A excepción de la pólvora, el amianto es la sustancia más inmoral con la que se haya hecho trabajar a la gente; las fuerzas siniestras que obtienen provecho del amianto (…) sacrifican gustosamente la salud de los trabajadores a cambio de los beneficios de las empresas. (Remi Poppe, ex diputado europeo de los PP Bajos) […]
A excepción de la pólvora, el amianto es la sustancia más inmoral con la que se haya hecho trabajar a la gente; las fuerzas siniestras que obtienen provecho del amianto (…) sacrifican gustosamente la salud de los trabajadores a cambio de los beneficios de las empresas. (Remi Poppe, ex diputado europeo de los PP Bajos)
Cientos de miles de muertes por cáncer se producirán en los próximos decenios como resultado de las exposiciones al asbesto en el trabajo, en el hogar y en el medio ambiente. (CCOO Andalucía, 2007. «Amianto: impacto sobre la salud y el medio ambiente»)
Se estima en 100.000 el número de personas que mueren cada año en el mundo de resultas de la exposición al amianto. (OIT, 2006)
La extracción, transformación y manejo de los productos que contienen amianto (o asbesto) ha originado, en el pasado siglo XX, decenas de miles de enfermos y muertes prematuras y se espera que en los próximos cincuenta años se producirán centenares de miles, habida cuenta de que existe un desfase entre la exposición a la fibra letal y las manifestaciones de la enfermedad de hasta 30 años y, porque aún, a pesar de ser clara y terminante su nocividad, en cerca de 150 países no está prohibido su extracción, transformación y uso.
En los países industrializados es la principal causa de enfermedades profesionales y, después del tabaco, el primer cancerígeno ambiental más mortífero de los conocidos hoy día. Por eso, a esta tragedia, se le ha llamado «el genocidio del amianto».
El amianto se extrae a partir de las minas de serpentina y anfíboles, silicatos cristalinos compuestos de fibras microscópicas, de las cuales las más importantes hoy día están en Canadá, Rusia, Kasakhstan, China y Brasil, y de las que se está extrayendo más de dos millones de toneladas anuales. Hay distintos tipos de asbestos, pero el que más se ha utilizado (y se sigue utilizando) es el crisotilo o amianto blanco que de todas las modalidades es el menos virulento, pero como los demás cancerígeno y patógeno. La contaminación continúa.
El amianto se ha aplicado hasta en 3.000 productos diferentes, pero el más abundante y conocido es el fibrocemento utilizado en la construcción y en los conductos de agua. El descubrimiento de esa combinación amianto-cemento (fibrocemento) tuvo lugar en 1900 por el austríaco Hatschek, que murió prematuramente, posiblemente como primera víctima de su descubrimiento. Por el carácter «eterno» que sospechó tendría el producto llamó «Eternit» a las empresas que lo fabricaban. Como sólo daba una licencia por país, desde el principio, se constituyó un grupo de cuatro familias centroeuropeas que pasarían a dominar la producción de esta patente: los Schmidheiny, los Emsens, los Hatschek y los Cuvelier. El temprano cártel constituido bajo la hegemonía de las dos primeras familias (suiza y belga), así como las múltiples interrelaciones societarias entre ellas permite hablar de la multinacional Eternit, un imperio del amianto que ha durado en Europa hasta el 2004, fecha en que Eternit-Bélgica deja de fabricarlo, y que se ha extendido por más de 25 países de todo el mundo. Junto a la compañía inglesa Turner &Nevall, constituyeron en 1929 el cártel llamado SAIAC, basado en la coordinación, los acuerdos de precios y compras, la expansión fuera de Europa, el funcionamiento como lobby para luchar contra la prohibición o reglamentación estricta y para generar opinión publica.
La utilización del amianto en este trabajo se focaliza en el fibrocemento porque estos productos absorben la mayor cantidad del asbesto extraído de las minas en el mundo y porque ha estado controlada por una sola multinacional: Eternit.
1. La fibra «asesina»
El descubrimiento de las muchas propiedades del amianto hace que se le llegue a llamar el «mineral milagroso». Su combinación con el cemento y el agua por su indestructibilidad, su resistencia al fuego y su bajo coste lo hacen un estupendo sustituto como material de construcción. Pero muy pronto aparece su carácter letal y la historia de su nocividad se afianza a lo largo del siglo XX, con la aparición de publicaciones médicas de prestigio, a pesar de las maniobras de ocultamiento y descrédito a los que las somete el cártel de Eternit.
