Dice Marcus Rediker (Owensboro, Kentucky, 1951) que el viaje de los barcos de esclavos transformaba a quienes lo hacían. A los marineros, quienes fuese cual fuese su procedencia se convertían en ‘blancos’ durante la ruta, con potestad para ejercer la violencia; a los negros, convertidos en esclavos por la vía del secuestro, las amenazas, las torturas, las violaciones y el dolor.
Rediker no se ha ceñido a constatar esa transformación sino que, a lo largo de sus ensayos, ha querido indagar en cómo las relaciones sociales en el mar han cambiado el mundo. En su componente de transformación destructiva pero también en los cambios culturales, las resistencias, las alianzas entre personas distintas y los momentos de rebeldía que se daban en el contexto general de horror que acompaña al nacimiento del capitalismo moderno. De esas investigaciones han surgido una serie de libros que, en la última década, han sido traducidos y publicados en España. La hidra de la revolución, escrito a cuatro manos con Peter Linebaugh, reeditado en 2022 por Traficantes de Sueños, Entre el deber y el motín (Antipersona, 2019), Barco de esclavos (Capitán Swing, 2021) y el más reciente, Villanos de todas las naciones (Traficantes de Sueños, 2023), son una introducción a la historia universal a través del trabajo, la vida y la muerte en los océanos. Un campo de estudio que, como explica Rediker, permite salir de la perspectiva acartonada de la historia de los Estados-nación para profundizar en la historia desde abajo, una aproximación al estudio de la historia que comparte con referentes como E.P. Thompson, Eric Hobsbawm, o sus colegas del movimiento Midnight Notes Collective, Linebaugh y Silvia Federici.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- ¿En qué consiste ‘la historia desde abajo’?
Marcus Rediker.- Es abordar la historia colocando a los trabajadores comunes en el centro del estudio. Suelen quedar fuera de los libros, que casi siempre cuentan la historia desde arriba. Sobre reyes y reinas, presidentes y, por lo general, grandes hombres blancos. La historia desde abajo adopta una perspectiva más democrática e inclusiva, en el sentido de que todo el mundo cuenta. Pones a los trabajadores en el centro, intentas recuperar sus voces. Y, sobre todo, mostrar cómo moldearon la creación de la historia. A veces tienen el poder de cambiar el desarrollo histórico, especialmente a través de la resistencia.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- ¿Cómo se investiga esa historia desde abajo? Porque hay pocos registros de personas de orígenes humildes.
Marcus Rediker.- Es el gran desafío. ¿Cómo se consiguen fuentes históricas sobre personas que no dejaron muchos documentos propios? Requiere ser muy creativo. En primer lugar, hay que tomar los documentos producidos por las élites y leerlos a contrapelo, entre líneas, para que revelen secretos que, a veces, los creadores de esos documentos no querían revelar. También se puede recurrir a los registros legales, porque los pobres se encuentran muy a menudo en el lado equivocado de la ley. Cuando fui a Londres para trabajar en los documentos del Tribunal Superior del Almirantazgo, descubrí que en casos de disputas salariales, motines o piratería, los marineros acudían al tribunal para hacer una declaración y el escriba anotaba sus palabras. Si quieres hacer historia desde abajo, tienes que entender cómo la sociedad que estudias elabora documentación sobre los pobres.
«Si quieres hacer historia desde abajo, tienes que entender cómo la sociedad que estudias elabora documentación sobre los pobres«
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- En La hidra de la revolución cuentas la historia de los orígenes del capitalismo, pero desde abajo, desde la perspectiva de las personas pobres. ¿Había pocos estudios sobre los orígenes del capitalismo desde esta perspectiva?
Marcus Rediker.- Hay muchos estudios sobre los orígenes del capitalismo, muchas historias económicas, pero tienden a dejar fuera a las personas que lo construyeron. Si estudias historia económica, podrías pensar que las mercancías se mueven por el mundo por sí solas, que no hay mano de obra involucrada. Lo que Peter Linebaugh y yo hicimos en La hidra de la revolución fue mostrar cómo este vasto y sangriento proyecto —la construcción de un nuevo orden capitalista global— se veía desde arriba, desde el punto de vista de Hércules y cómo se veía desde abajo, desde el punto de vista de la hidra a la que Hércules cortaba las cabezas una y otra vez. Porque cuando cortaba una, dos cabezas nuevas crecían en su lugar.
