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A Cuba primero hay que sentirla

Fuentes: La Tizza

Palabras en la presentación del libro Soñar y pensar a Cuba, de Gilberto Valdés, investigador del Instituto de Filosofía de Cuba, Casa del Alba Cultural, La Habana, 8 de febrero de 2018.

No hay conspiración etílica en que el amigo y compañero de ideas Josué Veloz, no insista en la necesidad de reivindicar aquellas claves del socialismo que parecen «batirse en retirada» en nuestros días y nuestra tierra. A eso se dedica, en mi criterio, Soñar y pensar a Cuba teniendo como claves tres categorías: proyecto, historicidad y escenario. No se trata del ejercicio de un francotirador, que se desmarca del actual proceso de cambios en Cuba; pero que asume esas transformaciones como un proceso cultural que supera el reduccionismo de una idea de cambio unilateral impulsado desde la dirección del Estado, y la complejiza. Saliéndome de lo que anima al autor de este libro, a estas alturas del partido considero necesario aclarar la validez incluso de algunas posiciones de «francotirador». Ya los tiempos de exigir a cualquier crítica una propuesta concreta, o un «mirarnos por dentro», no resultan funcionales para el necesario consenso socialista.

El mejor medidor de la calidad y utilidad de un libro, al menos de los que abordan temáticas como las que propone Gilberto Valdés Gutiérrez (Guanajay, 1952), se encuentra en la correspondencia entre lo que se propone y lo que logra. Desde su presentación, el investigador del Instituto de Filosofía señala:

«El texto que presento al lector es un calidoscopio de reflexiones desde los cubanos y las cubanas de hoy (…) Sin el más mínimo afán de originalidad, asumo de modo electivo ideas y reflexiones, valoraciones, opiniones de una pléyade de colegas de Cuba [y de nuestra América y otras regiones], con quienes comparto similares preocupaciones, aunque no siempre coincidamos en puntos específicos y visiones (…) Esa intención justifica la proliferación de referencias que incluyo en el texto…».[1]

Aquí se impone una salvedad que habla de los valores de este material: el electismo es, y más hoy, un reto a la originalidad y el rigor. No creo que existan muchos libros impresos en que se pongan a debate las consideraciones de autores, a manera de ejemplo, como Pedro Monreal, José Luis Rodríguez, Jorge Luis Acanda, Miguel Limia David y Darío Machado Rodríguez; tampoco, en medio de los tortuosos caminos del mundo editorial del papel, que aparezcan referencias a trabajos publicados hace un año o menos. Y esto, explicado de manera reduccionista, tiene que ver con la predominante preocupación de Gilberto Valdés en el sentido de

«abrir cauce, ensanchar (y actualizar) el corredor cultural crítico del no capitalismo en la sociedad cubana, en medio de las nuevas problemáticas y desafíos de la Revolución».[2]

Pero no todos los autores tienen un peso similar en Soñar y pensar a Cuba. Ello da pistas de ese electismo de Gilberto en el sentido de construcción de alternativas, que permite aquilatar su trabajo en clave propositiva y no sencillamente -porque no lo es- como un «estado del arte» del debate sobre la actualización del modelo. Se presenta un núcleo duro de la tradición marxista con acercamientos al propio Marx, Lenin, Gramsci y Ernesto Guevara; otro -resaltando que esa «otredad» la utilizo por razones metódicas- puede ubicarse en las investigaciones cubanas (o desde esta perspectiva) sobre historia cultural, social y política con autores como Fernando Martínez Heredia, Juan Valdés Paz, Rafael Hernández, Pedro Pablo Rodríguez, Jorge Luis Acanda y Mayra Espina; también aparecen menciones a extranjeros que

«hoy revelan un pensamiento crítico actualizado frente al mundo del capital que nos rodea y que se internaliza aceleradamente en las subjetividades e imaginarios sociales»[3]

como Ana Esther Ceceña, Atilio Borón, Xochitl Leyva Solano, Franz Hinkelamert, Domenico Losurdo, Emily Morris, entre otros; y un sector fuerte, amplio y diverso de la escritura sobre temas económicos con nombres como Pedro Monreal, José Luis Rodríguez, Juan Triana Cordoví, Julio Carranza Valdés, Pavel Vidal Alejandro, Omar Everleny Pérez, Jorge Mario Sánchez, Anicia García Álvarez y Oscar Fernández Estrada.

Insisto en el carácter metodológico de esta separación, no hacerlo significaría romper con uno de los asideros de este libro. Gilberto Valdés carga todo el tiempo contra la fragmentación, la falta de articulación y las dicotomías como socialismo/mercado, plan/mercado, economía/política, sociedad civil/sociedad política. Hace especial énfasis en los correlatos entre políticas económicas y sociales, y ello, desde una mirada abarcadora de la política. Tiene un horizonte definido que intenta dinamizar: la urgencia de «estudiar los derroteros posibles para la reconstrucción hegemónica socialista». Para ello, vuelve a un principio que se me hizo especialmente familiar cuando leía y comentaba el número 6 de 2017 de La Gaceta de Cuba que se dedicara a Fernando Martínez Heredia. En la revista se reivindica la insistencia de Fernando en poner a hablar a la gente común, lo que se diría «la gente del pueblo» sobre y desde la revolución. Y ello está presente cuando en este libro Gilberto habla de

«convocar y juntar la mayor cantidad posible de voluntades para sustentar un proyecto social»[4]

y reconoce

«la pluralidad del sujeto que sustenta la opción patriótica y socialista».[5]

Por ello llama a profundizar la revolución epistemológica y la ve como integración de conocimientos científicos, saberes populares y sabidurías experienciales.

