El algodón sigue en Brasil los pasos de la soja. Sus variedades transgénicas, introducidas de contrabando en el país en los últimos años, pueden ahora ser legalizadas por medio de un proyecto ya aprobado de forma subrepticia en la Cámara de Diputados. La iniciativa pasa ahora al Senado, donde su aprobación es segura, porque existe […]
El algodón sigue en Brasil los pasos de la soja. Sus variedades transgénicas, introducidas de contrabando en el país en los últimos años, pueden ahora ser legalizadas por medio de un proyecto ya aprobado de forma subrepticia en la Cámara de Diputados.
La iniciativa pasa ahora al Senado, donde su aprobación es segura, porque existe una mayoría aún más abrumadora favorable a los cultivos genéticamente modificados, según Jean Marc von der Weid, coordinador de la Asesoría y Servicios a Proyectos de Agricultura Alternativa (AS-PTA), una organización no gubernamental activa «Por un Brasil libre de transgénicos».
Los diputados, en realidad, debían tratar la conversión en norma de una Medida Provisional, que son decretos presidenciales con fuerza de ley que dependen de aprobación parlamentaria para seguir vigente después de tres meses de aplicados.
La Medida estaba destinaba a establecer reglas para proteger las áreas de conservación natural de amenazas de contaminación transgénica. Pero en concreto lo que hizo fue reducir de 10.000 metros a 500 metros la zona de amortiguamiento, es decir la distancia entre las siembras modificadas y las reservas de bosques y biodiversidad.
En la tramitación del proyecto, además, el relator Paulo Pimenta, diputado del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), le agregó dos nuevas disposiciones.
Una de ellas legaliza el algodón transgénico sembrado y producido ilegalmente en Brasil, una parte incluso bajo atención del Ministerio de Agricultura.
Otro punto adicionado facilita la liberación de cultivos genéticamente modificados en el país, que necesita la aprobación de 18 de los 27 miembros de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio). La propuesta reduce la exigencia a una mayoría simple, es decir 14 votos.
El cambio responde a presiones de investigadores y organizaciones de grandes agricultores, que se intensificaron hace un mes, después de que una reunión de la CTNBio no logró autorizar la importación y comercialización de una vacuna transgénica contra la enfermedad de Aujeszky, que afecta el ganado porcino, pese a la mayoría de 17 votos favorables y sólo cuatro en contra.
La modificación presentada por Pimenta fue aprobada el miércoles por 247 diputados. Votaron en contra 103, la mayoría del propio PT, acompañado de pequeños partidos de izquierda. El Senado podrá examinar este asunto materia a partir febrero, después del receso de dos meses.
La reducción de la mayoría necesaria en la CTNBio forma parte de «un proceso de intimidación» de los operadores que se oponen a los transgénicos en favor de una política de bioseguridad, dijo Von der Weid a IPS. «Quieren expulsarlos de la Comisión», acotó.
En su opinión, la alteración tendrá poco efecto práctico, ya que la CTNBio tiene mayoría de científicos interesados en investigaciones sobre modificaciones genéticas, que son aprobadas sin problemas.
Pero antes de aprobar cultivos comerciales de variedades transgénicas, la Comisión tendrá que definir criterios de evaluación de riesgos, y eso retarda las autorizaciones, más que las dificultades para obtener la mayoría de dos tercios.
Además, esta nueva regla de la CTNBio se transforma en «irrelevante» ante la política de «hecho consumado», de introducir variedades transgénicas ilegalmente al país, para luego legalizarlas por medidas parlamentarias, sostuvo Von der Weid.
Algo similar ocurrió con la soja desarrollada por la empresa estadounidense Monsanto para resistir al herbicida Roundup Ready (RR) producido por la misma firma. Hace unos 10 años, sus semillas se introdujeron de contrabando en el sur de Brasil procedente de Argentina, pasando a dominar ahora la producción en el estado de Río Grande del Sur, limítrofe con ese país.
Ante el hecho consumado, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva decidió legalizar su cultivo a través de sucesivas Medidas Provisionales desde 2003, hasta que el parlamento aprobó finalmente una nueva Ley de Bioseguridad en 2005. Buena parte de la soja producida en el centro, oeste y sur de Brasil es genéticamente modificada.
Los opositores destacan que el algodón y el maíz transgénicos presentan mayores riesgos de contaminación porque en el país hay especies nativas de esas plantas, al contrario de la soja. Se estima en 150.000 hectáreas la siembra de algodón con semillas transgénicas.
La decisión de la Cámara de Diputados constituye «un retroceso» en la política de bioseguridad y «emite una señal muy negativa», indicando que se puede violar las leyes que «no pasará nada», para luego adoptar una medida que borrará el delito, destacó el activista.
El movimiento «por un Brasil libre de transgénicos» intentará trabar en el Senado este proyecto, pero se sabe que la correlación de fuerzas es más desfavorable aún, ante la fuerte presencia de senadores vinculados al negocio agropecuario.
Pero se intentará también una acción judicial «contra la decisión ilegal» de la Cámara, que «legisló violando leyes» que aprobó anteriormente, así como contra el gobierno, más precisamente con la mira en el Ministerio de Agricultura, anunció Von der Weid.
Esa cartera ministerial fue «cómplice» de los agricultores, al no destruir el algodón transgénico producido ilegalmente y no actuar debidamente en la inspección de la siembras, arguyó.