Ni en una sola se puede confiar, el sentimiento de estar siendo gobernados por farsantes locos, después de haber sido gobernados por farsantes ilusos Nada de lo que se haga en lo económico va a ser la solución… Si por solución se entiende una recuperación de los millones de empleos perdidos; si por solución se […]
Ni en una sola se puede confiar, el sentimiento de estar siendo gobernados por farsantes locos, después de haber sido gobernados por farsantes ilusos
Nada de lo que se haga en lo económico va a ser la solución… Si por solución se entiende una recuperación de los millones de empleos perdidos; si por solución se entiende una vuelta a la vida superdesahogada de unos, a la vida de despilfarro y derroche de los responsables políticos, sea de los gobiernos centrales, municipales o autonómicos; si por solución se entiende una vida dedicada al saqueo de las arcas públicas por los que ya gozaban de privilegios inusitados, a la vida regalada decidida por los bancos para sus directivos; si por solución se entiende la vida enloquecida durante décadas a la construcción de millones de viviendas, 3 millones de las cuales están vacías… Jamás podrá volverse a este modo de vivir colectivo, y no habrá paz ni vida sosegada para millones y millones de ciudadanos. Ni siquiera demasiados millones podrán tener jamás un techo propio o arrendado, o una vida que no dependa de la caridad o de la filantropía.
España es un país extrañísimo. Y más extraña aún la interpretación de los acontecimientos que hacen todos los implicados y los propios observadores económicos y de cualquier tipo. Los que salen a la escena pública forman un manojo de contradicciones. Tan pronto dicen que la solución a la crisis está en la austeridad, como en el mayor consumo; consumo, por cierto, que, tal como ha sucedido todo hasta la crisis, no se comprende cuál sea y hasta dónde pueda continuar. Consumo si, consumo no, es el primer disparate cómico de la cuestión. Luego viene el otro asunto. El de la credibilidad. Todo ese mundillo hablador y teórico que no hace otra cosa que hablar repite hay que recuperar la credibilidad para inspirar confianza en los mercados. Pero resulta que luego el presidente del gobierno y sus ministros son los primeros en pasarse los meses que llevan en la presente legislatura diciendo hoy una cosa y mañana la contraria. Entre ellos mismos hay graves discrepancias… ¿Qué clase de credibilidad y de confianza pueden inspirar a los mercados y a la ciudadanía quienes mienten compulsivamente, quienes dicen y se desdicen y parecen haber perdido el juicio? Es general en España el sentimiento de estar siendo gobernados por farsantes locos, después de haber sido gobernados por farsantes ilusos. Y para colmo de contrasentidos y de neurosis colectiva, todas las instituciones están bajo sospecha. Ni en una sola se puede confiar. En estas circunstancias, la única salida posible sería la que los poseedores del dinero y del poder no van a permitir: una nueva constitución y un nuevo modelo de Estado. Es decir, una República federal. La situación generaría una mentalidad nueva que daría lugar a los cambios profundos que este país siempre convulso por unos u otros motivos pero principalmente porque media España es tolerante y la otra es intolerante, necesita.
Sólo así se vería vería cómo de la noche a la mañana el discurso pero sobre todo la praxis dominantes, serían los de la sensatez y la justicia distributiva. Pues sensatez es lo que falta a este extraño país repleto de ricos de siempre, de nuevos ricos y, poco a poco, de millones de pobres de solemnidad, e injusticia social es lo que le sobra. Todos los problemas provienen de ambas rasgos históricos y endémicos…
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