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Aportación al debate de la Asamblea extraordinaria de Izquierda Unida

Fuentes: Rebelión

«La frase puede parecer dura, pero estoy convencida de que el Partido corre el peligro de sucumbir en el marasmo si continúa de esta forma. En semejantes tiempos solamente existe una salvación para un partido revolucionario: la más dura y desconsiderada autocrítica que pueda imaginarse» (Rosa Luxemburgo). Introducción. Izquierda Unida surgió como un proyecto para […]

«La frase puede parecer dura, pero estoy convencida de que el Partido corre el peligro de sucumbir en el marasmo si continúa de esta forma. En semejantes tiempos solamente existe una salvación para un partido revolucionario: la más dura y desconsiderada autocrítica que pueda imaginarse» (Rosa Luxemburgo).

Introducción.

Izquierda Unida surgió como un proyecto para aglutinar a la izquierda anticapitalista, autocalificándonos desde el principio como «izquierda transformadora», para reafirmar una identidad que nos diferenciase del acomodamiento socialdemócrata al sistema. Era el proyecto para unir a mujeres y hombres que no aceptamos que este sea el único mundo posible.

Pero sobre todo, podemos decir que surgió como la expresión de una necesidad; el reflejo de un espacio político que no había que crear, porque ya existía, de lo que se trataba era de darle forma. Un espacio enfrentado al sistema social imperante y, al mismo tiempo, alternativo frente a la socialdemocracia.

La esencia, y el fundamento que podía permitir el éxito de nuestro proyecto era que mientras aparecíamos claramente como los más consecuentes adversarios de los partidos de la derecha, nos constituíamos en una alternativa, dentro de la izquierda, frente al PSOE, cuyos dirigentes aceptaban, y aceptan, el sistema capitalista con todas sus consecuencias.

Esta idea básica, y que nosotros pensamos que no se ha sabido mantener, quedó reflejada a la perfección con la primera gran batalla que acompañó el nacimiento de IU: el referéndum sobre la OTAN. Aquellos acontecimientos demostraron la auténtica dimensión del proyecto, e hicieron albergar la esperanza, totalmente fundada, de que IU podía desbancar al PSOE en la hegemonía de la izquierda en el Estado español.

Sin embargo, dieciocho años después nos enfrentamos, tras un rosario permanente de crisis en los últimos años, a una situación en que se pone en duda todo el proyecto, se habla de «redefinir», incluso de «refundar», en definitiva se cuestiona la propia supervivencia de IU.

¿Qué ha pasado para llegar a esta situación? Cualquier camino que queramos plantear dependerá del análisis que hagamos del período pasado, por tanto, aunque de forma somera, es imprescindible establecer un diagnóstico antes de prescribir cualquier propuesta de alternativa.

Trayectoria y sentido de IU

Lo primero que debemos considerar es si, a pesar de todos los cambios producidos en la sociedad en esta época, sigue existiendo un espacio, una necesidad objetiva y subjetiva de una organización como IU. Para nosotros la respuesta es categóricamente afirmativa.

Y, aunque pueda parecer exagerado, pensamos que con algunos compañeros de la dirección no habría necesidad de pasar de este punto de la discusión para tener claro que abordamos el problema desde ópticas muy diferentes. ¿Por qué esta afirmación?

Porque la esencia de IU, lo que justifica su existencia, es el ser capaz de recoger una tendencia objetiva de la historia, en el sentido de la necesidad de superar el sistema capitalista a través de la abolición de la propiedad privada de los principales medios de producción, financiación y distribución, y una expresión subjetiva de rebeldía, de malestar, de aspiraciones transformadoras que cada día aparecen, más o menos conscientemente, como un reflejo de las contradicciones de clase.

Si alguien piensa, como de hecho sucede, que no existe una alternativa viable al sistema capitalista, no tiene mucho sentido seguir adelante con otros puntos, pues esto es suficiente para querer convertir a IU en una versión «progre» de la socialdemocracia. Pero un proyecto así, como ya hemos visto en otras ocasiones, terminaría por ser absorbido por el PSOE. La ley es muy sencilla: antes dos cosas iguales, o sin diferencias sustanciales, se prefiere la que da más garantías, la más fuerte.