Descubrimos que marineros, esclavos, plebeyos de todo tipo, trabajadores, siervos temporales, tenderas, prostitutas…, en definitiva, los más pobres, fueron fundamentales en el gran drama de la construcción del capitalismo. Y que resistieron. Esta es una parte muy importante: no siguieron ciegamente las órdenes de arriba, se defendieron, lucharon. Rebeliones, levantamientos… a veces hasta una revolución. Queríamos incluir la resistencia en la historia, y mostrar cómo estos trabajadores moldearon la trayectoria histórica.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- La hidra de múltiples cabezas, contra la que luchaba Hércules, es una figura mitológica que fue utilizada en el siglo XVII por Francis Bacon y otros autores para demonizar a los rebeldes. ¿Por qué crees que eligieron esta figura?
Marcus Rediker.- Es más importante la elección de la figura de Hércules, la figura del gran poder. Hércules realizó los 12 trabajos para alcanzar la inmortalidad. Así que los poderosos se veían a sí mismos como Hércules. «Tenemos un trabajo hercúleo para construir este nuevo sistema económico. Y ¿quién se interpone en nuestro camino, quién nos dificulta lograrlo?» . Las élites utilizan constantemente ese antiguo mito para describir lo que tratan de hacer, su proyecto. Buscamos conceptos que estuvieran en la mente de los actores de esa época, porque son un reflejo más genuino de su conciencia real.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Explicáis cómo cada cabeza de la hidra representa un grupo social considerado peligroso por el poder.
Marcus Rediker.- Para nosotros, las cabezas centrales de la hidra eran, ante todo, africanos esclavizados, porque su fuerza de trabajo era transportada a través de la trata de seres humanos desde África occidental a las plantaciones de las Américas. Su trabajo impulsó la economía capitalista global durante un par de siglos. Son la cabeza central de la hidra.
Otra de las cabezas, de casi la misma importancia, la forman los marineros. Son cruciales porque se mueven mucho y desarrollan una resistencia propia, pero también conectan las luchas de otros trabajadores. Por ejemplo, gracias a que circulan, pueden llevar las noticias de un levantamiento campesino en Inglaterra hasta Barbados.
Un tercer grupo son los plebeyos, la gente común que trabaja la tierra, con frecuencia en tierras comunales. Y no nos referimos solo a Europa. Mucha gente piensa que los bienes comunes solo existen en Europa, pero también había plebeyos en África occidental que trabajaban en las tierras comunales, en el Caribe y Norteamérica. Precisamente, uno de los proyectos históricos del capitalismo es despojar a esas personas de sus tierras, para desposeerlas. Las personas que tenían los derechos comunes sobre esas tierras fueron expulsadas por los cercamientos y se convirtieron en el primer proletariado asalariado, porque no tenían nada que vender excepto sus manos. Cuando pierdes tus tierras, puedes convertirte en siervo temporal e ir a EE UU a trabajar en una plantación de tabaco en Virginia. Puedes convertirte en marinero y navegar hacia el Caribe. Los siervos temporales serían la cuarta cabeza de la hidra. Las mujeres trabajadoras, especialmente en las zonas urbanas, son otra de las cabezas.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- ¿Es posible darle otro nombre además del de hidra?
Marcus Rediker.- Si te fijas, en La hidra de la revolución utilizamos el término ‘proletariado’ en lugar de clase obrera, y lo utilizamos en el sentido romano del término. Un proletario en la antigua Roma era alguien que no tenía propiedades, de la clase social más baja, y se refiere específicamente a las mujeres que servirían al Estado reproduciendo soldados. Así que el concepto original de proletariado se refería a una mujer. Y se relaciona con una preocupación más amplia: queríamos hacer un retrato del mundo de los trabajadores que incluyera tanto a los asalariados como a los no asalariados. Esto incluiría a las mujeres pero también a los esclavos, a los que con frecuencia se excluye de la historia laboral porque no trabajaban por un salario.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Sostienes que los barcos de esclavos dieron forma al mundo moderno, ¿en qué sentido?