En 1900 se constata la existencia de abestosis, enfermedad relacionada con el polvo de amianto. En 1930 la relación entre la inhalación de fibras de amianto y la abestosis es definitivamente establecida. En 1955 la inhalación de amianto y cáncer de pulmón queda demostrada. En 1959 los trabajos de Wagner descubren la aparición de cáncer (mesotelioma) en los mineros y en las poblaciones de alrededor, en Johannnesburgo. En 1964-65 los trabajos del equipo del americano Selikoff logran el reconocimiento de la comunidad científica de su nocividad. En 1973 la OMS reconocía que la exposición al amianto causaba el mesotieloma y el cáncer de pulmón. En 1978 en Parlamento Europeo declaraba el amianto como cancerígeno laboral, pero como dice CCOO (obra citada) muchos estados fueron anestesiados por los lobbys industriales y financieros y hasta 25 años después, en 1999, no se prohibía en Europa, entrando en vigor apenas en 2005.
El cuadro de enfermedades principales por inhalación de amianto queda establecido, actualmente, como sigue:
La abestosis, que afecta al pulmón, con un periodo de latencia de unos 10 años, que mata por asfixia.
El cáncer de pulmón, con 10 a 20 años de latencia hasta su aparición.
El cáncer de pleura, mesotelioma, específico del asbesto, con 20 a 40 años de latencia.
El amianto resulta ser un tóxico pérfido y temible, pues los periodos largos de latencia permiten achacar los tumores al tabaco, por ejemplo; no proporcionan síntomas clínicos precursores y las fibras microscópicas que se desprenden del amianto-cemento son sólo visibles al microscopio electrónico. En todo el ciclo de vida del amianto-cemento, desde la extracción hasta la eliminación de los desechos pasando por su utilización, se liberan importantes cantidades de fibras, que no son fijadas y exponen así a profesionales y a numerosas personas.
En el gráfico adjunto podemos ver que en todo el siglo XX, en Suiza, los años 1955 a 1982 han sido los de más transformación de amianto-cemento, y que con un desfase de 30 años han empezado a producirse enfermedades profesionales, que tendrán su punto culminante alrededor de 2010.
Como afirma la AISS (Asociación Internacional de la Seguridad Social, fundada en 1927), en un documento de 2006: «Existe un claro consenso científico internacional según el cual el amianto, sea cual sea su naturaleza, es un producto cancerígeno para el hombre incluso en bajas cantidades. No hay ningún amianto bueno. La utilización actual del amianto penaliza a la economía de un país durante más de 30 años. En cuanto al amianto ya existente, aunque implique costos adicionales, la eliminación total es la única solución perenne y realista, si no, las operaciones de mantenimiento serán siempre peligrosas. El reemplazo del amianto puede realizarse en todos los casos. Tanto por razones humanas como por razones económicas, la prohibición de la producción y de la utilización del amianto es ineluctable».
2. Las víctimas, sus asociaciones y demandas. El caso de Turín
Los afectados han tardado más de setenta años en organizarse y en luchar por sus derechos para que se haga justicia, pero las cosas están cambiando rápidamente.
Las razones de esta movilización tardía (no olvidemos que el amianto-cemento lleva más de cien años produciéndose) se deben a su carácter pérfido (las varias décadas que tarda la enfermedad en dar la cara), a lo poco que han hecho las administraciones y los médicos de empresa, como denuncia Ángel Cárcoba sin descanso («no se conoce ni un solo caso en toda la historia judicial en que un médico de empresa o de Mutua haya testificado a favor de las víctimas») y al lobby-cártel montado por Eternit durante más de 50 años. Como dice R. Sopoor, en mayo del 2002, en la Tribune del Partido Socialista Holandés, «si vosotros atacáis a las empresas de Eternit, país por país, ellas se escurrirán entre los dedos. No son más que filiales de multinacionales, es un caso típico de deslocalización. Las víctimas perseguirán sombras, y el país en cuestión será abandonado con una vasta polución medioambiental».
