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Observaciones en torno a un manifiesto a favor de la España y la Europa federales

Fuentes: Rebelión

«Una España federal en una Europa federal» es el título de otro manifiesto y es otra cosa, otro tipo de llamamiento, otra perspectiva política, otra cosmovisión de fondo. Nada que ver con el manifiesto de Vargas Llosa, Jiménez Losantos y amigos. La actual insuficiencia de la estructura territorial del Estado que establecimos en la Constitución […]

«Una España federal en una Europa federal» es el título de otro manifiesto y es otra cosa, otro tipo de llamamiento, otra perspectiva política, otra cosmovisión de fondo. Nada que ver con el manifiesto de Vargas Llosa, Jiménez Losantos y amigos.

La actual insuficiencia de la estructura territorial del Estado que establecimos en la Constitución de 1978, se afirma de entrada, «es una opinión compartida por amplios sectores sociales y entre las propias fuerzas políticas». Por unas razones o por otras, en diferentes Comunidades Autónomas crece el descontento sobre el funcionamiento del Estado, «como si el sistema de las autonomías, que fue un indudable avance en su momento, hubiese llegado a su término de eficacia y hoy fuese insuficiente para hacer frente a los nuevos retos que España tiene ante sí».

El descontento sobre el funcionamiento del Estado crece, razonable y justamente, por numerosos motivos. Pero, sea como sea, el sistema de las autonomías, tal como fue diseñado, tal como fue pensando y meditado, ¿fue un indudable avance en su momento? Tal vez sí, pero todo parecía indicar que el «café para todos» apuntaba a marear la perdiez, a no enfrentarse a las demandas nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia, y a presentar y considerar como uno y lo mismo lo que no era ni es uno y lo mismo.

Por lo demás, y como es sabido, la estructura territorial que se estableció (no que establecimos) en la Constitución de 1978 no sólo es insuficiente actualmente sino que, en su momento, recibió todas las presiones no democráticas que uno puede concebir. Fue todo menos una decisión libre y democrática. De no haber sido así, de hacerse enfrentado en aquellos años al derecho de autodeterminación y a la solidaridad entre los pueblos, finalidades que vindicaban casi todas las fuerzas a excepción de Alianza Popular y la UCD (incluso el PSOE -véanse fotos de Txiki Benegas con la correspondiente pancarta- estaba o parecía estar por la labor) el jardín de los senderos que se bifurcan hubiera seguido otro desarrollo. No olvido, no hay que olvidar, que el espadón acechaba y con fuerza. Pero entonces es esto y no otra cosa.

Incluso en algunas nacionalidades de nuestro país, como Euskadi y Cataluña, prosigue el manifiesto, «crece un movimiento independentista que pone en grave riesgo la unidad del Estado con consecuencias que entendemos serían nefastas para todos»

No está claro que el movimiento independentista siga creciendo y creciendo pero sin duda, cuanto menos en Cataluña, tiene muchos apoyos entre determinados sectores de la ciudadanía (especialmente entre las mal denominadas «clases medias» diariamente agitadas desde los medios de incomunicación, públicos y privados, de masas). Por lo demás, su aspiración propiamente no es romper el Estado (cosa que, en sí misma, no sería muy terrible) sino romper Sefarad, romper el demos que nos debería hermanar fraternal y solidariamente. 

«Ocultar estas realidades, minimizar sus posibles efectos o adoptar actitudes inmovilistas sería una ceguera imperdonable que no podemos ni debemos permitirnos», se afirma a continuación con toda la razón del mundo. Desde la sociedad a la que pertenecemos y sin más título que el de ciudadanos preocupados por el futuro de nuestro país, señalan, «instamos a los partidos políticos, a las instituciones democráticas, que tienen las facultades para cambiar la actual situación, a que alcancen los consensos y adopten los procedimientos necesarios para reformar nuestra Constitución en un sentido federal.»

Las facultades para cambiar la actual situación no están en exclusiva en los partidos políticos ni en las instituciones democráticas (¿a cuáles se estarán refiriendo?). La intervención del pueblo soberano, de los pueblos soberanos, es más importante que nunca desde una perspectiva de diversidad y solidaridad y de participación democrática. No cabe diseños de cierre planificados desde élites bienintencionadas.

De hecho, como es sabido, la única posibilidad institucional, uno de las caras del poliedro transformador, es ubicar a los partidos del régimen borbónico en una situación más que precaria. Si no es así, no se ve que la Constitución pueda ser reformada en sentido federal. Puede serlo, lo hemos comprobado ya, en un sentido neoliberal y antipopular pero no en ese sentido con la presencia mayoritaria del PPSOE, aunque a muchos de los firmantes, próximos al área «socialista», les parezca o quiere parecerles que es posible. De hecho, ¿por qué no hablar mejor, como parece razonable hablar, de un nuevo proceso constituyente?

Además, es lógica y semántica básica, hay que precisar qué entendemos por República federal, término por cierto que no se usa. Se habla de España federal. ¿Están pensando algunos de los firmantes en una Monarquía borbónica y federal? ¿Lo de la III República es un sueño para las noches felices de verano?

