Cultura y pedagogía es lo que hace falta para acabar con el antigitanismo en España. Los propios gitanos y gitanas nos dan algunas claves para entender mejor la historia de su pueblo.
Hay un cuento popular en los Balcanes que se propone explicar por qué los gitanos se hicieron músicos. Al decir de la leyenda, Dios le regaló a san Pedro un violín para que la música pusiera a la gente de buen humor y así se evitaran las peleas. Pero el santo no quería cargar él solo con la responsabilidad. Necesitaba que más gente se uniera a él en su labor pacificadora. «¿Y quiénes podrían ser?», preguntó Dios. «Deja que sean los gitanos –respondió san Pedro–. Deja que entretengan a la gente para que no se vierta sangre cuando beban y estén de juerga». A lo que Dios respondió: «Que así sea».
Entre la fantasía del cuento emerge una gran verdad: que el pueblo gitano, tenido a menudo como misterioso y encerrado en sí mismo, ha sido increíblemente generoso con su arte. Lo ha dispersado con largueza para abrirse al mundo y para explicarse a sí mismo. Y no ha sido solo con la música, como veremos a continuación.
En la creación artística hay, además, un hecho diferencial que coloca al pueblo romaní al margen de los clichés: su contumaz heterodoxia. Tan cierto es su apego a la tradición como su inclinación por la disidencia. Siempre se ha dicho, por ejemplo, que los gitanos no cantan por peteneras porque da mal fario. Y es así… con gloriosas excepciones: en realidad, nadie las ha cantado mejor que la Niña de los Peines. Esa «concepción ilimitada y sublime por la libertad», en palabras de Juan de Dios Ramírez-Heredia, alcanza, pues, a la propia etnia. Y por eso, aunque parezca paradójico, que haya gitanas escritoras y gitanos profesores universitarios o políticos, no debería extrañar tanto. En realidad es muy gitano.
Serán estos calés singulares, precisamente, quienes compartan con nosotros algunas de sus claves culturales. ¿Qué libro, qué película, qué disco consideran especial a la hora de conocer mejor al pueblo gitano?
Un viaje épico
Ismael Cortés es diputado de En Comú Podem por Tarragona y siente debilidad por la película Latcho Drom (1993), una obra fundamental dentro de la cultura gitana europea que destaca por la ambición de su director, Tony Gatlif. «Es una película imprescindible», asegura Cortés. «En ella cuenta el viaje del folclore gitano desde la India hasta España. Gatlif va trazando ese hilo que conecta dos sitios tan distantes, pasando por cada uno de los países de la diáspora».
No es extraño que Cortés esté interesado por esta visión trasnacional del pueblo gitano. No en vano es doctor en Estudios Internacionales de Paz y Conflicto y ha trabajado en universidades de Budapest, Nottingham o la misma Carlos III de Madrid. El crítico Jonathan Rosenbaum dijo de Latcho drom (con su viaje a través de India, Egipto, Turquía, Rumanía, Hungría, Eslovaquia, Francia y España) que es una película «que no tiene nacionalidad en absoluto». También dijo que es «una declaración política», «un relato épico», «una evocación poética» y, más sucintamente, «una obra maestra». Cortés coincide: «Está todo. Recoge episodios tanto de alegría como de sufrimiento. Y a través de la música y las imágenes desprende una maestría impresionante. Esta peli es fundamental».
En sus recomendaciones, el diputado también quiere abrir el capítulo de las artes gráficas. En ellas destaca el trabajo de la pintora Lita Cabellut. «Tiene una técnica pictórica muy personal con la que muestra el desgarro de los personajes», explica. «Pinta primeros planos, aunque no siempre. A veces incluye otras partes del cuerpo. Pero en los retratos, bastante amplios, logra captar el desgarro a través de la expresión, a través de la mirada, de la sonrisa, de la risa, del llanto… Es magnífica mostrando las tensiones internas».
Cabellut es una artista española radicada en La Haya desde hace varias décadas. Su trabajo, aunque centrado en la pintura, abarca muchas otras disciplinas, como la poesía, la escultura, la fotografía o el videoarte. Pasó su niñez en las calles de Barcelona; hoy tiene obra permanente en varios museos del mundo (Italia, Corea del Sur, Francia, España, Grecia, Países Bajos…).