Marcus Rediker.- Muchas investigaciones recientes muestran que la esclavitud fue fundamental en los orígenes del capitalismo. Durante mucho tiempo, la gente siguió a Adam Smith, que pensaba que el trabajo asalariado era superior moral y económicamente al trabajo esclavo. Para los economistas que provenían de esa tradición clásica, la esclavitud no tenía nada que ver con el capitalismo. Pero ahora hay investigaciones que muestran que las ganancias acumuladas en la trata de esclavos, en el sistema esclavista, impulsaron la industrialización. Son cosas estrechamente relacionadas.
La violencia de la esclavitud fue fundamental en el ascenso del capitalismo. También podemos fijarnos en las consecuencias culturales de la trata de esclavos. Pensad en el papel de la música negra en todo el mundo, en los géneros musicales que se desarrollaron a raíz de la diáspora africana: el blues, el jazz, el soul… Todos estos géneros musicales son productos del movimiento de millones de personas y del dolor que experimentaron en ese proceso. Vivimos con la riqueza cultural que, de manera dialéctica, surgió del horror.
«Hay investigaciones que muestran que las ganancias acumuladas en la trata de esclavos, en el sistema esclavista, impulsaron la industrialización«
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Señaláis que en la historia laboral moderna se hace hincapié en la clase obrera blanca, en los trabajadores industriales, ocultando la historia del proletariado atlántico. ¿Cómo era ese proletariado?
Marcus Rediker.- El Estado nación ha sido el marco de la historia durante los últimos 300 años. Casi todas las historias están escritas desde el punto de vista del Estado nación, y la mayoría glorifican sus logros. Y, en ese sentido, tienden a dejar de lado las dimensiones internacionales de la historia. Los marineros rara vez forman parte de las narrativas nacionales. Se les considera marginales. Cuando empecé a estudiar a los marineros, muchos historiadores del trabajo no los consideraban parte de la historia laboral porque no producían una mercancía y trabajaban fuera del Estado nación. Pero, ¡son fundamentales para el sistema capitalista global! Así que esto se remonta al tema del nacionalismo y a cómo ha dominado la escritura de la historia.
En el siglo XIX, con la industrialización, está la historia de la clase obrera nacional. Eso crea una suerte de anteojeras, que dificultan ver a esas otras personas que no son trabajadores industriales y que existen fuera de ese marco. En cierto sentido, nuestro objetivo era crear una nueva definición de lo que es la clase trabajadora, y mostrar que la historia laboral es más antigua de lo que pensábamos. Ese proletariado atlántico inventó muchas cosas que forman parte de nuestra modernidad, como la huelga.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- ¿Cómo?
Marcus Rediker.- En 1768 los marineros londinenses sufren un recorte salarial. ¿Qué hacen? Se acercan a los barcos y arrían las velas para que no puedan salir. En inglés, en lenguaje marítimo, arriar una vela se llama to strike, golpear la vela. Los barcos no se mueven. El capital no se acumula. Y la clase obrera es un nuevo tipo de poder. Este proletariado marítimo es también el origen de la bandera roja, que se convirtió en el símbolo de los movimientos socialistas y comunistas de todo el mundo. Originalmente era un símbolo naval. ¿Qué sucedía en medio de una batalla si levantabas la bandera roja? Significaba: «No nos rendiremos y no aceptaremos su rendición. Lucharemos hasta la muerte» . Los piratas la convirtieron en una de sus banderas, una de tantas. Y esto, por un circuito complicado, acaba siendo adoptado por los movimientos obreros de Europa como símbolo.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Y la mano de obra esclava también forma parte de este proletariado.
Marcus Rediker.- De hecho, es una parte central del mismo. El azúcar era uno de los productos básicos más importantes de la historia mundial. Y las plantaciones de azúcar en el Caribe y en Brasil eran escenarios de horror casi inimaginables, en las que se hacía trabajar a la gente hasta morir, literalmente. A los abolicionistas se les ocurrió este lema: «El azúcar se hace con sangre» , con la sangre de los trabajadores africanos. Queríamos enfatizar no solo la centralidad del trabajo esclavo, sino también sus conexiones con estos otros tipos de trabajo, especialmente el trabajo marítimo.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Al final de La hidra de la revolución señaláis que hasta 1790 había una concepción de la humanidad que era igualitaria y multiétnica, que es derrotada en ese momento, para dividirse en dos.
Marcus Rediker.- Es derrotada por las concepciones modernas de raza, de clase y de nacionalidad. Lo que una vez estuvo conectado y, en ciertos momentos, unido, se divide. A partir de ese momento se hace más difícil ver esa unidad potencial de la raza humana. En la década de 1790, que es una era radical, ciertas cosas se ganan, pero otras se pierden. Y el auge del nacionalismo es una parte muy importante de todo eso.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Y eso dura hasta ahora.
