Con sus comentarios sobre la decisión del Consejo Presidencial de Transición de Haití de poner fin al mandato del Primer Ministro Gary Conille (1), Emmanuel Macron ejerce una violencia totalmente colonial y a todas luces racista contra el pueblo haitiano, su Estado y su nación. Al escuchar sus comentarios y sus tremendamente vulgares palabras, debemos preguntarnos sobre la injerencia que supone en los asuntos internos de una nación soberana.
¿Ha olvidado acaso que Haití es una nación libre desde 1825 y que, además, ya en 1804 se liberó de la esclavitud, aunque ese mismo año Bonaparte detuvo el proceso de la primera abolición de la esclavitud al volver a instaurarla en las demás islas francesas? Las personas esclavas tuvieron que esperar hasta 1848 para salir de la plantación, dejar de regirse por el Código Negro y convertirse, es cierto, en ciudadanos franceses pero, sobre todo, en trabajadores precarios forzados y sometidos a un racismo racializante que nunca ha dejado de existir ni de manifestarse en diferentes aspectos de sus vidas. Siguen siendo «no seres» y el inconsciente colectivo de los blancos no puede evitar recordar que su mundo es el único que posee el conocimiento arraigado en la modernidad eurocéntrica y sabe exactamente lo que es bueno para los pueblos y, en particular, para los cuerpos negros. Esto empezó con la necesidad que tenía la gobernanza europea de comercializar los cuerpos indígenas y negros con el pretexto de que los unos no tenían alma y los otros estaban dotados de una fuerza superior.
Los esquemas organizadores del racismo son persistentes. Da miedo su fuerza fantasmagórica. Se llega incluso a atribuirles una sexualidad asombrosa y después un día se plantea la cuestión de la «masculinidad negra». Es preciso dominarlos. La esclavitud permitirá desposeerlos de sus cuerpos y disponer de sus vidas según las necesidades del modelo económico capitalista. La modernidad eurocéntrica desarrolla entonces un falaz argumentario científico-filosófico-religioso que es persistente.
A raíz de una grave crisis que dura desde hace años, el pueblo haitiano no solo ve como se le imponen presidentes elegidos según el momento por Estados Unidos y el antiguo colonizador o por un «Core Group» (2) que se arroga sin mandato alguno el derecho de vigilar y de intervención militar y/o policial a voluntad del poder imperialista y sin contar nunca con el pueblo haitiano que, sin embargo, no abandona a su país, aunque sí se distancia de unas calificaciones extremadamente vulgares que dan bien cuenta de la mirada despectiva que la comunidad internacional tiene sobre este pueblo.
No hay que olvidar que esta misma comunidad [internacional] ha endosado el calificativo de «terrorista» a las y los palestinos y árabes en general, particularmente cuando se identifican como musulmanes. En un contexto de deterioro de las relaciones internacionales y de la res publica, pocas voces se elevan en la comunidad internacional contra estas calificaciones. ¿Bastan para lavar la afrenta las excusas del ministro de Asuntos Exteriores?
No, porque es una afrenta profunda y viene de la esclavitud, de la colonización y del robo cometido por Francia en forma de una deuda ilegal obtenida únicamente gracias a una relación de fuerzas perjudicial para el Estado haitiano: 15 barcos cuyos cañones apuntaban a la ciudad de Port au Prince hasta que se obtuvo la firma que reconocía esa deuda. La afrenta proviene de la rabia francesa por haber perdido esta isla, una de las más ricas del Caribe, la misma rabia que se expresa por haber tenido que abandonar su colonia argelina. El relato nacional francés no se recupera de estas pérdidas. De modo que cuando el otro vive en un país que no solo es pequeño sino que se enfrenta a una crisis institucional extremadamente grave, en vez de analizar las razones de mal desarrollo de Haití, se insulta a su pueblo. Es una pequeña venganza, pero un gran símbolo del proceso colonial y de la expresión de la colonialidad del poder. No es el único: ¿acasó no afirmó el futuro presidente de Estados Unidos en su primera campaña electoral que los haitianos se alimentaban de perros?
El objetivo de estos insultos no es solo deshumanizar al pueblo haitiano sino, sobre todo, deslegitimar su reivindicación del derecho a la autodeterminación y a la soberanía política. Cuando determinadas personas se niegan a pensar, recurren a los ataques ad hominem. No olvidemos que ambos presidentes tienen un historial de robo respecto a Haití: Francia con una deuda ilegal que no es ni más ni menos que un robo, y Estados Unidos con otro robo que consistió en vaciar los bancos haitianos de su oro en 1914, oro que continúa en territorio estadounidense.
Quienes pretenden dominar el mundo actual son quienes lo llevan a su perdición; miremos a Palestina, Yemen, Haití y a tantos otros países y pueblos cuya desaparición es el deseo sublimado de la colonialidad del poder…
No dejemos solo a Haiti, establecer un proceso de reparaciones colectivas y políticas es la alternativa para liberar a este país y a su pueblo de los mortíferos tentáculos del colonialismo y de las veleidades imperialistas.
Notas de la traductora:
(1) El presidente de Francia, Emmanuel Macron, acusó de ser «unos completos idiotas» a los dirigentes haitianos que habían destituido al primer ministro haitiano Garry Conille (nombrado para ese cargo hace cinco meses en un intento de estabilizar el país), según un video que circula en redes sociales y que se grabó en Rio de Janeiro al margen de la cumbre del G20 y sin presencia de la prensa.
(2) El «Core Group» fue creado en 2004 por el Consejo de Seguridad de la ONU para «asesorar sobre cómo resolver las crisis socioeconómicas y políticas de Haití y mejorar la democracia en el país». Está presidido por el Representante Especial de la ONU para Haití e incluye también a representantes de Brasil, Canadá, Francia, Alemania, España, la Unión Europea, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos. Se acusa a este grupo de injerencia antidemocrática en los asuntos internos de Haití.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.