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Intervención del presidente del Parlamento Cubano en la reunión del 1 de julio de la Asamblea Nacional

Análisis del plan de Bush contra Cuba dado a conocer el pasado mes de mayo

Fuentes: Rebelión

Hace algún tiempo, cuando quiso definir la política de Estados Unidos hacia Cuba el brillante lingüista norteamericano Noam Chomsky, lo hizo con un solo vocablo: Crueldad.Hace muchos años, cuando comenzaban las acciones para desatar contra nuestro país la feroz guerra económica y política que el imperio ha mantenido por más de cuatro décadas, en un […]

Hace algún tiempo, cuando quiso definir la política de Estados Unidos hacia Cuba el brillante lingüista norteamericano Noam Chomsky, lo hizo con un solo vocablo: Crueldad.

Hace muchos años, cuando comenzaban las acciones para desatar contra nuestro país la feroz guerra económica y política que el imperio ha mantenido por más de cuatro décadas, en un documento del Departamento de Estado se indicaba que la intención de esa política era provocar hambre y desesperación.

En los últimos días, nuestro pueblo, y también el pueblo norteamericano, han podido ver imágenes de desesperación entre muchos hombres y mujeres cubanos, residentes en Estados Unidos, a quienes se les impide viajar a su país y encontrarse con sus familiares. Desesperación, rabia, dolor hay en muchos hogares cubanos, aquí y allá, aunque no estén necesariamente reflejados ante las cámaras de la televisión.

Este voluminoso documento, que muy pocos conocen en Estados Unidos, que no fue consultado allá con ningún comité parlamentario, que no fue discutido con los trabajadores, con los estudiantes, con los intelectuales de Estados Unidos, es un plan para poner fin a la nación cubana, para arrebatarnos la patria y la obra que afanosamente, en medio de las mayores dificultades creadas por el imperio, los cubanos hemos sido capaces de edificar.

Las medidas que comenzaron a aplicarse desde el día de ayer contra el pueblo cubano y contra los compatriotas que residen en Estados Unidos, violan derechos fundamentales de todos los cubanos, son una intromisión inadmisible en las relaciones intrafamiliares, en la vida privada de las personas; convierten a los cubanos residentes en Estados Unidos en una clase inferior, discriminada injusta y cruelmente. Antes tenían lo que llamaban una licencia general, es decir, una autorización de la que se podía valer cualquiera de ellos para visitar a su país y a sus familiares una vez cada 12 meses; eran los únicos residentes en aquel país respecto a los cuales existía una regulación, una norma, el gobierno les decía que podían visitarlos una vez al año. Esa limitada posibilidad les ha sido arrebatada completamente a partir del 30 de junio. Ahora solo podrán, cada tres años, pedir permiso, no para disfrutar de una posibilidad general que se les entregase a todos ellos, sino para ver si algún burócrata está de acuerdo o no en permitirles viajar a su país, y ello solo para hacerlo durante 14 días y solo para visitar a lo que el señor Bush, en su omnipotencia, ha decidido que a partir de ahora constituye una familia cubana. Ya no son familiares los tíos, los primos, los sobrinos, los padrastros; son exclusivamente aquellos que el señor Bush, poseído de no sé qué autoridad divina, ha redefinido como la familia cubana.

¿Quién le dio al señor Bush la autoridad para regular los vínculos familiares? ¿Quién le dio la autoridad para decidir quiénes son o quiénes no son familiares; para pisotear así valores que no le pertenecen, que no son su propiedad, de los que él no puede disponer a su antojo? ¿Será acaso ese Dios, con quien él dice estar en frecuente y directa comunicación?

Estas restricciones, completamente injustas, contra el pueblo cubano y contra sus familiares residentes en Estados Unidos, son ilegales, contradicen la Constitución de Estados Unidos, contradicen el espíritu y la letra de decisiones aprobadas, año tras año, por el Congreso norteamericano; son una violación específica de la Novena Enmienda de la Constitución norteamericana, que deja muy claro que nadie puede denegar o menoscabar aquellos derechos que no aparecen normados en la Constitución y que, por lo tanto, son exclusivamente del pueblo, de cada una de las personas que en ese país residen. Y la Constitución, como se sabe, nada dice de familiares, ni de remesas, ni de viajes.

