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Vergüenza ajena en el debate del PPOE

Alta cocina electoral: engrudo de lentejas contra ladrillo de garbanzos

Fuentes: Rebelión

Los candidatos a presidente del gobierno de España de las dos caras del PPOE, el poli bueno Zapatero y el poli malo Rajoy, escenificaron el lunes 25 de febrero ante toda España y parte del mundo un diálogo que Ionesco, el maestro del teatro del absurdo, perfectamente firmaría si no fuera por los problemas de […]

Los candidatos a presidente del gobierno de España de las dos caras del PPOE, el poli bueno Zapatero y el poli malo Rajoy, escenificaron el lunes 25 de febrero ante toda España y parte del mundo un diálogo que Ionesco, el maestro del teatro del absurdo, perfectamente firmaría si no fuera por los problemas de ZP con la concordancia gramatical y las preposiciones y el mal gusto lacrimógeno del falso gallego.

¿Cómo pelearse sin discutir nada en absoluto? Mucho ruido y pocas nueces, porque tras la gresca asomaba un acuerdo profundo, de fondo, en todo. Curiosamente, Rajoy reprochó a Zapatero la crisis económica que nos cae encima y lo acusó de no hacer nada, mientras se atribuía el crecimiento económico de los años de su mandato. En lo que ambos partidos están completamente de acuerdo es en la constitucionalidad intocable del capitalismo y en la consiguiente política económica neoliberal, que hace de la crisis una lotería: mala suerte si te cae en la legislatura en la que tú gobiernas. Si la economía crece o decrece, si aumenta o disminuye el paro, si se produce más o menos, son detalles que se deciden lejos de la Moncloa y el parlamento… hace mucho tiempo ya que el PPOE renunció a toda posibilidad de intervención del Estado en el gobierno de la Economía, de modo que es absurdo exigir responsabilidades a los presidentes del Gobierno acerca de la coyuntura económica.

¿Cómo insultarse por nada? A pesar de las lenguas de trapo, la torpeza lingüística, el gesto afectado del pésimo actor… se tensó el ambiente como la cuerda de una guitarra desafinada. Rajoy acusaba a Zapatero de negociar ¡políticamente! con ETA y Zapatero recordaba a Rajoy que Aznar llamó a ETA «movimiento de liberación nacional» cuando la tregua de entonces. Pero resulta que están los dos de acuerdo en las ilegalizaciones de partidos políticos, y las instrumentalizan electoralmente cultivando un españolismo violento -ese que se permite la tortura, o el encarcelamiento por pertenencia a ETA de quienes no saben que pertenecen a ETA-. Rajoy disparó a Zapatero instrumentalizando políticamente a las víctimas del terrorismo, o por lo menos a las que reaccionan a su tragedia personal enrolándose en la extrema derecha. Y Zapatero no se acordó, cómo se iba a acordar, de las víctimas que alzaron voces como la de Ernest Lluch a favor del diálogo y la resolución negociada del conflicto. Rajoy machacó a Zapatero acusándolo… ¡de conversar con ETA! ¡El diálogo como acusación! Y Zapatero no defendió que hay que hablar, buscar el entendimiento para verdaderamente resolver los problemas… políticos, sino que se limitó a exigir que lo dejaran en paz en materia de política antiterrorista, como él hizo cuando era oposición a Aznar, aunque se lesionaran todos los derechos, se torturara o se criminalizara a las personas pacíficas: la verdad, el actual Presidente del Gobierno demostró más lealtad al PPOE que su oponente. Rajoy clamó al cielo porque España se derrumba: qué disparate, que los ciudadanos de tal o cual territorio quieran tener el derecho a decidir. ¡Por Dios, ¿cómo van a aspirar a tener derecho a decidir si España se derrumba?! Zapatero respondía, en ese monólogo a dos voces, hablando una y otra vez de unidad de España, España más cohesionada que nunca, España, España, España.

