Batista y Zaldívar, en vísperas de la Asamblea Constituyente de 1940, y su continuidad durante el gobierno constitucional (1940-1944) del tan tristemente célebre personaje
Ya muy lejos de la historia local, con sus dos «cartas» de ¿triunfo?, el libro retoma y actualiza un viejo guión.
Guiteras y la Revolución del 30
Un solo párrafo (p 111) dedica el libro a fijar el escenario en que surge el primer Partido Comunista de Cuba en 1925. Se desconoce el sustancioso proceso de forja de la unidad del movimiento obrero que tiene lugar en el territorio, con la fundación en 1920 de la Federación Obrera de La Habana, el liderazgo de Alfredo López Arencibia, la fundación de las escuelas racionalistas en 1922, y la masiva solidaridad de los trabajadores y la población local, el encuentro de la juventud reformista universitaria liderada por Julio Antonio Mella con el sindicalismo revolucionario de López y el magisterio marxista de Carlos Baliño y López en 1923-1924, así como la acogida a la Universidad Popular José Martí que realizan los trabajadores de Cayo Hueso, antes y después que la derecha logra desalojarla del recinto universitario.
El libro parte de la vieja clave anticomunista que acusa al Partido Comunista como partido «extranjero». Cuando menciona la fundación del primer Partido lo hace significando al Partido Comunista de Cuba, sección de la Tercera Internacional, sin embargo antes menciona la creación de la Liga Antimperialista, sin precisar que esta era a su vez una sección de la Liga Antimperialista de las Américas (p. 112).
El enfoque de la Revolución de 1930 (p. 113-115) está cargado de subvaloraciones, y silencios sobre la actuación del primer Partido Comunista de Cuba. Las relaciones de Antonio Guiteras Holmes con el Partido se presentan con un rudimentario grado de simplificación, y afirmaciones que carecen de validación histórica. Antonio Guiteras -se lee en el texto-… Trata de explicar a la extrema izquierda que el momento no es de establecer soviets sino de elaborar unidos en un frente patriótico antimperialista (p. 113).
No hace falta inventar explicaciones que Guiteras, hasta donde se conoce, no pudo dar. Carlos Rafael Rodríguez, con toda la autoridad que le concedía su militancia comunista, precisó el error de sectarismo de la dirección del Partido a la hora de evaluar al joven ministro de Gobernación y de Guerra y Marina, en el contexto de los sujetos y las correlaciones que se disputaban al interior del Gobierno «de los Cien Días». Posición que mantuvo esta dirección a pesar de que la Internacional Comunista les recomendó distinguir entre el nacional-reformista Ramón Grau San Martín y el nacional revolucionario Guiteras 1.
La actuación de Guiteras libre de todo matiz anticomunista era necesariamente consecuente con su crecer como revolucionario leninista, sus medidas a favor de la clase obrera y el pueblo trabajador, la posición antimperialista y socialista, que hoy se puede afirmar con la plenitud de la historia vivida y documentada, estaba al calor de los acontecimientos de la Revolución del 30 en plena elaboración, inserta en la vorágine de los hombres en los acontecimientos, en competencia, forcejeos y desencuentros no siempre perceptibles, en lucha contra oportunistas y traidores con ropaje y discursos «de izquierda». En estas circunstancias, los intentos y propuestas infructuosas que hizo el joven revolucionario por establecer contacto con la dirección del Partido, no solo fueron frustrados por la tozudez dogmática de los compañeros que dirigían la organización comunista.
No se puede dejar de considerar que Guiteras estaba en lo ideológico y político en plena soledad, salvo muy contados colaboradores, predominaban entre sus seguidores los mismos condicionamientos anticomunistas y sectarios, que se extendían por el más amplio espectro de los movimientos reformista, nacionalista y socialista de la época. Tal negativa de vínculo con los comunistas no solo respondía a razones ideológicas, también acontecimientos conflictivos -como lo fue la separación de Julio Antonio Mella por el Partido o el error de orientar finalizar la huelga revolucionaria de agosto de 1933- que habían alimentado la criticidad sobre las actuaciones del Partido.
