1,5 millones de personas visitan diariamente, según la publicidad de la empresa, los diferentes centros de El Corte Inglés. Se introducen así en la burbuja del consumo: los «ocho días de oro»; la nueva colección black de Emidio Tucci, protagonizada por el futbolista Xabi Alonso; o la nueva tienda de belleza con 130 marcas y […]
1,5 millones de personas visitan diariamente, según la publicidad de la empresa, los diferentes centros de El Corte Inglés. Se introducen así en la burbuja del consumo: los «ocho días de oro»; la nueva colección black de Emidio Tucci, protagonizada por el futbolista Xabi Alonso; o la nueva tienda de belleza con 130 marcas y más de 5.000 artículos. Abducidos por marcas y juguetes tecnológicos, los consumidores desconocen la discriminación de género y la represión de los derechos sindicales que padecen unos trabajadores sometidos cada vez a mayor estrés. Los sindicatos críticos en El Corte Inglés -CCOO y UGT- han denunciado esta situación y han obtenido sentencias favorables en los tribunales.
Pese a ser el mascarón de proa de los grandes almacenes en España, también la crisis afecta a El Corte Inglés. En 2011 (últimos datos disponibles), la compañía presidida por Isidoro Álvarez obtuvo unos beneficios de 210 millones de euros (un 34% menos que el año anterior). La cifra de negocios consolidada del grupo El Corte Inglés alcanzó el mismo año los 15.777 millones de euros (casi un 4% menos que en 2010). Pese al descenso de ventas, Álvarez declaró en su informe ante la junta de accionistas de 2012 que la compañía «ha continuado su política laboral, la formación de los equipos humanos, su promoción interna y la atención a la calidad del empleo, con un 93% de trabajadores fijos» (sobre una plantilla de cerca de 100.000 empleados).
¿Es esta realmente la política laboral de El Corte Inglés? CCOO ha denunciado que en 2011 la plantilla disminuyó respecto al año anterior pese a la apertura de Marineda City en A Coruña, la nueva zona comercial de Castellana y otras tres tiendas en aeropuertos españoles. El sindicato también denuncia que al personal «se le está despojando de derechos año tras año y que las condiciones laborales empeoran día a día». Así, el salario de la mayoría de trabajadores y trabajadoras no alcanza los mil euros mensuales, mientras que los accionistas se reparten 43,5 millones de euros; se dan en la empresa jornadas de hasta 10 horas y se elimina la cláusula de revisión salarial, con lo que cada año que pasa los trabajadores pierden poder adquisitivo, denuncia el sindicato en respuesta al informe remitido a la junta de accionistas de 2012.
Las mujeres ocupan el 67% de los empleos en El Corte Inglés, pero padecen una inveterada discriminación. Uno de los grandes caballos de batalla es el incumplimiento por parte de la empresa del Plan de Igualdad (suscrito en 2008 entre la compañía y todos los sindicatos). De los 11 puntos del plan, la empresa sólo ha hecho efectivo uno: introducir el mismo uniforme para todos los trabajadores (antes sólo lo llevaban las trabajadoras), pero esta uniformidad en el vestuario no afecta a los jefes, aunque sí a las jefas. Sin embargo, la medida se vendió en los medios de comunicación, siempre muy obsequiosos con El Corte Inglés, como un gran avance.
El Plan de Igualdad fue la respuesta de la empresa a las denuncias por discriminación planteadas por los sindicatos, ante la inspección de trabajo y ante los tribunales. Pero desde el primer día el documento ha sido papel mojado . Prueba de ello es que los inspectores de trabajo y las diferentes instancias judiciales han dado la razón una y otra vez a CCOO y UGT. Recientemente, estos sindicatos han presentado una demanda ante la sala de lo Social de la Audiencia Nacional contra El Corte Inglés por incumplimiento del Plan de Igualdad.
Porque, según Comisiones Obreras, el número de responsables de área es, en el caso de las mujeres, como mínimo tres veces inferior. Además, el complemento personal (agregado al salario base) de una trabajadora de nivel medio es cerca de 200 euros menos que en un trabajador. Añaden fuentes sindicales que la inmensa mayoría de los directores de centro y de cargos intermedios (gerente de planta, jefe de grupo o jefe de departamento) son hombres. Para la promoción interna también lo tiene mucho más fácil el trabajador que la trabajadora, ya que el ascenso no responde a criterios objetivos sino a la libre designación, y ésta favorece a los hombres.
En julio de 2011 el Tribunal Supremo emitió una sentencia clave. Dio la razón a los sindicatos de clase en su denuncia por discriminación de género en cuatro centros de Barcelona, sobre todo en relación con la promoción profesional. El Supremo ratificaba así una sentencia anterior del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Cataluña, que la empresa había recurrido.
