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Agrocombustibles como eje central de la dominación de las Corporaciones sobre nuestros países en la actual etapa de Globalización

Fuentes:

Un dicho popular afirma que el árbol puede llegarnos a tapar el bosque. Pues, lo mismo suele ocurrir cuando ejercitamos el pensamiento político. Por ejemplo, cuando centralizamos la mirada tan solo en la distribución de la riqueza, más precisamente en la brecha existente entre pobres y ricos, resulta presumible que nuestra sensibilidad se conmueva, que […]

Un dicho popular afirma que el árbol puede llegarnos a tapar el bosque. Pues, lo mismo suele ocurrir cuando ejercitamos el pensamiento político. Por ejemplo, cuando centralizamos la mirada tan solo en la distribución de la riqueza, más precisamente en la brecha existente entre pobres y ricos, resulta presumible que nuestra sensibilidad se conmueva, que se despierte un natural espíritu de justicia y que, como consecuencia, ello nos distraiga del entorno, de ese paisaje social y económico que es precisamente, la causa de esa injusta distribución de la riqueza. Me refiero al modelo transcolonial, o sea la Colonialidad causada por las Transnacionales, en que esa brecha de iniquidad se produce, se instala y justifica. Entonces, si tan sólo enfatizamos esa iniquidad y nos distraemos de considerar el hecho colonial en que sucede, tal como suele ocurrir en los discursos tanto de izquierda como de derechas, nos preguntamos: ¿qué es lo que se está intentando inducir sino la posibilidad de que se socialice el modelo de la dependencia, distribuyendo con una mayor equidad los frutos amargos del nuevo colonialismo? Por supuesto que, si lo expresaran con esa claridad, seria sencillamente una propuesta obscena… entonces, tan sólo se lo sugiere, se lo encubre con falsos arrebatos de radicalidad, y se crean las condiciones para provocar en el oyente el falso razonamiento que consiste sencillamente, en que el árbol no nos permita ver el bosque…

¿Y por qué razón no quieren que veamos el bosque? ¿Por qué razón resaltan los problemas puntuales, en especial aquellos que comprometen nuestra conciencia solidaria o justiciera, y se esfuerzan para que no veamos el contexto de los modelos de la dependencia? Son muchas las respuestas. Generalmente, y llevado por una inclinación a la comunicación social y a la formación de conciencia en aquellos con los que dialogo, apelo al argumento que presupone desconocimiento y visiones antiguas que dificultan la comprensión de las nuevas relaciones de dominio corporativo en el mundo globalizado. Esto me ha conducido a situaciones fastidiosas cuando no hilarantes, ya que facilito el gambito fácil por izquierda de los que pretenden ver un exceso de ingenuidad, donde solo existe un recurso dialógico que, presupongo útil. Pero, lo más extraño me ocurrió hace no mucho tiempo, cuando en el despacho de un alto funcionario del gobierno, y exponiendo yo los alcances genocidas de las actuales prácticas de agricultura industrial y de los impactos de los tóxicos que la acompañan, a la vez que atenuando el impacto de mis palabras sobre el otro con la presunción de ignorancia en los niveles decisorios, se me interrumpió de pronto la exposición diciéndome enfáticamente: «Ud está equivocado, no es que no lo sepan, sencillamente, son cómplices….»

De hecho, que lo sepan o que no lo sepan no hace la diferencia. El modelo de exportación de commodities en el gran marco del sistema de la Deuda, es el esquema básico de nuestra actual dependencia. Luego se añadió a ello la Biotecnología y el sistema de los Agronegocios que además de configurarnos como un país laboratorio, desarraigaron de la tierra a las poblaciones y nos enfrentaron a un incierto destino de megalopolización y tugurización en los nuevos e inmensos conurbanos. Todo lo demás es consecuencia de este esquema básico que se constituyó sobre la base de la extracción de materias primas y la producción de commodities para exportar a los nuevos mercados globalizados. Veamos entonces estas consecuencias: minería a cielo abierto con cianurcización, agricultura industrial y monocultivos, extranjerización de la tierra, expulsión de campesinos, remates de campos, concentración de la ganadería en corrales de engorde, envío a la matanza de lecheras de la mejor genética, sobre explotación y falta de derechos laborales en las nuevas áreas de servicios, falta de viviendas para los migrantes internos expulsados de sus lugares de origen, ingesta generalizada de comida chatarra, depreciación de la educación reducida a dar comida a una niñez con hambre, etc. No obstante, una y otra vez, se insiste en combatir las consecuencias y se oculta y naturaliza el origen de todos estos males: la pérdida de Soberanía Alimentaria, la ausencia de un proyecto Nacional y el haber aceptado un rol dependiente de las necesidades de los mercados globales y de las Corporaciones transnacionales.