Luego de ametrallamiento realizado el 29 de septiembre de 1933 a la manifestación que acompañaba las cenizas de Julio Antonio Mella, en el libro se plantea que los comunistas: No fueron capaces de discernir cómo ocurrieron los hechos, ni de ver que había un sector de derecha en el Gobierno representado por Batista… (p. 115).
¿Cómo podía el Partido «discernir» los hechos del asalto y masacre por la soldadesca orientada por Fulgencio Batista, el 29 de septiembre? Se sabe que la dirección del Partido no conoció entonces la indignación de Guiteras, su reprimenda al subsecretario de Gobernación Enrique Fernández por haber dado la autorización al acto de manera inconsulta, sin tomar las medidas para evitar lo que definitivamente ocurrió. Tampoco conocieron los comunistas del violento debate que llevó Guiteras al seno del Gobierno -de la llamada Junta Revolucionaria-, mientras Batista se deshacía en explicaciones mentirosas, y Grau, los ministros reformistas y los miembros del Directorio Estudiantil Universitario participantes, restaban importancia al criminal acontecimiento 2.
Los hombres del Partido no conocían la correlación de fuerzas realmente existente al interior del Gobierno, ni el poder y la independencia operativa que tenía Batista. A los ojos de los comunistas, Gobernación, la cartera que regentaba Guiteras, había dado el permiso del acto, para luego permitir que las fuerzas «a su mando» realizaran el brutal ataque. Hay que precisar además, que a las inculpaciones hechas por el Partido, contribuyó la no desaprobación pública por parte de Guiteras, ni la crítica también pública a Batista que le estaba subordinado «oficialmente».
Como precisó José Tabares del Real, biógrafo por excelencia de Guiteras, para hacer algo en favor del movimiento comunista, sin que redundara en perjuicio de los cautelosos pasos tácticos dados por Guiteras para contrarrestar a Batista y a los oportunistas y traidores dentro del Gobierno, este debió actuar con gran tacto y habilidad, intentar comunicarse por canales totalmente clandestinos, con muy escasas personas de absoluta confianza 3. Y hasta el punto en que han avanzado las investigaciones históricas, se puede afirmar que esta comunicación alrededor del criminal suceso del 29 septiembre no fluyó ni antes ni después de los acontecimientos.
La alianza con Batista
Similar vulneración de la historia real, se constata en la lectura unilateral que se realiza en el libro alrededor de la alianza del Partido Comunista con Batista. Sobre la actuación del primer Partido se adelanta un juicio lapidario: sumir la vía lectoral y sumarse al bloque batistiano, era apostar por la opción menos digna (p. 119).
La presunción y la vanidad tienen su espacio, cuando el libro nos «descubre» lo que considera ¿novedoso? aporte: Todas las conquistas en favor del trabajo político legal con las masas, se han destacado ampliamente en nuestra historiografía; no así el costo ideológico de aquella táctica… (p. 119)
Cierto es que vivimos tiempos en que los libros de texto de la llamada Historia del movimiento obrero y comunista, planteaban un curso sobredimensionado en la que el primer Partido Comunista de Cuba, nunca se equivocaba, y aparecía como el sujeto principal y a veces el único que protagonizaba los acontecimientos revolucionarios. Pero esto ocurrió hace tres décadas, bien lo sabemos. La historiografía cubana más reciente, ha evaluado el referido momento del pacto con Batista con marcada lucidez.
El espectro de especialistas que ha tratado con seriedad y pertinencia este tema de la alianza, va -en el orden de sus posicionamientos político-filosóficos-, desde Marifeli Pérez-Stable 4, una autora cubana que vive en el exterior, no comulga con el comunismo y en los últimos tiempos ha sumido un perfil «anticastrista», hasta nuestra querida colega y compañera de Partido, Angelina Rojas Blaquier 5.