Pero estas medidas, además, son parte de un plan, de ese plan que allá no se ha discutido con nadie, de este documento que el señor Bush presentó a la televisión, pero que ningún norteamericano ha podido leer, que busca -y lo dice en su prefacio- la destrucción de la Revolución Cubana; busca poner fin a la independencia y a la soberanía de nuestro país y describe las medidas que el gobierno de Estados Unidos adoptaría ahora mismo, como las que han comenzado a regir desde ayer, y otras medidas que el gobierno de Estados Unidos iría tomando más adelante para convertir a este país, realmente, en una posesión norteamericana, y, además, para someter a nuestro pueblo a la esclavitud. Ellas se basan -y lo recuerda el prólogo- estrictamente en lo que establece la Ley Helms-Burton, ley que fue justamente calificada aquí mismo por el compañero Raúl como ley de la esclavitud; ley que nuestro pueblo conoce, aunque no la conocen muchos legisladores norteamericanos que la votaron.

Pero, además, en este documento esos objetivos, esos propósitos, se expresan con el lenguaje más crudo y desvergonzado. Lo primero, lo más importante, el nudo gordiano de lo que ellos llaman la transición hacia lo que ellos llaman la democracia -como dicen aquí-, sería la devolución de las propiedades a lo que denomina sus antiguos dueños; y no se anda por las ramas al explicar de qué propiedades se trata, las define: propiedades comerciales -dicen ellos-, o sea, empresas; propiedades residenciales, o sea, las viviendas, las viviendas que pertenecen a la inmensa mayoría de nuestra población; y propiedades agrícolas.

No se anda por las ramas tampoco al explicar lo que ocurriría con las personas que hoy y siempre poseen y poseerán esas viviendas; se refiere, de un modo muy específico y muy directo, a la reinstauración en nuestro país del desahucio para todas aquellas personas que no eran esos antiguos propietarios y también para aquellos que no puedan pagar los elevadísimos alquileres que volverían a imponer a nuestro pueblo.

Y vuelve hablar del desalojo campesino, y nos anuncia la disolución de las cooperativas agropecuarias y la restitución de los antiguos latifundios; nos dice, además, que todo ello debería ocurrir con la mayor rapidez, y que, para asegurar que así fuese, el gobierno de Estados Unidos, el gobierno de Washington, crearía un mecanismo, a quien le han dado incluso el nombre y las siglas, CRPR: Comisión para la Restitución de los Derechos de Propiedad.

No sería un régimen títere, sería facultad del gobierno de Estados Unidos dirigir ese proceso. Esto está puesto aquí, aunque no lo hayan publicado, aunque no lo repitan sus medios de propaganda, aunque no se lo hayan consultado a ningún norteamericano.

Como dice aquí también que nuestros jubilados, por decisión del todopoderoso señor Bush, a partir del inicio de la transición dejarán de cobrar sus pensiones y sus jubilaciones, que dice él, además -las define con esta expresión, y voy a citarla textualmente-, «beneficios no ganados y relajados requerimientos de elegibilidad».

¿Quién es este señor para decirle al 1 300 000 ó 1 400 000 cubanos que trabajaron toda su vida, que aportaron su sudor, su energía, su esfuerzo, que no se ganaron el derecho a una pensión? ¿Quién le ha dado a él el poder para anunciar que esa será una de las primeras consecuencias de la transición? ¿Quién lo autoriza a decir que esos compatriotas tendrían que depender de la caridad privada para poder recibir algún servicio médico elemental? Porque, por supuesto, una de las cosas que ocurriría con la transición, sería la privatización de los servicios médicos, como ocurriría también con la educación. ¿Por decisión de quién? Del gobierno de Estados Unidos que, para ello, va a crear, desde ahora, una comisión, cuya composición incluso la definen en este documento, compuesta por diversas ramas del gobierno norteamericano, cuyo nombre es Comisión del Gobierno de los Estados Unidos para la Reconstrucción Económica de Cuba.

