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Entrevista a Albert Botran, diputado de la CUP en el Parlamento de Cataluña

«A nadie se le pregunta el origen para sumarse al proyecto independentista»

Fuentes: Rebelión

Antes de las elecciones del 27-S de 2015 en Cataluña planearon sobre los ciudadanos las amenazas de «corralito», la posible salida de la Unión Europea y la zona euro, la fractura en la convivencia, la desintegración de la unidad de España y también la quiebra económica. En la reciente entrega de los Premios Príncipe de […]

Antes de las elecciones del 27-S de 2015 en Cataluña planearon sobre los ciudadanos las amenazas de «corralito», la posible salida de la Unión Europea y la zona euro, la fractura en la convivencia, la desintegración de la unidad de España y también la quiebra económica. En la reciente entrega de los Premios Príncipe de Asturias, el monarca Felipe de Borbón apeló a la unidad de España y afirmó: «las divisiones nunca hacen grande a un pueblo, lo empobrecen y aíslan». Pese al discurso torrencial, el diputado electo de la CUP el 29-S, Albert Botran -uno de los diez de esta formación, que cosechó más de 330.000 votos- sostiene que en el proyecto independentista «a nadie se le pregunta por su origen».

Botran, que milita en la izquierda independentista desde 2002 y fue concejal por la CUP en Molins de Rei (Barcelona) entre 2011 y 2015, ha presentado su libro «Unitat Popular. La cosntrucció de la CUP i l’independentisme d’esquerres» (El Jonc) en el Espai Basset de Valencia, en un acto organizado por la CUP, Poble Lliure y el Espai Basset. El diputado de la Candidatura de Unitat Popular e historiador colabora en el periódico El Punt Avui, es socio de «Òmnium» cultural y Ràdio Terra, además de coautor de dos libros: «Les proclames de soberania de Catalunya 1640-1936» y la «Introducció a la història dels Països Catalans».

-En el libro «La construcció de la CUP i l’independentisme d’esquerres» (El Jonc) analizas el origen de la Candidatura d’Unitat Popular. ¿Dónde lo sitúas?

La Candidatura d’Unitat Popular (CUP) tiene su origen en el movimiento de la izquierda independentista, que nace en 1969 con la constitución del Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN). Esto significa un movimiento independentista nuevo, porque era de ideología marxista y se ubicaba en el ámbito de los Països Catalans. Son planteamientos que hoy se incluyen en la propuesta política de la CUP. En diciembre de 1986 se crea la Assemblea Municipal de l’Esquerra Independentista (AMEI), muy ligada al Moviment de Defensa de la Terra, una organización que daba vida al independentismo. Estos procesos se vinculan a las candidaturas municipales que ya existían, por ejemplo, en Arbúcies (Girona) y Sant Pere de Ribes (Barcelona), donde gobernaba la izquierda independentista desde 1979. Otras que se impulsaron desde 1987. Ese año nace la CUP como partido político.

-¿Por qué desde los inicios existe una fuerte impronta municipalista en el movimiento de la izquierda independentista?

El municipalismo permite a las fuerzas de la izquierda independentista hacer política institucional en un ámbito en el que no se necesita un gran capital; pero también era una necesidad, que un movimiento político que en los años 80 estaba muy vinculado a la agitación y a la estrategia «Independència, Socialisme i Països Catalans» pudiera arraigar con políticas más «tácticas» y cotidianas, como es la política que ha de practicarse en los municipios. Te obliga a hablar de salud, fiscalidad, medio ambiente…

-En el libro te refieres a la represión, a cómo el estado trata de refrenar el movimiento…

Pese a que existía una organización armada, «Terra Lliure», la represión contra el independentismo va mucho más allá. En 1982 hubo una manifestación contra la LOAPA en el Passeig de Gràcia de Barcelona, y uno de los bloques estaba encabezado por una pancarta con la consigna «Independència». En la manifestación no hubo ningún tipo de enfrentamiento con la policía, pero por el simple hecho de mostrar el eslogan «Independéncia» el Gobernador Civil de Barcelona y actual ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, mandó a la prisión a las seis personas que llevaban la pancarta. En 1992 el juez Garzón impulsó una «operación» contra «Terra Lliure» y lo que consideraba su «entorno». Ejecutada por la guardia civil, fue la mayor «operación» represiva dirigida contra el independentismo catalán, que resultó muy «tocado». De las 38 personas detenidas, muchas sufrieron torturas. Los tratos vejatorios fueron denunciados, y doce años después el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo obligó al estado español a pagar indemnizaciones por no investigar las denuncias de tortura.

-¿Cómo resumirías el recorrido «electoral» hasta las elecciones del 29-S de 2015, donde la CUP ha obtenido 10 escaños en el parlamento catalán? ¿Hubo conflictos internos a la hora de pasar del municipalismo estricto a presentarse a las elecciones, también en el parlamento de Cataluña?

Además de la fundación el año 1987, las elecciones municipales de 1999 implican un proceso de reorganización después de los difíciles años 90. Con vistas a las elecciones de 2003 empiezan a surgir núcleos nuevos liderados por gente más joven, evidentemente coordinados con la AMEI y la CUP. Pero es ese año, 2003, el que marca la renovación y el relevo generacional en el movimiento de la izquierda independentista y dentro de la CUP. Fue muy importante el «salto» en 2012 para presentarse a las elecciones al Parlament de Catalunya (en 2009 se abrió el debate, pero no ganó esta opción). Otro hito me parece el papel de la CUP en la consulta del 9-N. Tuvimos un posicionamiento, pienso que muy acertado, de apoyar un modelo de «consulta» que no era el nuestro, pero que aún mantenía el desafío al estado. Esto tuvo una influencia decisiva en el «salto» electoral que supuso pasar de 116.000 votos y tres diputados (noviembre de 2012) a 338.000 votos y diez escaños en 2015. Asimismo pasamos de cerca de un centenar de concejales en 2011 a más de 300 en 2015.

