Equilibrar la oferta y la demanda de agua fue, históricamente, responsabilidad de los gobiernos nacionales. Pero ahora la escasez hídrica atraviesa fronteras a causa del comercio internacional de cereales. Producir una tonelada de cereales insume 1.000 toneladas de agua. Por lo tanto, importarlos es la manera más eficiente de importar agua. Los países usan cereales […]
Equilibrar la oferta y la demanda de agua fue, históricamente, responsabilidad de los gobiernos nacionales. Pero ahora la escasez hídrica atraviesa fronteras a causa del comercio internacional de cereales.
Producir una tonelada de cereales insume 1.000 toneladas de agua. Por lo tanto, importarlos es la manera más eficiente de importar agua.
Los países usan cereales para balancear sus cuentas hídricas. De modo similar, comerciarlos a futuro es, en cierto sentido, hacerlo con el agua a futuro.
La falta de agua ya perjudica las cosechas en algunos países. Entre ellos, China, mayor productora mundial de cereales.
El bombeo excesivo redujo el ya poco profundo acuífero que se extiende debajo de su llanura septentrional, obligando a los agricultores a recurrir a las profundas napas acuífero fósil de la región, cuyas reservas son limitadas.
Los cultivadores de trigo en algunas áreas de la llanura ahora extraen agua a una profundidad de 300 metros.
La producción china de cereales cayó de su máximo histórico de 392 millones de toneladas en 1998 a unos 358 millones de toneladas en 2005, según estimaciones.
Esta caída de 34 millones de toneladas excede la cosecha de trigo canadiense. China cubrió ampliamente esa reducción apelando sus otrora enormes existencias hasta 2004, a tal punto que importó siete millones de toneladas de granos.
La escasez de agua es incluso más seria en India, simplemente porque el margen entre el consumo real de alimentos y la supervivencia es muy precario. Las cosechas de trigo y arroz, los principales granos de India, todavía aumentan.
Pero en los próximos años la pérdida de agua de irrigación podría superar los avances tecnológicos y mermar las cosechas en algunas partes del país, como ya ocurre en China.
Luego de China e India, hay una segunda serie de países con gran déficit hídrico: Argelia, Egipto, Irán, México y Pakistán. Tres de estos –Argelia, Egipto y México– ya importan buena parte de sus granos.
Sin embargo, al mismo tiempo que China, Pakistán recurrió abruptamente al mercado mundial en 2004, para importar 1,5 millones de toneladas de trigo. Es probable que sus necesidades de importaciones aumenten en los próximos años.
Medio Oriente y África septentrional –desde Marruecos, en el oeste, hasta de Irán, en el este– se convirtieron en el mercado de importación de cereales de crecimiento más acelerado.
La demanda de granos se debe tanto al rápido crecimiento de la población como al creciente bienestar económico, producto, en buena medida, de las exportaciones de petróleo.
Con prácticamente cada país de la región presionando al máximo sus límites hídricos, la creciente demanda urbana de agua puede ser satisfecha solamente restando irrigación a la agricultura.
Egipto, con unos 74 millones de habitantes, se volvió un gran importador de trigo en los últimos años. Ya se disputa el primer puesto con Japón. Ahora importa 40 por ciento de su consumo total de cereales, proporción que crece a medida que el consumo de su creciente población supera la cosecha irrigada por el río Nilo.
Argelia, con 33 millones de habitantes, importa más de la mitad de sus granos, lo que significa que el agua incorporada al cereal importado excede el uso de agua de origen nacional para todo propósito.
A causa de su fuerte dependencia de las importaciones, Argelia es particularmente vulnerable a cualquier altibajo del mercado mundial de granos.
En total, el agua requerida para producir cereales y otros productos agrícolas importados por Medio Oriente y África septentrional el año pasado igualaron el flujo anual del río Nilo en la represa de Aswan.
Así, el déficit hídrico de la región representa otro Nilo fluyendo en la región bajo la forma de grano importado.
A menudo se dice que las futuras guerras en Medio Oriente se librarán más a causa del agua que por el petróleo, pero la competencia hídrica ya es evidente en los mercados mundiales de granos.
Son los países financieramente más fuertes –no necesariamente aquellos que lo son desde el punto de vista militar– los que quedarán mejor ubicados en esta competencia.
Saber dónde se concentrarán mañana las importaciones de cereales requiere mirar qué regiones y países sufren hoy déficit hídrico. Hasta ahora, los que importan buena parte de sus granos han sido los más pequeños. Ahora el déficit crece rápidamente, tanto en China como en India, cada una con más de 1.000 millones de habitantes.
Cada año se amplía la brecha entre el consumo mundial de agua y su suministro sustentable. Tanto la reducción del acuífero como el desvío del agua a las ciudades contribuirá con el creciente déficit de irrigación y, por lo tanto, con una mayor escasez en países con pocas reservas hídricas.
El bombeo excesivo para satisfacer la creciente demanda de alimentos garantiza una caída de la producción agropecuaria en el futuro, cuando los acuíferos estén agotados. Por eso, muchos países crean una «economía de burbuja alimentaria».
Según ese criterio, la producción de alimentos se infla artificialmente por la extracción insostenible de agua subterránea.
Los efectos no fueron obvios cuando los agricultores comenzaron a bombear agua a gran escala hace pocas décadas. La gran conveniencia de usar con ese fin las napas subterráneas sin apelar a sistemas de agua superficial a gran escala es que los cultivadores pueden regar cultivos sólo cuando es necesario, maximizando la eficiencia.
Además, el agua subterránea también está disponible en la estación seca, lo que permite a muchos agricultores de regiones templadas duplicar los cultivos.
En Estados Unidos, 37 por ciento del agua de irrigación es subterránea. El resto procede de fuentes de la superficie.
Tres grandes productores de cereales –el meridional estado de Texas y los centrales de Kansas y Nebraska– obtienen, cada uno, entre 70 y 90 por ciento de su riego del acuífero de Ogallala, un acuífero fósil con poca recarga.
La inusualmente alta productividad de la irrigación de fuentes subterráneas significa que las pérdidas en la producción alimentaria serán desproporcionadamente grandes cuando estas reservas se agoten.
¿Hasta qué punto la escasez hídrica se traduce en escasez alimentaria? ¿En qué países las pérdidas en el agua para irrigación por la reducción de acuíferos redunda en una caída en la producción cerealera?
David Seckler y sus colegas del Instituto Internacional para el Manejo del Agua, lo resumieron diciendo que «muchos de los países más poblados del mundo –China, India, Pakistán, México y casi todos los países de Medio Oriente y África septentrional– literalmente tuvieron un pase libre en las últimas dos o tres décadas, agotando sus recursos subterráneos».
«El castigo por el mal manejo de este valioso recurso está llegando ahora, y no es exagerado decir que los resultados podrían ser catastróficos para estos países y para todo el mundo», agregaron.
Dado que la irrigación expandida ayudó a triplicar la cosecha mundial de cereales entre 1950 y 2000, no resulta sorprendente que las pérdidas de agua reduzcan las cosechas.
Con agua para irrigación, muchos países están en un clásico modo de excederse y caer.
Si los países que bombean excesivamente sus reservas subterráneas no toman rápidamente medidas para reducir el uso del agua y estabilizar los balances hídricos, será casi inevitable una caída en la producción de alimentos.
(*) Lester R. Brown es presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra y autor de «Plan B 2.0: Rescuing a Planet Under Stress and a Civilization in Trouble» («Plan B 2.0: Rescatando un planeta en tensión y una civilización en problemas»).