De ahora en adelante, Bahar Kimyongür debe permanecer a disposición de la Justicia española. Durante cuarenta y cinco días. Este es el período legal del que dispone España para decidir de su destino.
Pues Kimyongür, de vuelta a Bruselas, está todavía sujeto a la orden de extradición internacional dictada contra él por el Estado turco (un mandato activado el 27 de mayo y que «justificó» su detención en Andalucía, donde pasaba unos días de vacaciones).
Detenido en Córdoba el 17 de junio y luego trasladado a Madrid, la Audiencia Nacional había dejado a nuestro amigo en libertad tres días más tarde -a cambio del pago de una importante fianza de 10.000 euros- y le había autorizado a regresar a Bélgica.
Liberado «bajo fianza»: esta disposición significa que el pago de esta «garantía» es expresamente condicionado a la comparecencia del «acusado» ante la Audiencia Nacional en todos los procedimientos que justifiquen su presencia. De lo contrario, Kimyongür sería objeto de un mandato de captura inmediata puesto en marcha por el juez Javier Gómez Bermúdez, con la obligación, para las autoridades belgas, de hacerla cumplir…
En los próximos días, lo que estará en juego es el curso que tomará la instrucción del expediente y la forma en que la justicia de Madrid apreciará los cargos contenidos en la orden de arresto dictada por Ankara.
¿Los cargos…?
De hecho, en este momento particular del «nuevo» caso Kimyongü tenemos obviamente derecho (más que nunca derecho) a conocer las «nuevas» alegaciones de Turquía en contra de este ciudadano Belga. Ahora bien -como en el sempiterno relajamiento moral al cual un cierto cinismo de Estado nos había acostumbrado- estas acusaciones causan simplemente… consternación.
Por decirlo todo, el contenido de la orden de arresto emitida el mes pasado, literalmente no tiene objeto: sus supuestas inculpaciones ya habían -todas- sido desestimadas, declaradas infundadas y reducidas a nada previamente.
En realidad, este supuesto «nuevo» acto de policía internacional es la copia conforme de la orden de detención que -en 2006- se había traducido en el encarcelamiento de Kimyongür en los Países Bajos, pero había sobre todo permitido (66 días después) su liberación completa por el Tribunal de Extradición de La Haya: en nombre de los principios vigentes en cualquier Estado de Derecho, los tres jueces holandeses habían pulverizado literalmente las alegaciones infundadas hechas entonces por el fiscal del Tribunal de Seguridad del Estado turco -Hamza Keles.
¿Cuáles son los graves cargos reactivados el 27 de mayo recién pasado contra B. Kimyongür? Éstos son tres. «Ser el dirigente [‘the ruling member’] de una organización terrorista, el DHKP-C»; «haber, el 28 de noviembre de 2000, amenazado [sic] y atacado [sic] al Ministro de Relaciones Exteriores» de la época, Ismail Cem, en el Parlamento Europeo en Bruselas; «haber participado en una huelga de hambre a finales de 1999, en solidaridad con un prisionero del DHKC detenido en Alemania».
Puesto que debe ser así, examinemos uno por uno, cada uno de estos elementos «a cargo».
Las autoridades turcas acusan Kimyongür de ser «un sdirigente del DHKP-C», un movimiento declarado «terrorista» por Estados Unidos y la Unión Europea? En Bélgica, dos tribunales han afirmado -dos veces- lo contrario. La Corte de Apelaciones de Amberes [el 7 de febrero de 2008], y luego la Corte de Apelaciones de Bruselas [en sentencia firme dictada el 23 de diciembre de 2009]), no sólo han lavado a Bahar Kimyongür de sus cargos de pertenecer a un «grupo de terrorista» sino que incluso se han negado a calificar el DHKP-C de «organización criminal».
¿Haber «atentado»…?
Segundo elemento a cargo, definitivamente abrumador según el Tribunal de Seguridad del Estado turco? «Haber amenazado y atacado al ministro de Relaciones Exteriores turco, Ismail Cem»… Sin embargo, un simple recuerdo de los hechos será suficiente para contradecir esta acusación tan fácilmente perentoria.
Hace siete años, el CLEA ya había contribuido a desmontarla completamente a través de un artículo intitulado «Bahar Kimyongür: le dossier à charge»
Extractos.
