Únicamente el Diablo falta por demandarle al actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que su régimen ponga fin de una vez por todas al fracasado bloqueo que sucesivas administraciones de la Casa Blanca le han mantenido y arreciado a Cuba, desde hace casi 60 años, para intentar rendir por hambre y necesidades al pueblo […]
Únicamente el Diablo falta por demandarle al actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que su régimen ponga fin de una vez por todas al fracasado bloqueo que sucesivas administraciones de la Casa Blanca le han mantenido y arreciado a Cuba, desde hace casi 60 años, para intentar rendir por hambre y necesidades al pueblo de la isla caribeña, y destruir su Revolución.
Personajes controvertidos como la exsecretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton han exhortado recientemente a Obama a levantar el cerco económico, financiero y comercial que se le aplica a la mayor de las Antillas, por considerarlo contraproducente, y dañino a dos pueblos separados territorialmente por solo 90 millas.
En su libro titulado «Hard Choices» (Opciones Difíciles), publicado hace pocos días, la Clinton dio como argumento a su mandatario que esa medida punitiva dejó de ser conveniente para Washington, y no ha fomentado los supuestos cambios que se pretenden estimular en Cuba.
Por su parte, el presidente de Google, Eric Schmidt, quien visitó La Habana acompañado de otros directivos de su empresa, subrayó que la política de la Casa Blanca hacia la nación latinoamericana no es razonable porque hay decenas de países a los que se les permite viajar a sus compatriotas, y sin embargo constituyen una amenaza mayor para Estados Unidos.
Schmidt, en su página de Google+, narró su estancia en la denominada Isla Bonita, de la cual exaltó su sistema de salud gratuito para todos los ciudadanos, sus excelentes médicos, la educación de su pueblo, su calidez, y su buena música y cultura latina, entre otras virtudes.
Opinó que Cuba tendrá que abrir su política económica y comercial, como lo viene haciendo desde hace algún tiempo, y Washington deberá superar su historia y eliminar el «embargo» (bloqueo), por cierto, algo que Obama parece rechazar, a juzgar por su manera de actuar.
En igual sentido, se pronunció en mayo pasado el presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Thomas J. Donohue, quien en una Conferencia Magistral en el Aula Magna de la Universidad de La Habana afirmó que ya es hora de iniciar un nuevo capítulo en las relaciones entre ambos países vecinos.
Donohue recordó que su organización ha hecho serios esfuerzos en estos años por lograr que las autoridades norteamericanas eliminen las sanciones a Cuba, algo que no ha sucedido hasta ahora, sino todo lo contrario.
En menos de dos semanas, la Fiscalía del Estado de Nueva York y el Departamento del Tesoro estadounidense han impuesto dos multas, una al banco francés BNP Paribas, ascendente a ocho mil 834 millones de dólares, y otra a la empresa de bebidas energéticas Red Bull North América, superior a los 89 mil 700 dólares, por «violar» el bloqueo al archipiélago antillano.
Evidentemente Obama sigue haciendo caso omiso, no solo a sus paisanos, sino también a los cubanoamericanos que residen en la Florida y que, según varias encuestas, abogan en su mayoría porque se ponga término a la guerra económica contra la Isla Bonita.
Durante los dos mandatos de Obama se han perseguido y penalizado más a entidades bancarias y empresas que han trabajado o comercializado con Cuba, que con anteriores inquilinos de la Casa Blanca, acorde con reiteradas denuncias de entendidos.
Además, el Premio Nobel de la Paz se ha hecho el sordo y el ciego ante el claro rechazo, casi unánime de la comunidad internacional, frente a la conducta hostil de Washington hacia la mayor de las Antillas, hecho consumado en la Asamblea General de las Naciones Unidas durante 22 años consecutivos.
En ese órgano de la ONU se han adoptado igual número de Resoluciones contrarias al bloqueo, y la última aprobada en octubre de 2013, contó con el voto favorable de 188 naciones del mundo.
La interrogante entonces es qué espera Obama para poner término a una política obsoleta, frustrada y repudiada en todo el planeta tierra, y que evidencia cada vez más el aislamiento de Estados Unidos.
El único que resta por aconsejar al presidente norteamericano es el Diablo, porque ya incluso Dios lo hizo por medio de varios Sumos Pontífices.
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