-¿Ha generado discrepancias internas el hecho de caminar en el proceso soberanista junto a una formación conservadora como CIU?

Se han producido debates muy intensos. En la legislatura pasada, que comenzó en 2012, la primera votación que se llevó a cabo fue por la llamada «declaración de soberanía», una propuesta realizada por Convergencia y ERC en la que planteaba el proceso independentista. En enero de 2013 tuvimos un debate muy fuerte sobre si dábamos o no nuestro apoyo, lo que llevó a la CUP prácticamente al límite. El viraje de Convergencia se observa con mucho escepticismo en no pocas ocasiones desde nuestras bases, porque conocemos el papel de CIU como gestora de la autonomía y «tapón» del independentismo. De pronto la vemos situada al frente de la reivindicación por el derecho a decidir, lo que nos obligó a modificar nuestro análisis y «madurarlo».

-¿De qué modo entiende la CUP el proceso de «unidad popular»?

Hay un esquema, aplicable a la Europa industrializada, que ha entrado en crisis en el siglo XX. La estructura de la clase obrera está en modificación desde los años 70, cuando las grandes fábricas, donde los trabajadores se hallaban más concentrados y tenían mayor conciencia política, comenzaron a desmantelarse. La clase obrera que lideró la lucha de clases resultó fragmentada. En el estado español el gran sindicato fue Comisiones Obreras, fundado a partir de la minería asturiana y la metalurgia catalana. La idea de la CUP implica agrupar todas las luchas populares, y la lucha de clases de siempre, pero que hoy se expresa también en los conflictos por la defensa del territorio, de los derechos sociales los trabajadores «autónomos», entre otros.

-En las elecciones al Parlamento catalán del 29-S de 2015, con una participación del 77,4%, el 47,7% de los sufragios correspondió a opciones independentistas, que también alcanzaron la mayoría absoluta en escaños (72). ¿Qué valor le otorgas a este resultado si se tiene en cuenta la campaña del miedo, que tan buen resultado dio en Grecia o Escocia?

Que exista ese grueso de población, 1,9 millones de personas, dispuesto a asumir una ruptura con un estado consolidado como es el español, con un mínimo de 300 años de historia e integrado en un sistema de alianzas europeas e internacionales, tiene un gran valor transformador.

-¿Qué argumentos propagados desde el gobierno central consideras que hacen más daño?

Lo que más me molesta es cuando se dice que en Cataluña existe una fractura social, discriminación y diferencias por razones de origen. Me indigna, y además no es cierto. La gente se ha mezclado mucho en Cataluña con independencia de su origen, se habla castellano y catalán -además de otras muchas lenguas- sin que haya conflictos entre las personas por esta razón. Las lenguas sí están en conflicto, porque el espacio que gana una lo retrocede la otra. Además, a nadie se le pregunta la procedencia para incorporarse al proyecto independentista. Los discursos que tienen que ver con las agresiones a la identidad española o de determinada gente en Cataluña son muy falsos, y muy perjudiciales.

-¿Ha logrado trascender la CUP el «perfil» de militante urbanita, de clase media, con formación universitaria y de origen catalán? ¿Ha conseguido influir esta formación política en las zonas castellanohablantes?

Si se observa la extracción sociológica de las personas que están en los lugares representativos de la CUP, empezando por el grupo parlamentario y las concejalías, puede constatarse que el movimiento no responde exclusivamente a este «perfil». Nuestro cabeza de lista al parlamento catalán, Antonio Baños, formaba parte en «Súmate», una asociación de castellanohablantes por la independencia. Además la CUP, y las plataformas que ha impulsado, han alcanzado en las últimas elecciones muy buen resultado en municipios del área metropolitana de Barcelona. Por ejemplo en Badalona, tercera ciudad de Cataluña con más de 200.000 habitantes, «Guanyem Badalona en Comú» ha contribuido a sacar del gobierno al PP. Y en Sabadell a quitar del gobierno municipal al PSOE mediante la fórmula «Crida per Sabadell».

-Por último, «Ciudadanos», partido en alza y con fuertes apoyos mediáticos, se estrenó en el Parlamento de Cataluña en 2006. En las últimas elecciones autonómicas obtuvo 735.000 votos (el 18% de los sufragios) y 25 escaños. Una encuesta de Metroscopia para El País de este mes de octubre le otorga el 21,5% de los votos en las elecciones generales de diciembre, sólo dos puntos por debajo del PP y el PSOE. Visto su recorrido en el Parlamento catalán, ¿qué opinas de este partido «joven» y «regenerador»?

Son caras nuevas para las políticas de siempre, además, con un discurso muy nocivo en Cataluña. «Ciudadanos» ha logrado arraigar, en cuanto a número de votos, en el área metropolitana de Barcelona. Pero es un partido muy basado en la influencia de los medios de comunicación. Actualmente no cuentan con ninguna alcaldía en Cataluña. En julio de 2015 votaron en contra de una moción por el cierre de los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) presentada por la CUP. Además, los planteamientos sobre el aborto de Ciudadanos coinciden con los del PP. Estuvieron en contra de poner un impuesto a los depósitos bancarios, que plantearon las fuerzas de izquierda en el Parlamento de Cataluña. También se opusieron a una consulta sobre acuerdos comerciales como el TTIP, y en octubre de 2013 se ausentaron del parlamento para no tener que votar una moción de condena al franquismo.

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