Los popularmente llamados camellos, una variante del transporte urbano surgida en los peores momentos de la crisis económica de la década del 90 en Cuba, parecen destinados a desaparecer del centro de la capital del país para alegría de la población y beneficio del entorno. Pesados y capaces de transportar hasta 300 personas, este híbrido […]
Los popularmente llamados camellos, una variante del transporte urbano surgida en los peores momentos de la crisis económica de la década del 90 en Cuba, parecen destinados a desaparecer del centro de la capital del país para alegría de la población y beneficio del entorno.
Pesados y capaces de transportar hasta 300 personas, este híbrido entre camión y ómnibus que por su aspecto simula las jorobas de camello, fue la solución salvadora para una urbe de más de dos millones de habitantes, pero nunca llegó a paliar la crisis y se convirtió en uno de los símbolos emblemáticos del llamado oficialmente «período especial en tiempos de paz».
Con el humor que caracteriza a la población cubana y esa capacidad de reírse hasta de sus peores desgracias, muchas personas en esta isla caribeña empezaron a comparar la acción de viajar en camello con la advertencia que antecede a la transmisión de algunas películas extranjeras por la televisión cubana: «sexo, lenguaje de adultos y violencia».
Ahora, a pocos meses de que el gobierno reconociera públicamente que el transporte urbano en La Habana estaba a punto de colapsar, los camellos empiezan a desaparecer de las zonas más céntricas y, en su lugar, transitan ómnibus articulados de importación que podrían convertirse en la «primera solución» del siglo XXI en este país.
«Son mucho más cómodos y pasan más a menudo que los camellos, cada 10 o 15 minutos. El único problema es que son más calurosos», comentó una habanera, de 43 años, que reconoció viajar «más en botella (autoestop) que en guagua (autobús del transporte público urbano)».
«Para las mujeres, siempre es un problema. En la guagua, si no alcanzas asiento, viajas apretada y con el temor de que algún hombre se aproveche para tocarte. Y en las ‘botellas’ hay que estar preparada para oír propuestas o insinuaciones sexuales del chofer. Por supuesto, no pasa siempre, pero es un riesgo que está ahí», añadió.
El transporte público ha sido uno de los sectores económicos de más lenta recuperación tras el golpe sufrido con la crisis iniciada a comienzos de los años 90, cuando Cuba perdió a sus principales socios con la disolución del bloque socialista europeo y de la Unión Soviética. La isla llegó a registrar una caída de casi 35 por ciento de su producto interno bruto.
El ministro de Transporte, Jorge Luis Sierra, aseguró en marzo que, para solucionar los problemas del sector, el país debe aprovechar mejor los recursos ya existentes, rediseñar las rutas de los ómnibus urbanos e importar un número importante de vehículos en los próximos tres años.
Entre las nuevas estrategias, se pretende dejar el camello sólo para el transporte de personas desde zonas periféricas hacia La Habana. Ya en el interior de la capital circularían vehículos más pequeños, «menos agresivos para el pavimento y más cómodos para el tránsito», anunció Sierra.
El proyecto gubernamental de reordenamiento del transporte urbano para la sustitución paulatina de los camellos incluye la adquisición de 600 ómnibus articulados (de dos cuerpos unidos por un sistema flexible), por un valor aproximado de 120 millones de dólares, según datos del Ministerio de Transporte.
Fuentes de la Dirección de Ómnibus Urbanos de Ciudad de La Habana aseguraron a medios de prensa nacionales que se está trabajando para llegar a 660.000 pasajeros al día en el primer semestre de este año y en la creación de condiciones para impulsar la modernización de todo el sistema nacional del transporte.
Aunque esa cifra es muy superior a los 400.000 transportados al día en promedio en 2006, aún es muy lejana de los casi cuatro millones de viajes diarios registrados antes de la crisis económica. Si en aquella época, la mayoría de los habitantes de la ciudad subía a un ómnibus urbanos al menos dos veces al día, ahora eligen esta vía sólo cuando no queda otra opción.
Un número importante de personas se mueve en vehículos pertenecientes a sus centros de trabajo, optan por taxis colectivos privados con altas tarifas o acuden a los llamados «puntos de embarque de transporte alternativo», donde deben parar y cargar pasajeros los automóviles estatales que viajan con asientos desocupados.
Un trabajo especializado aparecido en Economics Press Service, publicación de la corresponsalía de IPS en Cuba, revela que la transportación por vía aérea, marítima y terrestre creció 12,7 por ciento el año pasado, pero apenas representa 47,4 por ciento del promedio de personas transportadas anualmente entre 1985 y 1990.
Según esa fuente, el transporte por ómnibus de uso público disminuyó en todo el país, pero sobre todo en Ciudad de La Habana, donde, en cambio, decreció 13,13 por ciento.
En tanto, 49,4 por ciento del total de los viajes realizados en el país fueron por «medios alternativos», como los vehículos estatales en «puntos de embarque», los bici-taxi (triciclos acondicionados para llevar dos personas) y la tracción animal. La cifra no incluye a los taxis colectivos privados, más conocidos como «almendrones».
«Los medios alternativos no pueden ser una solución sólida para el país», señaló a IPS el autor del artículo, quien solicitó reserva sobre su identidad.
A juicio del experto, «el deterioro a que ha llegado la transportación de pasajeros en los últimos años, particularmente en 2006, es el resultado de no haberle dedicado la atención, los medios y recursos necesarios que reclama esta importante actividad económica».
Mientras el gobierno trata de enfrentar la crisis, la escasa circulación de aire por las pequeñas ventanillas de cristal de los nuevos ómnibus es hasta ahora la única queja generalizada de la población, en un país donde el promedio de temperatura es cada vez más alto y los vehículos del transporte de pasajeros suelen llevar personas sentadas y de pie.
«Con las guaguas de importación casi siempre pasa lo mismo. Vienen de países fríos y apenas tienen ventanas. Ojalá pudiéramos, aunque sea, ensamblarlas aquí y que respondieran a nuestras necesidades», opinó Marcos López, de 46 años, vecino del barrio de Alamar, en la periferia de la ciudad.
«Cualquier mejoría es un verdadero alivio», añadió López, quien aseguró que algunos días debe «invertir hasta dos o tres horas» para llegar de su casa al trabajo y de retorno del mismo.
«Es un viaje de 15 minutos, pero la espera puede ser horrible. Además, en mi caso, no puedo ir a pie porque tengo que atravesar el túnel de la bahía (de La Habana)», comentó.