En una primera parte, con ocasión de la publicación del último libro de Judith Butler, ¿Quién teme al género?, hemos tratado dos aspectos del pensamiento feminista: el valor del feminismo y la identidad feminista, y cómo avanzar en la liberación y la igualdad femenina. En esta segunda parte abordamos otros dos temas complementarios: el sujeto social, imprescindible para la transformación colectiva, y la relevancia de la experiencia vivida e interpretada.
El sujeto social, imprescindible para la transformación colectiva
En consecuencia, la acción feminista, individual y colectiva, junto con el cambio de actitudes y mentalidades más igualitarias, ha forjado una identidad feminista, en el contexto histórico y estructural específico de las cuatro olas feministas. El sujeto es esa movilización feminista, esa corriente social y cultural emancipadora de claro sentido progresista.
No está definido por sus rasgos materiales u objetivos, biológicos, sexuales o de posición social dominada, con sus rasgos étnicos y de clase social, sino por su práctica sociocultural contraria a la discriminación y a las desventajas por razón de su sexo/género; es decir, por su comportamiento relacional, en el que interviene su subjetividad, frente a las ventajas comparativas de los varones, y la persistente segmentación, discriminatoria por sexo/género, de la vida pública, la actividad productiva y la reproducción social y de cuidados, derivadas de las estructuras patriarcales de un sistema opresivo ancestral.
Además, esa dinámica feminista está conectada en cada fase histórica con las estructuras económicas, sociales, culturales y políticas dominantes. En ese sentido, la base analítica de esas relaciones sociales y esa experiencia vivida está más vinculada a las ciencias sociales críticas que a las -también necesarias- abstracciones filosóficas o al psicoanálisis individualizador.
La cuestión es cómo superar la desigualdad de género a través de la acción colectiva y la identificación feminista de un sujeto sociopolítico, junto con la ciudadanía progresista, capaz de transformar esas dinámicas discriminatorias. La teoría de Butler sobre la importancia de la performatividad y las normas y discursos en la conformación del sujeto de género tiene elementos valiosos frente al determinismo y el esencialismo, dominantes en otras tradiciones, y hoy instrumentalizados por el feminismo transexcluyente, como bien critica la autora.
El constructivismo social o de género rompe con los fundamentos discursivos naturalistas, positivistas o deterministas tradicionales y pone el énfasis en la capacidad de agencia de los propios seres humanos. El problema de un constructivismo voluntarista o irrealista, como la propia Butler reconoce, es la infravaloración de la realidad social o material (los propios cuerpos), que a veces se niega o se rechaza como incognoscible, y la sobrevaloración de la capacidad arbitraria y voluntarista de las ideas individuales.
Así, existen posiciones postestructuralistas que ponen el acento en la preponderancia de la siempre necesaria subjetividad -sentimientos, discursos, deseos o proyectos- en la conformación de la realidad social, pero desconsiderando los otros dos ejes fundamentales y complementarios que interactúan: el punto de partida de la realidad relacional, y la experiencia práctica de las trayectorias emancipadoras y articuladoras. Con esa interacción de los tres componentes, realismo situacional, experiencia colectiva y subjetividad transformadora, se forjan nuevas dinámicas relacionales desde las que se conforman nuevas identidades feministas y de género (o de clase y étnico-nacionales…) y posiciones sociales liberadoras.
La relevancia de la experiencia vivida e interpretada
Existe una amplia experiencia y literatura sobre la conformación de las naciones y los nacionalismos, así como de la construcción de los pueblos, en su versión de populismo de derechas y autoritaria y en su versión de izquierdas y democrática. Quizá, por su interpretación sobre la formación procesual del movimiento obrero y popular y, por tanto, asimilable a los procesos de configuración de los nuevos movimientos sociales como el feminismo, es de destacar la aportación del gran historiador británico -y activista pacifista de una izquierda renovadora- E. P. Thompson, desde los años sesenta.
En su investigación referida a las clases trabajadoras y su formación sociohistórica, el sujeto colectivo o la clase social es una categoría «histórica”, la clase y la conciencia de clase -o la identidad feminista, diríamos aquí- son siempre las últimas, no las primeras, fases del proceso real histórico. O sea, su identificación está interactuando con su estatus social y su experiencia relacional, junto con su interpretación vivida y soñada, es decir, con sus aspiraciones, demandas y deseos.
Antes de la constitución del sujeto social hay una realidad sociodemográfica concreta, pero no existe el sujeto ‘objetivo’ o en potencia. Su formación y su articulación es más compleja y mediada por otros mecanismos institucionales, asociativos y socioculturales. El factor fundamental para su constitución tampoco son los discursos o las ideas de unas élites que los socializan entre la población. La conexión se establece por la experiencia vital de la gente, que se asocia a su realidad material vivida y a sus aspiraciones.
Se trata de un enfoque realista, relacional, crítico… y, en cierta forma, también constructivista, en un sentido sociohistórico, en oposición al mecanicismo estructuralista u objetivista o a los excesos irreales y voluntaristas de cierto posestructuralismo, ambos con distintos componentes idealistas. Este constructivismo social e histórico, con ligeras connotaciones gramscianas, es más complejo, interactivo y multidimensional que la teoría performativa de Butler, más influida por los intelectuales posmodernos franceses, y que, por cierto, parece ser desconocido para ella. Este enfoque crítico, a pesar de ser minoritario entre las izquierdas políticas y académicas, es de gran relevancia teórica y conecta con la experiencia articuladora de los movimientos sociales igualitarios de estas décadas, y más allá.
Nos muestra la importancia de poner el énfasis en la valoración y la vinculación con la experiencia social, en las costumbres en común de las capas populares y en las mediaciones institucionales y socioculturales y su relación con la realidad de sus condiciones materiales de existencia, así como de sus sueños, valores e ideales. Y todo ello, mediante un exhaustivo análisis empírico de las prácticas colectivas de las clases y capas subalternas, sus organizaciones y representantes en el marco de las estructuras económicas y de poder en cada ámbito.
Se da una interacción entre posición socioeconómica y de poder, conciencia y conducta, aunque no mecánica o determinista en un sentido u otro. Pero, frente al esencialismo identitario, hay que analizar a los actores en su trayectoria, su interacción, su multidimensionalidad y su contexto. El sujeto colectivo emancipador se va formando a través de la experiencia relacional en el conflicto socioeconómico, la pugna sociopolítica y la diferenciación cultural respecto de las capas dominantes.
Judith Butler ha hecho una extraordinaria aportación, especialmente sobre la liberación sexual y de género y en defensa de los colectivos LGTBIQ+, pero conviene superar esas dos limitaciones y atender a la reelaboración de un enfoque relacional, interactivo, procesual y multidimensional sobre la imprescindible formación del sujeto social, como palanca transformadora igualitaria-emancipadora, y la reafirmación de un feminismo social y crítico, para afrontar mejor las relaciones desiguales de género.
Urge colaborar en la formulación de una teoría crítica feminista respecto del sujeto transformador y la identificación sociopolítico-cultural, superadora de la experiencia dispersa, los liderazgos locales y las dependencias ideológicas y políticas, y promover su vinculación con las estrategias progresistas y transformaciones globales. El feminismo sigue plenamente vigente.
Carmen Heredero es feminista y sindicalista, autora del libro Género y coeducación (Morata, 2019). Antonio Antón es sociólogo y politólogo, autor de Feminismos. Retos y teorías (Dyskolo, 2023).
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