Por supuesto existen muchos más elementos que debemos analizar, pero la ausencia de un proyecto nítidamente diferenciado del PSOE, junto a la falta de confianza en una opción de transformación socialista de la sociedad o, lo que es peor, pretender mantener un discurso alternativo con una práctica socialdemócrata, son para nosotros algunos de los factores principales que, en última instancia, explican nuestra crisis.

Factores de la crisis.

Externos.

Son muchos los factores que podemos considerar a la hora de establecer un análisis de la crisis de IU, aquí queremos limitarnos a unas pinceladas, confiando en que durante el debate profundizaremos en ellos.

Pero antes que nada establecer el método de análisis. Una crisis es ni más ni menos que la expresión de que las cosas, tal como eran hasta ahora, no pueden seguir manteniéndose, y esto supone que se va a operar una transformación que puede llevar a la superación de la crisis o a sucumbir ante ella. Los resultados no están decididos de antemano, depende de que seamos capaces de comprometernos con la tarea y encontrar el camino adecuado. Por eso, aunque un análisis riguroso exige partir de las condiciones objetivas, para nosotros, lo esencial es lo subjetivo, pues de nuestra actuación depende el futuro de IU.

Lo primero es por tanto, afirmar el compromiso de apuesta por nuestro futuro, sin saltar del barco en los momentos difíciles, y lo segundo, y esencial, no echar la culpa al empedrado. Es decir, la situación que se ha ido produciendo en nuestra sociedad en los últimos años debemos analizarla y comprenderla, pero no para tener una excusa en la que escudar nuestros errores, sino para ser capaces de encontrar el camino para intervenir en ella y transformarla. Este es el sentido de la filosofía de la praxis.

Factores como la crisis de los países del Este y su transformación al capitalismo, con la publicidad de los horrores y errores de los sistemas burocráticos, o, por supuesto, un período prolongado de crecimiento capitalista en los países desarrollados, son factores que han contribuido no ya a la crisis de IU sino a un contexto de crisis general de la izquierda, al ponerse en duda la existencia de una alternativa al capitalismo.

Aunque al tiempo, el resurgir del movimiento, especialmente en Latinoamérica, demuestra que el capitalismo, en su época de la globalización neoliberal, lejos de superar sus contradicciones básicas simplemente ha conseguido un aplazamiento, pero sumiendo al mundo en contradicciones aún mayores, que nos enfrentan incluso a una situación de incompatibilidad de la supervivencia del planeta como un espacio habitable, con la permanencia del sistema capitalista de producción.

Luego las condiciones objetivas, lejos de dar la razón a quienes quieren descafeinar un proyecto de transformación socialista, refuerzan la necesidad de IU como referente anticapitalista.

Factores internos.

Los factores internos son, en este debate, para nosotros los más decisivos. No sólo porque explican más directamente los problemas que tenemos sino además porque son los que dependen de nosotros y podemos y debemos variar.

En una primera época los avances de IU hicieron albergar la esperanza de un crecimiento constante, y dieron pie a las teorías del «sorpasso» y de «las dos orillas».

Sin duda, con una política más acertada hubiésemos podido sobrepasar al PSOE, y en un plano teórico es cierto que los actuales dirigentes del PSOE defienden el sistema capitalista y eso les sitúa más cerca de la orilla de la burguesía que de la clase obrera. Pero en la política no sólo cuentan los análisis y principios sino la forma de llevarlos a la práctica.

Veamos ambas cosas, que desde nuestro punto de vista guardan una estrecha relación.

Sobrepasar al PSOE, supone, sin duda, ganar a una parte sustancial de su electorado, y no sólo eso, sino su influencia en la sociedad. Por ejemplo, ahora es el PSOE el que tiene una influencia determinante no sólo en UGT, sino también en CCOO.

No era así a finales de lo años 80, cuando el gobierno de Felipe González se enfrentó a una severa crisis y a una Huelga general que amenazó su supervivencia.