Pedagogía gitana
Decía James Baldwin que «la historia de Estados Unidos es la historia de los negros de Estados Unidos». Lo que ocurre es que, normalmente, los estudios académicos han dejado al margen ese enfoque. Y lo mismo ha pasado en España. Nuestro país, por otra parte tan preocupado por autoanalizarse, ha estudiado profusamente el perfil autoritario y represor que ha caracterizado el ejercicio del Estado desde hace 500 años, pero lo ha hecho sin atender a una de sus principales víctimas: el pueblo gitano.
Fernando Macías es doctor en Educación y Sociedad y profesor de la Universidad de Barcelona. Y gitano. Su especialidad es la de la pedagogía y sus estudios tratan tanto de mejorar la inclusión del alumnado gitano en las aulas como de ampliar la visión del propio profesorado, quien carga también con recelos y prejuicios seculares. ¿Podría usarse alguna obra artística como material didáctico para fomentar la tolerancia y el conocimiento sobre el pueblo gitano entre alumnos payos y sus profesores? «No hay una sola obra capaz de hacer eso», avisa. Macías pone el foco en el desconocimiento que existe sobre la experiencia de ser gitano en España: «Para conocer al pueblo gitano es necesario conocer su historia. Y eso pasa por conocer todas aquellas contribuciones artísticas que han explicado, desgraciadamente, nuestras fatigas». Y añade recogiendo el espíritu de Baldwin: «No se entiende la historia de nuestro país sin árabes, judíos y gitanos. Simplemente no se entiende».
Las fatigas de las que habla Macías empiezan en el siglo XV y la persecución no termina (si es que lo ha hecho alguna vez) hasta hace bien poco. «En el Código Penal, hasta 1982 –puntualiza Macías–. Y de facto, hasta bien entrado el siglo XXI. Un estudio de 2016 de Amnistía Internacional decía que parecer gitano o árabe (no hay que serlo, basta con parecerlo) multiplica por diez las posibilidades de ser detenido en la vía pública».
Las primeras leyes antigitanas en España las dictaron los Reyes Católicos en 1499 y, en diferente grado punitivo, se extendieron hasta el tardofranquismo. Buscaban acabar con su modo de vida nómada y los castigos iban de los latigazos a la pena de muerte, pasando por el corte de las orejas, la condena a galeras o los trabajos forzados en las minas. Todo esto ha sido apenas una nota a pie de página en el gran libro de nuestra historia. Y desde luego no ha llegado a las aulas.
Entre los artistas que han tratado este tema destacan el dramaturgo José Heredia Maya, autor de Camelamos naquerar, y el cantaor Juan Peña, El Lebrijano. Su disco Persecución, con textos del escritor Félix Grande, es una obra maestra a medio camino entre el reportaje, la poesía y el cante jondo. «Es cierto que el flamenco, si analizas las letras y los palos, hablan de todo ese pasado. Lo que no sé, desde un punto de vista educativo, es si eso, a la larga, podría caer en un estereotipo. Los gitanos estamos haciendo contribuciones culturales en multitud de disciplinas, no solo en la música y no solo en la música flamenca», explica Macías. «Tomemos el caso de Dorantes, por ejemplo, que sobrepasa el ámbito del flamenco para abrazar toda la música clásica. O a los gitanos que estamos en el mundo de la academia y la educación, que no investigamos solo para mejorar la situación de los gitanos sino la de todos los alumnos vulnerables. Lo que ocurre es que nuestras contribuciones culturales o científicas no se tienen en cuenta».
De igual modo, los medios de comunicación han perpetuado una determinada visión criminal del gitano, obviando todas las historias que se apartan de ese guion. «En una conferencia en Alicante, una gitana mayor que pertenecía al movimiento asociativo usó una expresión que se me ha quedado grabada: ‘los gitanos invisibles’ –relata Macías–. Creo que es estrictamente necesario incorporar al discurso pedagógico a esos gitanos invisibles. Es la única manera de desmontar todo el imaginario colectivo que existe alrededor del pueblo gitano».
El profesor pone algunos ejemplos para subrayar esta invisibilidad: «Muy poca gente sabe que uno de los padres de nuestra Constitución es gitano: Juan de Dios Ramírez-Heredia, nuestro querido tío Juan de Dios. Tampoco sabe mucha gente que la presidenta de la comisión para temas de violencia de género en el Congreso es gitana y se llama Beatriz Carrillo. En el ámbito más popular, tampoco mucha gente sabe que los futbolistas Reyes y Navas son gitanos. Ni que en el ámbito académico, en la Universidad de Harvard, una de las autoras más citadas en materia de salud pública también es gitana de origen rumano: Margareta Matache».
