1.- la sumisión de las burguesías europeas al imperialismo
La soberanía es una necesidad para países que vienen sufriendo un neocolonialismo desde la descolonización. Esta necesidad de soberanía implica a pueblos del estado español sometidos a los intereses de las burguesías locales, estatales e internacionales que los ejercen a través de la UE y la OTAN. Las políticas actuales de la UE están acrecentando las desigualdades sociales, incrementando el empobrecimiento de las poblaciones trabajadoras, arruinando y proletarizando a pequeños empresarios, trabajadores autónomos y agricultores. La oligarquía internacional tiene como base de su proyecto político el desarrollo de la industria militar centrada en las guerras, Ucrania, el genocidio sionista, Siria, y más de 150 conflictos militares en el mundo.
Todo es secundario para el imperialismo, la OTAN y la UE excepto el imperativo del incremento del presupuesto militar. La total sumisión al imperio yanqui está provocando que las medidas económicas de la UE contra Rusia se vuelvan contra ella como un bumerán, llevando a la decadencia y desindustrialización a países como Alemania y Francia, crisis que poco a poco se extienden con mucha gravedad a España y al resto de la Europa menos desarrollada. Este estado de cosas debe preguntarnos qué pintamos en la UE, en la OTAN y con el euro, así como las posibilidades que hemos de valorar. Desde luego, la estrecha interrelación económica existente determina que la salida de un país de la UE tenga consecuencias duras y le lleve a pagar un precio importante en todos los ámbitos de la vida, productiva, comercial y financiera.
2.- Algunas cuestiones sobre la salida de la UE
Partiendo de que una hipotética ruptura con la UE exige una movilización política y social potente que tenga la fuerza necesaria para neutralizar la reacción de las fuerzas conservadoras apalancadas en los aparatos del estado, aplicar medidas políticas, laborales, sociales, financieras, judiciales, militares, y conseguir una concienciación de la población ante el importante precio a pagar, al menos inicialmente, por la independencia monetaria y el inicio del camino hacia el socialismo.
Así, habría que ver la repercusión de la salida de la UE en algunos casos concretos, por ejemplo: en la agricultura, dada la importancia de la Política Agrícola Comunitaria (PAC); la deuda y la dependencia de los préstamos que se reciben de la banca privada y del BCE; el fenómeno de la inmigración; la utilización de la propia moneda bien por decisión propia o por la más que probable expulsión del euro; y el alcance global sobre la exportación e importación al estar estrechamente conectados económicamente a los países de la UE y a los mercados mundiales. Por supuesto, habría que ver la posibilidad de la integración o la intensificación de las relaciones con los BRICS para abrir nuevas posibilidades de desarrollo e intercambios comerciales.
Siendo profanos en economía, entendemos que la recuperación efectiva de la soberanía monetaria en el sentido de que el Estado pueda recurrir a la máquina de billetes, a la emisión de su propia moneda, tendría plenas garantías en la medida que haya una producción de bienes y servicios que respalden la estabilidad de la moneda, de otro modo, sería difícil de sostener su valor en los mercados internacionales. La excepción a este proceso es el imperio yanqui que impone su moneda, el dólar, gracias a su poderío militar y a su importante producción material de bienes y servicios. El dólar americano es de utilización obligatoria para muchos países en las compras de armas, petróleo, o de otras materias primas.
3.- Los límites a la emisión de la moneda
Sospechamos que la posibilidad de que un país pueda crear dinero sin límites es algo que resultaría entendible en el caso de que los bienes y servicios necesarios para la producción y el consumo de su población se produjeran dentro del propio país, sin necesidad de comprar o vender en el exterior. Sin embargo, la realidad concreta determinada por el modo de producción capitalista está repleta de intercambios comerciales y financieros entre países; en el capitalismo, el mercado y la competencia son los mecanismos rectores que marcan la dirección de la producción, el empleo, la productividad con la implantación de las tecnologías y la modernización de la producción, etc.
En definitiva, es la producción capitalista no el Estado quienes imponen las dinámicas económicas guiadas por los beneficios del capital, y por tanto, las acotaciones a la emisión de una moneda propia aceptada por la sociedad al estar obligada a pagar sus impuestos en esta moneda. Los defensores de esta teoría monetaria moderna (TMM) parece ser que quieren llegar al socialismo sin necesidad de destruir el modo de producción capitalista y su estado, reformando el capitalismo y dejando de lado la lucha entre las clases sociales.
4.- La agricultura y la emisión de la moneda
A pesar de los buenos deseos, no se puede contrastar la eficacia de la respuesta que dan los expertos de la TMM a la salida de la UE y a la pérdida de las subvenciones que los agricultores reciben a través de la PAC. Según estos teóricos, el estado español con soberanía monetaria compensaría a las rentas agrarias recurriendo a la impresión de billetes. Consideramos que la emisión de billetes sin límites no sería positiva ni para la inflación por el canje de los valores monetarios ni tampoco para los propios agricultores por la reacción de las multinacionales y los fondos de inversión extranjeros que operan en el medio agrario y que controlan buena parte de la producción, desde la tecnología hasta los factores de producción agrícolas y ganaderos.
En términos generales, es de valorar la repercusión que tendría la emisión de moneda en el interior, puesto que, tanto el Estado como muchos importadores nacionales tienen que comprar moneda extranjera para la adquisición en el exterior de bienes y servicios, así como, la actitud ante el tipo de cambio de los exportadores, reteniendo o cambiando la moneda extranjera con la de su país. Además, los estados antes que subir la tasa de interés en la emisión de deuda que le permita realizar sus inversiones en infraestructuras, en servicios públicos o en la lucha contra el desempleo, etc. prefieren comprar moneda extranjera para evitar las subidas de los precios y de la tasa de interés bancaria que provoque una caída de las inversiones o para evitar devaluaciones de su propia moneda con efectos similares. En definitiva, todo tendría consecuencias en el nivel de vida de la población.
Lo que está claro en la economía capitalista es que la inversión, la modernización e introducción de nuevas tecnologías, etc. están determinadas por la competencia para ganar los mercados y mejorar los beneficios, siendo la producción y distribución de bienes y servicios los que dan paso a la necesidad de la moneda, del dinero.
En el caso del desempleo, es la propia función estructural del Estado como administrador de los intereses del capital el que va a decidir hasta qué punto llega el gasto público para reducir el paro y evitar conflictos sociales, sin dañar el valor del capital y su rentabilidad. El Estado interviene en el nivel de empleo según los beneficios previstos para las inversiones de los propietarios de los medios de producción. A fin de cuentas, lo que los Estados hacen es garantizar el modo de producción capitalistas. Por otro lado, la aceptación social de una moneda-dinero no depende de la coerción fiscal que realice el Estado ni de la capacidad de creación de dinero sino depende de las relaciones económicas. En definitiva, no hay una “independencia” económica, financiera o monetaria para ningún país dentro del capitalismo
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