Pero a partir de finales de los setenta, las víctimas se organizan en Australia y EEUU, les siguen en Japón, en 1987, con la Red para la prohibición del asbesto; en 1989, en Italia se constituye la Asociación de expuestos al asbesto, y partir de los noventa aparecen organizaciones de resistencia en Brasil contra Eternit (1995), en Nicaragua y Perú (1998), en Bélgica (2000), en India (2002)…Y desde 1991 se inician los encuentros internacionales empezando con el realizado en Parlamento Europeo, seguido de la constitución, en 1992, de la Red BAN (por la prohibición del asbesto en el mundo) y de la asociación IBAS (International Ban Abestos Secretariat) que promueve junto al grupo de izquierda europea en el Parlamento la Conferencia titulada «El amianto, el coste de la avaricia empresarial», en septiembre de 2006. En febrero de 2008 se celebra en Viena la Conferencia sobre el asbesto de la International Trade Union.
Las cosas han cambiado. En España es sobre todo el sindicato CCOO el que abandera las luchas y, según ellos mismos, desde la clandestinidad ya empiezan a hacer denuncias, que culminan en 2000 y 2007 con las publicaciones de los libros «El amianto en España» y «El amianto: impacto sobre la salud y el medio ambiente», amén de organización de las víctimas y presiones en la administración. En España el amianto está prohibido desde el año 2002.
El caso de EEUU es especial pues todos los asuntos han de reclamarse en los juzgados, por litigación. Pues bien, si en 1982 había 21.000 demandas en 2000 se elevaron ya a 600.000 y las empresas demandadas pasaron de 300 a 6.000. Esta situación ha hecho decir a un magistrado del Supremo que tal «elefantiasis» era mejor gestionarla por vía legal que jurisdiccional.
Pero todo este movimiento ha culminado, por el momento, en el juicio de Turín que comenzó el pasado 9 de abril y en el cierre de AVINA, una entidad filantrópica del magnate del amianto S. Schmihheiny, fundada en 1994, y reflotada financieramente en 2003, dedicada a lavar la imagen del suizo, a seguir haciendo negocios y a confundir a los movimientos sociales de resistencia al capitalismo con financiación y penetración en los mismos.
En el juicio de Turín los principales acusados son S. Schmidheiny y J.L. de Cartier, responsables y propietarios de Eternit Suiza y Bélgica, uno desde 1973 a 1986, y el otro en 1972. Es por tanto un juicio con carácter retroactivo, en cierto modo contra el cártel que ha dominado, en el siglo XX, la producción de amianto en el mundo. Se ha hablado de él como del «Nüremberg» del medioambiente. Se acusa a Eternit de falta de prevención y daños por el amianto que ha causado la muerte a 2.619 empleados y se pide un millón de euros de indemnización por cada víctima y unos trece años de cárcel a Schmidheiny.
«¿Quién podía saberlo?», se pregunta ahora Luisa Minazzi, que de pequeña jugaba en el patio entre polvos de eternit que su padre traía de la fábrica como si fuese algo maravilloso. Dice Luisa que los responsables «deberían ser juzgados en La Haya por crímenes contra la humanidad», y uno se pregunta qué sucederá con toda la uralita que hay en los pueblos de Europa, que sigue en el mismo sitio donde fue colocada hace 30 o 40 años» (Rossend Doménech, Roma, 2008).
Mientras Sthepan Schmidheiny ponía a buen recaudo parte de su fortuna (a modo de un alzamiento de bienes, por lo que sabía que se le vendría encima para reparar parte de los daños infligidos a las decenas de miles de víctimas del asbesto) y a bombo y platillo, en Costa Rica en 2003, en presencia del embajador norteamericano y el del presidente del Banco Mundial, entre otros, constituía un fondo denominado Viva Trust para financiar la ya extinta Fundación AVINA, un ex-trabajador de su fábrica de Brasil, que había trabajado durante treinta y ocho años, le escribía por navidad de ese mismo año, y le decía:
«Nosotros los ex-colaboradores de Eternit Osasco, hemos trabajado ignorando los riesgos del amianto, con abnegación y el orgullo de construir el imperio del amianto cemento para vuestra familia Schmidheiny. ¿Pero qué hemos recibido a cambio? Una bomba de efectos retardados implantada en nuestros pulmones.
