La «Comunidad Taba» se compone de cuatro tiendas indígenas al estilo brasileño, hechas de madera y paja en tierra no pavimentada. En la más amplia y abierta, trabajadores campesinos, forestales, pesqueros e indígenas, intercambian sus experiencias y discuten cómo defender la riqueza natural planetaria. Son representantes de comunidades que desarrollaron técnicas innovadoras y sustentables que […]
La «Comunidad Taba» se compone de cuatro tiendas indígenas al estilo brasileño, hechas de madera y paja en tierra no pavimentada. En la más amplia y abierta, trabajadores campesinos, forestales, pesqueros e indígenas, intercambian sus experiencias y discuten cómo defender la riqueza natural planetaria.
Son representantes de comunidades que desarrollaron técnicas innovadoras y sustentables que pueden ser replicadas, pero cuyo impacto es aún limitado por falta de divulgación, dijo a IPS Sean Southey, organizador del encuentro paralelo en el ámbito de la octava Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP-8), que se lleva a cabo en Curitiba, Brasil, desde el 20 hasta el 31 de este mes.
La taba (aldea indígena brasileña) es una actividad de la Iniciativa Ecuatorial, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) asociado con varios gobiernos e instituciones no gubernamentales. Este es el octavo encuentro promovido durante las conferencias internacionales para desarrollar capacidades de comunidades rurales pobres de países ecuatoriales.
«La idea es juntarlas para que intercambien sus tecnologías e influyan en las decisiones oficiales de la conferencia», elevando su repercusión y visiones «de lo local a lo global», explicó Southey, un gerente de la Oficina de Políticas de Desarrollo del PNUD.
Estas son reuniones importantes por sus cuatro dimensiones: «celebrar éxitos, exponer y conocer experiencias, expandir la influencia y capacitar a la gente», dijo para IPS Donato Bumacas, un campesino de Filipinas.
La participación de Bumacas por segunda vez en un encuentro similar es producto del premio que ganó su pueblo indígena por las buenas prácticas en Kalinga, norte de ese país. Se trata de un sistema integrado de producción de arroz orgánico, pescado y hortalizas, conservando el ecosistema montañoso, con manejo forestal, irrigación y fertilización sustentables, explicó.
Su comunidad tiene solo 108 familias, pero la tecnología ya beneficia a 132.000 núcleos familiares de la región, destacó. El principio es que «pueblo, naturaleza, cultura y espíritus son uno».
El Convenio sobre la Diversidad Biológica puede contener y adoptar buenas decisiones, pero será «una estructura vacía» sin la implementación en los países y la convergencia entre sus decisiones globales y las buenas prácticas, sostuvo. Las metas del tratado no se alcanzarán sin la participación de las comunidades locales, sentenció.
Empresas comunitarias de biodiversidad constituyen una alternativa tanto para conservar el ambiente como para combatir la pobreza, según la Iniciativa Ecuatorial que decidió financiarlas junto con el Fondo para el Medio Ambiente Global (GEF en siglas inglesas), administrado por el Banco Mundial.
De los bosques ubicados en países en desarrollo, 22 por ciento se encuentran bajo gestión de comunidades locales. México se destaca con más de mil comunidades manejando bosques en sus tierras, según una publicación de Iniciativa que describe 30 experiencias exitosas en América Latina.
La «Comunidad Taba» viene desarrollando variadas actividades durante la COP-8. Este miércoles fue dedicado a las pequeñas islas, con charlas sobre la lucha contra especies invasoras en las ecuatorianas islas Galápagos, y la importancia de la biodiversidad isleña, entre otros temas.
El gobernador del estado brasileño de Paraná, Roberto Requiao, cuya capital es Curitiba, visitó la taba y destacó su importancia como «contrapunto a la visión de las empresas transnacionales que ven al planeta como espacio de negocios y no de vida». Requiao invitó los participantes a un almuerzo en el palacio de gobierno, en que les ofrecerá una comida local típica, el «barreado», una carne asada durante 24 horas con raíces en ollas de barro.
Manoel Yawanawa, de la Asociación Vida Nueva en el Bosque, en la Amazonia brasileña, trajo a la taba la experiencia de rescate cultural indígena. El proyecto consiste en enseñar a los jóvenes del pueblo apurinán, de unas 5.000 personas, el conocimiento ancestral de plantas medicinales, artesanía, pinturas, música y danza.
Esta es una cultura que fue conservada por los yawanawa, de solo 700 miembros, que ahora la transmiten a sus vecinos que la perdieron. Los objetivos son constituir una farmacia que en el futuro producirá medicamentos para las comunidades locales, capacitar a los jóvenes en técnicas artesanales y rescatar las artes tradicionales, explicó a IPS el líder indígena del noroccidental estado de Acre.
Los jóvenes reaccionaron negativamente al inicio del proyecto, en enero, pero luego se adhirieron «asumiendo buena participación», relató.
Para Yawanawa, los indígenas encuentran dificultades para participar en la COP-8 «a causa del inglés» dominante. «Queremos dialogar, transmitir ideas, pero la lengua es un obstáculo», se lamentó. Se habla mucho de conocimientos tradicionales de los que «nosotros somos los proveedores sin voz», acotó.
También le parecieron raras las referencias a los «pueblos tradicionales», desconociendo las diferencias entre los indígenas y otros grupos rurales, como los ribereños, pescadores, campesinos y extractores de productos forestales.
Entre estos últimos se incluyen los «seringueiros» (extractores de caucho natural) Luiz Ferreira Albuquerque y Lorival Monteiro, que se quejaron del bajo precio del producto, esencial para los automóviles caros, pero por el cual «nos pagan solo 1,50 reales», 70 centavos de dólar por kilogramo, dijeron.
«Sería necesario un precio de 10 reales» (4,70 dólares) para asegurar la supervivencia de esta actividad que evita la deforestación, sostuvo Albuquerque. Pero esos bajos precios hicieron que muchos «seringueiros» abandonaran la extracción para dedicarse a la agricultura que exige deforestar áreas crecientes, comentaron los trabajadores. También ellos dejaron el caucho y hoy se dedican a la producción de plantas medicinales.
Elevar el precio a esos niveles exigiría subsidios gubernamentales para competir con el caucho natural importado, del que Malasia es el mayor productor.
Nuestra «leche» es mejor que la malasia, arguyó Monteiro, refiriéndose al látex extraído del gran árbol amazónico que se reveló más productivo en ese país asiático al que fue llevado hace unos cien años… http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=36951