La industria pesquera entra en continuo conflicto con estas aves en peligro de extinción. Grupos conservacionistas han llevado al Estado sudafricano a los tribunales para que garantice su supervivencia. La audiencia se celebrará en octubre.
Simon’s Town (Ciudad del Cabo, Sudáfrica) // Se calcula que, a finales del siglo XIX, había más de dos millones de pingüinos africanos, aunque el primer conteo realmente fiable se realizó en 1979, cuando había 56.958 parejas. Ahora esta cifra se ha reducido a 9.900. La mayoría –8.534– habita en Sudáfrica. Si se sigue la tendencia actual, los expertos avisan de que esta ave marina en peligro de extinción podría desaparecer en el año 2035. Y pese a que hay varios factores que explican este proceso decreciente (contaminación por petróleo y ruido, pérdida de un hábitat adecuado para anidar, exposición a calor o frío excesivos en sus colonias o depredadores como focas, tiburones o gaviotas que atacan a sus huevos o a sus polluelos), hay uno que destaca por encima del resto: el sector pesquero.
Alistar Mclnnes, gerente del programa de conservación de aves marinas de la organización sin fines de lucro BirdLife en Sudáfrica, dice: “El pingüino africano come, sobre todo, peces pelágicos, especialmente sardinas y anchoas, que son también objetivo de la pesca con redes de cerco en Sudáfrica. Este es el principal problema; la escasa disponibilidad de estos pescados que viene determinada por la pesca y también por la fluctuación natural”. Y es aquí, en la difícil relación entre el sector pesquero y el pingüino, donde ha comenzado recientemente una disputa judicial entre organizaciones conservacionistas y el Estado sudafricano.
“Es la primera vez en Sudáfrica que se invoca la obligación constitucional del Gobierno de impedir la extinción de una especia en peligro. La Constitución del país impone al Estado –en su artículo 24– el deber de garantizar la protección del medio ambiente en beneficio de las generaciones presentes y futuras”, explica la abogada experta en cuestiones medioambientales Kate Handley, cofundadora y directora ejecutiva de Biodiversity Law Center, la organización legal que defiende a la Fundación Sudafricana para la Conservación de Aves Costeras (SANCCOB) y a BirdLife en este caso.
Una convivencia dificil
El pingüino africano, única especie de esta ave marina que habita este continente, no puede volar, por lo que debe construir en el suelo sus nidos, que varían desde agujeros poco profundos al aire libre hasta madrigueras más elaboradas en arena o guano, aunque también se acostumbra rápidamente a las estructuras artificiales. Suele medir entre 40 y 70 centímetros, rara vez pesa más de cinco kilogramos, puede nadar a una velocidad media de siete kilómetros por hora y permanecer sumergido hasta dos minutos. Es de un distintivo color blanco y negro que es, además, una forma vital de camuflaje: blanco para los depredadores submarinos que miran hacia arriba y negro para los animales que buscan presas en el agua observando desde el aire o desde posiciones más elevadas.
“Hay veces que nos hacemos una pregunta: ¿para qué criamos polluelos si después, cuando los echamos al mar, no van a encontrar comida y se van a morir de hambre? No tiene sentido”, afirma Katta Ludynia, directora de investigación de la Fundación Sudafricana para la Conservación de Aves Costeras. Habla en el centro que esta asociación tiene en Ciudad del Cabo, abierto en abril de 1968 por Althea Louise Burman para paliar los efectos del derrame del petrolero Esso Essen, el primero importante en el país que fue públicamente reconocido y que acabó con la vida de miles de pingüinos africanos.
Ludynia señala el mismo factor que McInnes como principal responsable del declive: “Las especias pelágicas fluctúan, pero si la pescas mucho cuando está baja, como ahora, después resulta difícil recuperarla. El sector pesquero culpa al cambio climático, que es cierto, pero si el medioambiente está cambiando, también hay que cambiar el sistema de pesca”, razona.