Probablemente fue la mejor oportunidad para IU, pero a partir de ese momento, en vez de aprovechar las condiciones favorables se avanzó en una línea de enfrentamiento sectario con el PSOE. Y aquí está una de las claves que hace difícil el papel de IU y que nos ha llevado a muchos errores: no saber diferenciar el trato al PP y al PSOE. Esto es muy importante en lo que se refiere a su base social y a un sector de su militancia. El PP es nuestro enemigo, pero el PSOE es nuestro adversario, nos oponemos a la política de sus dirigentes, pero no a lo que representa. Es decir, nos disputamos una base social común entre la izquierda. Muchos de los actuales votantes del PSOE apoyarían a IU con una política más nítidamente de izquierdas y sobre todo una práctica diferenciadora en lo cotidiano. Es imposible aspirar a transformar la sociedad sin una de dos condiciones: o ganamos a la base del PSOE para una política auténticamente socialista, o conseguimos que gire, como partido, hacia la unidad de la izquierda, con esa política transformadora. De aquí se deduce que la imagen que dimos ante la base social del PSOE en la tristemente famosa época de la «pinza»(por supuesto exagerada por la prensa burguesa) fue un error.

Así colaboramos al derribo del gobierno González, pero quien lo capitalizó fue el PP y no nosotros. Porque es un error pensar que el paso del PSOE a la oposición «estrechaba» el espacio de IU, al contrario, de haberlo hecho bien, era la prueba del fiasco de la socialdemocracia, y la necesidad de una alternativa dentro de la propia izquierda.

No se supo analizar esta situación, los errores cometidos en esa etapa se podían haber corregido, aún gozábamos de un nutrido apoyo social y de la credibilidad que hoy nos falta.. Pero fuimos de mal en peor al intentar buscar atajos oportunistas.

Nadie de la dirección ha hecho autocrítica de este periodo y de esa orientación política pero en el 2000, en una pirueta política sin debate, los mismos que habían defendido la teoría de las dos orillas llegan a un pacto preelectoral con el PSOE en el que se deja de lado totalmente el programa de IU. Todos los sectores de la dirección han sido protagonistas o partícipes de alguno de estos giros políticos que no han sido producto del debate democrático ni han sido revisados críticamente con el conjunto de la organización. Ninguno debería escapar a la responsabilidad directa de la situación actual de IU pues en la VII Asamblea quienes apoyaron al equipo de Llamazares renunciaron al debate de ideas y optaron por un acto público triunfal esperando que unos buenos resultados electorales, por sí solos, taponaran todas las vías de agua de la organización.

A partir de ahí una carrera absurda para seguir pegados a la dirección del PSOE y por entrar en todos los gobiernos posibles sin importar con qué programa.

Y esta es la trayectoria que, desde nuestro punto de vista, nos ha llevado de retroceso en retroceso. El giro hacia una política de acercamiento al PSOE no hace más que profundizarse hasta llegar a considerar el triunfo electoral del PSOE en marzo de 2004 como «una victoria propia».

Las elecciones.

El 14 de marzo, la dirección se parapetó tras los efectos del atentado y el llamado «voto útil», pero las elecciones europeas han dejado claro que no se trataba de un «préstamo» de voto para derrotar al PP, que parece que es lo que quieren decir con «voto útil», sino en todo caso la expresión opuesta: «voto inútil», pues lo que muchos electores potenciales han decidido es que no merecía la pena movilizarse para respaldarnos en las urnas.

Afirmamos pues, que no se trata de una mera crisis electoral, de un desencuentro temporal entre la organización y nuestros electores. Nos enfrentamos a una crisis profunda que tiene uno de sus reflejos más llamativos en la pérdida de apoyo en las urnas.

Esta crisis viene de lejos aunque la dirección haya preferido cerrar los ojos y no reconocerla. La tendencia decreciente de IU se remonta a unos años atrás y afecta a la afiliación, a la militancia, a la vinculación y raíces con los movimientos sociales, a la dirección y al respaldo electoral.

