El derecho al aborto como reparación histórica hacia las mujeres
El Senado Argentino aprobó la Ley de Regulación del Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo y a la Atención Postaborto. Los debates acerca del aborto en la ocasión de la votación de este año repitieron la tónica conservadora, religiosa —con rasgos fundamentalistas— y antifeministas que marcaron la votación del año 2018, donde el Proyecto de Ley fue rechazado con 31 votos a favor y 38 en contra. Sin embargo, el movimiento feminista y de mujeres, lesbianas, trans, travetis y no binaries parece haber logrado una mayor tensión en la correlación de fuerzas.
Tras décadas de articulación política involucrando a amplios sectores de la sociedad argentina alrededor de la problemática de salud pública y la práctica de abortos clandestinos, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito se manifestó de forma contundente en los últimos años y la masiva adhesión de actores sociales interpelados por un fuerte llamado a la garantía de los derechos humanos de las personas con capacidad de gestar se volcó hacia una dimensión de diálogo que superó los círculos orgánicos de discusión.
Pese a la fuerte resistencia de los sectores religiosos antiaborto, el debate público y las evidencias de la necesidad de la aprobación de la Ley, sobre todo respecto de los embarazos infantiles y de adolescentes, muchos resultantes de violaciones, que estuvieron en la agenda pública bajo la consigna “Niñas, No Madres” ayudaron a develar el carácter retrógrado de las convicciones religiosas que se manifestaron de forma deshumanizante y antidemocrática, poniendo en jaque la legitimidad de la “ética humana” reivindicada por Jorge Bergoglio quién declaró que la aprobación de la Ley “ahondará más las divisiones en el país”.
El triunfo del último 30 de diciembre puede ser el inicio de un proceso que va más allá de la Ley en sí misma —lo que no retira la centralidad de su importancia—. El avance en la garantía de los derechos de las mujeres en Latinoamérica tiene un carácter distinto a nivel simbólico y material porque está no solo atravesado por la profunda desigualdad social que empuja las mujeres a la pobreza y la precariedad, como también se enmarca en un contexto histórico de territorio colonizado, hecho que tiene un impacto directo sobre la existencia de las mujeres en esta región.
Los resultados de una reciente investigación de secuenciamiento genético liderada por expertos de la Universidad de San Pablo muestran que la sociedad brasileña fue constituida a través de la violación de los cuerpos de mujeres negras e indígenas. También afirman los investigadores que esta no es una particularidad de Brasil, sino que este es el patrón latinoamericano. Se puede observar que esta insistencia en preservar las dos vidas es también parte de una construcción social que es una herencia de la colonización que naturaliza el control sobre los cuerpos de las mujeres, poniéndolos en el lugar de cuerpos violables y pasivos.
En este sentido, el derecho al aborto es también una reparación histórica. Asimismo, es igualmente necesario garantizar que el aborto sea legal en “cualquier lugar”, como dicen muchas de las personas que reivindican el derecho de decidir. Sin dejar de exigir que el Estado provea un sistema de salud pública, gratuito, de calidad y humanizado a las personas que quieran interrumpir su embarazo, el debate sobre las formas alternativas, como las practicadas a través de las medicinas ancestrales y por las mujeres originarias, no puede dejar de estar en la agenda de debates. La lucha de los feminismos debe garantizar que nadie quede afuera; permitir que se siga criminalizando a quienes no quieren someterse a la medicina hegemónica es admitir un logro incompleto.
El movimiento feminista y de mujeres en Argentina es una esperanza para toda la región, una fuerza inspiradora que viene moviendo las estructuras de la sociedad y que abre el camino para un cambio de paradigma y para la construcción de un mundo más justo y humanizado, poniendo en el centro del debate lo que más importa: la vida.