El presente artículo es una réplica a los artículos de Manel García Biel1 y Javier Parra2 y a las últimas declaraciones de Willy Toledo3. Estos compañeros de lucha han criticado en los últimos día el discurso «vacío de contenido» y «centrado en el problema de la casta y no de la clase social» de Podemos. […]
El presente artículo es una réplica a los artículos de Manel García Biel1 y Javier Parra2 y a las últimas declaraciones de Willy Toledo3. Estos compañeros de lucha han criticado en los últimos día el discurso «vacío de contenido» y «centrado en el problema de la casta y no de la clase social» de Podemos. Con este artículo quiero defender la necesidad que tienen los partidos de izquierda de utilizar este tipo de discurso popular-democrático o populista como un instrumento más para articular una mayoría electoral que les permita controlar el Congreso y llegar al gobierno a medio plazo.
En los países donde la crisis económica ha golpeado más fuerte, los recortes sociales como reacción de los gobiernos neoliberales y las terribles consecuencias que estos recortes han tenido entre la población, han generado una profunda desafección política. Las políticas mal llamadas de austeridad son ejecutadas por la mayoría de los gobiernos, fundamentalmente de partidos liberal-conservadores y socialdemócratas, pero también de partidos de la Izquierda Europea, como el de Chipre hasta 2013. A pesar del descrédito de los partidos defensores de este tipo de políticas, la izquierda transformadora no termina de despegar a nivel electoral.
La izquierda transformadora tiene dos vías para conquistar el poder político y convertirse en la fuerza hegemónica: la lucha revolucionaria o la electoral. La primera es cada vez más difícil en sociedades post-industriales donde el estado tiene mayor capacidad de represión; y la clase obrera menos conciencia de clase, consecuencia del desempleo, la precariedad laboral y los procesos de desindustrialización interna y deslocalización industrial (la industria siempre fue el caldo de cultivo de las ideologías obreras), entre otros factores. El camino de las elecciones es el más idóneo. Sin embargo, sin conciencia de clase obrera y con los poderes fácticos en contra, la tarea se vuelve muy compleja.
¿Hay que renunciar por eso al marxismo y la teoría de las clases sociales? No, los postulados marxistas deben seguir estando presente en los programas políticos, pero en contextos de crisis se abren espacios de poder y para ir ocupando estos espacios los partidos de izquierda deben ser capaces de articular una estrategia para conectar, a través del discurso público, con las tradiciones democráticas del pueblo.
En el escenario electoral de las democracias liberales europeas, los partidos de izquierda se mueve entre dos orillas. Por un lado, cuando aceptan las reglas del juego y entran dentro de las instituciones, corren el riesgo de ser absorbidos por el sistema. Por otro, cuando mantienen la pureza y coherencia ideológica en el discurso, quedan al margen, como partidos anecdóticos sin capacidad de conquistar espacios de poder real. Citando al compañero Iñigo Errejón4, existe un equilibrio entre ambas orillas que combina un programa transformador, un comportamiento político coherente desde el punto de vista ideológico y con un discurso, el populista, que sea capaz de articular mayorías electorales5.
En el discurso populista el eje fundamental de lucha ya no es la clase capitalista frente a la clase obrera, sino la élite política (clase política, casta, etc.) frente al pueblo. La mayoría de revoluciones socialistas exitosas durante el siglo XX introdujeron interpelaciones popular-democráticas que bebían de las tradiciones nacionales de sus respectivos países (China, Cuba, Vietnam, Yugoslavia, etc.). Además, desde comienzos del siglo XXI, el discurso populista ha servido para articular mayorías que ha permitido a los partidos de izquierda ganar elecciones y gobernar países como Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, entre otros. A pesar de tener aciertos y errores, estos gobiernos han revertido las reformas neoliberales implementadas en la década de 1990 renacionalizando sectores estratégicos del países, recuperando la soberanía e impulsando políticas económicas desarrollistas y programas sociales que benefician a los sectores más humildes.
En España, la estrategia de Podemos responde a esta lógica ganadora. Un programa transformador, centrado en cuestiones económicas e institucionales, que fundamentalmente bebe del marxismo, y un discurso populista, para conquistar espacios de poder. Algunos sectores de Izquierda Unida también se están adhiriendo a esta estrategia. El propio ex coordinador general de Izquierda Unida, Julio Anguita, dijo recientemente que es necesario que, en el contexto actual, se elabore un programa común pero también un discurso común:
«(…) que sea fácilmente compartido (Éste) debe ceñirse a las cuestiones éticas y morales que están pidiendo solución. El discurso de la ejemplaridad, la persecución implacable de la corrupción y de las prácticas atentatorias contra el erario público y las nuevas formas de hacer política forman parte de un discurso y de unas medidas que deben conformar el conjunto de valores de la mayoría, tanto en el poder como en la oposición. Y digo poder porque en mi universo mental no cabe la demanda de votos o apoyos para que alguien gire a la izquierda o a los cambios sociales; esa época por suerte ya acabó. Ahora se trata del poder para ejercerlo con la mayoría» 6.
La teoría de clases sigue vigente y en los debates ideológicos y programáticos siempre se ha de tener en cuenta. Pero un discurso basado en la pureza ideológica y en la lucha de clases conduce a la izquierda a la marginalidad intelectual y la aleja del pueblo explotado, desempleado, desahuciado y desatendido, que en la sociedad actual, no sólo es la clase obrera en términos marxistas (que vende su mano de obra y es explotada por la clase capitalista que dispone de los medios de producción) sino también las amas de casa, los desempleados, los funcionarios públicos, los autónomos, los estudiantes y un largo etcétera; esa mayoría que está sufriendo las consecuencias de la crisis y que son también la clase explotada.
Notas:
1. Nuevatribuna.es, 24/08/2014: «El problema de base es de «casta política» o de clase social?». Disponible en: http://www.nuevatribuna.es/
2. Larepública.es, 25/08/2014: «El discurso de «la casta», un retroceso político de 3.500 años». Disponible en: http://www.larepublica.es/
3. Público.es, 26/08/2014: «Willy Toledo reniega de Podemos por el «cinismo» de sus líderes». Disponible en: http://www.publico.es/
4. Entrevista de FEB a Íñigo Errejón, 2012: «Populismo, reforma y transición FEB 2012». Disponible en: https://www.youtube.com/watch?
5. Para tener más información sobre el origen del concepto de populismo ver mi artículo «Un análisis sobre Podemos: ¿Socialismo o populismo?». Disponible en: http://www.rebelion.org/
6. Mundo Obrero, 26/08/2014: «Ahora. Sin pretextos». Disponible en: http://www.larepublica.es/
José Manuel Rivas Otero es politólogo y jurista. Estudiante de doctorado residente en Bogotá, Colombia
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