Marcus Rediker.- Sí, dura hasta ahora, pero… La gente ya no le ve la utilidad. Al escribir historia, por ejemplo, se ve que las viejas historias nacionales ya no tienen mucho sentido. La historia transnacional, la historia desde abajo, han mostrado la incoherencia de las antiguas historias, que podríamos llamar liberales de la Guerra Fría. El desafío es escribir un tipo diferente de historia para elaborar una nueva síntesis que dé sentido a todo, nacional e internacional. Es uno de los objetivos de La hidra de la revolución, proyectar una nueva visión de los siglos XVII y XVIII y ver cómo podemos mirarlo desde abajo.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Estamos acostumbrados a una imagen muy romántica de los piratas como rebeldes y villanos. Pero en Villanos de todas las naciones presentas una interpretación política de la piratería.
Marcus Rediker.- En la era dorada de la piratería se capturaron miles de barcos y eso creó una crisis en el sistema de comercio mundial. Una de las cosas que interrumpieron fue la trata de esclavos, algo muy molesto para las clases dominantes de la época. Muchos marineros comunes se convirtieron en piratas. Cruzaron la línea, arriesgaron sus vidas. Sabían que había muchas posibilidades de que los ahorcaran si los atrapaban. Una de las preguntas que me hice fue por qué estaban dispuestos a hacerlo. Su vida como marineros comunes era muy dura, con mala comida, bajos salarios y capitanes de barcos extremadamente violentos. Muchos dijeron: «Vivamos libremente, aunque solo sea por un tiempo» . Tenían una frase para describirlo: «Una vida feliz y corta» .
Los piratas generaron una crisis mundial. Se emprendió una campaña de exterminio, cientos de ellos fueron ahorcados. Colgaban sus cuerpos con cadenas y los cuervos picaban los globos oculares del cadáver. Los ponían en la entrada del puerto para que cualquier marinero lo viera: «Esto es lo que hacemos con los piratas. Esto es lo que haremos contigo. Somos despiadados» . Y fueron despiadados. Hay una guerra en torno a la piratería, y es una suerte de guerra de clases.
«Los piratas crearon un sistema de seguridad social para aquellos que resultaban heridos en combate, como le pasaba con frecuencia a los marineros. Crearon una especie de utopía para sí mismos«
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- También señalas que lucharon en nombre de un orden social diferente. ¿Cómo describirías este orden social?
Marcus Rediker.- Reorganizaron la nave. Habían sido marineros navales y de barcos mercantes. Esas naves operaban de manera autoritaria y jerárquica. Me interesaba estudiar si los piratas reproducían lo que habían aprendido. Y no, hicieron algo completamente diferente. Lo que buscaban, en primer lugar, era limitar el poder del capitán, porque habían sufrido a estos capitanes increíblemente poderosos. Elegían a su capitán democráticamente, en un momento en que los pobres no tenían derecho a votar en ningún lugar. También crearon lo que llamaron artículos, las reglas del barco, una pequeña constitución para el barco. Crearon el puesto de contramaestre, que era el miembro de mayor confianza de la tripulación. Ejercía de tribuno del pueblo y vigilaba al capitán para asegurarse de que no se excediera con la autoridad que se le había otorgado. Además, se reservaron el derecho de deponer al capitán. También repartían su botín de forma muy equitativa, muy distinta a cómo se repartían los recursos en los barcos navales o mercantes. Crearon un sistema de seguridad social para los piratas que resultaban heridos en combate, como le pasaba con frecuencia a los marineros. Crearon una especie de utopía para sí mismos. Quiero decir, era un mundo controlado por marineros comunes, no por comerciantes adinerados ni violentos capitanes de barcos. E hicieron de la tripulación el poder soberano de su orden social.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Es como un experimento democrático pero, ¿dónde habían aprendido esas habilidades?
Marcus Rediker.- Las habían aprendido en la cubierta inferior de los barcos en los que trabajaban. En otras palabras, estas tendencias democráticas e igualitarias siempre estuvieron ahí, pero fueron reprimidas por el poder. Una vez que tuvieron el poder de organizar su propio barco, esas ideas brotaron.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Has escrito sobre el impacto de la revolución haitiana en el sistema de esclavitud y también en la piratería. ¿De qué manera esa experiencia ha cambiado el mundo, al menos en el Atlántico?