Y aún más todavía, si consideramos que estamos a caballo entre dos paradigmas y que al común y en general a la generación apropiada del poder político, que no va más allá de los 55 años, le cuesta dejar atrás las miradas y los imaginarios propios de los años setenta y las categorías de la izquierda clásica, resulta con mayor razón carente de sentido indagar complicidades conscientes, cuando los hechos resultan estruendosos. De hecho, existe un universo del discurso, en que podemos advertir algunas aristas emancipatorias, algo de progresismo y rescoldos de posiciones de izquierda, asimismo podemos hallar una preocupación por los derechos humanos del pasado. Pero existe también el impresionante universo de la realidad, donde rige una creciente consolidación de los modelos de la dependencia, fijados en la etapa del neoliberalismo, o sea de los años noventa.

Algunas veces la maraña ideológica de los debates pareciera hacerse más frondosa y complicada, y añoramos enfrentar propuestas de fácil respuesta, como aquella que en nombre de la Reforma Agraria, nos proponía un millón más de colonos en el campo… pero para hacer soja… Sí, algunas veces los debates entran en dolorosos períodos de confusión y nos arrastran por los inciertos e inadvertidos caminos de los nuevos maquillajes y de las más sutiles complicidades. En las últimas semanas y a partir del muy reciente reconocimiento de la Vía Campesina del Brasil de dar legitimidad a la producción de agrocombustibles a nivel local o bajo condiciones de participación social; se ha desatado un debate sobre el tema, al menos lo hemos tratado de desatar nosotros en la Argentina como GRR, al unísono con organizaciones de activistas europeos. Nos sorprende que muchas organizaciones que durante años no se habían preocupado mayormente por el tema, de pronto manifiesten un entusiasmo desusado por tratarlo. Por supuesto que algunos de esos recién avisados, comienzan señalando a la producción de Agrocombustibles, al menos conceptualmente, como un flagelo de nuestra época y el eje de la explotación que se avecina. Sin embargo, los documentos y debates terminan comúnmente, tal como aquel reciente documento del MST de Brasil, con algún tipo de justificación a producirlos localmente o bajo algún tipo de certificación social que los legitime, de tal manera que como en aquel caso de la propuesta de Reforma Agraria, lo social llegaría a justificar el modelo. Justamente en esto consistiría la amenaza de un nuevo gatoverdismo: en enfatizar lo social y olvidar el modelo colonial. Al igual que, cuando hicimos aquel Contraencuentro de Iguazú en marzo del 2005, ver: www.grr.org.ar/iguazu/ , contra las mesas redondas de la Soja sustentable que entonces nos proponían los agronegocios y las organizaciones ambientalistas como Fundación Vida Silvestre y Greenpeace Argentina, se vienen ahora debates difíciles en el campo popular y lamentablemente, el común halla dificultades para comprender qué es lo que se está debatiendo en verdad, bajo tanto palabrerío discursivo.

Ya conocemos la posición de la FAA al respecto, se trata de producirlos localmente o de exportarlos, pero desde el pequeño mediano productor, y en todo caso, disputar sobre las rentas de la exportación o lograr algún tipo de ventajas en los derechos de exportación para la llamada agricultura familiar. Una página de la FAA nos transcribe un reportaje a una de los expertos del INTA en la materia con posiciones que sin duda comparten. «No es la soja la causante de todos los males, sino la falta de un adecuado planteo de siembra directa con rotación de gramíneas y fertilización balanceada, que son las bases de un manejo agronómico sustentable», indicó la ingeniera agrónoma de la Estación Experimental del INTA Manfredi (Córdoba), María Basanta. «El monocultivo de la soja por su facilidad de implantación y manejo fue reemplazando a la rotación de cultivos, en desmedro de la biodiversidad del agro-ecosistema, favoreciendo la continuidad de los ciclos de vida de determinadas especies de plagas (insectos), patógenos (hongos, virus y bacterias) y malezas», según Basanta. Para esta especialista en la relación del carbono con el crecimiento de los cultivos, «cualquier especie bajo un esquema de monocultivo ocupando grandes superficies, como es el caso de la soja hoy, tiene alta probabilidad de ocasionar problemas ambientales y agronómicos».

Por supuesto que lo que dice la técnica del INTA es verdad, pero es una verdad tecnocrática, es la verdad relativa del que pone distancia académica del objeto estudiado, y trata de no tomar posición política en un tema del que, justamente, depende nada menos que nuestra Soberanía y nuestro destino nacional. Punto, hasta aquí están claros los interesen en juego. No es sin embargo el caso de los campesinos Sin tierras del Brasil que parten definiendo el problema tal como lo haríamos nosotros, pero terminan justificando su producción para usos locales, cuando en el encuentro nos llama la atención que esta presente y respaldándolos, el propio Gobernador de Paraná que como Estado, es un importante exportador de soja no transgénica y que además invierte actualmente en plantas de Agrocombustibles para la exportación. Tenemos sobradas y fundadas razones para dudar de la defensa de los Agrocombustibles como producciones locales. Debemos recordar que Lula propone un proyecto de Brasil potencia exportadora de biocombustibles y que el movimiento campesino brasileño mantiene una distancia prudencial con ese gobierno; y que hasta el momento, se esfuerza por no sacar demasiado los pies del plato de la política brasileña ni menos aún patear el tablero…. Recordar también que, hace mucho que la Soya GM se introdujo como Agronegociño en los campamentos campesinos de Brasil, que hace años que en Brasil el movimiento campesino desarrolla políticas de exportación que incluyen soja y que son muchas las voces que desde hace tiempo y desde los movimientos populares brasileños, han venido proponiendo la producción y exportación de agrocombustibles, tal como en la Argentina lo hace la Federación Agraria.