Le adjunto una fotografía de los supervivientes de Osasco para ver si se le conmueve el corazón contemplando estos restos humanos en que han devenido vuestros viejos colaboradores de los tiempos dorados de Eternit.
Le pedimos que, ya que ha donado 2.2 millardos de dólares para obras filantrópicas, si estaría dispuesto a donar solamente algunos millones para la Asociación brasileña de las víctimas del amianto. (Firmado Joao Francisco Grabenweger)».
Este trust con el que ha estado financiando Avina tomaba a su vez financiación de, entre otras empresas, una denominada AMANCO, dedicada a fabricar tubos para conducción de agua, especialmente en Latinoamérica. Esta es una de las razones por las que AVINA ha estado tan interesada en temas de agua y en denunciar la falta de saneamiento de cientos de millones de personas en el mundo: como en muchos países no estaba prohibido, ha usado en las instalaciones, evidentemente, el fibrocemento para las instalaciones de agua (también el PVC) y los líderes de los movimientos sociales a los que ha financiado jamás han fomentado los saneamientos en seco, sin necesidad de tuberías, que son en muchos casos alternativas viables y ecológicamente más recomendables (no necesitan depuración, no contaminan, se aprovecha el compost).
3. Las familias responsables de Eternit: Schmidheiny y Emsens
Ya hemos visto cómo el lobby, multinacional y cártel denominado Eternit, ha dominado la producción del amianto en el mundo por cerca de 100 años. Fruto de este monopolio, que tuvo su periodo de máximo esplendor entre los años sesenta y ochenta del siglo XX, dos familias principalmente (la suiza Schmidheiny y la belga Emsens) se colocaron a la cabeza de los magnates del mundo.
El lobby de Eternit, como dice Remi Poppi, «la fuerza siniestra que obtienen provecho del amianto, no se lo piensa dos veces a la hora de recurrir al chantaje, el engaño y las prácticas deshonestas para proteger (…) los beneficios de las empresas».
En el caso de Nicaragua se instalaron con el nombre de Nicalit, compartiendo propiedad con el dictador Somoza (40% de participación) y estuvieron produciendo amianto-cemento desde 1967 hasta 1993. Las víctimas también están organizadas para su defensa.
En la Conferencia sobre el asbesto celebrada en Viena, en febrero del 2008, organizada por el International Trade Unions, María Roselli presentaba su libro titulado «La mentira del asbesto»,en el que revelaba las muchas mentiras a las que el pueblo ha sido sometido por las compañías en relación al asbesto y manifestó haber encontrado a una víctima letona viva, testigo de los trabajos esclavos a que Eternit sometía en Alemania a algunos trabajadores, durante la Segunda Guerra Mundial. Los Schmiheiny admiten que tuvieron que hacer algún tipo de colaboración con el nazismo, aunque niegan lo de la esclavitud. En el sumario de Turín también figuran los italianos deportados a Alemania durante la segunda guerra mundial, obligados a trabajar con amianto.
La magnitud de la responsabilidad de estos magnates tiene que ver con la cantidad de amianto movido en los más de cien años de uso del mismo. Se sabe que más de 200 millones de toneladas de asbesto han sido utilizadas en el mundo, de las cuales 80 millones están instaladas en Europa y 2,6 millones en España. Y se sabe que el riesgo de inhalación de fibras está presente en todo el proceso: extracción, preparación, transporte, transformación, aplicación, uso, almacenamiento, destrucción y gestión de los residuos.
«Actualmente unos 125 millones de personas de todo el mundo se encuentran expuestas al amianto en su lugar de trabajo. Estimaciones globales muestran que todos los años mueren, como mínimo, 90.000 personas de cáncer de pulmón, mesotelioma y asbestosis debidos a la exposición al asbesto por motivos profesionales. Además, se estima que pueden atribuirse varios miles de muertes adicionales a otras enfermedades relacionadas con el amianto y a exposiciones a esa sustancia que no son de índole profesional» (OMS, sept. 2006).
Y como dice el Comité de ayuda y orientación a las víctimas el amianto (CAOVA, 2006) la responsabilidad de estas familias «hacia las víctimas del amianto en el mundo está a la medida de sus fortunas y del imperio mundial que han construido en el curso del siglo XX sobre el secreto, la mentira, y la manipulación de la opinión pública».