Marcus Rediker.- En mi opinión, la revolución haitiana, que estalló en 1791, no terminó hasta alrededor de 1804, porque tres potencias imperiales intentaron capturar Haití, una colonia azucarera muy lucrativa. Cuando termina en 1804, el movimiento contra la trata de esclavos triunfa en Gran Bretaña y en EE UU, y en 1807, 1808 se abolió la trata de esclavos, aunque no la esclavitud. En mi opinión, la revolución haitiana es el principio del fin de la esclavitud. La revolución da a las personas esclavizadas de todo el hemisferio occidental la esperanza de derrotar la esclavitud. Ahora bien, eso no significaba que fuese fácil de hacer. Pero había esperanza, la gente podía ver que esa situación podía llegar a su fin. Y es una pena terrible que eso se haya omitido, la gente solo hablaba de la Revolución Francesa. La revolución haitiana fue mucho más radical y, en algunos aspectos, más significativa.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- Sí. Siempre es como una nota a pie de página.
Marcus Rediker.- Sí, es como una nota a pie de página, cuando debería ser la bisagra en la que giran las cosas, ¿verdad? El mundo no volvió a ser el mismo después de eso, después de demostrar que se podía derrotar al sistema colonial.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- ¿Crees que hay algún tipo de correlación entre el uso de los océanos en los siglos XVII y XVIII y la concepción actual de los océanos?
Marcus Rediker.- En unos días voy a Ámsterdam para participar en una conferencia sobre La solidaridad marítima, pasado y presente. Vinculamos la opresiva historia del Atlántico y la resistencia dentro de él con el Mediterráneo contemporáneo. El libro que estoy escribiendo ahora trata sobre cómo en los EE UU en el siglo XIX se escapaba de la esclavitud por mar. Tenemos esta imagen del ferrocarril subterráneo [Underground Railroad], ¿verdad? Pero no estaba bajo tierra, ni fue por ferrocarril. La mayoría de la gente escapó por mar. Los fugitivos contactaban a un marinero, un trabajador portuario o una tendera —las tenderas desempeñaron un papel muy importante en todo esto. Se introducía de contrabando a los fugitivos a bordo del barco y luego les llevaban a un puerto del norte donde se había abolido la esclavitud. Este sistema de escape marítimo es probablemente uno de los primeros movimientos de solidaridad con los migrantes. La pregunta es ¿cómo lo hicieron? Hay una serie de lecciones del siglo XIX que tienen implicaciones para los activistas de hoy en día.
Irene G. Rubio y Pablo Elorduy.- ¿Cómo cuáles?
Marcus Rediker.- Algo que los abolicionistas entendieron muy bien es que, si vas a ayudar a la gente a escapar por mar, debes estar dispuesto a infringir la ley, porque la esclavitud era legal. Si ayudabas a un prófugo, era ilegal. La gente fue a la cárcel, algunas personas murieron en prisión. Tienes que estar dispuesto a infringir la ley. No significa que no puedas trabajar dentro de la legislación nacional e internacional para crear la mejor situación posible, pero tienes que estar dispuesto a actuar contra el poder estatal. En segundo lugar, hay que escuchar a los fugitivos. Tienes que amplificar sus voces, entender por qué están intentando escapar, dejar que te enseñen. Los fugitivos que escaparon de las plantaciones del sur enseñaron a los abolicionistas lo que era la esclavitud. ¡La mayoría de estos abolicionistas blancos nunca había estado en el sur! No tenían ni idea de lo que pasaba realmente en las plantaciones. Hay una historia sobre un hombre afroamericano que está en el salón de un abolicionista con un grupo que está anotando la historia de su vida. Y uno de ellos le mira, sugiriendo que no se cree su historia. ¿Qué hace el hombre? Se pone de pie. Se desabrocha la camisa y se la baja para mostrar el tejido de cicatrices de su espalda. «¿No me crees? Tengo las pruebas» . Estos fugitivos enseñaron a los abolicionistas qué era la esclavitud en términos humanos. Las personas que viajan en estos barcos de migrantes pueden hacer lo mismo, hay mucho que aprender de ellos.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/historia/entrevista-marcus-rediker-barco-esclavos-piratas