Esa comisión tendría la autoridad final sobre la economía de nuestro país, sobre todos los aspectos de ella, y ya nos está anunciando que una de las primeras cosas que va a hacer es abolir el sistema de pensiones, el sistema de seguridad social que tienen hoy los cubanos, porque se lo ganaron, porque les pertenece, porque nadie se lo podrá arrebatar. Pero no se quedan ahí, los ancianos cubanos no van a recibir más prestaciones del presupuesto nacional, tendrían que depender de la caridad para que algún médico privado los atendiese en ese diseño futuro que ellos nos pronostican. Pero, además de eso, tendrían que trabajar.

El gobierno de Estados Unidos una de las cosas que va a poner en vigor -según dicen aquí- va a ser la creación de lo que llaman Cuerpo de Ancianos Cubanos, para poner a trabajar a todos esos jubilados a los que se les dejaría de pagar por decisión del todopoderoso señor; y, por supuesto, después habría una reforma radical del sistema de pensiones, que sería diseñada por el gobierno de Estados Unidos, con la asesoría de algunos expertos.

Adivinen de dónde van a sacar a esos expertos. Ustedes han oído hablar del Fondo Monetario Internacional seguramente; bueno, serían especialistas… Como dicen ellos -es verdad-, ahí hay gente que sabe muy bien cómo desmantelar servicios sociales, cómo acabar con prestaciones a la población. Bueno, esos expertos van a rehacer en el futuro lo que pudiera quedar de algún régimen de pensiones en nuestro país.

Desde luego, por grande que sea el delirio, la «delirancia» de los autores de este informe, de algunas cosas se han dado cuenta y en alguna parte reconocen que aplicar todo esto no sería fácil -por supuesto que no-, y por eso la prioridad inmediata que tendría Estados Unidos, cuando se diese esa añorada por ellos transición, cuando empezase, sería crear cuerpos represivos entrenados, asesorados, equipados y dirigidos por el gobierno de Estados Unidos; cuerpos represivos cuyas maneras nuestro pueblo no ha olvidado.

Ayer recordábamos el asesinato del compañero Josué País y de otros compañeros allá en Santiago. Es una larga historia, una larga lista de nuestro pasado, que será siempre pasado, y de lo que es hoy la triste realidad de muchos países en nuestra región todavía.

Las medidas que han comenzado a regir desde ayer, las que afectan a los viajes y las remesas de los cubanos, ya dije que son ilegales, que son inconstitucionales; pero, además, son cínicas, profundamente cínicas. Al mismo tiempo que privan a los ciudadanos norteamericanos de un derecho que poseen -que les ha sido reconocido por el Tribunal Supremo, que ha sido reiterado consecutivamente por el propio Congreso- a viajar a Cuba, mientras los privan a ellos de esa libertad de viajar, van a usar recursos del presupuesto federal norteamericano para traer a Cuba a otras personas de otros países, financiados con las contribuciones, con los impuestos de esos mismos norteamericanos a los que se les arrebata ese derecho, que vendrían aquí para abastecer con dinero y con materiales a los grupitos de traidores que desde 1959 Estados Unidos ha tratado de fabricar como quinta columna dentro de nuestra sociedad; porque mientras desde ayer limitan drásticamente las posibilidades para los cubanos residentes en Estados Unidos no solo de visitar su país, sino de apoyar a sus familiares, mientras les hacen eso a los cubanos, a los traidores, a los mercenarios no solo se les autorizaría a recibir cualquier cosa, sino que el gobierno de Estados Unidos va a organizar esfuerzos, a escala, incluso, internacional, para aumentar los recursos monetarios y de otro tipo que se destinen para esas personas.

Es cierto que estas medidas implican un drástico recorte del flujo de remesas hacia Cuba, es su intención, pero de un tipo de remesas. Significan también un aumento ilimitado del flujo de dinero y de recursos que enviarían para esos señores, y solo para esos señores.

El plan, por supuesto, tiene otras violaciones a las normas internacionales, entre ellas las que están contenidas en el propósito de utilizar un avión militar, o varios aviones militares, para efectuar trasmisiones radiales y televisivas contra nuestro país.

Pero el plan, además, constituye un insulto a todos nosotros, a todos los cubanos. Es particularmente denigratorio para nuestros jóvenes, para nuestros maestros, para nuestras mujeres, para nuestros niños, para los cuales se crearía, por cierto, por el gobierno de Estados Unidos, además, un programa de adopciones para que pasaran esos niños a ser los hijos de algunas familias norteamericanas, porque están suponiendo que para intentar aplicar este plan habría que recurrir a la guerra y que en esa guerra por supuesto que caeríamos muchos y habría un aumento del número de huérfanos, de niños que carecerían de padres.

