La fuerza de la no violencia fue publicado en febrero y traducido recientemente al español. En este ensayo, Judith Butler se pregunta por los modos de representación de los que disponemos para aprehender la violencia y propone, frente a ellos, una disputa semántica. La filósofa parte de la premisa de que la interdependencia es una condición inherente a los seres humanos y plantea la necesidad de apostar a una ética y una política de la no violencia, en tanto desobediencia civil radical frente al individualismo.
Judith Butler (Cleveland, 1956) es una intelectual prolífica. Su producción abarca libros y artículos académicos, reflexiones sobre la coyuntura al calor de las circunstancias y las demandas, colaboraciones y libros en coautoría. Forma parte de múltiples espacios de debate académico, publica periódicamente en distintos formatos de divulgación, participa activamente en la escena pública y aborda distintos problemas teóricos y discusiones éticas. Una de las principales características de su obra es que, a partir del diálogo con los debates que produce y las críticas que se le hacen, está en permanente proceso de escritura y reformulación.
En el libro Dar cuenta de sí mismo (2005) la propia autora desarrolla el devenir de su pensamiento. Comienza destacando las lecturas de los idealistas y de la teoría marxista, continúa explicitando el hito que significó Simone de Beauvoir para su trabajo y llega hasta la instalación de sus preocupaciones actuales, vinculadas al mundo social, la tensión entre estructura y acción, y la responsabilidad ética. Es una obra atravesada por el psicoanálisis, la teoría del discurso, la filosofía del lenguaje, el posestructuralismo, el psicoanálisis y la teoría de género.
Butler empezó trabajando sobre Hegel (al que dedicó su tesis doctoral) para luego abordar los problemas del género, el lenguaje y el cuerpo en relación con el deseo y el reconocimiento. En la última etapa de su producción se ha centrado en problemas éticos y políticos vinculados a la gestión de la vida y la muerte. La repercusión que ha tenido su trabajo se evidencia en la enorme cantidad de textos que se dedican a presentar, organizar, analizar y discutir sus principales ejes conceptuales. Al mismo tiempo, su figura, su vida íntima y pública, así como su presencia en diversos acontecimientos sociales y su apoyo en numerosas manifestaciones han suscitado diferentes reacciones a escala global. En Butler la teoría no es un modo transparente de representación, sino una condición que produce sentidos posibles frente a la pregunta por la transformación social.
VULNERABILIDAD, VIOLENCIA Y RESISTENCIA
La fuerza de la no violencia se abre con tres epígrafes, uno de Mahatma Gandhi, otro de Martin Luther King y otro de Angela Davis. El libro se divide en una introducción y cuatro capítulos: «No violencia, duelidad y crítica al individualismo», «Preservar la vida del otro», «La ética y la política de la no violencia» y «La filosofía política en Freud: guerra, destrucción, manía y la facultad crítica». Para finalizar, incluye una posdata titulada «Repensar la vulnerabilidad, la violencia y la resistencia».
Butler comienza planteando preguntas sobre cómo ha sido definida la violencia. Expone la necesidad de cartografiar las apropiaciones semánticas del término para comprender a qué sujetos, actualmente, se les atribuye conductas violentas: «No podemos precipitarnos al fenómeno en sí sin pasar por los esquemas conceptuales que deciden el uso del término en varias direcciones, y sin un análisis de cómo operan esas decisiones». Con este procedimiento inicial, busca interpelar las justificaciones que se han realizado, desde cierto pensamiento de izquierda, del uso de la violencia en tanto herramienta estratégica frente a las violencias estructurales e institucionales. A través de las ideas de Walter Benjamin, advierte que la defensa instrumentalista de la violencia alimenta el problema de la destrucción en un mundo que se nos presenta como un campo de fuerza. En este sentido, además de develar que las representaciones de la violencia suelen estar sujetas a definiciones instrumentales que sirven a determinados intereses, subraya que la violencia contiene una ética egológica y una política individualista. Según la autora, en la actualidad ciertos discursos radicales de la defensa de la libertad personal se encuentran íntimamente ligados al derecho de hacerles daño a los demás y alimentan el impulso de la muerte en el contexto del mercado y la necropolítica.
