México, Estados Unidos, Chile, Argentina, fueron países de acogida para nuestros republicanos españoles. También lo fue el Magreb. Entre las tantas lagunas que aún quedan por descubrir de nuestra maltrecha memoria histórica reciente, una de las más desconocidas, por no decir ignoradas, es la del exilio republicano en Túnez.
Nuestro amigo Bechir Yazidi, hispanista, investigador de la historia contemporánea española, profesor de historia en la Universidad de La Manuba, ha indagado rigurosamente en este hecho histórico, cuyo trabajo queda bien reflejado en el libro El exilio republicano en Túnez.
Tras el anuncio de la caída de Madrid el 28 de marzo de 1939, unos 12.000 refugiados llegan a Argelia en dos olas sucesivas. En el norte de África la represión y el exterminio del fascismo italogermánico fue tan abominable como el que de inmediato practicaría el nazismo. Las prisiones de Ferryville en Túnez, Berrouaghia, Orán y otras en Argelia fueron la casa de millares de nuestros camaradas, de donde salían medio muertos de tanto palo… (G. Lloris et. al.: Internamiento y resistencia de los republicanos españoles en África del Norte durante la II Guerra Mundial. 1981)
La llegada de los refugiados españoles al puerto tunecino de Bizerta suscitó enorme interés en el país magrebí. A su llegada, se constituyó un Comité Tunisie du Rassemblement Populaire, formado por diferentes organizaciones, como la Liga de los Derechos Humanos, la Federación de los Combatientes Republicanos, sindicatos y partidos políticos tunecinos. A estas organizaciones hay que sumar la Ayuda Popular de Túnez, un Comité de Solidaridad auspiciado por distintas personalidades francesas, como los presidentes de la Liga de la Enseñanza o de la Asociación de Mutilados de Guerra, etc., organizaciones encargadas de recoger fondos y ayuda para los refugiados españoles. En el ámbito internacional destaca la labor del Comité Británico de Ayuda a la España republicana, uno de cuyos máximos colaboradores, Marshall Geoffrey, antiguo brigadista internacional en España, se había trasladado a Túnez para apoyar a los refugiados. Este Comité británico colaboró con e lServicio de Evacuación de Republicanos Españoles, SERE, y con la Embajada de México en Francia, para el envío a México de refugiados huidos a Francia.
La cifra más fidedigna de exiliados españoles en Túnez la proporciona la Compagnie de Gendarmerie: 4.093. De ellos, 3.981 eran militares; entre los civiles sólo había 21 mujeres y 4 niños. Entre octubre de 1939 y noviembre de 1941 se observa una disminución de refugiados españoles, debida sobre todo al movimiento de repatriación.
La mayoría de los exiliados que optaron por permanecer en el país norteafricano cuando se hizo evidente que la dictadura en España no tenía visos de caer, formaron entre ellos una familia. Algunos decidieron marchar a Francia porque tenían parientes exiliados, otros a Sudamérica. Unos pocos regresaron a España una vez muerto el dictador. Pero el desarraigo permaneció para siempre: en Francia se les conocía como los tunecinos; en España, como los franceses. No encuentro ya nada… esta ya no es mi España, se lamentaba Elodia, cuya vida había transcurrido en Túnez. La presencia de los refugiados en el país magrebí cuestiona sin duda la idea que se tiene de Francia como tierra de asilo. Por el contrario, el país galo se convirtió en un gran campo de internamiento para los refugiados españoles tras la derrota militar.
Para muchos de los tunecinos que convivieron con los refugiados de España su percepción es muy positiva. Así, algunos ancianos de la ciudad de Kasserine recuerdan el papel trascendental de los españoles en la edificación de esta ciudad y en su desarrollo agrícola e industrial. En la usina nuestros compatriotas fabricaban las canalizaciones en cemento armado para riego, recuerdo muy presente en el imaginario de aquellos tunecinos. Según los habitantes de Ain Drahan, pueblo encaramado en las montañas del norte occidental, los españoles introdujeron la técnica artesanal del mimbre para fabricar muebles.
“La historia de los exiliados republicanos en Túnez no es sólo una historia española. Está vinculada íntimamente a la historia de este país en el contexto del colonialismo francés”, señala Bechir Yazidi, y sin duda, en “la dinámica que caracterizó la cuenca mediterránea”. Las aguas del Mediterráneo han acercado razas, culturas y pensamientos, muchos expresados en alfabetos de origen común. A este sabio mar, en acertada expresión de Joan Margarit, le debemos lo que somos desde tiempos de Ulises cuando dejó Troya empujado por las fuerzas de Eolo hasta arribar con sus naves cansadas a la fina arena de la isla de los lotófagos, no otra que la isla tunecina de Jerba. Desde entonces, esta charca de ranas, como llamaba Platón a nuestro mar, ha visto desfilar a masas humanas de una orilla a otra. Así, la conquista de Cartago por Amílcar Barca, la fundación de Cartagena en 225 a.C., la llegada a Cartago en el 303 d.C de la española Lucilla para consolidar el cisma donatista que daría origen a la futura Iglesia Católica. Cuatrocientos años después, en 711, el ejército de Tarik alcanza desde Túnez las Columnas de Hércules, futuro estrecho de Gibraltar y durante la Reconquista se entabla una fuerte relación comercial entre España y el país magrebí. La solución final de Felipe III para expulsar a los moriscos hizo que más de 80.000 de ellos se instalaran en Túnez, constituyendo la comunidad conocida como los andaluces. Veinte años antes de la llegada de los republicanos españoles al puerto de Bizerta, unos 6.000 marineros rusos blancos con sus familias arribaron a ese mismo puerto tunecino.
En todo caso, fue aquel un episodio que renovó el contacto entre los republicanos españoles (“nuevos moriscos”), los árabes de vieja estirpe y los descendientes mismos de los cerca de los 80.000 moriscos andaluces, levantinos y aragoneses que encontraron santuario y acogida en el Túnez de la dinastía Muradi al irse produciendo las sucesivas expulsiones de minorías étnico religiosas que decretaron los Reyes Católicos, la Regencia del Cardenal Cisneros y los Austrias españoles entre 1492 y 1609 (Víctor Morales Lezcano: Diálogos ribereños II. Conversaciones con miembros de la élite tunecina. UNED, Madrid, 2005)
Con todo, un país mediterráneo como Túnez aún queda lejos en nuestro imaginario de europeos. Como muestra, el desconocimiento de su historia, y en particular, del exilio republicano en ese país.
Mucho queda por esclarecer sobre la dimensión magrebí del exilio republicano de 1939 en archivos públicos de Túnez y con el concurso de las mismas fuentes orales… Tengo para mí por cosa cierta que hay mucho pendiente de hacer en este terreno. (Morales Lezcano, id.)
Bechir Yazidi, El exilio republicano en Túnez. Ferrol, Ediciones Sembora, 2008.
(Imágenes: Universidad de Alicante. Archivo de la Democracia. Fondo Álvaro Ponce de León.)