Estas familias históricas dejaron la producción en 2004, al menos en Europa que para esas fechas, en la mayoría de los países, estaban su producción y uso prohibidos. Pero han tomado el relevo los países que como Canadá, Rusia, etc. siguen extrayendo cada año cerca de 2,5 millones de toneladas y se siguen usando en los más de 140 países en los que aún no está prohibido el amianto, con las consecuencias a largo plazo para la salud que aquí han sido descritas.
Hay muchas voces que piensan que los responsables máximos deben ser juzgados en el Tribunal Penal Internacional por tratarse de crímenes de lesa humanidad.
4. El caso de España: Uralita, Eternit y los March
En España, el amianto es más conocido por su nombre comercial, uralita, que por su nombre propiamente dicho. En efecto, en 1903 se funda la sociedad con ese nombre y en 1920 empieza a fabricar fibrocemento. Es en 1959 cuando Eternit compra un paquete importante de acciones y Uralita SA entra a formar parte de la multinacional del amianto que domina en todo el mundo.
En los años 70 del pasado siglo, el Grupo March era el principal accionista y Juan March su presidente. De este personaje dijo J. Fortuny en el periódico Avui, en 2001, que ésta y otras empresas las obtuvo del franquismo como «parte de un botín de guerra», pues no en vano este magnate que se enriqueció con el contrabando «apoyó financieramente la rebelión militar de 1936 contra el Gobierno republicano». Como el amianto daba mucho dinero, el imperio de los March llegó a ser la séptima fortuna del mundo; esto nos recuerda a los suizos y belgas en el enriquecimiento rápido en base a la salud de los trabajadores y de los ciudadanos.
La empresa Uralita ha declarado durante muchos años unos beneficios netos de miles de millones de las antiguas pesetas y de cientos de millones de euros. Por ejemplo, entre enero y septiembre de 2007 obtuvo unos beneficios netos de 70.9 millones de euros. Así, mientras los «productores e importadores de este mineral ‘asesino’ aumentan sus beneficios, millones de trabajadores y ciudadanos mueren de cáncer» (Cárcoba, 2008).
En España se ha estado produciendo hasta el 2002 en distintas localidades. Fruto de toda esa producción se ha calculado por la Asociación de Víctimas del Amianto (AVIDA) que «hasta el año 2010 se producirán unas 1.500 muertes anuales de personas expuestas al amianto entre 1960 y 1975. Entre 2010 y 2025 esta tasa aumentará hasta 2.300 muertes entre la expuesta hasta 1990. Del 2025 al 2040 empezará a decrecer situándose en 700 muertes por año entre la expuesta a partir de los 90».
En enero de 1999 la Comisión Europea encargó un informe en el que se concluyó que «en las tres primeras décadas del 2000 se producirán 500.000 muertes en Europa debidas al amianto, de las cuales entre 40.000 y 56.000 se darán en el estado español concentradas en Cataluña, Galicia, Madrid, Andalucía, País vasco, Valencia y Asturias».
El Col-lectiu Ronda, cooperativa de abogados que lleva treinta años defendiendo víctimas del amianto, sostiene que la actitud «irresponsable de Uralita SA afectó a sus familias, a sus obreros y todos los vecinos de Cerdanyola… Y la cadena de despropósitos (engaños, silencios y negación de la realidad) constituyen los elementos de un drama del que algún día tendrán que responder muchos».
Y no hay que olvidar que quedan instaladas y produciendo asbestosis y otras enfermedades, cerca de tres millones de toneladas de amianto en España.
5. El Tribunal Penal Internacional
Ante la gravedad de un asunto como el amianto (y quizá en el futuro, si no se remedia y se aplica el principio de precaución, las consecuencias de la nanotecnología) se han alzado distintas voces a que un Tribunal Internacional juzgue a los responsables de este presunto delito de lesa humanidad. Por ejemplo, Ángel Cárcoba, desde el departamento de salud laboral de CCOO, en su alegato titulado «Yo acuso», argumenta: «El amianto era pues, y es, una catástrofe sanitaria anunciada y previsible. Pero, increíblemente, es muy poco o nada lo que se ha hecho para evitar esta hecatombe (…) Mientras no se entienda que el derecho a la salud va más allá de la negociación laboral, hasta fundamentarse en los principios de ciudadanía, seguiremos asistiendo impávidos a crímenes contra la humanidad. Ante esta situación hago un llamamiento para la creación de un Tribunal Penal Internacional del Trabajo, donde comparezcan y se diriman las responsabilidades de quienes convierten el trabajo en lugares de violencia, enfermedad y muerte».
