En la operación policial que detuvo a dos personas en El País Vasco y Andalucía, los arrestados fueron acusados del mismo delito: apología o enaltecimiento del terrorismo. Sin embargo muchos, pensamos que el objeto de estas operaciones es difundir el temor para limitar, o impedir, el ejercicio de la libertad de expresión en un lugar […]
En la operación policial que detuvo a dos personas en El País Vasco y Andalucía, los arrestados fueron acusados del mismo delito: apología o enaltecimiento del terrorismo. Sin embargo muchos, pensamos que el objeto de estas operaciones es difundir el temor para limitar, o impedir, el ejercicio de la libertad de expresión en un lugar (Internet) donde aún se goza de cierta independencia.
Según parece el detenido en Andalucía se arrepintió ante el juez alegando «trastornos mentales». Y posiblemente sea cierto que lo dijera, porque cuando uno ve cercana la cárcel, se agarra a cualquier cosa. Los medios recogieron esa expresión con una naturalidad hipócrita y desvergonzada. ¡Qué lejos quedaron los tiempos en los que esos mismos medios hablaban de campos de reeducación, y tildaban de forzadas a las declaraciones de arrepentimiento de los detenidos en el enemigo bando comunista! En democracia todo vale. Te detienen los «buenos»; por tanto hay que arrepentirse. No existen presiones, torturas ni amenazas.
Según los mandos de la lucha antiterrorista, en Internet se encuentran comentarios ofensivos que podrían ser considerados delitos, pero sólo investigan los de mayor dureza. En este asunto, se filtró que el «trastornado mental» había creado una página web, donde descalificaba gravemente a algunas víctimas de ETA. Teniendo en cuenta el estatus del que aquellas gozan (no digo que éste sea el caso, lo pongo como ejemplo) y dado que las víctimas también hacen vida privada, es posible que por avatares de la vida, cualquier miembro del colectivo le pueda hacer una faena a otro ciudadano y si éste se acuerda de su familia, podría estar corriendo un grave riesgo… apologético.
Ironías aparte, una pancarta favorable a una organización considerada terrorista por la legislación vigente, puede que no sea considerado delito de apología, y represente sólo la expresión de una postura, lo que estaría amparado por la libertad de expresión. Distinto sería tratar de convencer a otros para integrarse, o colaborar con esa organización. De no ser así, ¿cómo se explica que en mayo del 2002 el Tribunal Supremo archivara una querella contra Arnaldo Otegi al considerar que no era delito gritar «Gora Euskadi Ta Askatasuna», en un acto celebrado en la ciudad francesa de San Juan de Luz? Tras el fallo, se especuló que quizás la Justicia española no podía perseguir un delito producido en otro país, sin embargo la fiscalía del Tribunal Supremo había justificado su querella al amparo de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que faculta a los tribunales españoles a perseguir, según el principio de justicia universal, los delitos de terrorismo.
Con estas detenciones, el Gobierno ha dado un paso más en la estrategia iniciada en la década de los 80 (que denominé en un artículo como «contrarrevolución preventiva» o permanente) para intimidar a quienes ven la Red como la única opción para expresarse libremente. Esta represión indiscriminada, es consecuencia de la debilidad del régimen, debilidad que le obliga a vigilar a los grupos antifascistas disidentes, tratando de evitar por todos los medios que se fortalezcan, sobretodo en las actuales circunstancias de crisis (de la que nadie conoce su alcance) que, de dilatarse excesivamente en el tiempo, podría ocasionar que muchos de los afectados por ella (fundamentalmente miembros de la clase obrera), engrosaran las filas de la resistencia anticapitalista.
El programa electoral del PSOE recogía el compromiso de incrementar la oferta de puestos de trabajo en la Policía y la Guardia Civil, hasta los 140.000 efectivos. Evidentemente ese incremento está destinado a recrudecer la vigilancia y la opresión contra los colectivos antisistema. A la estrategia de la vigilancia y el acosamiento preventivo, se le suma un nuevo factor: la apología de la coacción.