Los efectos de las riadas en Valencia han conmocionado a todo el país ya que la falta de previsión y la descoordinación de los servicios públicos además de la irresponsabilidad absoluta del gobierno valenciano ha costado cientos de victimas mortales y la ruina de miles de personas.
También ha levantado una amplia solidaridad popular que ha puesto de manifiesto el deterioro de los servicios públicos y la nula responsabilidad y competencia de quienes los encabezan. Además, en cuanto se produce algún acontecimiento catastrófico, enseguida se da juego a la corrupción y a las contrataciones fraudulentas como también lo hemos visto en el caso de la pandemia del COVID. Estas circunstancias se acompañan de una ola de ascenso del apoliticismo y de las ideologías más reaccionarias que se presentan como salvadoras de la corrupción en la política. Precisamente el irresponsable e incompetente presidente de la Comunidad valenciana Mazón acaba de designar para la reconstrucción de la zona afectada a un militar en la reserva que se caracteriza por realizar declaraciones antipolíticas. En toda esta crisis se ha querido presentar al ejército como institución salvadora y se ha promocionado al Rey como institución por encima de la política y de la democracia. En vez de haber potenciado e impulsado, en los últimos años, un verdadero y potente servicio de protección civil se han promocionado unidades especiales de protección civil en los ejércitos muy al contrario a como se hace en otros países. La necesidad de reivindicar un mayor presupuesto y mayores medios para los servicios públicos, tanto sociales como de protección civil, debe ser la guía de actuación y la única salida de solidaridad social ante una catástrofe. Sin embargo, estamos viendo que mientras se rebaja la presión fiscal de las grandes bancos y empresas energéticas se racanean las ayudas sociales a las personas afectadas por las catástrofes donde la tramitación de cualquier ayuda se demora por años como ya han demostrado catástrofes como la de Canarias.
Lo que no cabe duda es que las trágicas consecuencias de las riadas en Valencia han significado un ascenso de los discursos de odio ultra reaccionarios y de la anti política donde el denominado bipartidismo del régimen del 78 está colaborando en el crecimiento de este tipo ideologías neofalangistas del siglo XXI y que programas de televisión como “Horizonte” de Iker Jiménez son sus voceros de mayor audiencia.
El filósofo Javier Sádaba en un reciente y muy sincero libro autobiográfico, “Al final del viaje”, muestra opiniones muy sinceras sobre la política y la polarización que se vive hoy en día y del que extraemos el siguiente párrafo: “El odio ha hecho su aparición y se han quemado todos los puentes que posibilitaran una discusión racional. Algunos pensamos que estos lodos son fruto tardío y podrido de los polvos de la Transición. Sea como fuere, el ambiente se ha hecho irrespirable y no hay espacio que permita alzar la cabeza y razonar. Todo es ruido. Y se han formado dos equipos al modo de sectas, con sus respectivos acólitos. Dichos acólitos son el pan nuestro de cada día en un debate convertido en guerra. En esta guerra de palabras como piedras destaca el periodista travestido en intelectual. Lo que ocurre es que prácticamente nadie puede salirse del guion, porque es un problema estructural. Quien ose decir una palabra a favor del enemigo o en contra del amigo será fulminado inmediatamente. Es curioso que, si después se va al fondo de la real base del funcionamiento político, las diferencias se difuminan. Sobre la monarquía, el control de la banca y tantas otras cuestiones básicas, el mutismo es mutuo. Se parecen a dos vecinos retándose a duelo porque el perro de uno ladra más que el del otro” Interesante opinión de Javier Sádaba ya que por los resquicios de esta polarización trampantojo se cuelan estos nuevos discursos ultra reaccionarios y neofascistas con cada vez más calado social.
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