«En la televisión, la CNN-Türk acaba de anunciar: el Ministro de Relaciones Exteriores Ismail Cem será el anfitrión, el mismo día, del Parlamento Europeo en Bruselas. Una intervención destinada a exponer el estado del progreso de Ankara en materia de derechos humanos…
Es Martes, 28 de noviembre de 2000. Nueve de la mañana. Deniz Demirkapi y Bahar Kimyongür están en su vigésimo tercer día de huelga de hambre. Una protesta solemne, realizada en la sede de la Oficina de Información del DHKC en la calle Belliard. Porque no hay otros medios para atraer la atención del público. En circunstancias que desde hace dos meses, en Turquía un millar de presos han iniciado un ayuno de masas contra el proyecto de transferencia de condenados políticos hacia cárceles de alta seguridad.
¿Una coincidencia demasiado perfecta? Una compañera de origen austríaco, Sandra Bakutz, debe reunirse precisamente con Morgantini, la eurodiputada comunista italiana, con el fin de entregarle un «dossier» sobre las prisiones de tipo F. Una coincidencia que, en estos tiempos de desgracia, se convierte por sí misma en una circunstancia oportuna -la posibilidad de entrar, con Bakutz, en los edificios de las instituciones europeas con el fin de interpelar públicamente al ministro. Una llamada telefónica a la interesada, la que acepta: la acción -de la que depende, tal vez, el destino y la vida de cientos de prisioneros- tendrá un curso claramente pacífico.
Tres cuartos de hora más tarde. En la entrada al Parlamento, Deniz y Bahar se hacen anunciar en la recepción como dos acompañantes de la delegación que será recibida por Luisa Morgantini. Luego, una vez llegados arriba, se separan de Sandra para entrar en el auditorio donde Ismail Cem acaba de comenzar su intervención. Antes de ello, verificaciones finales, en los servicios higiénicos. Allí, los dos jóvenes se visten, cada uno, de una casulla rayada de consignas, llenan sus bolsillos con el mayor número posible de panfletos, se aseguran que tienen consigo los afiches y repasan, por última vez, un par de frases «choc» que habían debido preparar demasiado rápido… Menos de tres minutos más tarde, se encuentran delante del auditorio. «Primer obstáculo, cerca de la entrada: había allí periodistas turcos que conocíamos y que no habrían dudado en denunciarnos a los agentes de seguridad. Iba a ser necesario, pues, de bajar la cabeza y abrir la puerta sin perder la calma. Segundo obstáculo: un hombre de la seguridad nos bloquea el camino. Sin embargo, para nuestra sorpresa, éste nos acompañó a la sala para indicarnos nuestros asientos. No pedíamos tanto». Pero, a la vista de los parlamentarios decididamente numerosos, Deniz comienza a titubear, y su cuerpo hace lo mismo: «Me tiemblan las piernas». Dudar, temblar, doblarse.«Es sólo un momento pasajero, vamos a salir adelante…»: su compañero aún no ha terminado de levantarle el ánimo cuando Deniz se ha recuperado y ya está caminando hacia el Ministro, gritando slogans combativos. Ismail Cem? Todavía está recitando respuestas preparadas y tratando de minimizar las preguntas impertinentes de varios diputados: «No, en absoluto: los soldados turcos no ocupan la isla de Chipre. Por lo demás, ¿cómo una fuerza armada podría ocupar su propio país? Los acontecimientos de 1915 sobre los armenios? Ellos no fueron buscados por nadie, créanme. Y les aseguro que no hay discriminación de ninguna minoría en mi país. Ninguna…».
Lanzar los panfletos al público, quitarse la chaqueta para que el público pueda leer las inscripciones en la casulla, desplegar los afiches de detenidos carbonizados, hacer un llamado al Gobierno turco para que abandone su proyecto carceral, saludar la increíble lucha de los prisioneros políticos … «Después de unos minutos, la policía del Parlamento trató de neutralizarnos, cosa que hizo sin mucha dificultad pues estábamos muy debilitados por nuestro ayuno de tres semanas. Apenas tuve tiempo de ver a Deniz violentamente arrojada por un guardia contra la pared y luego ser agarrada por el matón. Por último, fuimos llevados fuera del hemiciclo y forzados a salir del edificio. En la precipitación, incluso casi olvidamos nuestras cédulas de identidad registradas en la recepción. Pero la acción había sido de hecho un éxito. Estábamos contentísimos».