El litoral sudafricano cubre más de 3.000 kilómetros de terreno, une las costas este y oeste del continente y su biodiversidad es particularmente rica, con unas 10.000 especies registradas de plantas y animales marinos. Además, las aguas de la costa oeste albergan una variedad de vida marina muy aprovechable para la explotación económica humana; es rica en merluza, anchoa, sardina, atún, langosta, barracuda y abulón. Ello hace que la pesca tenga una importancia reseñable en el país; según las cifras del Gobierno de Sudáfrica, emplea al año directamente a unos 27.000 trabajadores en el sector comercial. Además, la Asociación de la Industria Pesquera Pelágica de Sudáfrica, SAPFIA por sus siglas en inglés, afirma que los pequeños pelágicos aportan 5.500 millones de rands (unos 279 millones de euros) en ventas a la economía sudafricana. Todo en una nación que, pese a ser la más industrializada del continente, tiene un gran problema de desempleo, pues su tasa se eleva por encima del 32%, una de las más altas del mundo.
“El problema es que tanto los pingüinos como el sector pesquero acuden a las zonas más beneficiosas, donde hay más peces. Pero es que las aves no pueden ir a otro lugar porque necesitan las islas cercanas para nidificar”, prosigue Ludynia. En este sentido, se realizó un experimento entre 2008 y 2020 en donde se prohibía a los barcos faenar en determinadas áreas en periodos de tres años para comprobar si esto tendría un impacto significativo en la población de estos animales. Como las conclusiones fueron positivas, el sector de la conservación (con BirldLife South Africa y SANCCOB a la cabeza) y la industria pesquera pelágica intentaron llegar a un acuerdo sobre áreas de exclusión de pesca alrededor de seis puntos clave, seis colonias insulares de cría, en un proceso que dirigió el Gobierno sudafricano. Pero no lo consiguieron.
Barbara Creecy, ministra de Asuntos forestales, Pesca y Medio ambiente, convocó en 2022 un panel de expertos mundiales, cuya reunión se celebró en junio de 2023. Tras arduos debates, el 4 de agosto, Creecy anunció que continuarían los cierres provisionales alrededor de seis colonias reproductoras, y que dichas restricciones estarían vigentes diez años, hasta diciembre de 2033.
Pero la decisión no contentó a biólogos y conservacionistas, que argumentan que estas restricciones carecen de significado biológico ya que ni reducen la competencia con las empresas pesqueras ni se corresponden con las principales zonas de alimentación de los pingüinos africanos. “Lo que ha decidido no tiene mucho sentido si lo que se pretende es aumentar la cantidad de comida para las aves. Y como ha establecido que la única forma de conseguir la prohibición de pescar en otras zonas es llegar a un acuerdo con el sector pesquero, y eso resulta imposible, decidimos impugnar la decisión de la ministra frente a la justicia”, concluye Ludynia.
La audiencia será en octubre
El litigio comenzó en marzo. Entonces, el Estado presentó algunos de los pliegos que la ministra tuvo en consideración al tomar su decisión el 4 de agosto de 2023, acción a la que han seguido otras similares de entregas e intercambio de documentos. Y ahora, el Tribunal Superior de Pretoria ha asignado las fechas de audiencia del 22 al 24 de octubre de este año.
La abogada Handley argumenta que, al no efectuar restricciones que sean biológicamente significativas alrededor de seis colonias de pingüinos africanos clave para su reproducción, la ministra ha violado supuestamente su obligación constitucional de proteger a una especie única que ha sido declarada en peligro de extinción. “Simplemente, los cierres que el Gobierno decidió implementar no son suficiente para abordar una de las principales razones de la disminución de los pingüinos africanos: la disponibilidad de presas como resultado de la competencia de la industria pesquera”, razona.
Y comenta los motivos por los que proteger este animal resulta de vital importancia para el medio ambiente: “Es una especie indicadora; que su número disminuya significa que tendríamos que estar muy preocupados por el estado de nuestros ecosistemas marinos. Además, realiza importantes funciones ecosistémicas, como la transferencia de nutrientes, llevando peces forrajeros a la superficie mientras cazan para que otras aves marinas puedan capturarlos y sirviendo ellas mismas como presas. También existen importantes beneficios socioeconómicos derivados de la industria del ecoturismo centrada en los pingüinos africanos”, concluye.
Fuente: https://climatica.coop/aqui-solo-deberian-pescar-los-pinguinos-sudafrica/