Crisis de afiliación y militancia: Hemos ido perdiendo ambas, no hemos sido capaces de renovar nuestra «sangre» y hemos perdido los lazos y la simpatía que en su momento tuvimos entre amplios sectores de la juventud. IU no puede competir con el PSOE y los partidos burgueses en el terreno del marketing electoral y la influencia en los medios de comunicación, nosotros sólo podemos ganarles en el terreno de la movilización social, de las raíces en los movimientos. Y eso exige militancia, la Asamblea de Base es la piedra angular del edificio de IU, y sin eso no somos nada.

Crisis de raíces: En parte se desprende de lo anterior. Hablamos mucho de los movimientos sociales, con razón, pero nos olvidamos de que teníamos una influencia en el pasado y hemos perdido peso específico en los sindicatos, en las asociaciones de vecinos…Por supuesto que muchos de nuestros compañeros están en el núcleo de estos movimientos pero trabajando en base a su experiencia y buena voluntad, contando en muy pocas ocasiones con el respaldo de la organización, y en no pocas con falta de coordinación y contradicciones. Mientras tanto, hemos buscado vínculos con movimientos de gran repercusión «mediática» (como los actores) como un atajo para llegar a la sociedad.

Crisis de dirección: Entendida como ausencia de proyecto político de transformación de la sociedad lo que ha llevado a nuestros dirigentes a una lucha interna permanente, no por ideas, sino por «espacio» en la dirección y en los menguantes cargos públicos. Se ha dado cada día más la espalda a la militancia con lo que se ha conseguido desmoralizarla al tiempo que la dirección perdía gran parte de su autoridad política. Al tiempo, y como consecuencia inevitable, se tiene una política errática, entrando de gobierno en gobierno abandonando programa e identidad. Se carece de lo que era una tradición en la izquierda y deberíamos recuperar: una estrategia política a largo plazo, y una táctica que debe estar subordinada a esa estrategia, que no puede ser otra que la transformación socialista de la sociedad.

El ejemplo del 11M

.Esta desorientación, esta falta de carácter, de personalidad política, de análisis independiente, se puso de manifiesto con consecuencias muy negativas, a propósito del atentado del 11-M.

De hecho, la reacción de la gente se produjo sin dirección política, pues las cúpulas de las principales organizaciones políticas y sindicales de la izquierda quedaron aturdidas por el enorme atentado, cerrando filas con el gobierno de la derecha. Sólo ante el clamor de la manipulación del gobierno fueron reaccionando, cuando ya lo estaban haciendo muchas personas en la calle. Esta falta de reacción adecuada al atentado por parte de la dirección de nuestra organización, más allá de la influencia que haya podido tener en los resultados electorales, es preocupante, pues es en los grandes acontecimientos sociales cuando más debemos aparecer con voz e imagen propia y en ambos terrenos se ha fallado.

Los comunicados emitidos tras el atentado producen sonrojo. Primero por haber aceptado como buenas las versiones del Gobierno acerca de la autoría del atentado, cuando entre los propios militantes de IU prendió rápidamente la tesis de Al Qaeda. Pero además a la parálisis política se le dio justificación teórica, acuñando una de las frases más lamentables de la historia de IU al decir que «El mejor debate es el no debate», en el mismo comunicado en que se decía que «IU respalda todas las acciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado encaminadas a detener y poner a los asesinos a disposición de la Justicia»(sic)

El día 12 el comunicado de la Permanente Federal de IU, profundiza en la misma línea de dejarse arrastrar por el gobierno sin ser capaces de ofrecer una visión diferenciada ante el atentado, llegando a afirmar: «Izquierda Unida quiere mostrar su completo apoyo al gobierno y ofrece su ayuda y cooperación para asegurar lo que en estos momentos nos parece esencial: la unidad de los demócratas».

