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Anthony Giddens y el «pensamiento íntimo» del PSOE

Fuentes: Canarias-semanal.com

Anthony Giddens, como muchos lectores recordarán, fue el mentor ideológico del ex premier laborista inglés, Tony Blair. Al calor de la desaparición de la Unión Soviética, una legión de intelectuales europeos y norteamericanos nos anunciaron, urbi et orbi, que nuestra sociedad estaba condenada irremisiblemente a soportar las lacras del capitalismo, y que con este sistema […]


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nthony Giddens
, como muchos lectores recordarán, fue el mentor ideológico del ex premier laborista inglés, Tony Blair. Al calor de la desaparición de la Unión Soviética, una legión de intelectuales europeos y norteamericanos nos anunciaron, urbi et orbi, que nuestra sociedad estaba condenada irremisiblemente a soportar las lacras del capitalismo, y que con este sistema económico había acabado la historia del hombre. Anthony Giddens, autor del renombrado libro «La tercera vía: la renovación de la socialdemocracia», fue uno de los teóricos que nos auguraron, junto con el famoso Fukuyama, aquella mala nueva. La historia, que no es nada obediente iba a seguir, sin embargo, su propio curso, dejando en la cuneta a tanto pájaro de mal agüero anunciador de un Apocalipsis irremediable para la especie humana.

El sociólogo británico Anthony Giddens contó con numerosos adeptos en las filas del PSOE. Al fin y al cabo, la mayoría de los socialistas españoles lo fueron por aluvión, después de que la dictadura desapareciera, y nunca se creyeron mucho aquello de que el mundo debía cambiar de base. De manera que el caldo del psocialismo ibérico fue siempre propicio al cultivo de recetas culinarias que tuvieran un sesgo derechizante.

No hay que extrañarse, pues, de que muchos dirigentes psocialistas defiendan públicamente la «originalidad» de la mercancía ideológica propuesta por el intelectual británico. En el Estado español hemos contado con numerosos simpatizantes, incluso con precursores, de las ideas del profesor Giddens. Felipe González Márquez se adelantó en más de diez años a la edición del libro sobre la «tercera vía» con su política económica de capitalismo salvaje.

Recuérdese aquel refrán chino, tan utilizado por el ex presidente para justificar su «revolución privatizadora«, que decía «no importa que el gato sea blanco o negro. Lo importante es que cace ratones«. O a aquel ministro de economía, paladín de la ética del pelotazo, Carlos Solchaga, que reclamaba el desembarco de capitales foráneos, prometiéndoles que «España era el país en el que uno podía enriquecerse más fácil y rápidamente«. O a Joaquín Almunia, aquella esperanza blanca que nos presentaron una vez como bastión de la unidad de la izquierda, hoy convertido en flamante comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Unión Europea, uno de los cenáculos más importantes de la política neoliberal.

En las Islas, el Alcalde de Las Palmas de G.C., Jerónimo Saavedra, no oculta sus simpatías por el ex asesor de Tony Blair. En consonancia con ello ya prepara planes urbanísticos que permitan que nuestra desbaratada urbe pueda crecer verticalmente. Ya se sabe, la actividad constructora es el motor, según dicen, de la economía canaria. Tristán Pimienta, una especie de conciencia obscena del PSOE insular, tampoco se ruboriza por compartir las recetas neoliberales de Giddens. Basta con leer sus artículos matutinos en el diario que dirige para conocer el contenido de la farmacopea del perfecto socialdemócrata de nuestros días. Otros destacados militantes del PSOE, más prudentes, prefieren ocultar sus preferencias ideológicas, no sea que, a lo peor, un día cambien las tornas, y se vean obligados a decir «diego», donde antes dijeron «digo».

Todo este preámbulo viene porque el pasado domingo tuve la oportunidad de leer en el órgano paraoficial de los psocialistas españoles -el periódico El País-, un artículo en el que, bajo el título «Modernizar la izquierda», el profesor de la Universidad de Cambridge Anthony Giddens describía a corazón abierto los ejes fundamentales de lo que es el «socialismo» moderno. Del mismo, entresaco algunos párrafos que pueden servir para ilustrar al lector acerca del pensamiento de este apologeta socialdemócrata del capitalismo y, de paso, para desvelar cual es el pensamiento político íntimo de nuestros psocialistas autóctonos.

«En Francia … -escribe en su artículo Giddensla izquierda sigue siendo tradicional. Muchos siguen pensando que su tarea fundamental es mantener a raya las fuerzas de la globalización, resistir frente a la americanización y conservar los sistemas de bienestar actuales tal como están, en vez de reformarlos».

Para Giddens estas posiciones son meras antiguallas. Hay que desprenderse de ellas. Y en Francia muchos «socialistas» están ya por la labor. La modernización es hoy lo que mola, y es preciso incorporarse a la misma sin dilación.

«Modernización -aclara el sociólogo británico- significa elaborar políticas que nos permitan adaptarnos a un mundo distinto del anterior, en el que la globalización es el principal motor del cambio».

En realidad, sostiene Giddens, en el mundo actual las fronteras entre los conceptos de izquierda y derecha carecen de sentido.

«Y ya no tiene por qué identificarse a la derecha política con el conservadurismo -dice. Puede haber modernizadores de derechas; Sarkozy es un ejemplo perfecto».

En cualquier caso, el sociólogo socialdemócrata no ve mal que el término «socialista» siga utilizándose aunque, desde luego, sin que ello signifique que el calificativo deba implicar la defensa de algún proyecto de transformación social.

«Me parece muy bien -dice sin empacho Giddensque las personas de izquierdas sigan llamándose a sí mismas socialistas, siempre que reconozcan que esa palabra, hoy, no es más que una etiqueta que significa ser de izquierdas.»

Aunque el número de asalariados del planeta sea infinitamente mayor que en cualquier otra época precedente en la historia de la humanidad, para Giddens ya no existe sujeto alguno que haga precisa la revolución social.

«Ya no podemos definir la izquierda en función de la lucha de la clase obrera; la clase obrera está desapareciendo».

Y como puntillazo final, por si quedaran en la trastienda de nuestros utópicos cerebros ilusiones que pudieran alimentar erráticas ideas de cambio social, Giddens sentencia eufórico.

«El socialismo en sí es un proyecto muerto, porque se basaba en la idea de que los mecanismos de mercado pueden sustituirse por una economía regulada y en la tesis de que es posible superar el capitalismo con una sociedad muy distinta».

El discurso ideológico de Giddens no es, ni de lejos, novedoso. Se trata del clásico mensaje recurrente que la derecha ha estado emitiendo desde el siglo XIX. Pero lo que sí es nuevo es su diáfana claridad. En realidad, los principios que Giddens enuncia en su artículo no son más que la traducción teórica de la política que los Partidos Socialistas europeos vienen aplicando en sus respectivos países, desde hace más de dos décadas. Su mérito ha consistido en saber decir, sin ambigüedades, lo que otros ya están haciendo hace tiempo.

Albergo la infundada esperanza de que un día nuestros psocialistas autóctonos puedan pronunciarse con la misma límpida transparencia que lo ha hecho su venerado maestro, Anthony Giddens. Podría ser, sin duda, un gran momento para los miles de ingenuos que mantienen todavía que con el PSOE es posible mantener encendida la llamita de la esperanza.