Paso un nuevo 25 Xullo, y nuevamente miles de personas se dieron cita en las calles de Compostela, tras el lema del BNG, estatuto de Nación. Como cada año, banderas rojas, hoces y martillos, imágenes del Che y banderas con la estrella roja (alguna sin ella) salieron a la calle. Indudablemente el BNG demostró que […]
Paso un nuevo 25 Xullo, y nuevamente miles de personas se dieron cita en las calles de Compostela, tras el lema del BNG, estatuto de Nación. Como cada año, banderas rojas, hoces y martillos, imágenes del Che y banderas con la estrella roja (alguna sin ella) salieron a la calle.
Indudablemente el BNG demostró que todavía es el referente de la izquierda gallega, a lo que se une el hecho de que por primera vez es parte de un gobierno gallego (y ya hizo la oferta al PSOE de ser parte del gobierno del Estado). Estos dos hechos juntos hicieron del 25X una fecha en la que muchos más de los que alguno querría, fueron a Compostela.
Hasta aquí, todo bien. Nada que no se saliese del guión, hasta se escenificó la «reconciliación» entre Quintana y Beiras, aunque este dijese, pocos días antes, que poco se podía confiar en el nuevo gobierno.
El estatuto de nación
El BNG tuvo como lema de la manifestación «polo estatuto de nación», lema que debieron elegir antes del acuerdo de gobierno con el PSdG, pues en él se acuerda que Galiza es una nación. Lo que queda en el aire es si el lema de la manifestación es una reivindicación hacia el nuevo gobierno, o simplemente, es una autoafirmación, pues si el acuerdo de gobierno ya lo recoge, porque levantarlo como eje de reivindicación.
¿No será que el BNG quiere reafirmarse como nacionalista delante de sus bases?, teniendo en cuenta que el acuerdo con el PSdG en el gobierno de la Xunta le da un tono más regionalista, dado que la realidad se establece dentro de los límites de la Constitución Española, en la que se afirma tajantemente que solo hay una Nación, la española, y lo demás son nacionalidades o regiones.
¿No será que el BNG, aunque permite que Galiza Nova saque un comunicado exigiendo Autodeterminación, quiere justificar el abandono de los principios del nacionalismo, la lucha por ese derecho, por cuatro conselleiro y una vicepresidencia?. Porque lo que esta claro es que el nuevo gobierno de la Xunta podrá alcanzar más o menos cotas de autogobierno, pero lo que no exigirá del estado es el reconocimiento del derecho a la autodeterminación, es decir, el derecho de un pueblo a la secesión.
Por esto, hablar de «Estatuto de Nación», dentro de los límites de una constitución que lo niega y prohíbe, no es más que un saludo a la bandera, sin ninguna consecuencia práctica. Por el contrario, el reconocimiento por parte del PSdG, en el acuerdo de gobierno, del carácter de nación de Galiza si la tiene, desactiva, sin nada a cambio, una de las principales reivindicaciones de la izquierda y el nacionalismo.
La nación y el pasado
La semana que envolvió el 25X fue una semana muy importante para el pueblo gallego. Es evidente que el PP, y Fraga, se encuentran a la defensiva -aunque haciendo trangalladas como conceder licencias a los golpistas de la COPE o a españolistas como La Voz-, y los protagonistas eran los nuevos aliados en el gobierno, el PSdG y el BNG, que hicieron las cosas con el nuevo «talante», y firmaron un acuerdo de gobierno.
Y una de las cosas que tiene el «nuevo talante» es el carácter seudo deportivo de la política: lo importante no es ganar, sino participar, el vencedor saluda al vencido, y le agradece los servicios prestados, e hipocresías por el estilo.
Incluso en el deporte es mentira eso, pues lo importante en unas competiciones es ganar, o el competidor es el enemigo que quiere evitarlo, en la política que, como decía Lenin, es «economía concentrada», los servicios prestados no lo son a la comunidad.
Fraga, como el monarca, son hijos políticos del franquismo, y el PP es el heredero directo del aparato del estado franquista, como lo demuestra las sucesivas manifestaciones hechas desde la FAES de Aznar o la AVT contra los derechos de los homosexuales o la negociación en Euzkadi. No son competidores «leales» o «democráticos», sino enemigos de los derechos democráticos de los pueblos (que se lo pregunten al pueblo iraki o palestino), de los trabajadores, de las mujeres, de los homosexuales, etc. Son enemigos mortales de todo aquello que represente progreso de la sociedad, y mientras no se entienda eso, las libertades democráticas estarán en peligro permanente.