Esta absoluta ausencia de una perspectiva de clase nos llevó a diluirnos en las manifestaciones convocadas por el gobierno del PP con las consignas del PP. ¿Acudiríamos en cabecera con la patronal y el PP a una manifestación en protesta por la siniestralidad laboral, y respaldando la política de ambos? Tanto cinismo nos repugnaría. Debiéramos comprender que era igual de absurdo compartir manifestación con los representantes del gobierno que nos llevó a la guerra en defensa de sus propios intereses y que ya sabía que la consecuencia de las guerras es la muerte y la destrucción, y con la monarquía, que guardó silencio ante la guerra. El día del brutal atentado de Madrid, nuestra organización fue incapaz de aparecer diferenciada del resto de organizaciones: cerramos filas en torno al gobierno, promovimos el no-debate y dimos apoyo a cualquier decisión que tomase el gobierno. Era lógico que midiéramos mucho nuestras palabras, pues no queríamos bajo ningún concepto caer en la repugnante utilización de las víctimas que hizo el gobierno. Pero precisamente por eso, debíamos haber sido capaces de mantener, desde la condena y la solidaridad firme con las víctimas, la distancia con un gobierno cuya política tenía una responsabilidad plena con lo que acababa de suceder, y que, para colmo, en pocas horas se vio hasta donde estaba dispuesto a llegar por ganar las elecciones. De hecho, el sentimiento de rabia e impotencia de ver al gobierno aprovechándose de la matanza de trabajadores y jóvenes, muchos de los cuales se habrían opuesto en su día a la intervención en Irak, pesaba en el ánimo de muchos votantes de la izquierda.

Izquierda alternativa

El principal problema al que se enfrenta IU es que su existencia política está justificada como izquierda alternativa a la socialdemocracia, existe porque representa o expresa las aspiraciones de aquellos que buscan una alternativa al sistema capitalista, pero en lo cotidiano la dirección es incapaz de ligar nada de lo que hacemos a una perspectiva de transformación social. El discurso alternativo es sólo para consumo interno. Cuando se trata de expresarlo hacia el exterior, cuando intervenimos en las instituciones o en los debates que captan la atención de los trabajadores y de los jóvenes, se modera el lenguaje y el contenido, cuando no se contradice totalmente con el proyecto alternativo. La contradicción a superar es que la organización existe como alternativa al sistema pero en lo cotidiano no lo es. Sobre todo porque nuestra práctica institucional marca una realidad demasiado parecida a la de los demás «políticos».

Algunos ejemplos para ilustrar esta idea:

-Somos republicanos pero un republicanismo que no moleste a la monarquía pues lo fundamental es el respeto a la Constitución. Así, en la práctica, unos condenan la boda real mientras otros asisten.

-Estamos en contra de la Ley de Partidos como expresión de nuestra oposición al recorte de libertades democráticas en la lucha antiterrorista, pero apoyamos de facto la ilegalización de Batasuna.

-Defendemos el derecho a la autodeterminación pero sólo desde el consenso «constitucional», es decir, sin mover un dedo hasta que el PP y el PSOE se vuelvan «federalistas».

La claridad de ideas, que cada uno defienda de verdad lo que piensa, facilitaría mucho el debate. Pongamos más ejemplos:

-La Constitución europea. Algunos compañeros están a favor de un voto afirmativo, pero no se atreven a defenderlo en público. Como a la dirección le da miedo que esto suponga una fractura no lo somete a debate. Así nos movemos en la indefinición y perdemos la iniciativa política, y en vez de ser vanguardia somos retaguardia.

-Algunos compañeros dirigentes se oponen al derecho de autodeterminación de las distintas nacionalidades del Estado español, pero en vez de decirlo claramente y abrir un debate, se limitan a torpedear desde sus posiciones un debate abierto en la organización. Así vamos dando bandazos según el ambiente social y la correlación de fuerzas internas.

-Existen sectores de la organización que ya no consideran viable el socialismo, pero tampoco lo dicen ni lo argumentan en los debates.

Quien piense que no es posible la transformación socialista de la sociedad, lógicamente, no puede concebir IU como un proyecto alternativo al capitalismo. Pero así surgió esta organización y el abandono paulatino del objetivo socialista, en la práctica, es lo que ha provocado el desencanto de muchos de sus colaboradores y votantes. Las opciones que se nos ofrecen desde las fracciones mayoritarias no son un proyecto alternativo, significan profundizar en lo que ya se ha hecho.

La alternativa a la crisis de IU pasa, en primer lugar, por el debate político, abierto y democrático, sobre el proyecto político que defendemos.

