Estando en Cuba , caminando sus calles, hablando con su gente, discutiendo con sus autoridades, uno observa un gran debate abierto sobre el futuro de este heroico pueblo, que ante todo y contra todo sigue creyendo que la utopía es posible, que su socialismo, aun con defectos y dificultades, se intenta seguir defendiéndolo y profundizándolo. […]
Estando en Cuba , caminando sus calles, hablando con su gente, discutiendo con sus autoridades, uno observa un gran debate abierto sobre el futuro de este heroico pueblo, que ante todo y contra todo sigue creyendo que la utopía es posible, que su socialismo, aun con defectos y dificultades, se intenta seguir defendiéndolo y profundizándolo.
Porque no olvidemos jamás que aquellos jóvenes barbados se animaron a fines de la década del 50 a gritar a cuatro vientos que se puede cambiar el mundo. Y vaya si lo intentaron y lo realizaron; claro que con estas propuestas ganaron enemigos, cómo no ganarlos si a los que esquilmaban a Cuba fueron capaces de expropiarles sus tierras, sus propiedades.
Allí están en Miami desprestigiando a diario a Cuba y su revolución. Pero lo que más me preocupa no es que ellos tomen esa posición contraria a Cuba, me preocupa cuando en varios países de nuestro continente nos olvidamos de lo que hizo Cuba, de su solidaridad permanente con nuestros pueblos, y se dejan llevar con críticas a su régimen, desde una perspectiva que más que ayudar descalifican y se suman a los cantos de sirena del imperio, generando comunicados de censura y firmándolos como «intelectuales».
Claro que la revolución cometió errores. Obvio que no es la isla de la fantasía, pero la crítica a sus errores hay que fundamentarlos no sobre los mismos argumentos que la derecha reaccionaria, sino desde la izquierda, y para ello hay que empezar por destacar que la desnutrición no existe, que la mortalidad infantil tiene índices que muchos países desarrollados no han logrado, que el 85% de los cubanos tiene su vivienda totalmente subsidiada y que los once millones de cubanos reciben una canasta de alimentos todos los meses, también totalmente subsidiada.
Es bueno también decir que desde el punto de vista económico se torna esta situación en prácticamente insostenible, que para mantener eso deben sacrificar el llamado «confort capitalista», que existen en Cuba problemas generacionales, que los jóvenes desean más y mejor, porque los cubanos obligados por la emergencia económica debieron abrir sus puertas al turismo y con él entraron también los males del turismo.
Por lo tanto hay que apoyar decididamente al pueblo cubano y lo mejor de su revolución. Mal hacemos si criticamos y no generamos propuestas que permitan seguir avanzando, y digo avanzando, no retrocediendo. Y avanzar es seguir hablando de socialismo; es que la experiencia cubana sirve para no cometer los mismos errores, pero también para superar los que hoy viven ellos y también y fundamentalmente reivindicar lo mucho bueno realizado. Ser solidarios para que agobiados por el imperio y sus títeres estos no logren el objetivo de matar a Cuba y su revolución. Claro, para ello no hay que tener miedo de apoyarla, no hay que querer quedar bien con los democratizantes actuales.
Ser objetivos sí, pero sumarse al campo del enemigo, jamás. La tarea de todas y todos los que nos definimos de izquierda hoy en este continente es sumarse a la tarea en los distintos campos que podamos hacerlo, es apoyar el debate abierto en la sociedad cubana, para mejorar, para lograr que sean las y los cubanos los que rectifiquen, cambien, propongan. Pero cuidado con pretender resolver desde afuera con lindas propuestas de laboratorio el socialismo construido por este pueblo que una y mil veces presentó lucha al gigante imperio gringo y cobijó y luchó por nuestros pueblos pobres, a lo largo y ancho del planeta.
Fuente: https://mail.google.com/mail/?hl=es&shva=1#inbox/1292ca0bc9ec0754