¿Cuáles fueron las otras opciones a que se refiere el libro? Se conoce como el Partido Comunista se dirigió oficialmente a la dirección nacional del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y a su máximo dirigente Ramón Grau San Martín residente entonces Miami, para proponerle la unidad y la constitución de un Frente Popular Antimperialista6. Auténticos, guiteristas y demás opositores reformistas y nacionalistas, se negaron una y otra vez a vincularse con los comunistas. El camino del Partido Comunista para no quedarse aislado y hacer avanzar sus objetivos, se bosquejó entonces, en la oportunidad de la demagogia socializante que Batista asumió, en oportunista -e inteligente- adecuación «a los nuevos tiempos» que se perfilaban en la arena internacional7.
Nada que no sepamos refiere el libro. La realidad del pacto con Batista, los comunistas en su gabinete, las fotos en la prensa con los dirigentes del Partido, donde se asumía una camaradería con Batista que realmente nunca existió, muy bien publicitadas por la prensa burguesa, tuvo efectos negativos para el Partido Comunista, permitió a los reales enemigos de la nación, dividir aún más a las fuerzas patrióticas, y desprestigiar y aislar a los comunistas con un importante sector del movimiento revolucionario y popular cubano. Y sin dudas, también la decisión tuvo consecuencias en la propia militancia y simpatizantes del Partido.
De todas las opiniones vertidas al respecto, considero una de las más concisas la de la profesora Berta Álvarez en entrevista realizada por Julio César Guanche: A la pregunta ¿no comparte usted la visión crítica sobre el desempeño de los comunistas en esa etapa?, respondió: Querer reformar la sociedad, lograr una nueva socialidad y un mayor desarrollo de las fuerzas sociales, sin dejar de representar los intereses de los desposeídos, me parece una posición muy alta –que quizás se reivindique en un momento futuro-. El problema radica en no haberle puesto condiciones a la alianza con Batista, la figura negra de la política cubana, el asesino de Guiteras: Quizás no estaba en condiciones de manejarlo mejor y se volvieron muy incondicionales: Sin embargo, hay una cosa muy importante: nunca abandonaron su ideología clasista ni su capacidad de rectificación 8.
Coincido con el texto de la nota 46 del libro (p. 119), que hace honor a la obra de Rojas Blaquier, pero es de criticar que tal la halago se coloca, de manera que puede inferirse por el lector que nuestra destacada colega Angelina sustenta las tesis del libro.
La intencionalidad descalificadora del libro se evidencia en numerosas acotaciones. En el subrayar la participación de los militantes del primer Partido Comunista en desórdenes y hechos de sangre, con total irresponsabilidad, sin aportar una sola prueba. En el énfasis de fijar la efímera militancia de un individuo que como Rolando Masferrer que luego tendrían una participación nefasta como asesino y esbirro de la dictadura batistiana (p. 119-120).
Frente al Partido se pondera la actividad «revolucionaria» de varias organizaciones gansteriles que actuaron en el escenario de los gobiernos auténticos (p. 121-122). Los autores que han estudiado los años 40 y 50, coinciden en sustentar el proceso de corrupción política de los pandilleros que el libro destaca y reverencia.
La labor en defensa de la clase obrera y el pueblo se silencia en el libro, bajo el subterfugio declarado de que se han destacado ampliamente en nuestra historiografía. En el libro se utiliza acríticamente el lenguaje racista y anticomunista de la época, y se refriere a los líderes comunistas obreros Lázaro Peña, Aracelio Iglesias y Jesús Menéndez como «Tres zares negros» (p. 125).
No puede dejar de reconocerse en el libro la labor cultural y deportiva que impulsa el Partido, pero tales actividades aparecen desconectadas en tiempo y espacio, con la obra de la organización, y se diluyen en los acápites que tratan sobre los deportes y la cultura.