Prosiguen: deseamos firmemente formar parte de un mismo Estado (aunque no se puede formar parte de un Estado propiamente), de una España (país de países, formulación que nunca usan) y una Unión Europea federales, «porque estamos convencidos de que sería lo mejor para todos los que llevamos tantos años conviviendo juntos». Un federalismo, se sostiene, «que puede abordar y resolver mejor la vida en común de nuestra comunidad política.» ¿Una Europa federal? ¿Y que será eso de una Europa federal? ¿La actual UE, más bien confederal, bajo la dura y autoritaria batuta de la troika, Frau Merkel y el Bundesbank tiene algo que ver con eso? ¿De qué se habla entonces?

El federalismo que se defiende se hace sobre la base de:

• El reconocimiento de las identidades diversas que componen nuestro país hasta el punto en que la evolución histórica ha establecido.

Hay que concretar ese reconocimiento y hay que añadir que esa diversidad también es consustancial a las propias nacionalidades que forman Sefarad

• El establecimiento de una Cámara territorial, con atribuciones legislativas exclusivas en sus competencias, que permita la participación de todas las Comunidades en la gobernación de los problemas comunes, incluidos los europeos, en base a la lealtad y cooperación recíprocas.

¿No habría que hablar aquí de urgente cambio de la ley electoral para tal Cámara, una legislación que desde luego no margine a los territorios menos poblados?

• Una distribución clara de las competencias entre la Administración General del Estado y las Comunidades, que evite permanentes litigios o interpretaciones interesadas de parte.

La tarea no será fácil pero parece razonable si admitimos también el carácter abierto de la situación, sin pensar ni postular cierres ni estados definitivos.

• Una financiación justa y equilibrada, basada en los principios de igualdad de derechos de los ciudadanos, de solidaridad entre los territorios y de ordinalidad, en el sentido de que ninguna comunidad se empobrezca por causa de la referida solidaridad.

Justa y equilibrada de acuerdo, recordando que quienes más tienen (individuos, grupos sociales) más deben pagar. También en la igualdad real de derechos de los ciudadanos (estamos a años-luz de eso en numerosos aspectos: sanidad, enseñanza, enfermedades, dependencia) y en la solidaridad (real, sentida) de los territorios. No me pronuncio sobre el tema de la ordinalidad. Lo de en «el sentido de que ninguna comunidad se empobrezca por causa de la referida solidaridad» no puede querer implicar que eso haya ocurrido hasta el momento. ¿Cataluña, por ejemplo, no hablo de sus clases trabajadores, se ha empobrecido hasta el momento? Si se lo cuentan a Millet, Fainé, Prenafeta o la familia Pujol, parte de las 400 familias con mando en plaza, se destornillan de risa durante 19 días y quinientas noches.

Creemos, se afirma finalmente, que las opciones hoy en presencia -«la de seguir igual que estamos, pensando que los problemas se arreglarán por sí solos, prolongando situaciones que posibilitan la fractura de la ciudadanía, o plantear una ruptura entre ciudadanos que llevamos tantos años conviviendo en la misma comunidad política»- solo conduciría a un estéril enfrentamiento. Seamos sensatos, a la vez que audaces, se afirma, «y abordemos las reformas constitucionales necesarias en el más amplio consenso, como hemos hecho en otros momentos decisivos de nuestra historia». La reforma que proponen es una de ellas, de gran relieve en su opinión, «porque se trata de culminar la configuración de nuestro Estado en un sentido federal que pueda en el futuro insertarse de manera natural en una federación de estados europeos.»

Lo de una federación de estados europeos no está concretado. No entro pero hay que decir algo más, hay que hablar de lo que no se habla. Supongo, quiero suponer, que se refiere a una realidad distinta de la actual pero también con euro, troika, comisión, Bundesbank y desequilibrios amortiguados Centro-Sur. ¿Es mantenible una Europa, federal o no, de estas características?

Las reformas constitucionales, según la correlación de fuerzas parlamentarias actual, no va a ser posible. O hay una marcada y tenaz intervención ciudadana que hermane y una o la cosa no pinta bien. Por lo demás, la manifestación explícita y aceptación popular de la nueva situación es más que necesaria. Sin ella, cuanto menos en Cataluña, la situación de tensión, separación de los otros pueblos y desgarro interno no se superará. Desde luego, nada que ver con el ejercicio ultradirigido del inexistente (pero tomado como un postulado geométrico) dret a decidir independentista.

No deja de extrañar la inexistencia de alguna referencia a la III República de Sefarad. No va de esto el manifiesto, no tiene esta concepción… O bien mirado no es extraño y esa no extrañeza muestra los límites políticos de esta propuesta que, insisto, no tiene nada que ver con el texto-manifiesto de la España que está en el mejor momento de su historia pero que tampoco dice lo básico, lo esencial: necesitamos un nuevo proceso constituyente en toda Sefarad que alumbre una República federal, plural, no uniformista (ni en el conjunto ni en sus partes) y que sea solidaria. Que hermane y no divida: los valores esenciales de la izquierda y, en general, de las fuerzas democráticas y republicanas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.