La denominada Gloriosa, revolución de septiembre de 1868 en el estado español, contó con una significativa presencia de los sectores populares, progresistas y republicanos; la septembrina logró derrocar –y enviar al exilio- a la reina Isabel II de Borbón y promulgar la Constitución de 1869, que entre otros puntos reconocía el sufragio universal masculino. En Valencia destacó la figura del liberal progresista, exalcalde y después gobernador civil (1868-1870), José Peris y Valero.
“En las elecciones municipales y a diputados provinciales de diciembre de 1868 y enero de 1869, los republicanos demostraron una fuerza abrumadora; obtuvieron la mayoría en el Ayuntamiento de Valencia y un gran apoyo en las elecciones a Cortes; en este momento el republicanismo valenciano caminaba un paso por delante del republicanismo en el conjunto del estado español”, subraya el doctorando en Ciencias Sociales por la Universitat de València, Xavier Granell.
Granell es miembro del consejo editorial de la revista Agon. Qüestions Polítiques y colaborador del colectivo Debats pel Demà. Ha participado en el Curs d’història política de les esquerres valencianes, que entre octubre y marzo organiza –en ocho sesiones presenciales y gratuitas- La Fènix. Universitat Popular en colaboración con el periódico La Directa. El curso se desarrolla en la Facultad de Geogràfia i Història de la Universitat de València.
El colectivo La Fènix está integrado por militantes del proyecto Agon; Arada sobre feminismos y memoria; y el Seminario de filosofía política de la Universitat de València. La iniciativa responde, entre otras razones, a que la Historia “es un producto de las clases populares contada, en la mayoría de los casos, por las clases dominantes”.
En la ponencia del 6 de octubre sobre La Primera República al País Valencià. Federació, revolució i cantons, y en un artículo publicado en La Directa, Xavier Granell destaca respecto al triunfo de la Revolución gloriosa y sus consecuencias: “La exclusión de los republicanos del gobierno estatal, la desigual implantación de los federalistas en el estado español y el liderazgo de los progresistas en el proceso que culminaría con la aprobación de la Constitución de 1869, generó un cierto distanciamiento entre la base social del republicanismo que actuaba en el ámbito local y los dirigentes del partido”.
El doctorando y colaborador de La Fènix hizo mención al Pacto Federal de Tortosa, de mayo de 1869, firmado por representantes de Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares (antiguas provincias de la Corona de Aragón), inspirado en un republicanismo federal según lo entendían –construido desde las entidades políticas inferiores a las superiores- dirigentes como Francesc Pi i Margall (años después presidente de la Primera República, entre junio y julio de 1873). Al Pacto de Tortosa siguieron otros de idénticas características en el estado español.
En octubre de 1869 se produjo en Valencia una insurrección republicana federal, que comenzó en Cataluña y también cobró fuerza en Zaragoza. Xavier Granell explica que -en buena medida- fue una respuesta a la disolución de la Milicia Nacional y la suspensión de las garantías constitucionales por el Gobierno central. El ciudadano integrante de la milicia, que participó en la insurrección, y político republicano Juan Domingo Ocón, escribió un mes después la reseña de 46 páginas titulada Los héroes de Valencia, en la que resumía: “Valencia sostuvo nueve días de titánica lucha, sufrió el último siete horas y media de bombardeo”.
Otro episodio abordado por Granell, en el contexto de la Primera República Española, es la Revolución Cantonal del verano de 1873, que siguió una dinámica de abajo arriba (en la construcción de la República federal) y cuyo epicentro los historiadores sitúan en Cartagena. En la Universitat Popular La Fènix, el ponente analiza los cantones de Valencia (durante 13 días, antes que los bombardeos forzaran su rendición) y Torrevieja.
En el caso de Valencia, “los dirigentes de la junta eran más bien partidarios de un republicanismo moderado”; con todo “la presencia popular en el cantón es poco discutible”, incluidos los internacionalistas seguidores de Bakunin y Marx, escribe el investigador. “Dentro de aquellos batallones se produjeron enfrentamientos entre los republicanos de orden y los partidarios del cambio social” (más que avanzar en profundas reformas sociales, se trataba de implantar una República Federal desde abajo).