¿Cuándo vamos a debatir y a tener una postura clara sobre si creemos que el «Mercado» es el instrumento adecuado para regular las relaciones de producción en la sociedad avanzada en la que vivimos o, por el contrario, defendemos la planificación pública y democrática de los recursos productivos?

¿Cuándo vamos a debatir si estamos conformes con la propiedad privada de los grandes medios de producción, de distribución, de información…, si creemos que hay que dejar «las cosas como están» porque «no se pueden cambiar», «no hay alternativa»… o, por el contrario, defendemos que hay que devolver la propiedad de los recursos a quien los ha generado, es decir, al trabajo, socializando los grandes emporios que acaparan los recursos energéticos, financieros o productivos?

¿Cuándo vamos a debatir sobre qué democracia defendemos si la «constitucional» con ciertas mejoras o si nuestro objetivo es una democracia en la que los trabajadores tengan voz y voto, no meramente formal sino efectivo? ¿Vamos a defender que la democracia entre en todos los rincones; en la Justicia (elección democrática de fiscales, jueces…), en la policía, en el Ejército (elección de los oficiales), en la empresa…?

El régimen interno.

Pero claro, el análisis quedaría totalmente incompleto sin valorar otro factor, la incapacidad interna para haber reaccionado a tiempo, ni siquiera para reconocer que la crisis se deriva de nuestros propios errores. Y en esto es donde la responsabilidad está más repartida; la de la dirección por habernos conducido por este camino y no prestar oído a la militancia, la de los demás, la oposición, por no haber conseguido enderezar la situación.

Los cauces de la organización han fallado estrepitosamente, la democracia interna, sin duda una de nuestras señas de identidad esenciales, ha mostrado importantes limitaciones que, en cualquier caso ha ido produciendo un alejamiento progresivo entre la dirección y la base hasta llegar a la situación actual en que muchas de las decisiones más importantes se toman fuera de los órganos, y en que los grupos institucionales han adquirido independencia de la organización trabajando fuera de cualquier tipo de control democrático.

La democracia participativa que, en teoría al menos, defendemos para la sociedad, está muy lejos de aplicarse en lo interno.

Con múltiples variantes intermedias, se han ido construyendo dos concepciones de cómo construir IU, que pueden ser las que vertebren el debate de la Asamblea extraordinaria. Por una parte los que consideran la intervención institucional de IU como el eje en torno al cual debe girar todo. La actual dirección participa obviamente de esta tesis, así lo atestigua su práctica cotidiana. Desde el «affaire» Villarejo, a los pactos con ICV, pasando por el debate de investidura de Zapatero. Y es la política que siguen la mayoría de las direcciones de IU. Desde casos como el de Ezker Batua, en su entrada en un gobierno con la burguesía vasca, al escándalo de Madrid, donde una de las Asambleas más numerosas del Estado español, la Asamblea de Madrid-ciudad, carece de estructura organizada, y las Asambleas se ven forzadas a reunirse al margen de la estructura oficial en los últimos tres años, mientras el grupo municipal trabaja por su cuenta.

Base y dirección.

Se podrían poner muchos más ejemplos demostrando que para la actual mayoría de IU, la participación de la base no es una prioridad. Al contrario, se ha llegado a declarar, que «hay que consultar más a los cargos públicos» o que «las Asambleas son arcaicas».

Por otra parte existe otra concepción de la organización, que es la que nosotros defendemos y pedimos a todos los que la comparten que, pese a las diferencias que podamos tener en cualquier otro terreno, seamos capaces de unirnos en este debate del que depende el futuro del proyecto de IU. Es la idea de IU basada en su militancia de base en su incardinación en los movimientos sociales, ecologistas y feministas, en los barrios, en los sindicatos y asociaciones de vecinos, entre la juventud, en los centros de trabajo y estudio.