La nota 45 (p. 119) da noticia de la constitución de los comités socialistas en el territorio de Centro Habana. Este tratamiento marginal a la Historia del movimiento comunista en la localidad, retrata la poca atención que en general se le brinda a las luchas del primer Partido en los años cuarenta y cincuenta.
En la etapa posterior al Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, se subraya el desacuerdo de los comunistas con la línea de Fidel Castro Ruz (p. 132). Se silencia la labor del Partido durante al lucha insurreccional, y nada se dice de su cambio de línea e incorporación a la Guerra de Liberación en 1958.
Un libro que es muy limitado en referencias y manejo documental sobre su objeto de estudio, no pierde sin embargo la oportunidad de incorporar al texto la cita de Carta Semanal, el órgano del Partido, donde fijaba su desacuerdo con la línea de Fidel. Nada aporta al respecto, es conocida esta posición y las razones tácticas y estratégicas en que se sustentaban, y también la lucha heroica en la clandestinidad de los comunistas en la consecución del trabajo de masas para crear un frente antidictatorial, lo que entonces consideran el camino correcto. Otras organizaciones revolucionarias de la época tampoco coincidían con Fidel.
El propio Jefe de la Revolución, ha definido con meridiana claridad la existencia de sectarismos en plural, pues problemas y contradicciones existieron entre todas las organizaciones que se incorporaron al torrente de la lucha antidictatorial desde una y otra perspectiva. Lo grande y hermoso es que contra estas debilidades, en crecimiento de lo mejor del ser humano, se hizo la Revolución con los patriotas, con todos y todas, y se forjó la unidad que hasta hoy es nuestra principal conquista y fortaleza.
Cuando se borran los límites
La labor de descrédito a la historia del primer Partido comunista que se desarrolla en el libro, tiene como su más inaceptable propuesta, la tergiversación del análisis que realiza el Comandante en Jefe Fidel, en su discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de febrero del 2005. El libro afirma que: El fin justificaba los medios, parecía ser el proverbio de moda (p. 117), y a continuación aparece de nuevo el recurso de una nota al margen, que pretenden convencer sobre la sintonía de Fidel con lo que se afirma.
En la nota se cita al Comandante cuando reflexiona sobre el pacto de los comunistas con Batista: «Pienso que ocurrieron acontecimientos históricos que influyeron en la idea de que para los comunistas el fin justificaba los medios…» Como se puede constatar Fidel no afirma, sino que interpreta, pero en el libro esto no cuenta. Más, cuando a continuación se produce una inescrupulosa selección de los planteamientos de Fidel, para falsear la línea de su pensamiento.
Toda manipulación por su esencia mentirosa siempre queda al desnudo. Pero en este caso asombra lo burdo de la construcción que se realiza. La lectura y contextualización de los planteamientos de Fidel, permite comprobar que el líder de la Revolución está precisamente criticando la tesis a la que se le pretende afiliar. Si se revisa la grabación del discurso antes de enfocar las frases que se manipulan, unos seis-siete minutos previos -13 párrafos en el texto publicado- el Jefe de la Revolución había planteado:
No sé por qué los comunistas fueron imputados de la filosofía de que el fin justifica los medios, y a veces, incluso, uno se pregunta por qué no se defendieron más los comunistas de aquella acusación de que el fin justificaba los medios; me lo explico, incluso, por razones históricas, por la enorme influencia ejercida por el primer Estado socialista, y por la primera y verdadera revolución socialista, la primera en la historia…
No solo se olvida por donde comenzó a referirse Fidel, también cómo termina de abordar el tema en su discurso del 17 de febrero del 2005:
Son acontecimientos muy difíciles, pero venían unos tras otros, y los comunistas más disciplinados del mundo, lo digo con sincero respeto, eran los partidos comunistas de América Latina y entre ellos el de Cuba, del cual tuve siempre y conservo un altísimo concepto.