En Galiza este carácter adoptó tintes trágicos con la marea negra del Prestige. Quieren comparar la tragedia de Guadalajara con la del Prestige, y esto demuestra que no solo no entendieron nada, sino que no quieren entenderlo.
La tragedia de Guadalajara es, seguramente, consecuencia de una imprevisión y de la privatización de los medios para enfrentar las catástrofes llamadas «naturales», que tuvo unas consecuencias dramáticas con la muerte de 11 trabajadores (como siempre, las guerras y las imprevisiones de los poderosos las pagamos los trabajadores). Y en este aspecto tiene un aspecto cualitativamente superior al del Prestige, donde afortunadamente no murió nadie directamente.
Pero. Porque en toda comparación hay un pero. La catástrofe del Prestige no solo fue un «accidente», sino que fue la demostración palpable de la consideración que tiene el estado y sus representantes -de aquella el PP- del pueblo trabajador gallego.
La marea negra fue «avisada» por los mariscadores y marineros gallegos a los largo de días, con encierros en la Isla de Arousa, declaraciones públicas, etc. Pero los representantes del PP, de la Xunta y el gobierno central, concentraron en pocos días el racismo de siglos hacia los gallegos (recordemos que en el siglo XIX un gallego era el sustituto de un mulo -la llamada «tracción gallega»-, que en el siglo XVIII matar un gallego era «pecado de chicha y nabo» -hasta hace poco tiempo, en la villa de Parla, Madrid, había un polígono industrial llamados «matagallegos»- o que Dolores Vázquez fue sentenciada por asesinato en Málaga, que luego revocaron, y uno de los argumentos del fiscal fue que «tenía un carácter retorcido, gallego»).
Este racismo se expresó en un desprecio absoluto, en un insulto al conjunto de la población trabajadora. «Que van a entender estos gallegos, si los listos (no hay peor fanático que un converso, y los Rajoy, Feijoo, Fragas, Vazquez y demás reniegan sistemáticamente del gallego), que somos nosotros, los castellano hablantes, decimos lo contrario». Es así como piensan, que los gallegos hablantes siguen siendo considerados como tontos. Y tomaron las decisiones que tomaron, hundiendo el petrolero justo donde más daño podría hacer a la economía gallega: Galiza no tiene economía, es carne de emigración.
Este es el fondo de lo que sucedió y de la fuerza de Nunca Máis: fue el grito de un pueblo oprimido a lo largo de los años. Por eso es incomparable.
Pero por eso, precisamente, a Fraga y al PP no se le puede decir «adiós, y gracias». NO. A Fraga y al PP hay que exigirles responsabilidades por los servicios prestados a… su gente, contra los intereses de la población trabajadora.
No hablamos de un partido de fútbol donde lo único que se juega es la prima de los jugadores o los beneficios del club. Hablamos de una política que aumentó el paro y la emigración, que destrozó la economía de miles de familias, que benefició a unos pocos y mantuvo salarios bajos para la mayoría. Hablamos de responsabilidades sociales. Por esto, el nuevo gobierno no puede decir «gracias».
Y por esto, la Plataforma Nunca Máis todavía tiene sentido, si es capaz de organizar la lucha por soluciones inmediatas al riesgo de un nuevo accidente -entramos a la cuenta atrás del nuevo Polycommander, Urquiola, Cason, Mar Egeo, Prestige-, pues ni el PP ni el gobierno central del PSOE han tomado ninguna medida preventiva, de la exigencia de responsabilidades a los que fueron responsables de la catástrofe, y la movilización popular para exigirlo.
La toma de decisión para evitar un nuevo accidente y la depuración de responsabilidades son los primeros puntos de la tan manida «regeneración democrática 2 que promete Touriño. La cuestión no solo es el control de los medios de comunicación -siempre van a estar sometidos al poder económico, que es quien hoy manda en ellos-, sino, si se toman medidas contra los enemigos de los pueblos y sus libertades.
La cuestión social
Este 25 X llamó la atención por la desaparición de las siglas de las organizaciones sindicales, las organizaciones de la clase obrera gallega.
En Galiza hay un nuevo gobierno, llamado el del «cambio», compuesto por dos partidos que se dicen de izquierdas, uno «socialista» y «obrero», y el otro «nacionalista», el que tiene fuerza especifica organizaciones de trabajadores, comunistas, como la UPG o sindicatos como la CIG.
