Si bien América Latina es pionera en políticas regulatorias, la promoción de alimentos y bebidas no saludables dirigida a niños y adolescentes sigue siendo un problema en la región.
[BUENOS AIRES, SciDev.Net] La promoción de alimentos y bebidas no saludables dirigida a niños y adolescentes es un problema acuciante en Latinoamérica, que si bien posee un cuerpo legislativo robusto para restringirla, enfrenta desafíos crecientes a la hora de combatir la injerencia empresarial.
Esa conclusión se desprende de una revisión de 54 estudios sobre estrategias de marketing de alimentos ultraprocesados aplicadas en la región, en la que expertos mexicanos hallaron que el 60 por ciento de los productos anunciados son poco o nada saludables.
El artículo —publicado en la revista BMC Public Health— se centró en 11 países que “adoptaron o propusieron” acciones para limitar su publicidad entre jóvenes.
Entre otros datos, la investigación observó que la amplia mayoría de los productos anunciados son ultraprocesados: formulaciones con aditivos y cosméticos para realzar colores, sabores o texturas, altas en sodio, azúcares, grasas trans y saturadas.
El estudio, que sintetiza evidencia recogida entre 2013 y 2023, resalta la necesidad de mayores restricciones a la publicidad en medios de comunicación, puntos de venta y escuelas, para proteger el derecho de los menores a una nutrición adecuada.
Mientras que el sobrepeso y la obesidad afectan al 18 por ciento de las personas de entre cinco y 19 años en el mundo, Latinoamérica está entre las regiones de mayor prevalencia, con tasas que llegan al 30 por ciento en México, Chile y Argentina.
La estadística es consistente con las ventas de ultraprocesados. En un ranking global elaborado en 2015 México figuraba cuarto (214 kilos anuales per cápita), Chile séptimo (202 kg) y Argentina decimocuarto (185 kg).
Un estudio sobre economías regionales publicado en 2024 por el Banco de México, indicaba que, en el caso de ese país, el gasto per cápita en alimentos procesados y ultra procesados alcanzó el 29,5 por ciento del gasto total de alimentos en 2022. Ese documento también señalaba que el consumo per cápita y la participación en la dieta de estos productos siguen en ascenso, precisamente, en México, Argentina y Chile.
Además de potenciar las posibilidades de ganar peso, su consumo se asocia con mayores riesgos de enfermedad cardiovascular y cerebrovascular, depresión y mortalidad.
Los niños como target
De acuerdo a la revisión, la categoría de alimentos más promocionada es la de bebidas azucaradas, seguida por golosinas, helados y cereales para el desayuno.
Las estrategias persuasivas más comunes incluyen el uso de personajes registrados (como dibujos y mascotas), afirmaciones relacionadas a la salud, imágenes atractivas y eslóganes imperativos.
Capaces de identificar personajes y logos, pero aún sin la habilidad cognitiva para reconocer que el marketing no refleja la realidad, los niños de cuatro a ocho años muestran mayor preferencia por productos que se promocionan de esa manera, a los que incluso pueden percibir como más sabrosos, señalan los autores.
La TV fue el vehículo promocional más frecuente (se identificó en 20 estudios), seguida de cerca por los envoltorios (19). Los escenarios más habituales fueron comercios y escuelas.
En los primeros, la industria se concentra en tácticas como la exhibición a nivel de los ojos, promociones y descuentos. En las escuelas anuncia en afiches, campos de deporte e incluso comedores, además de apelar a regalos y charlas educativas.
Entre leyes y corporaciones
A pesar de esa injerencia, América Latina es pionera en políticas regulatorias sobre alimentos y bebidas no saludables.
Tras el dictado de la primera ley mundial sobre etiquetado frontal (con octógonos que advierten sobre excesos de azúcares, sodio, grasa y calorías en los envoltorios), promulgada en Chile en 2012, la disponibilidad de ultraprocesados en sus escuelas bajó del 90 por ciento en 2014 al 15% en 2016. Más tarde, Perú, Uruguay, Ecuador y Brasil tomaron medidas similares.
En México, la normativa obligó a la industria alimentaria a reformular sus productos. “Eso debería pasar en todos los países de la región”, afirma Lizbeth Tolentino-Mayo, investigadora de ese país y una de las autoras del estudio, en un correo electrónico a SciDev.Net.
Aunque pondera la sanción de estas normativas, también advierte debilidades relacionadas con los puntos de corte (el umbral a partir del cual se evalúa la calidad nutricional), la edad de los consumidores comprendidos en las restricciones, y los horarios y programas en que se promocionan los productos.
Andrea Graciano, coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), que no participó en el estudio, hace un análisis similar. Si bien el público “valora la presencia de sellos y los toma en cuenta para sus decisiones de compra”, tanto la industria como los gobiernos proclives a hacerle concesiones obstaculizan una implementación virtuosa.
Así, en Argentina, la gestión del presidente Javier Milei modificó el cálculo de puntos de corte establecido por la ley, de manera tal que derivados lácteos como quesos empezaron a incluir un solo sello, cuando algunos —bajo la medición anterior— tenían hasta cuatro.
Algunas estrategias de injerencia corporativa frecuentes son el lobby sobre tomadores de decisión y la “puerta giratoria” (empresarios que se tornan políticos o viceversa), entre otras.
Una cuenta pendiente
Los autores también alertan sobre las técnicas que facilitan el marketing interactivo, permitiendo a los anunciantes estar en contacto constante con los menores.
“La segmentación en función de algoritmos permite diseñar publicidad dirigida según los intereses de la industria”, con tácticas “agresivas, eficientes y difíciles de monitorear”. (Andrea Graciano, coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Buenos Aires)
Las compañías de comida rápida, por ejemplo, centran sus inversiones en campañas en redes sociales, videojuegos, videos online y mensajería instantánea. Esos entornos digitales son los más difíciles de regular, advierte Graciano. “La segmentación en función de algoritmos permite diseñar publicidad dirigida según los intereses de la industria”, con tácticas “agresivas, eficientes y difíciles de monitorear”.
Aun así —o precisamente por eso— “es imperativa la regulación libre de conflictos de interés de los medios digitales”, plantea Tolentino-Mayo.
“En algunos países de Europa, la regulación consiste en ninguna forma de publicidad de productos industrializados”, compara. “Y en España, los tutores deben autorizar el envío de publicidad por medios electrónicos”.
La investigadora cree que Latinoamérica debería seguir la misma senda, no solo exigiendo que los alimentos y bebidas dañinos dejen de promocionarse, sino también de producirse.
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net