Butler rompe con la idea de que la no violencia perpetúa el statu quo y, a lo largo del texto, entiende que su fuerza –idea que filia con la satyagraha o «fuerza del alma», de Gandhi– es una potencia colectiva superadora: «Como respuesta a la objeción de que una posición a favor de la no violencia sencillamente no es realista, esta línea de argumentación sostiene que la no violencia requiere una crítica de lo que se considera realidad y afirma el poder y la necesidad del antirrealismo en momentos como este». A lo largo del libro, insiste en advertir que existen formas de fantasmagoría política que implementan una «lógica defensiva impregnada de paranoia y odio» con el objetivo de legitimar el uso de la violencia por los poderes que siempre la han ostentado.
Uno de los ejes de su argumentación parte de su lectura crítica de la filosofía política contractualista. La autora sostiene que «algunos representantes de la historia del pensamiento liberal nos pueden haber hecho creer que aparecemos en este mundo político y social desde un estado de naturaleza» y llama la atención sobre la ruptura entre la ética y la política. El valor de los relatos de un estado primario natural de los seres humanos, sostiene, radica en el poder de estas ficciones, que «nos provee de una condición contrafáctica para evaluar nuestra situación contemporánea».
A través de una noción de interdependencia psicoanalítica y social, Butler desarrolla una aguda crítica del individualismo abstracto que caracteriza nuestra actualidad. Articula las ideas de Freud sobre la pulsión de muerte, el duelo y la melancolía con los trabajos de Melanie Klein, para comprender cómo ha sido la relación entre ética y violencia. Luego de ese recorrido, propone que el sujeto se encuentra siempre en una relación de interdependencia con otros y, por ende, resulta indispensable el reconocimiento de su condición de precariedad.
El análisis acerca de la tensión entre las nociones de vulnerabilidad y resistencia constituye uno de los núcleos del libro. La vulnerabilidad, generalmente, es entendida como la condición de ser potencialmente dañados. Butler apunta que, además, debe referir al carácter interdependiente de nuestras vidas. Si el individualismo se correlaciona con la economía de mercado, la interdependencia debe ser pensada a partir de principios de habitabilidad, igualdad y libertad social. La desigualdad supone mayores posibilidades de morir, por eso una política de la no violencia es necesaria. El pensamiento tradicional, que entiende la resistencia como una actividad pura que vence un estado de subyugación, pasa por alto que esa resistencia no implica la desaparición de la vulnerabilidad. Así, Butler sostiene que no se debe concebir la vulnerabilidad como una condición y que debe ser el fundamento de la acción política.
EL DUELO
El enfoque del valor igualitario de la vida, la perspectiva relacional, la autoconstitución del sujeto a partir de otros y la gestión de la vida y la muerte son asuntos que Butler viene desarrollando desde su libro Vida precaria (2004). Allí, llamó la atención sobre el borramiento en la representación pública de los nombres, las imágenes y las narraciones de los asesinados por Estados Unidos y, a partir de la recuperación de Emmanuel Lévinas, elaboró sus concepciones de vulnerabilidad y ética de la responsabilidad, que se articulan con el concepto de duelo.
En La fuerza de la no violencia la idea de duelo no se limita a una necesidad personal de llorar una pérdida. El ejercicio del biopoder, en alianza con la necropolítica, gestiona la vida y la muerte y, por ende, decide qué vidas son dignas de ser lloradas y cuáles no. Es el duelo público lo que otorga valor a las vidas de las personas. Butler sostiene que hay una distribución diferenciada de la duelidad –neologismo utilizado en las traducciones para referir al concepto grievability–, que refiere al derecho de una persona a tener una vida que importa y cuya pérdida merece ser llorada. La desigualdad manifiesta en la gestión de la vida y la muerte hace que, a veces, cuando las muertes no son reconocidas, el duelo público asuma la forma de protesta. Así sucede, ejemplifica la autora, en «Women in Black, en las Abuelas de Plaza de Mayo, en Argentina, y en los familiares de los 43 de Ayotzinapa». Se trata de colectividades que no solamente reclaman el derecho a la duelidad, sino que ponen de manifiesto la existencia de una distribución diferencial del valor de la vida que deviene en la constatación de que ciertos cuerpos no importan.