El nuevo presidente ya hizo la primera oferta: abrir una mesa de negociación con los llamados «agentes sociales», es decir, los empresarios y los trabajadores (que no desaparecieron, sino que sus contradicciones siguen siendo las que mueven la sociedad, los beneficios o los salarios).
Son bien conocidas las promesas del gobierno: la prioridad, el empleo de calidad (eso también lo decía Fraga). Son bien conocidas las propuestas de la patronal, contra la eventualidad, facilidades en el despido -todos precarios-, contra la deslocalizacion, rebajas en los salarios. En el caso de los funcionarios, ligar el salario a la productividad. Y de fondo, privatización de los pocos servicios todavía estatales: el sistema ferroviario de viajeros, la sanidad -o lo que queda estatal-, la enseñanza -igual-. El programa de la patronal es claro y evidente.
Por su parte, las direcciones sindicales solo hacen referencias generales ante la negociación; que están de acuerdo con acabar con la eventualidad y la precariedad, con los bajos salarios, contra las deslocalizaciones… Pero, cómo proponen hacerlo; pues esas palabras son las de los gobiernos de turno, e incluso la patronal.
¿Harán la propuesta de prohibir por ley la precariedad y la eventualidad, de impedir más privatizaciones de servicios, de exigir aumentos salariales, etc.? Y, sobre todo, ¿estarán dispuestos a movilizar, sea el gobierno que este, por estos objetivos? Porque esta es la cuestión. El nuevo gobierno, en su acuerdo, tiene buenas palabras sobre estos temas, pero, a diferencia de lo que hace en los temas que afectan a la patronal, no propone otra cosa que retomar el dialogo con los «agentes» sociales, sin que se vea ninguna medida concreta que implique una reducción de los beneficios empresariales.
Y en el Estado Español la experiencia de diálogo social, que comenzó con la Transición, en los Pactos de la Moncloa, el resultado para los trabajadores no puede ser más negativo: precariedad, eventualidad y bajos salarios. Justo lo que dicen que van a solucionar con el dialogo.
Es en estos temas claves para la población donde se ve claramente el contenido real del nuevo gobierno: podrá hacer algún gesto cara a reconocer el carácter nacional de Galiza, podrá hacer una nueva presentación cultural (la toma de posesión no se va hacer bajo el populismo de las gaitas, sino bajo el ambiente cosmopolita de la Real Philarmonia), etc., pero su carácter burgués, que hace todo lo posible para desactivar a la clase obrera, metiéndola en el camino de la paz social -sabiendo que solo conduce a rebajas en las condiciones laborales-, no se puede ocultar, porque aquí no caben gestos ni formalidades: o se prohíbe la precariedad y aumentan los salarios, o se mantiene la precariedad y los bajos salarios, y aumentan los beneficios. No hay una línea intermedia.
Lo importante y la aparentemente secundario
Este 25 X tuvo dos componentes bien diferenciadas. Por un lado, la importante presencia de gente del BNG en su manifestación, que agrupó a miles de personas. Por otra, la crisis de la izquierda que no es del BNG, sea estatal como gallega.
El caso de EU IU es un caso a estudiar con paciencia. Una organización que es la única que parece recoger parte de la gente que abandona al BNG por la izquierda -por lo menos en el terreno electoral, no olvidemos que el BNG perdió 40 mil votos y EU IU sube 2000-, una vez pasados los procesos electorales, desaparece de la vida publica, no hace ninguna propuesta en la fecha central de la izquierda gallega, y queda reducida al trabajo municipal, por lo que no es quién de intentar aprovechar el espacio que el BNG va dejando a su izquierda.
Los motivos que generan esta contradicción tienen que ver con la dependencia de EU IU de la dirección federal de IU. IU federal es parte del gobierno central, es su portavoz de «izquierdas», y esto le incapacita para construir un referente de la izquierda a nivel estatal. Y Galiza es parte del estado, es una de las partes más oprimidas, por lo que la oposición al gobierno central tiene que ser más radical, si cabe, que en el resto.
EU IU es parte de un proyecto electoral, que profundiza su crisis a cada paso que da, por su cada vez mayor dependencia de los acuerdos con el gobierno central, con el gobierno vasco, con el gobierno catalán, etc. Sus tendencias electoralistas se ven agudizadas por la crisis federal y la gente del entorno de EU no dan el paso adelante que supone romper con el Llamazarismo.
El BNG le regala el espacio político y social, solo necesitaría la voluntad política de romper con las ataduras que lo impiden y comenzar el camino de la construcción de una izquierda realmente anticapitalista y antiimperialista. Pero no hay esa voluntad, por lo que, hoy por hoy, es pedirle peras al olmo.