¿Y cómo competir a ver quién es, en el fondo, más racista? Españolitos prejuiciosos, esos que protestáis porque le han dado una beca a una familia rumana o marroquí que gana la mitad que vosotros: tranquilos, el PPOE os dará siempre la razón. Rajoy, con su contrato de integración para inmigrantes en la mano, acusó al gobierno de la duplicación del número de tarjetas de residencia en España durante su mandato… ¡A Rajoy lo molesta que haya muchos inmigrantes legales! Claro que Zapatero presumió de haber hecho más de doscientas mil devoluciones de personas… ¡al hambre y la desesperación! Dijo que de ahí procedían y luego hizo alarde de un sonoro aumento de repatriaciones en la legislatura. ¿No se indignó nadie cuando Zapatero invocó los supuestos incrementos de la ayuda al desarrollo? Se refería a la vergonzosa gira del ministro de exteriores por el centro de África, en la que ofrecía dinero a cambio de que la Guardia Civil patrulle extraterritorialmente. ¿Ha cambiado lo más mínimo la angustiosa situación de Senegal, Ghana o Sierra Leona? ¿Un poquitito siquiera? Si Rajoy quiso emular el estilo neofascista de Sarkozy, su compañero del PPOE no se quedó atrás por mucho que dulcificara su eficacia policial con la promesa de llegar algún día al otrora famoso 0,7% de ayuda al tercer mundo, o adoptara la pose de poli bueno cuando, con su discurso, dio dignidad humana a los inmigrantes… legales, claro.

Como cierre del debate, un defensor de los intereses de los ricos se solidarizaba con las estrecheces por las que han de pasar los pobres en la crisis sin proponer ni una sola medida concreta (probablemente impondrían más contención salarial para frenar la inflación, menos impuestos a los poderosos para estimular la economía), mientras intentaba conjugar capitalismo y orgullo españolista con un discurso sacado de Heidi y pronunciado con el soniquete del consultorio sentimental de Elena Francis. El otro defensor de los intereses de los ricos hacía apología de sus incentivos fiscales regresivos, de la política de superávit fiscal y contención del gasto público o de la concertación social de más sacrificios y explotación de los trabajadores… al tiempo que entonaba un «España va bien» que, no por casualidad, se hizo famoso en boca de su antecesor y también, cómo no, militante del PPOE, don José María Aznar. Todo resultó muy bonito, muy de circo.

«No me ha servido para nada este debate. Probablemente seguiré los próximos cuatro años cobrando setecientos euros y sin poder conseguir una vivienda». Tras horas de teletontería, por fin alguien dijo algo. Era un chico andaluz que se coló en el típico grupo de jóvenes insulsos que convocó una cadena de televisión para comentar el debate. Mientras el periodista le arrebataba, con prisa, el micrófono, el chaval intentaba decir que no pensaba votar a ninguno de los dos candidatos porque nada iban a hacer para ayudarle.

Esta es la democracia de la que tanto presumen los líderes políticos españoles y que pretenden que sea ejemplo exportable para, por ejemplo, Cuba: las elecciones como comida castrense en la que sólo se puede elegir entre engrudo de lentejas y ladrillo de garbanzos: imposible evitar la indigestión.

PD: Patético Llamazares

Mientras tanto, Gaspar Llamazares, enfundado en un jersey gris de enfant terrible, escenificaba su disgusto por haber sido excluido del debate. Se quejaba del fomento del bipartidismo mientras las encuestas están pronosticando un batacazo electoral de Izquierda Unida porque se va a imponer el voto útil. Por miedo a favorecer al PP y su discurso neofascista, miles de pardillos votarán al PSOE y su discurso algo menos neofascista. Total, IU ha funcionado todo este tiempo como apéndice del PSOE, apoyo oportuno y barato, compañero de trinchera frente a la amenazante derecha

Llamazares se dedica a decir en los mítines que va a gobernar con el PSOE y los votantes piensan: bueno, para que Llamazares pueda gobernar con el PSOE, primero tendrá que ganar el PSOE las elecciones, y si votamos a IU ganará el PP. De ahí la pataleta del máximo responsable del proceso de desimplantación social acelerada que sufre Izquierda Unida. Como ha hecho casa común de la izquierda con el PSOE, se ha convertido en legitimador del bipartidismo al trazar la orilla a la derecha del PSOE y no a la derecha de la izquierda, como intentó hacer Anguita. Cuando PRISA te trata bien… será por algo.