En cuanto a Torrevieja (8.500 habitantes en la década de 1870), fue el primer municipio del País Valenciano en adherirse a la rebelión cantonal, el 19 de julio de 1873. Surgió –de manera espontánea- impulsada por los republicanos de la ciudad. Sin influencia de los internacionalistas ni un gran programa de reformas sociales, en el campo popular destacaron dirigentes como Concha Boracino, que pidió el ingreso de Torrevieja en el cantón murciano y de quien –tras la liquidación del movimiento cantonal- no se tiene noticia alguna.
Por otra parte, una figura notable del republicanismo popular en la ciudad de Valencia fue el político carismático, novelista y periodista Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928). Entre los especialistas en populismo blasquista se halla el fallecido historiador Ramir Reig, quien cita la crisis de 1898 como referencia en la irrupción de Blasco en la política española (ese año fue elegido por primera vez diputado nacional).
“En 1901 obtiene la confirmación de su proyecto triunfando clamorosamente en las elecciones al Ayuntamiento. En 1903 puede aportar a la Unión de los republicanos de toda España la fracción más numerosa y activa”, explicaba Ramir Reig en Obrers i ciutadans. Blasquisme i moviment obrer (Ed. Alfons el Magnànim, 1982). Los blasquistas participaron en el lanzamiento de las sociedades obreras en la ciudad de Valencia.
Una de las sesiones del curso de La Fénix –Blasquisme i el món de les classes populars valencianes: Blasco i Azzati– se dedicó a este movimiento de masas enfrentado a la oligarquía de la Restauración y la monarquía de Alfonso XIII; laicista y anticlerical, organizado a través de una red de casinos urbanos y que tenía como portavoz al periódico El Pueblo, fundado por Blasco en 1894.
El politólogo y ponente, Xavier Calafat, recuerda que, en sus orígenes, el blasquismo engarzaba con el republicanismo federal de corte pimargallano y que fue, hasta 1934, el republicanismo hegemónico en la capital valenciana. El ideario predominante en el partido fue esencialmente plebeyo, “y no será hasta los años 30 cuando se confirmará la deriva derechista del partido al colaborar con el gobierno radical-cedista”.
Xavier Calafat es miembro del consejo editorial de Agon; subraya los vínculos del blasquismo -ya desde finales del siglo XIX- con el movimiento obrero de la ciudad; el partido encabezado por Blasco Ibáñez “recogió una firme base social obrera fruto de las campañas en El Pueblo y una política hacia las sociedades obreras basada en el respeto a su autonomía y la protección mediante el presupuesto del Ayuntamiento de Valencia”, explica. Militantes anarquistas como Anselmo Lorenzo escribieron en El Pueblo.
En su intervención en la facultad de Història y el texto de La Directa, el colaborador de Debats pel Demà plantea una cuestión de interés: “¿Fue el blasquismo un movimiento valencianista?” (En 1962 el escritor valenciano en lengua catalana, Joan Fuster, había valorado en el ensayo Nosaltres els valencians: “El día que sea examinada desapasionadamente la conducta política de Blasco, veremos que ha sido claramente funesta para el País Valenciano y para todas sus clases)”.
Calafat responde en negativo a la pregunta si esta se plantea de forma maniquea; entre otras razones, por la influencia del jacobinismo francés en el autor de Cañas y barro o La bodega (más aún en quien fue su sucesor al frente del Partido de Unión Republicana Autonomista, el periodista y diputado Félix Azzati). Además, Blasco criticó con fuerza y se distanció de la Renaixença cultural y literaria de la segunda mitad del siglo XIX, abanderada en su tendencia conservadora, folklórica y regionalista por el poeta Teodoro Llorente.
Pero esto no significa, a juicio del politólogo y colaborador de La Fènix, que a Blasco se le pueda alejar definitivamente de una propuesta nacional valenciana; de hecho, afirma, “el blasquismo asumirá y potenciará el valencianismo popular de los barrios de la ciudad, su lenguaje incorrecto y descarado, su tono vital, sus formas de sociabilidad calurosas (…)”. Además, formularon una lectura valencianista del blasquismo militantes como Vicent Marco Miranda, uno de los fundadores en 1934 de Esquerra Valenciana. Dos años después Marco Miranda fue elegido diputado -en las elecciones generales de febrero- en la candidatura del Frente Popular.
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