La concepción que considera que lo importante no son las cabezas de cartel sino el cuerpo de la organización, que pensamos que se puede prescindir de cualquier dirigente pero que la base es insustituible. Que no debemos caer en el juego de la política burguesa de «caras famosas», sino programas, alternativas, militantes comprometidos, ejemplaridad de nuestros cargos públicos…En definitiva combatir en la práctica la idea de «todos son iguales», que tanto daño hace. Eso no se soluciona haciendo que tal famoso o tal cantante, nos apoye, se soluciona con una política cotidiana que nos distinga de todos. Por ejemplo que todos nuestros cargos públicos se comprometan a no ganar más de la media salarial del ámbito electoral que representen, y voten contra cualquier acuerdo de aumentos salariales de los cargos públicos que rebase esta cantidad y suponga un incremento superior al fijado en los convenios colectivos.

Se habla de «modernidad», pero algo tan «clásico» como esto tendría más efecto entre nuestra potencial base social que ir añadiendo colores a nuestra bandera.

Este tema de los colores también es expresivo de la tendencia a coger el rábano por las hojas.

Se trata de una cuestión decisiva en nuestra concepción política, nosotros debemos partir de una concepción de clase, y a partir de ahí abordar todos los problemas que se plantean en la sociedad. Lo esencial es entender que las ideas responden a la defensa de unos determinados intereses materiales, y que los intereses materiales de la burguesía y de la clase obrera son distintos, opuestos e irreconciliables. Por tanto cualquier tema de trascendencia social NO ES INTERCLASISTA, tiene siempre un contenido de clase.

La óptica de clase burguesa no puede ser la nuestra ni ante la situación social y económica, ni ante la guerra, las nacionalidades oprimidas, el ecologismo, la mujer, la juventud, los discapacitados…En lugar de añadir colores, lo que tenemos que añadir es un programa desde un punto de vista de clase ante cada uno de estos problemas, siendo capaces de darles una perspectiva tanto de lucha cotidiana como de programa socialista, que incida en la necesidad de transformar los fundamentos de la sociedad, impidiendo una deriva «gradualista» en cada uno de estos terrenos.

Los compañeros que dicen que necesitamos ideas «modernas» y acabar con lo viejo, deben ser capaces de concretar más. La ley de la gravedad es muy vieja, pero seguro que ninguno de ellos salta desde un décimo piso en la confianza de que «algo tan viejo ya no puede funcionar». Sencillamente porque las leyes de la naturaleza, como las de la sociedad operan en determinadas condiciones concretas. Y lo concreto es que mientras las condiciones capitalistas se mantengan la alternativa es el socialismo.

Si alguien considera que la ley del valor, tal como Marx la planteó, o la lucha de clases, o que la clase trabajadora es el sujeto básico de la historia que puede permitir la superación del capitalismo, o cualquier otra idea son «viejas» ya «no operan», no sólo esta en su derecho sino que tiene la obligación de decirlo claramente. Nos ayudaría mucho saber dónde estamos cada uno en el terreno ideológico.

Conclusiones

-No debemos caer en el electoralismo ni en el cretinismo parlamentario. Las elecciones y el trabajo institucional son aspectos importantes de nuestro trabajo, pero no pueden ser ni lo único ni lo más importante. Son un complemento para extender el apoyo al programa de transformación socialista de la sociedad.

-Los resultados electorales son un síntoma de que algo va mal pero lo más preocupante es el estado de la organización.

-En lo esencial el problema depende de nosotros, sigue existiendo condiciones para IU.

Claro que todos somos corresponsables, no cabe duda de que hay muchos defectos, y que las Asambleas de base tienen muchos problemas de funcionamiento, pero en cualquier organización humana, y más en una organización política, la mayor responsabilidad recae sobre quien ostenta la mayoría y dirige la organización. Por supuesto que una oposición que no ha conseguido variar el rumbo del conjunto de la organización también tiene mucho que reflexionar, pero eso no disminuye ni un gramo la responsabilidad de la actual dirección.

-En consecuencia, la dirección debe rendir cuentas al conjunto de la organización, y arbitrar los medios para un control escrupuloso de toda la actividad, incluidas las finanzas y los salarios de los cargos públicos.