La duelidad en Butler es un acto de lucha contra la desigualdad, una práctica de memoria que se opone a la lógica de guerra, a las desapariciones, a las violencias estatal, racista y de género, al dejar morir: «No podemos asumir sin problemas una definición de violencia y luego comenzar nuestros debates morales sobre justificaciones sin haber examinado antes críticamente cómo ha quedado circunscripta la violencia y cuál de sus versiones funciona como presupuesto». Además de analizar la violencia racista y eventos geopolíticos de relevancia actual, Butler aborda en este libro el tema del feminicidio, analiza su carácter sistémico, la impunidad estructural, y lo describe como una forma extrema de terrorismo sexista. Destaca lo que sucede en Brasil, Honduras, Guatemala, Argentina y Venezuela, y da cuenta de que, pese a la violencia, persisten entramados de solidaridad colectiva que les dan un carácter transversal a las alianzas.
La autora argumenta por qué la no violencia es diferente a la violencia destructiva: la no violencia requiere desarrollar un nuevo imaginario que asuma la interdependencia de las vidas humanas y no humanas. Su postura consiste en buscar una forma de vivir en el mundo que pueda dar cuenta del enojo y la agresividad conducidas a la transformación de las estructuras que garantizan un sistema desigual: «Aun cuando ninguno de nosotros está liberado de la capacidad de destrucción, o precisamente porque ninguno de nosotros está exento de ella, la reflexión ética y política desemboca en la tarea de la no violencia. Es precisamente porque podemos destruir que tenemos la obligación de saber por qué no».
La fuerza de la no violencia, de Judith Butler, Paidós. 254 págs.
PERSISTENCIA RADICAL
Desde que El género en disputa fue publicado, en 1990, ha causado múltiples controversias en distintos campos del saber. En 1999 el libro fue reeditado con un prefacio en el que Butler da cuenta de las críticas y los debates que venían provocando sus planteos. Se le señaló, en el mundo angloparlante, la excesiva influencia del pensamiento francés. También se le criticó el lenguaje poco claro y, en las lecturas críticas, hubo una tendencia generalizada a confundir la noción de performatividad utilizada por la autora con el término referido a las artes de escenificación pública.
Durante esos nueve años, una de las controversias más extendidas surgió de la recepción del libro en Alemania, donde se la acusó de negar la materialidad del cuerpo. A pesar de que tanto en Cuerpos que importan (1993) como en Deshacer el género (2004) la autora desarrolla exactamente la posición contraria, algunos discursos y posiciones feministas aún insisten en que su crítica del género es antimaterialista y relativista. Este malentendido se hizo aún más evidente con el problema de las traducciones y del vocabulario disponible en cada idioma para referir a sus conceptos. Sin ahondar en cuestiones específicas, es importante subrayar que, para Butler, la relación entre el cuerpo y el lenguaje está configurada como quiasmo. El cuerpo excede la captura del esfuerzo lingüístico, pero, al mismo tiempo, está disponible en el mundo mediante la descripción. La idea del género como acto político performativo –emplazada en la interpretación derrideana de John Langshaw Austin– supone reconocerles agencia a los cuerpos que han sido desplazados, oprimidos y dominados. A lo largo de su obra, Butler desarma configuraciones naturalizadas como las de sexo e identidad y plantea una crisis respecto a la noción de género. No niega la materialidad del cuerpo: encuentra en la lectura del género y su representación un problema histórico y político.
