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Relación de las empresas y el ambiente

Abril «ambiental»

Fuentes:

El ambiente es todo El Universo, toda La Tierra y no simplemente lo que nos rodea, porque lo que nos rodea es el ecosistema. No nos cansaremos de decir nuestro propio concepto de ambiente que hemos adoptado tras la luz de la integralidad y dependencia de la vida de la unidad básica (Universo=Unus) o del […]

El ambiente es todo El Universo, toda La Tierra y no simplemente lo que nos rodea, porque lo que nos rodea es el ecosistema. No nos cansaremos de decir nuestro propio concepto de ambiente que hemos adoptado tras la luz de la integralidad y dependencia de la vida de la unidad básica (Universo=Unus) o del conjunto mayor al cual pertenecemos.

La humanidad está inmersa en el ambiente y desarrolla otro escenario que lo hace casi paralelo. En el primer caso, el ambiente (El Universo, La Tierra), el ecosistema y las leyes naturales es la realidad. Lo desarrollado por la humanidad, su cultura, su modelo de desarrollo, su marco legal (internacional, nacional, local), constituye la verdad, es decir un acuerdo entre los humanos y humanas. Esta verdad no necesariamente es pensada, trabajada y acordada por todos, muchas formas y modelos impuestos que llegó al descaro del proyecto de la globalización, en la cual se uniformaba el mundo en una sola y uniforme moldura.

En la organización de la humanidad se desarrollan empresas, que en el modelo de desarrollo imperante, están encargadas de adueñarse y explotar los medios de producción, cuyo desarrollo impacta definitivamente a nuestro planeta, comunidad, al ambiente. Según las Naciones Unidas en su Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las empresas se vinculan al ambiente a través del desarrollo sustentable o sostenible, término acuñado definitivamente en la Cumbre de Río de 1992, que idealistamente trata de conciliar las actividades humanas y la naturaleza en un sistema armónico.

Según el PNUMA la relación empresa-ambiente, como decíamos en el desarrollo sustentable, no como un simple compromiso, sino basado en valores y exigencias internacionales (etiqueta ambiental para algunas instituciones), adecuado y encausado por el marco legal de cada país. Esos compromisos deben ser incorporados al marco jurídico para que no sea una simple intención y pasen a ser una obligación, haciendo un control legal de las actividades empresariales y su impacto en el ambiente. Es indudable que esto ha sucedido y se han incorporado estos valores ambientales en la constitución (la República Bolivariana de Venezuela lo hizo) y se han desarrollado leyes indicadoras de los procedimientos aceptados, los controles y las penas a los quienes incurran en faltas definidas, objeto del Derecho Empresarial Ambiental.

Todo el proceso empresarial guarda su relación ambiental y está sujeta al marco del derecho Empresarial Ambiental, desde la gestión en general, hasta la tecnología, el trabajo, la administración, los seguros, las finanzas, los impuestos, «el marketing», el consumo, todo y cada uno de los procesos están relacionados con la realidad (el ambiente, el ecosistema y las leyes naturales) y está sujeta cada parte en particular y la empresa en general, al Derecho Empresarial Ambiental. En pocas palabras la empresa y cada una de sus partes, dueños, directivos y trabajadores tienen un compromiso ambiental moral y jurídico.
Si la empresa desarrolla actividad primaria (extracción de factores, bienes o recursos naturales), su medio de producción está directamente afectando al ambiente, el marco jurídico es más específico y con más exigencia. La cultura y el modelo de desarrollo se enmarcan dentro del materialismo histórico, desconociendo a los factores ambientales, introduciéndolo al discurso como recursos o bienes ambientales por adueñarse de ellos o utilizarlos con fines de cubrir una necesidad real o ficticia o verle utilidad financiera.

La conciencia de la existencia de la relación de las empresas y el ambiente es tan viejo como el desarrollo del materialismo histórico, pero el desarrollo de la responsabilidad ambiental y del marco jurídico ambiental es casi de reciente data. En el ámbito internacional se realizaron unas reuniones regionales desde 1984 con mediadores del PNUMA y la OIT para discutir qué es el desarrollo y cómo intervendría éste en el ambiente. Todo desemboca en el establecimiento de un Concejo Empresarial para el desarrollo Sostenible (BCSD por sus siglas en inglés), reunido por primera vez en La Haya el 12 de abril de 1991.

De esta reunión saldría una comisión para participar en la Cumbre de La Tierra de Río de 1992 y se desarrolló a partir del «papel de trabajo» o declaración un libro titulado «cambiando el Rumbo. Una Perspectiva Global del Empresariado para el Desarrollo y el Medio Ambiente». Exploremos algo de la declaración a través del texto de la publicación.

Hay una emblemática oración que dice del compromiso empresarial con el ambiente: «Un desarrollo sano y equitativo, como parte integral del desarrollo sostenible, requiere el uso más eficiente de los recursos. Solo entonces la «ecoeficiencia» pasa a ser un buen negocio». Devela esta la intención última del empresariado, su compromiso con el negocio. Detalla su desprecio por el ambiente y sus factores reconociéndolos como solo recursos para el desarrollo de su empresa. Nunca abandona el materialismo histórico reconociendo en la naturaleza la razón de beneficio para su empresa y hasta creemos se burla al llamar a su compromiso con su negocio llamándolo «ecoeficiencia».

El neoliberalismo como modelo de desarrollo se patentiza también en la publicación: «La piedra angular del desarrollo sostenible es un sistema de mercado abiertos y competitivos, en os cuales los precios reflejan tanto los costos ambientales como los de otros recursos». En el compromiso ambiental los empresarios no abandonan el libre comercio, sin restricciones, cuyas consecuencias estremecen al mundo con un calentamiento global que no se puede esconder más, la contaminación en general, la devastación de la biósfera. Encima, trasladan sin ninguna vergüenza y sin capotes, los costos o costes de su compromiso ambiental al consumidor, dejándonos un sabor amargo de entender que tenía razón los autores y filósofos ambientalistas, E. P Odum y F. O Sarmiento, cuando dicen en su libro «Ecología. El Puente entre la Ciencia y la Sociedad», cuando expresan que «la humanidad es un parásito de la biósfera».