Ese proyecto recuerda aquel diabólico plan que, en su tiempo, implantaron dictadores suramericanos, especialmente en Argentina, que hizo que algunos niños, cuyos padres habían sido víctimas de la tortura, del asesinato, terminaran siendo cobijados por los mismos torturadores y por los mismos asesinos de sus padres. Ya ese diabólico plan que se usó Suramérica nos lo están anunciando aquí. Insulta a nuestros religiosos, a nuestros intelectuales; insulta, además, a la inteligencia humana, a la inteligencia del propio pueblo norteamericano.

Aquí tenemos, en esta sesión de la Asamblea, un numeroso grupo de invitados, que mucho nos honran, todos ellos son parte de muchos más compatriotas involucrados hoy en uno de los programas más importantes de la Revolución, el que va a ser objeto del análisis en nuestro segundo punto del orden del día.

¿Ustedes sabían, compañeras y compañeros, que según Bush, ustedes no están aquí? ¿Sabían ustedes que no existen, que los maestros cubanos son tan incapaces, que una de las cosas que haría en el futuro el gobierno de Estados Unidos sería entrenarlos, educarlos para que puedan ser capaces de ejercer su profesión?

Pero no existen esos jóvenes y adultos que hoy estudian a nivel universitario, que estudian en numerosas escuelas en nuestro país. No, no, según este documento, lo que ha ocurrido en el último año, ¿ustedes saben qué fue? Que se ha reducido a casi la mitad el número de cubanos que acceden a la enseñanza universitaria. Eso está aquí. Hoy hay, según ellos, más de un 47% menos de personas que estudien a nivel superior o nivel universitario, que el año pasado.

Yo no sé si Abel está al tanto del insulto particular que les destinan a nuestros intelectuales, a los hombres de la cultura en Cuba. Por supuesto, en este pueblo campea el analfabetismo, y una de las cosas que va a hacer el Ministerio de Educación de Estados Unidos es realizar algunos programas para combatir el elevadísimo nivel de analfabetismo que, según ellos, caracteriza hoy a la sociedad cubana.

¿Y ustedes saben lo que se les ocurrió? Van a organizar, Abel, en el futuro, ferias del libro (Risas). No se han enterado que todos los cubanos sabemos que aquí se han dado no una, sino decenas de ferias, por todo el país, que se han vendido millones y millones de libros; ferias en las que se han dado decenas y decenas de presentaciones, de discusiones, de talleres, en las que han participado millones de compatriotas. Sin embargo, aquí les dicen que, con una gran generosidad, con una gran capacidad de inventiva -ellos, no nosotros, no los cubanos-, el Departamento de Educación de Estados Unidos va a organizar en el futuro ferias del libro, para ayudar a combatir el fenómeno del analfabetismo que ellos afirman caracteriza hoy a la sociedad cubana.

Como les dije, compañeras y compañeros, se trata de un plan para destruir a la Revolución, para poner fin a la existencia de Cuba como una nación independiente; pero, además, para esclavizar a los cubanos y a las cubanas.

No tengo que decir, por supuesto, que tal delirio jamás será alcanzable para el imperio; pero dije que, aunque el señor Bush presentó este documento, yo sospecho que él no lo ha leído, porque alguien que tiene esa incurable alergia con la lectura, alguien que ha confesado que no lee libros, que ni siquiera lee diarios… Yo no lo voy a culpar por no haber intentado transitar por este mamotreto cargado de falsedades, de insultos, y también bastante insultante para el idioma; pero nosotros los cubanos sí vamos a disponer de la posibilidad de conocer más, mucho más de este engendro; lo que no conocen los senadores ni los representantes en Estados Unidos, nosotros nos vamos a encargar de que sea del conocimiento de nuestro pueblo, que forme parte de su arsenal de ideas, para librar esta batalla consecuente, sistemática, firme, para hacer cada vez mejor nuestra sociedad y para hacerla también más fuerte, más unida, más consciente.

Tercer Período Ordinario de Sesiones de la VI Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el 1ro. de julio de 2004, «Año del 45 aniversario del triunfo de la Revolución».