Recientemente, otro acontecimiento público –esta vez en América Latina– volvió a demostrar que Butler importa en tanto figura que irrumpe, provoca e incluso convoca a quienes jamás la leyeron. Para el 7 de noviembre de 2017 estaba anunciada una conferencia suya en el coloquio «Los fines de la democracia», en el centro cultural SESC Pompeia, de San Pablo. Se trataba de una actividad coorganizada por la Universidad de California en Berkeley y la Universidad de San Pablo. Desde que fue difundida, varios grupos conservadores solicitaron al SESC que cancelara el evento. Se hicieron campañas en redes sociales con el hashtag #ForaButler y la petición creada en el portal Citizen Go para que el seminario fuera revocado logró más de 350 mil firmas. El día de la conferencia hubo una manifestación en la que, al grito de «¡Quemen a la bruja!», se quemó una muñeca que simulaba una bruja con la cara de Butler, y la intelectual debió ser escoltada. También circuló un video en las redes sociales que la mostraba en el aeropuerto de Congonhas siendo agredida con gritos contrarios no sólo a su visita, sino también a sus ideas.
Luego de lo sucedido, Butler se refirió al hecho en la revista Folha de São Paulo, de Brasil, y el suplemento «SOY» de Página 12, de Argentina, en una nota titulada «El fantasma del género»: «Desde el comienzo hubo una charla imaginaria en lugar de la conferencia real, y se decía que yo iba a dar una ponencia, cuando, en verdad, yo era la organizadora de un evento internacional sobre populismo, autoritarismo y la impresión contemporánea de que la democracia está siendo atacada. No sé cuánto poder le atribuyeron a la charla que yo supuestamente iba a dar. Habrán tenido la idea de una conferencia muy poderosa, dado que aparentemente era para atacar a la familia, la moral e incluso la nación».1 La conferencia de Butler, tal como ella misma se encargó de aclarar, no trataba sobre teoría de género, sino sobre los fines de la democracia. Sin embargo, quienes se manifestaron en su contra portaban crucifijos, Biblias y carteles que proclamaban el «fin de la ideología de género», poniendo el foco, nuevamente, en una interpretación muy pobre de su producción.
Vale la pena, entonces, trazar la historicidad de la obra y el activismo de Butler para reconocer que lo que pasó en Brasil no fue un malentendido y que se enlaza, justamente, con el problema de la violencia al que dedica sus trabajos. Si el actual estado de excepción y transparencia encuentra su alianza perfecta en la amenaza del caos, la inseguridad y el exterminio, es necesario ponderar y reconocer el lugar de quienes, a través de su pensamiento, provocan una ruptura y hieren el engranaje. Desde la crítica a la ocupación en Palestina, los conflictos en Turquía, las desapariciones en América Latina y el movimiento antirracista hasta la crítica al voluntarismo, la ética belicista de Estados Unidos, los muertos de Irak y la denuncia del discurso provida y del individualismo como moral destructiva, Butler da cuenta de cómo teoría y activismo pueden hacer emerger una praxis necesaria para la transformación social.
En tiempos en los que parecería que el término intelectual está agotado y sus usos no pueden ser resignificados, Butler interviene con el saber, en lo público, de manera política. Esa intervención tiene forma de divulgación y acto pedagógico, en el campo académico, en los medios de difusión masivos y alternativos, y a escala global. La autora articula los saberes con la praxis, y su llamado refiere a una desobediencia civil enmarcada en la no violencia. Es una intelectual comprometida con el derecho a persistir, a que todas las vidas importen, a que no haya vidas que no puedan ser lloradas, a la habitabilidad sostenible del planeta. Para Butler, esos derechos sociales deben ser reclamados desde la ética de la no violencia: «Interdependiente, nuestra persistencia es relacional, frágil, a veces conflictiva e insoportable, a veces plena y gozosa. Mucha gente dice que no es realista plantearse la no violencia, pero tal vez estén demasiado fascinados con la realidad».
1. Butler, Judith (2017), «El fantasma del género», en el suplemento «SOY» de Página 12. Buenos Aires. https://www.pagina12.com.ar/77673-el-fantasma-del-genero