Hoy podemos hablar del tema porque hoy vamos marchando hacia nuevas y nuevas etapas.
Los militantes del Partido Comunista de Cuba eran los ciudadanos más disciplinados, más honrados y más sacrificados de este país, contribuían al Partido; los legisladores del Partido entregaban una proporción de su ingreso, eran la gente más honrada de este país, independientemente de la línea equivocada impuesta por Stalin al movimiento internacional. Cómo culparlos. Póngalos en el dilema de aceptar o no algo, a mi juicio, absolutamente correcto: la unión de todos los comunistas. «Proletarios de todos los países, ¡uníos!», o romper abiertamente, en aquellas circunstancias, la disciplina.
Y no soy de los que se ponen a criticar a los personajes históricos satanizados por la reacción mundial para hacerles gracia a los burgueses y a los imperialistas; tampoco voy a cometer la tontería de no atreverme a decir algo que tengo el deber de decir un día como hoy. Nosotros debemos tener el valor de reconocer nuestros propios errores precisamente por eso, porque únicamente así se alcanza el objetivo que se pretende alcanzar9.
El anterior juicio de Fidel responde de manera inobjetable, la oscura referencia que hace el libro sobre los «resultados» obtenidos por el Partido Comunista con el apoyo electoral a Batista: «Luego de triunfar -se lee en el texto- en las elecciones (los comunistas) obtienen magníficas oficinas para la sede de su Comité Nacional… (p. 117).
Si de historia se trata
No pretendo que la historia del primer Partido Comunista de Cuba, como la propia historia de la Revolución, se haga desde la apología, menos evadiendo los temas espinosos. Pero resulta inaceptable que se fomente el desconocimiento del aporte de los comunistas, y se promueva la tergiversación de su historia, retomando en plena Revolución las más burdas manipulaciones del anticomunismo.
La pobreza historiográfica de la Síntesis que referimos, y su anticomunismo visceral, adelantan un cometido que sin dudas se anota entre los más recientes de su tipo. Se trata de la manipulación alrededor de la visión histórica del líder de la Revolución Cubana. Con Fidel en vida, como en su momento ocurrió con Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Ilich Lenin, y otros pensadores de talla mundial, ya aparecen los primeros intentos «desde la Revolución» de suplantar su pensamiento.
Debemos estar alertas porque en el futuro este tipo de pasquines con ropaje de «historia», «filosofía», «literatura social», y pretensiones de «redescubrirnos», y en particular «reevaluar» el pensamiento de Fidel, se harán más frecuentes. Sí estoy convencido que cada día estaremos mucho más preparados, para evitar que con los recursos de los revolucionarios de este país, un engendro así, se publique y circule entre nuestros jóvenes y pueblo.
Notas.
1 Carlos Rafael Rodriguez: Lenin y la cuestión colonial, Casa de las Américas, La Habana, marzo-abril, 1970.
2 José A. Tabares el Real: Guiteras, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p 179
3 Ident. ant., p 177.
4 Marifeli Pérez-Stable: Política y reformismo en Cuba. 1902-1952, Temas, La Habana, enero-junio del 2001, p 63.
5 Angelina Rojas Blaquier: Primer Partido Comunista de Cuba, Tomo 2, La Habana, 2006, p 22 y ss.
6 Paula Ortiz Guilián: El primer Partido Comunista de Cuba y su posición ante los gobiernos auténticos, Calibán, La Habana, abril-mayo-junio, 2010,
http://www.revistacaliban.cu/articulo.php?numero=7&article_id=81
7 Felipe de J. Pérez Cruz: La Constitución de 1940: reflexión desde la historia de la educación cubana. En. Ana Suárez Díaz: Retrospectiva crítica de la asamblea Constituyente de 1940, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p 158
8 Julio César Guanche: La imaginación contra la norma, Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2004, p 26
9 Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005.
http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html
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