«En las aulas –concluye Macías– deberían entrar todas aquellas obras artísticas que hablan de la historia del pueblo gitano para que alumnos y profesores puedan reflexionar, compartir, debatir sobre una historia que es la nuestra, la de los gitanos, y también la de todo un país».
Gitanos con ‘buena letra’
La poeta y ensayista Noelia Cortés abundaba en esta idea del olvido selectivo del pueblo gitano en el programa Carne Cruda: «El mérito de la poesía del imaginario flamenco que se da en el nombre de España es de los gitanos».
La confusión (o la fusión interesada) empezó probablemente con los escritores orientalistas franceses que llegaron a España en el siglo XIX ansiosos de exotismo. Lo gitano, entonces, comenzó a identificarse directamente con lo español, lo que constituye quizás uno de los primeros casos conocidos de apropiación cultural: perseguidores disfrazados de perseguidos.
Cortés, en su ensayo La higuera de las gitanas, toma la poderosa imagen descrita por Sylvia Plath (esa higuera en la que cada fruto es otra Sylvia Plath posible, en la que cada higo es una multiplicación de la anhelada e inaccesible libertad) para hablar de esas mujeres gitanas injustamente olvidadas a pesar de su indiscutible valor. La autora (ella misma experta rompedora de estereotipos) se pregunta en su libro por la ausencia de escritores gitanos en el canon literario y redobla la apuesta con ánimo feminista: ¿qué pasa, que no hay escritoras gitanas? Y las hay, claro que las hay. Cómo no las iba a haber.
Cortés nos habla de una de ellas y de su obra para seguir profundizando en el conocimiento del pueblo gitano: «Philomena Franz, autora de Entre el amor y el odio, que es el testimonio del Holocausto narrado desde los recuerdos de una niña gitana».
Franz, que sobrevivió a Auschwitz y que sigue viva hoy, a sus 100 años, compatibilizó su labor de escritora y testigo de la tragedia con la de activista. Durante décadas recorrió colegios de toda Alemania para contar a los alumnos aquel horror, aunque siempre desde la dulzura de la niña que fue, «sin odio»,precisa, «sin acusaciones, tomando partido por la reconciliación». Una labor humanista y pedagógica de la que España, ya se ha dicho, debería tomar nota.
Otra de las escritoras gitanas más admiradas por Noelia Cortés, la polaca Papusza, compuso Lágrimas de sangre, uno de los poemas más elocuentes sobre el porraimos (la palabra romaní que designa el genocidio perpetrado por los nazis contra el pueblo gitano). Ambas, Franz y Papusza, se movieron entre dos aguas, las de la rica tradición oral que les venía de fábrica y las de la cultura escrita de los académicos. España también tiene ejemplos así.
«Curro Albayzin es una enciclopedia viva», asegura al respecto Cortés. Este gitano bailaor, toda una celebridad local, es también el autor de Zambras de Granada y flamencos del Sacromonte, «que documenta la historia del pueblo gitano en el Sacromonte y su influencia en la identidad del cante, dando detalles humanos de las vidas de todos los habitantes originales de las cuevas».
Y continuando con el flamenco, Noelia Cortés cita a otro artista ineludible del que ya se ha hablado aquí: El Lebrijano. Su álbum Persecución, insiste la escritora, «es un recorrido musical por los intentos de exterminio a nuestro pueblo».
A la también escritora Silvia Agüero le gusta decir que «hay que gitanizar el mundo». Lo dice contraponiendo una serie de valores diametralmente opuestos a los de la burguesía capitalista, esa misma que precariza y esclaviza al mundo entero. Atendiendo a esa máxima, la canción Dame la libertad (con letra del payo Juan Manuel Caballero Bonald) resume los afanes y singularidades de todo un pueblo (perseguido precisamente por eso, por su anhelo de libertad) y se convierte en mensaje subversivo y universal: «Dame la libertad del agua de los mares. Dame la libertad de la tormenta. Dame la libertad de la tierra misma. Dame la libertad del aire. Dame la libertad de los pájaros de las marismas, vagadores de las sendas nunca vistas».
Fuente: https://www.lamarea.com/2022/12/02/los-gitanos-recomiendan/