El rector de la Universidad de León ha contratado a efectivos de los «cuerpos de seguridad» privados de una empresa, para impedir que las trabajadoras de la limpieza de la Universidad puedan ejercer su derecho constitucional a la huelga y la manifestación. Como cuerpos paramilitares de «hombres» uniformados y con dispositivos «antidisturbios» amedentradores, escoltan a […]
El rector de la Universidad de León ha contratado a efectivos de los «cuerpos de seguridad» privados de una empresa, para impedir que las trabajadoras de la limpieza de la Universidad puedan ejercer su derecho constitucional a la huelga y la manifestación.
Como cuerpos paramilitares de «hombres» uniformados y con dispositivos «antidisturbios» amedentradores, escoltan a todas las trabajadoras de la limpieza, vayan donde vayan, en la Universidad. Y ya se sabe que la legislación del PP les permite ejercer como policías, es decir, como «fuerzas de orden público».
Les impiden entrar en los edificios de la Universidad para poder manifestarse en ellos e, incluso, si alguna tiene que ir al baño, la escoltan hasta el mismo en alguno de los edificios de la Universidad, como aparece en las películas de Hollywood en las cárceles con los presos peligrosos, y esperan mientras hace sus necesidades hasta que salen para volver a expulsarlas fuera del edificio.
Porque no quiere que vuelva a pasar lo que ha venido pasando estos días en las Facultades. Cuando todo el alumnado ha salido de las clases, cuando las trabajadoras de la limpieza entraron en los edificios, para aplaudir y apoyar las reivindicaciones de sus compañeras de la limpieza. Porque los estudiantes se sienten solidarios pues a ellos ya les ha tocado ya sufrir la brutal subida de tasas, el recorte de becas y el cada vez más difícil acceso a mantenerse en la Universidad si no se tiene dinero suficiente para seguir pagando. El rector no puede permitir que aparezcan fotos en los periódicos, donde los estudiantes salen masivamente de las clases, para aplaudirlas y animarlas en la Facultad de Educación, en la de Derecho, en tantas donde también muchos profesores y profesoras les acompañaron para mostrar su indignación ante tanto recorte. Qué mala imagen para su prestigio personal.
Y para eso contrata a un grupo de «fuerzas de represión», de «matones profesionales» (así se denominaban antes los seguratas de las discotecas) que entran en la Universidad para reprimirlas. Para que no puedan perturbar el sagrado orden universitario donde supuestamente se estudia solidaridad, cooperación, distribución justa de las riquezas, la historia de las dictaduras y la represión con el fin de que los estudiantes comprendan que no se puede volver a repetir, etc. Donde se da teoría, que se incumple en la práctica cada día. Por eso hay que aislar a los estudiantes de la realidad más próxima.
Hermida, nuestro rector, se adelanta a la «ley mordaza» de su admirado Ministro de Justicia, Gallardón, y la aplica a rajatabla en nuestra Universidad, excudándose en que éstos no son fuerzas de represión policial, sino fuerzas de represión privada, aunque ya están autorizadas a utilizar los mismos métodos de «disuasión» que las primeras. De esta forma, la Universidad, hasta ahora la cuna de la ciencia, ahora se ha convertido, merced a su mandato, en el laboratorio de la represión.
Porque nuestro Rector «cuadra las cuentas» de la Universidad suprimiendo el servicio de imprenta, recortando los servicios de conserjería, privatizando y expoliando el patrimonio público de la Universidad, reduciendo los salarios del PAS (personal de administración y servicios) y el PDI (personal docente e investigador), empeorando las condiciones de trabajo y reduciendo los derechos laborales al mínimo legal. En vez de luchar y dar la cara frente a la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León, reividicando una financiación digna de esta Universidad, lo que hace es recortar y mandar al paro a los más débiles y precarios.
Porque ahora se trata de echar a 9 trabajadoras de la limpieza y que una empresa recompre a las demás por el 75% del sueldo que tenían hasta ahora. Y cuando ellas quieren hablar con él, nunca da la cara. Antes eran sus compañeras de la Universidad, con las que se cruzaba todos los días por los pasillos, pero ahora no son nada para él. Simples número económicos que le sirven para presentar al Consejero de Educación su «cuadre de cuentas» y mostrarle que está haciendo bien sus «deberes».
