La pandemia de este siglo, el COVID-19, es una historia que se repite y también es parte de un proceso que nunca ha terminado. Si mencionar al colonialismo como un proceso inacabado molesta a quienes reivindican todos los avances tecnológicos de nuestro espacio-tiempo, para los pueblos originarios esto es una realidad concreta. Han pasado siglos, sin embargo poco se ha aprendido sobre las consecuencias de este divorcio entre el ser humano y la naturaleza.
¿Podemos nosotras, personas blancas, prever los próximos años? Muchos especialistas han alertado por la amenaza de nuevas infecciones zoonóticas directamente relacionadas con nuestra intromisión en los ecosistemas y hay evidencias de que la forma de producción de la industria cárnica es una gran aliada para el agravamiento de esta situación. Asimismo, no han cesado los ataques a los ecosistemas sensibles que son no solo importantes para garantizar nuestra salud como también para la vida misma en el planeta. Al fin y al cabo, pareciera que es preferible la muerte colectiva al cambio en el modelo de producción y consumo.
Los pueblos originarios, sin embargo, guardan en la memoria las enfermedades traídas por los “conquistadores” europeos y, a pesar del sufrimiento guardado dentro de la historia, la resistencia y la capacidad de luchar de sus ancestros les convoca a luchar con coraje contra una amenaza más a sus existencias. Y si la situación para nosotras, personas blancas, es devastadora, para los indígenas se suma a otras problemáticas como la epidemia de dengue y la carencia de acceso a un sistema de salud adecuado para los indígenas, más allá del envenenamiento de sus aguas y suelos que son sus fuentes de subsistencia y que, para muchos de ellos, significa el envenenamiento de sus propios cuerpos.
Si lo que nos convoca es el retorno a una cierta normalidad que nos de condiciones para seguir luchando contra un sistema genocida, que ahora se hace más evidente porque está tocando a los sectores —incluso dentro de las izquierdas y sectores progresistas— que siempre se negaron a reconocer que nuestra sociedad se sostiene desde una estructura racista, entonces lo que tendremos será solo un genocidio más radicalizado, será la consolidación del ecofascismo.
En medio de esta realidad, los próximos días 18 y 19 de julio, se llevará a cabo la Asamblea Mundial por la Amazonia. La autoconvocatoria es un esfuerzo de varias organizaciones y activistas para organizar la resistencia y pensar salidas a la encrucijada en la cual nos encontramos. La propuesta está organizada en tres ejes (campañas): COVID-19, Boicot y Movilización.
El COVID-19 consiste en una campaña mundial para hacer frente a los graves impactos del Covid19 sobre poblaciones indígenas, afrodescendientes y de toda la Amazonía. El Boicot diseña una campaña mundial para dejar de comprar productos de empresas e inversiones, al mismo tiempo que luchando contra políticas gubernamentales, acuerdos comerciales y extractivismos que destruyen la Amazonía. Y la Movilización está pensada en forma de jornadas mundiales para detener el etnocidio, el ecocidio y el extractivismo, apuntando a salvar la Amazonía que es esencial para hacer frente al cambio climático.
Esta crisis —por supuesto sistémica, pero sobre todo civilizatoria— convoca a repensar el concepto de progreso, crecimiento, desarrollo y sentido de la vida. Juntarnos a los pueblos originarios para proteger a nuestros bienes comunes parece ser una de las salidas más asertivas.
Informaciones:
Website:
https://asambleamundialamazonia.org