Lidera un proyecto que vincula a los exiliados del Estado español con lugares emblemáticos de Buenos Aires. Y expresa su sorpresa por el desconocimiento en amplios sectores por las características típicas de «genocidio» en la dictadura, como la «transferencia de culpa hacia las propias víctimas».
«Yo estaba leyendo mucho en los meses de encierro de la pandemia sobre la Guerra Civil española y hacía muchas líneas de tiempo, de lo que ocurría allí y en Argentina. Cuando un amigo las vio, me dio la idea: ¿Por qué no preparás un recorrido sobre los exiliados españoles? Y ahí empecé con esto», comenta Mónica Puertas, socióloga y, desde hace algunas semanas, residente en Madrid.
Hija de refugiados políticos argentinos exiliados en Amsterdam durante la dictadura militar, Puertas se mudó a Buenos Aires a los 3 años, hasta que a los 18 decidió irse a Barcelona. Trabajando de camarera vivió el cambio de la peseta al euro y la Catalunya anterior al ‘procés’. En 2004 regresó a la ciudad de su adolescencia, se graduó en sociología, fue sindicalista y trabajó en el Espacio ESMA (el campo de concentración más sanguinario de Argentina, que ha sido reconvertido a comienzos de siglo como centro de memoria histórica).
En los últimos cuatro años, Puertas hacía recorridos por el interior del enorme predio de la ESMA para estudiantes de instituto que van a conocer el sitio donde se cometieron torturas y donde partió la mayoría de gente que iba a los llamados ‘vuelos de la muerte’. Mientras tanto, ella fue confeccionando un proyecto que combina turismo y divulgación histórica, y que conecta a los dos países de los que se siente parte.
‘Guerra Civil española en Buenos Aires’ es el nombre del tour, que dura unas tres horas y recorre sitios de la capital argentina que tienen puntos de contacto con los cientos de miles de exiliados económicos y políticos que llegaron del Estado. Visita bares en donde hay historias de enfrentamiento entre republicanos y franquistas y pasa por la Avenida de Mayo, en donde a pocos metros de distancia están el Centro Laurak Bat (la entidad vasca más antigua del mundo fuera de Euskal Herria), el Centro Gallego y el Casal de Catalunya.
El año pasado publicó ‘España bajo libertad vigilada’ (Ed. Esquina del Zorro), convirtiendo en libro todo el recorrido y anécdotas de sus participantes.

Su trabajo de documentación, y sus estudios académicos sobre derechos
humanos, también la llevan a definir sin titubeos como un «proceso
genocida» al franquismo, no oculta su sorpresa por que esa dictadura no
sea llamada como tal y dice que «los españoles deberían estar mucho más
orgullosos» de su historia antifascista y republicana de lo que están.
Es imposible no relacionar su historia personal con su interés por emprender este proyecto sobre la Guerra Civil española.
Bueno,
cuando uno nace no se da cuenta que su historia es especial. Siempre
naturalicé mucho todo y de mayor fui siendo más consciente lo que
significaban el exilio, la dictadura argentina y todo eso. Cuando me fui
a Barcelona no había terminado el secundario (instituto), trabajé de
camarera en un local de comida rápida y tampoco tenía mucha noción de la
historia argentina ni española.
Yo comienzo mi libro recordando aquella noche del 1 de enero de 2002 en que con una calculadora, siendo camareras, con mi amiga Sandreta, hacíamos la conversión de pesetas a euros y teníamos miedo a equivocarnos [se ríe].
Después, al trabajar en la ESMA como guía, recorriendo esas calles internas, el edificio del casino militar donde estaban las salas de tortura y de donde sacaban a la gente en los vuelos de la muerte… hoy te puedo decir que me disocio un poco de todo eso. La única vez que no me lograba disociar fue leyendo el libro de Paul Preston ‘El holocausto español’… me iba a dormir con mucha tristeza.
Cuente de qué va el proyecto y cómo nació
Vivir en Barcelona me hizo conectarme con España de otra manera. Cuando volví a Argentina quería saber siempre lo que pasaba en España, siempre tuve añoranza y no encontraba la forma de seguir conectada. Y durante la pandemia me quedé en mi casa muchos meses y empecé a leer libros de la Guerra Civil española, y a hacer líneas de tiempo, muchas, me ayudaban a entender lo que había pasado. Y un amigo, al ver mis líneas de tiempo, me sugirió la idea. ‘¿Por qué no te armás (montas) un recorrido sobre la Guerra Civil española?’ me dijo. Me dejó pensando y finalmente lo hice.
Empecé haciendo siete paradas, luego fueron nueve y empezó a venir mucha gente, eran dos tours por mes y llegué a hacer hasta ocho. Venían muchos argentinos interesados en el tema, y españoles, pero no turistas. Los que venían eran residentes en Buenos Aires que habían escuchado hablar del tour y querían probarlo.