Debemos recordar asimismo que, por primera vez en un documento casi fundacional se diferencia la Soberanía Alimentaria de la Soberanía Energética, como si una no estuviese contenido por la otra, como si pudiese definirse una en un plano y la otra en otro. No es una separación banal porque podría ser evidentemente, y de hecho lo es, la justificación para tratar el tema agrocombustibles separado de la Soberanía Alimentaria, cuando hasta ahora dábamos por supuesto que la ecuación energética estaba incluida en el concepto de Soberanía Alimentaria. Y esto es fundamental, porque a ninguno de nosotros se nos escapa que en un proceso de recuperación de la soberanía alimentaria, debe plantearse seriamente el problema de la energía y de hecho en Cataluña conocí campesinos que hace años hacen andar su camioneta con alcoholes que ellos fabrican o aprendieron a manejar la energía del gas de madera, pero a esas prácticas no las convierten en bandera política ni en documento, y menos aún las distinguen de sus producciones de agricultura ecológica, porque incluyen con naturalidad esas ecuaciones energéticas, en su concepción de la vida rururbana y en el modo en que manejan su modelo productivo.

Y por último, el contexto internacional: todas las actividades numerosas que en las últimas semanas se han producido en nuestro país en torno al tema de los Agrocombustibles, en algunos casos en sectores caracterizados hasta ahora por postergar o evitar estos temas, a la vez que por dar primacía a las miradas sociales y por desconocer los modelos de la dependencia y en particular los modelos rurales, han sido financiadas por la Fundación Heinrich Böll. Esta fundación representa de manera directa los intereses del Partido Verde Alemán que, actualmente, aunque no se encuentre en el gobierno, comparte totalmente y es funcional a sus políticas, tremendamente comprometidas con la producción de Agrocombustibles en el mundo, para poder cumplir las cuotas de corte de gasolinas con combustibles renovables que se han impuesto para el 2010. Sobre estos temas hemos abundado en las últimas semanas porque es el gran tema en que viene batallando el GRR y la razón por la que estamos en la Red europea contra los bio fueloiles proponiendo una gran moratoria internacional. Pueden encontrarse numerosos documentos respecto a ello en la página del GRR www.grr.org.ar También es la razón por la que estamos enviando una delegación al encuentro de Cambio Climático en Bali, Indonesia, donde se va a discutir si los Agrocombustibles favorecen la morigeración del cambio o la acentúan. Desde ya que nosotros pensamos que la producción de Agrocombustibles acentúa la emisión de contaminantes a la atmósfera y por lo tanto, que favorece el efecto invernadero y el cambio climático, y que sería nefasto para la suerte del Planeta que los monocultivos aprovechen los bonos del mercado de carbono, que es lo que se está intentando fuertemente desde los agronegocios. No obstante todos estos documentos y estos debates, pareciera que el tema sigue siendo incomprensible para muchos.

De hecho, aún si somos capaces de diferenciar la Soberanía Energética como concepto y como un espacio independiente de reflexión, deberíamos recordar que nosotros, los argentinos, somos un país exportador de energías fósiles, un país exportador de petróleo y de gas, y que lo elemental sería reservar esos combustibles fósiles para el propio uso, tal como la misma ley de privatización del petróleo argentino de los años noventa lo prevé… también, deberíamos aprender a sospechar de todo planteo en torno al tema de la crisis energética y a la posibilidad de hallar sustitutos al petróleo, que no comience por intentar alguna propuesta de ahorro racional de la energía o de diseño territorial que incluya mercados de cercanías, promoción de transportes ferroviarios o de tracción a sangre, tecnologías y modelos de producción que NO sean insumo dependientes y disminución de las cadenas de frió, del packaging y de las campañas publicitarias. Asimismo, deberíamos aprender a leer la letra chica de los auspicios y ver quién financia las campañas, las conferencias y debates, y aprender a buscar en Internet que intereses son los que están detrás de las fundaciones que subsidian esas campañas y esos debates, y promocionan las nuevas tecnologías. Hemos dicho que se avecinan debates muy duros sobre el tema de los Agrocombustibles y nos referimos a la posibilidad cierta que desde posiciones de izquierda se llegue a su justificación, e inclusive tal como pareciera esta ya ocurriendo, a proponer su certificación bajo condicionamientos sociales, como si la exportación de Agrocombustibles socialistas o exportados bajo condiciones cooperativistas o producidos por la Agricultura familiar, pudiera llegar a modificar la naturaleza de lo que se partió definiendo correctamente, como el eje central de la dominación de las Corporaciones sobre nuestros países, en la actual etapa de Globalización.

* Jorge Eduardo Rulli,
www.grr.org.ar
– Editorial del domingo 2 de diciembre de 2007 – Horizonte Sur Radio Nacional AM