Esa integración es clave en la hora actual, y Soñar y pensar a Cuba sitúa piedras de importancia. Uno de estos pilares es explícito:

«Otra cosa es que lo contra-revolucionario no puede ser definido a priori como resultado de una mirada dogmática, una politización vulgar de los debates ideológicos, ni desde una unívoca definición de lo que es o no contrarrevolucionario, que nivela la diversidad de propuesta sobre la base de un ideologema formal».[6]

La otra se respira en esa posición electiva a la que hicimos referencia antes. Sucede que los atrincheramientos en ideas o plataformas, reproducen campos estancos y en última instancia, elitistas. Comienza entonces un sentido de posesión sobre aquellos espacios en que esas ideas y plataformas son compartidas, una opinión grupal o individual se presenta como consensuada, o incluso, se asume sinceramente como tal. Desde las fronteras se construyen nuevas fronteras; y esto sirve para tirios y troyanos. Imagino que puedan llegar críticas a este libro por su inclusividad, por lo que referenció y lo que no. Debo confesar que conecté mi paso por estas páginas con esa defensa que hace Félix Lizaso ante los críticos de Medardo Vitier:

«Cualquiera, con unas cuantas lecturas desordenadas, la emprende contra un meditador que ha consagrado su vida a poner en claro algunas ideas, y a lo mejor queda convencido de haberlo hecho polvo»,[7]

yo agregaría: sin lograrlo.

Cerca del final, me gustaría insistir en dos asuntos. El primero es que la orientación de este libro es profundamente anticapitalista y socialista. En ese sentido, y volviendo a las tres categorías claves (proyecto, historicidad y escenario), Valdés Gutiérrez continúa su ruptura -que se respira en trabajos anteriores- con la pacata excepcionalidad cubana en la contemporaneidad. En la película de animación Shrek, el ogro intenta explicar su personalidad con la metáfora de «las capas». Tras ello, flota la idea de superposiciones, variaciones, escudos pero también sedimentación. El autor de Soñar y pensar a Cuba por su parte, habla de

«develar las diferentes capas en que nos ha envuelto un sistema de dominación que violentó y sometió los territorios, la economía, las relaciones de trabajo y también, en cierta medida, la cultura, las mentalidades, los modos de vida, las lenguas, las prácticas sociales y las cosmovisiones, con las que se entabló una intensa batalla que no acaba por resolverse».[8]

Esa pelea continúa y Cuba tiene un lugar en ella, pero no como externidad, si no como uno de los escenarios de combate. Dos líneas aparecen bien definidas: el debate y la crítica a los estereotipos sobre lo socialista y la polémica con las visiones neoliberales hegemónicas a nivel global.

El segundo tiene que ver con que este libro es una secuencia de mazazos, uno se va topando a cada paso con categorías, conceptos y su desarrollo. Es un libro denso. Aun así, Gilberto Valdés tiene el tino de dialogar desde la amplitud de experiencias culturales que incluye canciones de Silvio y Varela, hasta anécdotas como esa conversación con el argentino Félix Cantor en que este consideraba la política como el arte de construir relaciones de fuerza que permitan nuestro viaje a «Alaska» para luego decirnos:

«Pues bien, ahora nos encontramos con que a algunas personas les parece mejor Tanzania, a otras la Patagonia, a las de más allá Escocia y, ¡horror! demasiadas otras consideran preferible quedarse donde están, esperando que caiga maná del cielo (algunos porque intuyen que eso «bueno» que estaría en Alaska incluye una cuota de esfuerzo productivo y otros porque difícilmente logren alcanzar en Alaska las alturas cálidas que habitan donde están)».[9]

Salidas como esta, sin demeritar toda la riqueza del libro en su conjunto, permiten entender el hecho de que por la década del ochenta del pasado siglo, Luisa Campuzano incluyera en su trabajo Quirón o del ensayo una mención al treintañero Gilberto Valdés, como uno de los contribuyentes al auge del ensayo en aquellos años.

Para terminar, los maltrataré con uno de mis últimos ejercicios, escribir cuentos cortos y no muy buenos.

Plagio

Jeff Connor tenía apenas nueve años cuando su padre decidió retirarse a un apartado lugar de Colorado, en medio de las montañas Rocosas. El viejo Connor se había bebido (y digerido) el manifiesto del Congreso Ludita de Ohio, y por su esencia idealista optó por llevar una vida simple. Al pequeño Jeff solo le quedaba escribir, y lo hizo. Experimentó en la poesía, la narrativa y redactó un monumental ensayo contra la tecnología.

Connor el padre, vino a morir sin asistencia médica en el crudo invierno de 2015; y el entonces joven Jeff cargó con sus escritos hasta Nueva York. Solo le quedaba publicar, y lo hizo. Miles de historias, sin referencias, sin lecturas previas, todas creaciones desde el absoluto silencio de las Rocosas.

Han pasado unos años de su regreso. La sociedad que lo extrañaba y de la que el viejo Connor lo arrebató, le regala centenares de demandas por plagio. No puede admitir que mil historias salieran del silencio de las Rocosas.

La invitación a esta presentación me ha puesto en situación comprometedora. A partir de este momento, y por culpa de Gilberto Valdés Gutiérrez, no podré escudarme cuando escriba en el silencio de las Rocosas.

Notas

[1] Gilberto Valdés Gutiérrez. Soñar y pensar a Cuba. Editorial [email protected], 2017. p. 7.

[2] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 123.

[3] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 7.

[4] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 92.

[5] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 98.

[6] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 93.

[7] Félix Lizaso. Ensayistas contemporáneos 1900-1920. Editorial Trópico, La Habana, 1938. p. 82.

[8] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 94.

[9] Gilberto Valdés Gutiérrez. Ob. Cit. p. 92.

Fuente: http://medium.com/la-tiza/a-cuba-primero-hay-que-sentirla-ba81cb623735

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.