«¿Contentísimos«? En las horas, días y semanas siguientes al 28, Kimyongür y Demirkapi serán objeto de una verdadera campaña de odio periodístico. A través de los periódicos y telediarios en turco, serán nominativamente acusados de ser «traidores a la patria», «cerebros del terrorismo», «enemigos de la nación». Único aspecto iconoclasta de este linchamiento? La confusión mantenida constantemente por los periodistas que confunden los géneros, ya que Bahar es un sustantivo femenino (que significa «primavera»), mientras que Deniz es más bien un nombre masculino (que significa «el mar») –los padres de Deniz habían bautizado así a su hija en honor al revolucionario Deniz Gezmis, ahorcado por los militares el 6 de mayo de 1972.
Precisión inútil…: desde el 28 de noviembre de 2000 Bahar Kimyongür y Deniz Demirkapi no pueden más poner un pie en Turquía, donde están sujetos a quince años de prisión (como lo certifican los avisos de búsqueda con la foto de identidad de Deniz, varias veces pegados en la comisaría de Eskisehir, en el oeste de Anatolia, ciudad de la que es originario su padre).
Inútil…, apenas veinte días después de la acción destinada a prevenir a la opinión pública y a llamar la atención de las autoridades europeas, el gobierno de Ankara hace lo suyo. El 19 de diciembre de 2000, veinte prisiones turcas son tomadas por asalto. «
Los incidentes de Bruselas puestos así en su contexto, el 4 de julio de 2006, en La Haya, el Tribunal de Extradición emitía una sentencia ejemplar que desmontaba «las pruebas desconcertantes» avanzadas por Ankara para justificar la extradición de B. Kimyongür. Para que la extradición pueda tener lugar es preciso que en ambos países implicados el hecho en causa sea considerado un delito. Ahora bien, los motivos de extradición invocados por Turquía no son actos criminales bajo la legislación holandesa. En lo que respecta a la acusación central avanzada por el mandato internacional, el juez holandés Van Rossum precisó que se trató -en el Parlamento europeo- de una «demostración» (que significa «protesta no criminal»), y en ningún caso de una amenaza o agresión contra el Ministro de Relaciones Exteriores de Turquía. En su sentencia, los tres jueces recordaron también supremamente que «interpelar a un ministro sobre las condiciones de detención en las cárceles no es un acto criminal.»
Ni tampoco «mostrar solidaridad con un preso en huelga de hambre.»
Pues, en este último caso de figura, de nuevo, ¿dónde habría estado el delito? El 30 de noviembre de 1999, Ilhan Yelkuvan había iniciado una huelga de hambre convertida, después de un mes y medio, en ayuno de la muerte en protesta contra su mantención en aislamiento en la prisión de Hamburgo. Gracias a la solidaridad de miles de prisioneros y militantes en Turquía y también en varios países europeos, Yelkuvan finalmente había conseguido satisfacción luego de diez semanas de privación. ¿Qué habría podido decirse a propósito de esta solidaridad, desde el punto de vista penal? Nada. Absolutamente nada.
Hacer todo para todo deshacer
A pesar de la sentencia de la Justicia de los Países Bajos y de las resoluciones judiciales pronunciadas en Bélgica, las autoridades turcas están -esto es visible- decididas a deshacerse de toda jurisprudencia, cualquiera que ésta sea. Y a violar las garantías y derechos constitucionales reconocidos a cada ciudadano en cualquier Estado de derecho.
En este contexto patológico (que muestra una especie de continuidad entre lo que fue ayer, el despotismo del ejército y, hoy, la represión regentada por el AKP), la reincidencia de Turquía no nos deja otra opción. Nos será necesario, una vez más, recurrir a la presión. Y obligar al gobierno de nuestro país a defender, de manera decidida, al Belga Kimyongür.
Si por algún motivo es extraditado a Turquía, tenemos la certeza: lo peor le esperará allá a nuestro camarada…
Jean Flinker. Comité por las Libertades de Expresión y de Asociación
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