6. El Tribunal Penal Internacional. Asuntos y reivindicaciones pendientes
Después de todo lo dicho se deduce que queda pendiente lo siguiente:
La prohibición total del amianto (de todo tipo y para todos los usos) en todo el mundo. Quedan aún más de 150 países en donde está permitido su extracción, transformación y uso. Existen asociaciones internacionales que luchan en este sentido (Internacional Ban Asbestos Secretariat, entre otras).
La atención e indemnización a las víctimas habidas y por haber. En lo relativo a cuidados médicos, jubilaciones anticipadas, pensiones de viudedad y resarcimiento económico, si cabe, a todas las víctimas. Según el principio «quien contamina paga», deben ser las empresas del amianto las que corran con los gastos de los daños, especialmente la multinacional Eternit que durante cerca de cien años ha enriquecido a unas pocas familias de magnates. No es de recibo que Sepan Schmidheiny pretenda hacer obras de caridad con fundaciones como AVINA a costa de los deberes que ha contraído con tantos millones de personas. E igualmente, la financiación que esta Fundación ya ha depositado en otras asociaciones y en líderes-socios debe devolverse a las víctimas del amianto. Ni es tampoco de recibo que con cargo al erario público se paguen estos gastos, que es dinero de todos.
Debe hacerse justicia y procesarse penalmente los responsables de este presunto crimen, especialmente las familias de la multinacional Eternit.
Debe prohibirse el traslado de residuos tóxicos con amianto a países empobrecidos, desde los países ricos, como el caso del desguace del portaviones francés Clemenceau al que Greenpeace logró parar en 2006.
Como decía más arriba el AISS, «en cuanto al amianto ya existente, aunque implique costos adicionales, la eliminación total es la única solución perenne y realista, si no, las operaciones de mantenimiento serán siempre peligrosas». Igualmente, aplicando el principio del contaminador-pagador corresponde básicamente a las empresas Eternit, a sus filiales y aliadas el pago de la desamiantización del planeta.
Sirva el amianto como antecedente de lo que nos puede venir con la aplicación temeraria de las nanotecnologías, pues ya se tienen evidencias de que «los nanotubos de carbono pueden producir en tejidos corporales de ratones daños similares a los que causan las fibras de amianto» (Riechmann, 93).
Por último, será difícil separar el amianto de la Fundación AVINA, obra del magnate Schmidheiny (ver informe Avina); y será difícil que todo aquello que venga de la mano de líderes-socios no traiga consigo la sospecha de lo «avinesco», es decir todo el contexto histórico del amianto y todo el de los intentos de esta fundación de cooptar a líderes de los movimientos sociales para hacerlos inocuos y para hacer más fácilmente sus negocios. Se impone en España y Latinoamérica un proceso de desavinación para poder recuperar la confianza perdida y para poder eliminar el fondo de sospecha que late con aquellos movimientos y líderes que han elegido tales compañeros de viaje y tal financiación.
No se puede perder la memoria histórica de lo que este acontecimiento ha supuesto para los trabajadores, sus familiares y para los movimientos sociales. Hay que hacer justicia, reparación y ver las evidencias.
Francisco Puche, Málaga, España. Junio de 2009 – Publicado en Revista El Observador
Para más información, los siguientes libros y documentos:
– Cárcoba, A., 2008, Yo acuso, Departamento de salud laboral de CCOO
– CCOO, 2007, Amianto: Impacto sobre la salud y el medio Ambiente, CCOO Andalucía
– Colectiu-Ronda, 2008, la fibra asesina. El amianto, Barcelona
– Grupo de Izquierda Europea, 2006, El amianto, el coste de la avaricia empresarial. Parlamento Europeo
– Ruers, R.F. y Schouten,N., 2006, Eternit, le blanchiment de laminate sale, CAOVA, Lausana
– Riechmann, J. 2009, La habitación de Pascal, La Catarata, Madrid