Qué le importa la compañera que tiene un hijo de 3 años y un marido en paro y que la echan a la calle. Porque nuestro rector está ya en otra galaxia. La de las negociaciones políticas con los gobernantes de Castilla y León, para ver qué le mandan que recorte más. La galaxia de los encuentros con el embajador israelí, mientras la comunidad académica de todo el país está haciendo una campaña de boicot por la represión de los dirigentes ultraconservadores de Israel hacia el pueblo palestino. Está en la galaxia de viajes a Oriente y Latinoamérica para cerrar convenios y doctorados que reporten dividendos a las arcas de la Universidad, comidas de la jet set leonesa y castellana que le permitan salir en los periódicos, reuniones y acuerdos con grandes empresas en los que ofrece las instalaciones de la Universidad para que estas utilicen el prestigio de la Universidad para vender sus productos. Parece más un comercial que un académico de prestigio.
Por eso ya no nos extraña a la comunidad académica que nuestro rector abra las puertas de la institución y ofrezca sus edificios e instalaciones, no a las trabajadoras, sino a RedBull para que reparta bebidas entre los estudiantes, o a Michelín para que exhiba sus coches o a una empresa de cervezas para que ofrezca sus bebidas alcohólicas a los estudiantes dentro del recinto de la Universidad, aunque luego se queje, eso sí, de los botellones de los estudiantes. Pero para que unas trabajadoras ejerzan su derecho a que no las echen y las pongan sueldos de miseria, para eso no hay espacio en la academia, en el ámbito de la ciencia y la sabiduría.
Lo sorprendente es que con la cantidad de cargos y liberaciones que este Rector ha puesto, entre vicerrectores, directores de área, secretarios de no se qué, encargados de no se cual, responsables de no se qué más allá, se podría pagar durante diez años todo el servicio de limpieza con el doble de sueldo del que tenían antes y sobraría para bajar las tasas de nuestros estudiantes un buen porcentaje. Y si a esto añadimos recortar los viajes a todas partes del mundo, las comidas no en cualquier restaurante, los actos protocolarios, los absurdos concursos de mejora del logotipo de la Universidad, o los costosos expedientes que inicia este Rector a costa del erario de toda la comunidad universitaria (este año parece que ya va a uno por mes, y de los años anteriores de su mandato ha batido todos los records). Pero para mantenerse en el poder es necesario un ejército de «fieles» que le apoyen y hay que recortar por abajo. No toquemos a los de arriba, no sea que se nos rebelen, dejen de asentir a todo en el Consejo de Gobierno y en el Consejo Social y perdamos nuestro puesto de rector e incluso de posible aspirante a más.
Si esta es la sabiduría y el conocimiento que se enseña «realmente» en mi universidad, me da vergüenza, auténtica vergüenza. Porque entiendo que nuestro silencio nos hace cómplices y que como ya nos recordó Martin Luther King: «tendremos que arrepentirnos en esta generación no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena» que miramos para otro lado. Porque, parafraseando a Bertolt Brecht, primero vinieron a por los estudiantes, pero como yo no era estudiante, no me importó. Luego vinieron a por los profesores asociados, que ya les echan cada tres meses para no pagarles ni el tiempo de vacaciones, pero como no éramos asociados, no nos importó. Luego vinieron a por las trabajadoras de la limpieza, pero como no lo éramos tampoco nos importó. Ahora vienen a por nosotros, pero ya no quedará nadie para defendernos.
No creía que esto fuera la Universidad que se fundó en el siglo XIII y que abanderó el avance de la ciencia y los derechos humanos, desde Bartolomé de las Casas hasta las revueltas de mayo del 68. Pero parece que para esta era neoliberal, ya no se necesita formar ciudadanos, que entienden la convivencia en el ágora como la construcción de un mundo más justo y mejor, sino consumidores, donde cada uno y cada una ha de buscarse la vida y saber invertir y rentabilizar sus opciones para tener más empleabilidad en una sociedad darwiniana, donde todos luchamos contra todos. En esta época neoliberal los rectores que se necesitan y demandan son este tipo de gerentes que gestionan la «Universitas» recortando (aunque le denominan en el neolenguaje promocionado por el PP: «equilibrando» los gastos de personal) y cuadran las cuentas a costa de los de siempre: de los de abajo.
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Universidad de León
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.