Este 25 X hubo otros hechos políticos que realzan su importancia cara al futuro. Incluso la prensa burguesa reconoce su importancia, al darles un espacio hasta ahora negado (cuidado, la prensa burguesa no regala nada, ahora les da importancia para agudizar su crisis, se hace portavoz del Ministerio del Interior al hacer informes que más parecen informes policiales, que artículos de la prensa «libre»).
La izquierda anticapitalista, de la que el MLNG es su componente más importante, fue a este 25 X dividida, y bajo la impresión del fracaso en las elecciones del 19 X (mientras EU IU recogía un pequeño sector del nacionalismo ellos no), que generó una dinámica de frustración, sectarismo y autoafirmación que solo lleva a más división.
En este contexto de frustración surgen todas las reacciones y las salidas de tono como la acción de Compostela. Es la mayor demostración de la incapacidad de organizar una verdadera oposición de izquierdas a los gobiernos, de enfrentar la nueva relación que se da entre la población trabajadora y el gobierno bipartito, es la incomprensión de que la situación cambió, y que lo que podría valer en otro tiempo (la lucha contra el PP tenía apoyo de masas) no vale hoy.
La realidad cambió. La relación que hoy tienen los trabajadores y la juventud con el nuevo gobierno no es la que tenían con el PP. Quien no quiera verlo, se condena la ostracismo.
Pero esto no quiere decir, para nada, que el nuevo gobierno vaya a ser un gobierno de los trabajadores y los pueblos. El nuevo gobierno va a gobernar para los de siempre, solo que con «talante». La experiencia de Felipe González, o más cercano a nosotros, Zapatero, amigo del genocida Toni Blair, el que envía tropas a Afganistán o a hacer maniobras militares con el ejército que hoy ocupa Irak, el gobierno que aplicó la reconversión de Izar, etc, no llama a engaño a nadie. Pero la confianza en el cambio por la masas tiene otros parámetros.
La población trabajadora quiere, y quería, un cambio, e hizo lo que hoy estaba en sus manos para lograrlo: echó al PP por la vía electoral. Pudo hacerlo por la movilización hace dos años, cuando la guerra o Nunca Máis, o después de la Huelga General del 20 J; de aquella fue posible, pero las direcciones de la huelga, de CCOO y UGT, la dirección de Nunca Máis o de la guerra, lo desviaron, lo quisieron transformar en fuerza electoral. Y aunque no es lo mismo, lo consiguieron. Y hoy el gobierno son ellos, gobiernos puestos por la población trabajadora, por lo que de alguna manera, son sus gobiernos.
Son gobiernos que al ser gobiernos del estado burgués, gobernarán para la burguesía, el empresariado, los capitalistas (o el sinonimo que se quiera del dueño de los medios de producción y distribución). No tienen otra opción, y tarde o temprano, la gente que les votó se dará cuenta, y comenzará a luchar contra ellos.
Es a partir de la experiencia de sectores de los trabajadores, de la juventud se podrá reconstruir un referente de la izquierda anticapitalista, que diga claro y alto que la salida a las necesidades de los trabajadores y los pueblos no tienen cabida en este régimen ni en este sistema. Este camino hay que construirlo con paciencia, construyendo un sindicalismo de clase y combativo en cada una de las luchas de los trabajadores, llevando a la juventud, no a callejones sin salida de la acción individual, máxima expresión de la impotencia, sino a la construcción de organismos de masas que impulsen la movilización, ya sea contra la precariedad, ya en defensa de la libertades democráticas o por la defensa de una enseñanza laica y publica.
La crisis del BNG, que existe, aunque escondida tras su entrada en el gobierno, deja un amplísimo espacio para la construcción de este referente. EU IU ha dimitido hace tiempo de aprovecharlo, y en la izquierda anticapitalista existen los mimbres que pueden comenzar el camino.
El Foro contra la Constitución Europea de enero fue una gran experiencia en su concreción. Si no se llegó a buen puerto fue porque la situación no estaba madura. Hoy, luego de la experiencia de las elecciones, del 25 de xullo, de la misma Plataforma Por el NO, se hace evidente que tenemos que retomar aquél método, dándole un cuerpo superior. Por esto, el camino es avanzar en un Foro que comience a organizar la oposición de izquierdas a los gobiernos central y la Xunta.
——————-
Roberto Laxe es miembro de Corrente Vermella