-La pluralidad, entendida como la capacidad de aglutinar a sectores con tradiciones diversas dentro de la izquierda en un proyecto transformador común, es uno de lo principales capitales de IU, y echar la culpa a este factor de lo que nos pasa, es tirar balones fuera. Es cierto que esa pluralidad ha tenido expresiones poco respetuosas con los cauces orgánicos. Pero después de lo de Villarejo, o la presencia en la «boda real», no hay ni un solo dirigente que pueda tirar la primera piedra del «respeto a los cauces internos». Además todas las experiencias de expulsiones o exclusiones han sido nefastas.

– Debemos hacer una apuesta a fondo por el futuro de IU, es una pena que haya compañeros y compañeras que salten del barco en estos momentos de crisis, cuando todos debemos arrimar el hombro, y hagan así el juego, objetivamente, a quienes quieren que IU no sobreviva, en la medida en que representa una amenaza para el juego bipartidista. Esas aventuras están condenadas al fracaso de antemano.

-Debemos tener muy claro que un «PSOE bis» no tiene sentido. Es decisiva nuestra autonomía frente al PSOE, tanto cuando están en el gobierno como en la oposición. Los dirigentes de este partido no tienen ningún escrúpulo en atacarnos cuando les viene bien con sus típicos argumentos: «comunistas», «voto útil»…Nosotros no necesitamos recurrir a estos métodos indignos pero debemos desmarcarnos con el programa y con la práctica.

-No se trata de «ir a buscar» al electorado a nuestra derecha, sino de atraer al electorado, esté donde esté, hacia nosotros.

-Nuestras campañas electorales no pueden basarse en un derroche al estilo burgués, como los demás partidos, para «vender jabón» o pegar las caras de unos políticos. Deben basarse en ideas, propuestas y programa. Primando lo colectivo frente a los individuos. Para IU una campaña electoral debe ser la ocasión, no para aumentar nuestras deudas financieras, sino difundir nuestro mensaje, discutirlo de la forma más amplia posible y consolidar nuestro apoyo activo.

-IU sólo puede basarse en que cada militante sepa que su opinión, su voto y su trabajo cuentan en las decisiones.

-La condición para todo, más que cualquier otra cosa como votos o escaños, es la militancia. Y la condición para mantener la militancia es una dirección que cumpla su papel: marcar objetivos y prioridades a partir de lo acordado democráticamente por todas y todos, señalar tareas que ilusionen y movilizar. (El mejor ejemplo quizá sea el de la campaña por las 35 horas).

-Ahora sería el momento de una campaña por el NO a la Constitución europea, explicando que es mejor que se aplace la constitución, que tener una de carácter reaccionario. Por supuesto, capitalizaríamos esta campaña frente al SÏ de PP y PSOE, siendo una ocasión de oro para mostrar nuestro perfil frente a ellos.

-Control democrático, y de los cargos públicos y dirigentes. Tanto en su elección como en su gestión, acabando con la «profesionalización de por vida».

-Transparencia financiera, informes públicos internos.

-Tenemos que ser capaces de vincular lo cotidiano a la lucha por el socialismo. Cualquier reivindicación seria, como la jornada de 35 horas, o el desarrollo sostenible, chocan con lo esencial de este sistema si se defienden consecuentemente. Eso supone no quedarnos sólo en las peticiones concretas e inmediatas, sino ser claros y defender ideas como la nacionalización de los grandes bancos o de las compañías de seguros…Todo lo necesario para una planificación democrática de la economía, que debiera ser una de nuestras señas de identidad.

-Igualmente debiéramos ser implacables en la defensa de nuestro modelo de Estado, basado en el federalismo, con el punto de partida del derecho de autodeterminación.

-Es cierto que la recuperación tardará, no hay recetas milagrosas, pero se podría conseguir una recuperación inmediata si transmitimos un mensaje claro, desterrando esa especie de «vergüenza» a declararnos partidarios de la sociedad socialista, ilusionando a ese sector más consciente, que más bien está en el terreno de la abstención, de quienes podríamos ganar no sólo su voto, sino lo más importante su apoyo activo.

Henar Moreno (La Rioja- Presidencia Federal de IU)

Javier Jimeno (Navarra- Consejo Político Federal de IU)

Alberto Arregui (Madrid- CPF IU)