Estudiando mucho el tema me dí cuenta de que no hubo guerra civil,
que lo que hubo fue un genocidio. Todo lo que había leído en la
universidad sobre los convenios internacionales de derechos humanos y la
propia querella argentina me hicieron entenderlo así. Creo que hablar
de genocidio encaja más, no quiero reemplazar el concepto pero creo que
hay que ponerlo sobre la mesa, es un paraguas conceptual más amplio y
permite entender mejor el presente.
¿Por qué el eje del recorrido es la Avenida de Mayo?
En
todo lo que investigué, la Avenida de Mayo, que es la arteria del
barrio de Monserrat, que se conocía antiguamente como ‘el barrio de los
españoles’, era donde pasaban muchas cosas de los inmigrantes. Además
allí hay muchos restaurantes y entidades que fundaron. Pensá
que a pocos minutos de distancia, en la misma zona, están el Laurak Bat,
el Centro Galego y el Casal de Catalunya. En el comienzo del tour, que
lo inicio en el Congreso, contextualizo la época de la gran inmigración,
cómo llegaban y por qué impactó tanto en la sociedad de Buenos Aires lo
que pasaba en España.
Yo, en el fondo, lo que busco es hacer pensar la idea de genocidio, que los que vienen al tour se vayan pensando que se ha vendido una historia española sesgada, porque hubo un bando que hace un golpe y que comete un genocidio que a nivel sociológico no tiene que ver solo con el exterminio. Hay otras variables que operan en la comunidad, que se llaman procesos genocidas. Se hacen relatos para recalificar el pasado.
Y dedico buena parte del recorrido a la Avenida de Mayo también porque muchas personas por correo me dijeron de primera mano que su padreo o abuelo o bisabuelo habían sido agredidos en esas esquinas o habían vivido enfrentamientos, uno incluso me cuenta de un navajazo. En ese barrio Montserrat se enfrentaban los dos bandos, aunque la mayoría de los que llegaron a Buenos Aires no eran franquistas. Muchos sentían que la Segunda República era aquello que había que defender y esa defensa era una excusa para hacer comunidad en una tierra muy lejana.
¿Es verdad que más de una vez le preguntaron «¿cuál guerra civil en España»?
Sí,
ha habido mucha gente que no sabía que hubo una guerra civil. Creo que
no tiene que ver con la falta de voluntad. Intento que se comprenda que
un proceso genocida deja gente muy rota y resetea el disco duro de una
sociedad. Ese no-saber no tiene que ver con ignorancia sino con que se
recalificó el pasado y transfirió la culpa. Los descendientes de
republicanos asumen una parte de la responsabilidad, que no digo que no
haya que tenerla, pero al día de hoy siguen imposibilitados de hacer
algunos duelos y reivindicar signos. Hubo mucha represión simbólica.
Creo que los españoles deberían estar muy orgullosos de lo que hicieron y
veo que no lo están.
¿A qué se refiere con orgullosos?
A
ver, es cierto que en el País Vasco y Catalunya las cosas fueron
distintas, han defendido mucho su lengua e historia y creo que son dos
excepciones porque tienen oficio en la cuestión de la comunidad, hay una
mirada diferente de un pasado común. Pero quitando esos dos casos en
los que se vive diferente la memoria histórica, creo que en el resto de
España no hay un desarrollo similar.
Una de las consecuencias del proceso genocida es que queda instalado un relato determinado. Esto lo estudié mucho en los trabajos del sociólogo Daniel Feierstein; yo utilizo para mi recorrido y mi libro ese marco teórico. Se ve que tuvo un relativo éxito ese proceso genocida con el relato que dejó instalado, en donde reparte culpas y responsabilidades, niega la identidad de las víctimas. Por ejemplo, cuando tantos repiten que fue una ‘guerra entre hermanos’, se despolitiza lo sucedido y se niega el genocidio.
El franquismo está subestimado en esa narrativa de que los peores fueron Stalin y Hitler. No voy a hacer un ranking pero obviamente el franquismo, por su forma muy distópica, fue muy nocivo y no está dimensionado en correlación con las huellas indelebles que dejó.
Ahora está por lanzar un recorrido en Madrid…
Sí, haré una ruta similar a la que hice en Buenos Aires, trataré de seguir el mismo eje argumentativo. Empezará en el barrio de Lavapiés y terminará en Puerta del Sol. Todavía lo estoy organizando, no quiero que sea una clase académica sino que sea accesible a la gente, de divulgación.
Ahora se mudó a Madrid pero usted es argentina y el Gobierno de Milei tiene una visión disruptiva sobre las políticas de memoria histórica. ¿Hay retroceso?
Sí, definitivamente. Nosotros en Espacio ESMA estábamos cobrando con hasta tres semanas de atraso el salario. Y cerraron un centro de memoria llamado Haroldo Conti, rebajaron el salario 50% a los contratados que no tenían plaza fija. Me preocupa, me parece gravísimo… pero también creo que son momentos de la historia, ahora se viene un revanchismo feroz, un intento de cambiar el relato.