La cuestión de género persigue a El Corte Inglés incluso fuera del estado español. La investigación «La moda española en Tánger: trabajo y supervivencia de las obreras de la confección», presentado por la ONG SETEM en enero de 2012, analiza las condiciones de vida y trabajo precarias que sufren las trabajadoras en talleres textiles de Tánger; estos talleres actúan como proveedores de grandes marcas internacionales. En el informe se cita a El Corte Inglés, junto a Inditex, Mango, Mayoral y Dolce & Gabanna.
Desde los años 70, y con la firma de los primeros convenios, El Corte Inglés se esmeró en promover el sindicalismo amarillo . Hoy, en el comité intercentros, máximo órgano de representación de los trabajadores a nivel estatal, los sindicatos de empresa (FASGA y FETICO) cuentan con la mayoría absoluta (con estas dos organizaciones la empresa ha firmado el vigente convenio colectivo). CCOO y UGT actúan con muchas dificultades como sindicatos críticos. Fuentes consultadas aseguran que la empresa unta a los delegados de los sindicatos amarillos con sobresueldos o dándoles jefaturas, cuando concluye su labor sindical. Por ejemplo, el actual jefe de Recursos Humanos de la empresa, Carlos Quintana, fue en su día secretario general de FASGA.
» El Corte Inglés persigue las candidaturas de los sindicatos críticos, sobre todo CCOO. Por ejemplo, organizar candidaturas nuevas nos resulta muy complicado. Se presiona a los trabajadores para que no se integren en las mismas; además, la empresa acosa a sindicalistas críticos utilizando a jefes de seguridad y jefes de personal», asegura un delegado de CCOO en El Corte Inglés.
Pocas dudas hay, también a la luz de las sentencias de los tribunales, de que la empresa prima el amarillismo sindical para evitar conflictos laborales. Ya en marzo de 1998, el Tribunal Constitucional reconoce «el derecho de los recurrentes -CCOO y UGT- a no ser discriminados por razón sindical en sus salarios y en la promoción profesional en la empresa». En enero de 2012, el TSJ de Andalucía ratificó la condena (del juzgado nº4 de Sevilla) a El Corte Inglés por vulnerar la libertad sindical y el derecho a la información de los trabajadores, por los hechos ocurridos durante la huelga general de septiembre de 2010. Ese día se impidió la entrada de los sindicalistas a El Corte Inglés para informar sobre la huelga, y se estableció en torno al centro comercial un fuerte cordón policial. En noviembre de 2012, en la víspera de la última huelga general, el Tribunal Supremo ratificó la citada sentencia.
Si esto es así, ¿Por qué la información no trasciende? Tal vez por las ingentes partidas en anuncios que El Corte Inglés destina a los medios de comunicación. El estudio InfoAdex de la inversión publicitaria en España de 2012 apunta que, en 2011, El Corte Inglés fue líder en inversión publicitaria en medios convencionales, con cerca de 150 millones de euros. Pero la cuestión viene de lejos. Pascual Serrano recuerda en «Traficantes de Información» (Ed. Foca) una explicación aportada por el fallecido periodista, Javier Ortiz, hace una década: «El Corte Inglés es uno de los principales anunciantes de España (…). Ocupa un lugar de honor en las cuentas de resultados de todos los periódicos, de todas las radios comerciales y de todas las televisiones. Nadie quiere enfadarlo».
Sea como fuere, desde hace aproximadamente un año se aprecia un creciente nerviosismo en la dirección de El Corte Inglés. La crisis golpea, y aunque sea amplio el margen de beneficios, las ventas se resienten. La ansiedad en la cúpula se traduce en mayor presión sobre los trabajadores de base. En octubre se aumentó, aunque todavía a modo de ensayo (en la sección de ocio, cultura y videojuegos), el «umbral de productividad» que determina el pago de incentivos. Asimismo, el cobro de comisiones por ventas se ha endurecido: el 30% depende ahora de la evaluación que realiza el responsable de área. Fuentes sindicales aseguran, en este sentido, que se están cambiando las relaciones laborales en la empresa. Desde hace aproximadamente un año, el incumplimiento de los protocolos de atención a los clientes puede derivar en el «despido objetivo» del trabajador. Los responsables de área son cada vez más exigentes con las ventas complementarias (que el cliente se lleve una camisa y unos zapatos, además de los pantalones).
¿Qué subyace a todo este modelo de relaciones laborales? Según Paco Dolz, delegado sindical de CCOO en El Corte Inglés de Valencia, «la democracia no ha entrado en El Corte Inglés; es como un estado dentro del estado, con mucho poder, como puede apreciarse en el tratamiento que le brindan los medios de comunicación; se trata, en ese sentido, de uno de los grandes bastiones de nuestro país, junto a la monarquía y la Constitución». Todas las iglesias -también las del consumo- tienen muchas vergüenzas que ocultar. Incluido El Corte Inglés.
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